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CABEZA DE VACA: NOTAS PARA UNA ODISEA AMERICANA
UN CABALLERO ANDALUZ
En el libro que es
una de las principales fuentes de este artículo (1) el docente y periodista uruguayo Carlos Lacalle afirma que, a
principios del siglo XVI, Andalucía era el equivalente del Cabo Cañaveral de
principios de los años '60: el lugar desde donde se daba el salto hacia un
Nuevo Mundo desconocido. Si hace casi medio siglo ese salto era hacia la cara
oculta de
Entonces, los que
regresaban de más allá del Atlántico contaban extrañas y maravillosas
historias. Hablaban de pueblos que no conocían al Dios de los cristianos pero
que construían templos más altos que los de Europa; de gentes que se
embriagaban con humo y temían a los caballos, y se alimentaban y medicaban con
plantas de lo más extrañas; de
Hacia los años
1490-1500 (hay quienes arriesgan un harto improbable 1507) nació en Andalucía
(se discute si en Jerez o Sevilla) Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Poco se sabe de
su vida privada y sus primeros años, aunque algo más se conoce de su linaje,
que parece remontarse al siglo XIII; su abuelo paterno, Pedro de Vera, fue uno
de los primeros conquistadores de las Islas Canarias (2). Tal vez peleó por su rey en Italia y África. Como se decía entonces,
"tiene letras": era un hombre instruido, capaz de expresarse por
escrito con soltura, como demostraría al redactar en su edad madura dos relatos
de sus experiencias, llamados "Relación de lo acaecido en Indias" (3) y "Comentarios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca,
Adelantado y Gobernador del Río de
¿Defectos? Dice Lacalle: "cierta indolencia, sumada a un espíritu crítico, le suelen embarazar para establecer conclusiones definitivas y juicios firmes". Políticamente, siempre se manejará con torpeza y estará a merced de los acontecimientos. Pero estamos adelantándonos a una historia que, según el citado autor oriental, lo tiene todo, "hasta esa dosis de inverosimilitud que permite la evasión".
La leyenda de América clamaba por los espíritus más aventureros de España. Y hacia allí partió Álvar Núñez.
EN POS DE
El 17 de junio de 1527 zarpó de Sanlúcar de Barrameda hacia Cuba y Florida la expedición de Pánfilo de Narváez, un soldado castellano tuerto y cincuentón que ya había estado dos veces en las Indias. El viaje no fue fácil: ya en las costas de Cuba, debió sortear un tifón que, además de destrozar dos buques, arrasó la cercana villa de Trinidad. Los sobrevivientes, aterrorizados, se negaron a navegar hasta que no pasara el invierno: recién continuarían el viaje hacia el continente en febrero de 1528. Las desventuras no disminuyeron: por el contrario, tras estar cerca de encallar, estuvieron 15 días varados. Acaecieron entonces nuevas tormentas tropicales, con lo que recién llegaron a Florida el 12 de abril.
Tras una somera exploración de la costa y el territorio inmediatamente adyacente, Narváez decidió internarse en la península, aún cuando esto representara perder de vista a los buques y a sus vitales provisiones. (Álvar Núñez estaba en contra de semejante desatino, pero obedeció a su jefe sólo para que no lo acusaran de cobarde). Con los peores augurios, trescientos conquistadores se internaron en Florida.
La relación con los naturales del Nuevo Mundo fue siempre difícil; el terreno, pantanoso y malsano. Pronto se acabaron las raciones. Providencialmente llegaron a un poblado nativo, donde lograron obtener algo de maíz crudo con el que saciar su hambre. Pero estos indios no estaban paralizados, como los aztecas en un primer momento, por el temor a los blancos y a sus caballos: eran valientes y orgullosos, y respondieron a la incursión española organizando una guerra de guerrillas. Diezmados por los ataques y las enfermedades, los conquistadores acamparon una vez que volvieron a divisar el océano.
Desalentados por los problemas del viaje por tierra, los expedicionarios decidieron construir balsas y continuar por mar, siguiendo la costa. El proyecto era temerario: entre los 242 que restan no había constructores navales ni carpinteros, apenas contaban con herramientas, y el hambre los obligó a comerse los caballos, que en ese terreno selvático eran de escasa utilidad. Ya era 21 de setiembre de 1528 cuando las cinco precarias barcazas pudieron finalmente partir hacia la locura.
Tras padecer el
azote del hambre, la sed y las tormentas, así como la enemistad de los naturales
de la zona, los hombres de Narváez alcanzaron la desembocadura del Mississippi
el 6 de noviembre, tras un viaje de unos
El Mississippi representó la ruina de la expedición. La poderosa corriente del principal río de América del Norte arrastró a dos de las barcazas, que se perdieron en el mar; una de ellas era la de Pánfilo de Narváez. De las otras tres, una volcó, otra zozobró y la restante, la del narrador de esta historia, embarrancó.
El grupo de Núñez fue bien recibido por los nativos, que se compadecieron de su triste estado (además del hambre y la sed, habían perdido casi toda su ropa y hacía frío) y les brindaron alimento. Los españoles estaban tan desconsolados por la suerte de la expedición que los indios terminaron por llorar junto a ellos. En su "Relación...", décadas después, Núñez dirá que fue entonces que recibió la revelación de que esos seres, aún "incapaces de razonar como los cristianos", eran en definitiva sus semejantes. Será uno de los muy pocos españoles que, en aquellos años terribles, podrá saltar por encima de sus prejuicios raciales y comprender la unidad de la especie humana. (Derecha: mapa de su odisea).
Aún recelando de las intenciones de los nativos, los viajeros decidieron pedir refugio en su aldea. Pronto Núñez se pudo reunir con los náufragos de otra barca, la liderada por los capitanes Andrés Dorantes y Alonso del Castillo. Estaban todos en tal mal estado de salud que decidieron pasar el invierno en esa isla y enviar mientras tanto a los cuatro que se encontraban en mejor estado a buscar auxilio a México, que suponían cercano. En realidad estaban al sur de la bahía de Galveston, Texas, en una isla que fue muy adecuadamente llamada Malhado (por mal hado, mala suerte). Ninguno de los cuatro mensajeros llegó a destino.
En "Relación...", Núñez se detiene unas cuantas páginas en el relato de las costumbres de sus anfitriones: eran muy diestros con el arco y las flechas, únicas armas que conocían. No tenían señor ni cacique, ni concepto de la propiedad privada. Dice que "es la gente del mundo que más aman a sus hijos y mejor tratamiento les hacen"; la muerte de un niño cualquiera es llorada durante un año por el pueblo entero; los ancianos, sin embargo, son considerados poco menos que un estorbo. Eran monógamos, salvo los hechiceros (que Núñez llama "físicos") que podían tener dos o tres. Cuando uno de ellos moría, en vez de enterrarlo como a los demás, lo cremaban y molían sus cenizas en medio de una gran fiesta. Una vez pasado un año de su muerte, sus parientes mezclaban esas cenizas con agua y las ingerían.
Los españoles, al principio, eran considerados "hechiceros", y respetados (y temidos) como tales. Esa situación cambió radicalmente cuando, debido al hambre, un grupo de conquistadores apeló al canibalismo: semejante acto escandalizó a los supuestos "salvajes", y estuvieron a punto de masacrar a los españoles, lo que se evitó por poco. De los 80 que habían llegado a duras penas a Malhado, entonces sólo sobrevivían 16.
Tras superar una enfermedad que lo tuvo al borde de la muerte, Núñez abandonó la tribu donde estaba, donde era tratado como esclavo, y se fue a vivir con otra que moraba no lejos de allí. Entre sus nuevos amos era mejor tratado, y se le asignó la función de mercader: debía viajar unas leguas tierra adentro llevando conchas de caracoles y volver con pieles y ocre, y esa fue su vida durante varios años. Muchos de sus compañeros ya se habían ido, como Dorantes y Castillo, pero Núñez no quería hacerlo para no abandonar a Lope de Oviedo, que no quería irse y, para peor, no sabía nadar. Cuando por fin lo pudo convencer de irse, tuvo que sacarlo de la isla llevándolo consigo.
Ambos marchaban con indios, que les informaron que no lejos de allí había tres cristianos que eran maltratados por la tribu con la que vivían. Asustado, Lope de Oviedo se volvió. Es lo último que se sabe de él.
CAMINO AL OESTE
Tras perder a Oviedo, a Núñez pronto le quedaron sólo tres compañeros de aventuras: Alonso del Castillo Maldonado y Andrés Dorantes de Carranza y su esclavo Estebanico, un moro de nobles sentimientos que los salvaría más de una vez. Ya no les quedaba ropa que vestir e iban desnudos. Decidieron que esperarían seis meses, al cabo de los cuales la tribu con la que estaban emprendería una migración estacional en busca de alimento, situación que los cuatro aprovecharían para huir en pos de México. Ese plan debió ser postergado un año entero, debido a que, por una riña causada por una mujer, las tribus se separaron y los españoles quedaron divididos todo ese tiempo.
Cuando por fin
pudieron reunirse y escapar, lo hicieron por un territorio que desconocían por
completo, circunstancia que haría que durante un buen tiempo anduvieran en
círculos, o que se desviaran tan al oeste que tal vez penetraran en lo que hoy
es el estado de Nuevo México. Allí la gente era más hospitalaria, aunque no por
ello escapaba al terrible sino de todos esos territorios que hoy son el sur del
país más poderoso de
Estos nativos que encontrarían en su viaje al sudoeste trataban mejor a las mujeres. Núñez nos relata algunas de sus costumbres: una vez que la mujer quedaba embarazada, la pareja no volvía a tener relaciones sexuales sino hasta que el hijo cumplía dos años. Producto de la miseria y el hambre, el período de amamantamiento era increíblemente extenso: duraba hasta los doce años. El divorcio estaba permitido si no había hijos; los homosexuales eran tolerados, y vestían como las mujeres y desempeñaban sus mismas tareas.
En una oportunidad Núñez salvó a un hombre extrayéndole una punta de flecha clavada en su cuerpo, y otra vez ayudó a volver en sí a un cataléptico, con lo que comenzaron a ser honrados como dioses. A cambio solían pedir alimentos; frecuentemente sólo lograban compartir el hambre. Sus padecimientos eran tales que a veces, en invierno, no podían arrastrar la leña que habían cortado por las heridas que les habían causado las espinas. Apenas sobrevivían alimentándose, durante los viajes, con una especie de manteca de venado aderezada que tardaba en descomponerse.
Generalmente Estebanico, precedía al grupo, acompañado de indios que conocían los "milagros" de estos viajeros increíbles. Estos acompañantes eran gentes que los seguían fanáticamente, en la creencia de que, junto a ellos, nada podría hacerles daño, y que su deber era acompañarlos hasta que encontraran un poblado donde pudieran reposar. Núñez contaría luego los problemas para alimentar a toda esa gente y los desesperados recursos que usaban para hacer que los obedecieran: por ejemplo, una calabaza empleada a guisa de mágico tótem.
Cuando, siguiendo un camino que los llevaba hacia el sur, entraron en el actual México en julio de 1536, comenzaron a encontrar villorios abandonados. Luego sabrían que era a consecuencia de... las incursiones españolas en busca de mano de obra semiesclava. Cerca del río Sinaloa, cuando ya lideraban a nada menos que 600 indios, se encontraron con una avanzada de los españoles de México, que quedaron estupefactos al ver su aspecto.
Sus seguidores se negaban a ser abandonados. Decían a los españoles de México: "nosotros seguimos a estos cristianos amigos, pues si no vamos con ellos ustedes nos van a matar. Pero yendo con ellos no les tememos a ustedes ni a sus lanzas". Éstos respondían que Núñez y sus amigos eran cristianos de una casta inferior; los indios replicaban: "ustedes mienten. Estos cristianos que son nuestros amigos vienen de donde el sol sale, y ustedes de donde el sol se pone. Ellos aman a los enfermos; ustedes matan a los que están sanos (...) Ellos no tienen codicia y todo cuanto reciben lo vuelven a dar; ustedes no hacen otra cosa que robar y no dan a nadie nada". Álvar Núñez y sus compañeros sólo lograrían separarse de ellos tras mucho hablarles y lograr que un escribano levantase un acta por la que los españoles de frontera se comprometían a tratarlos bien. Ni Núñez ni Lacalle dicen si ese acta fue respetada ¿ustedes qué creen?
Nuestro cronista cuenta que, tras tantos años de vagabundeo, no podían dormir en una cama ni soportaban vestir ropa. A los pocos días los recibió el conquistador de México, Hernán Cortés, y tras dos meses en tierras aztecas, Núñez se embarcaría en Veracruz el 10 de abril de 1537, tras casi diez años de haber abandonado España.
LAS NIEVES DEL TIEMPO PLATEARON SU SIEN
La vuelta estuvo
en un todo acorde con su pasado: tras sortear una enésima tormenta, su barco
arribó a
Núñez, que había
comenzado a escribir su "Relación de lo acontecido en Indias" (que
sería editada en 1542) se dirigió a Toledo, la capital del inmenso imperio de
los Habsburgo, gobernado por un monarca nacido en Flandes que es llamado Carlos
I en España y Carlos V en Alemania. En su corte, la de Núñez es una voz
escuchada y valorada. Se le encargó socorrer al aislado establecimiento de
Asunción del Paraguay, fundado en esos años por los sobrevivientes de la
campaña colonizadora del Río de
VÁMONOS A NAVEGAR AL PARAGUAY
La colonia del Paraguay era dirigida por unos pocos españoles, pero en su mayoría estaba integrada por pacíficos labradores guaraníes. Pronto se la conocería por el mote de "paraíso mahometano": cada conquistador se dedicaría casi con exclusividad a integrar un harén de decenas de muchachas que trabajarían para él, además de complacer sus apetitos carnales y darle decenas de hijos mestizos.
Decía que casi con exclusividad: buena parte del tiempo restante se iba en las intrigas que desde el comienzo la caracterizaron. Juan de Ayolas, buscando el camino a los tesoros del Perú, moriría abandonado a su suerte en tierra hostil por el ambicioso y tan astuto como inescrupuloso Domingo Martínez de Irala, que entonces se haría con el control de la colonia.
Núñez, nombrado
Adelantado, Gobernador y Capitán General del Río de
Cerca de las
Cataratas del Iguazú, que lo asombran, fue atacado por nativos por primera vez. Afirma
Lacalle: "Cabeza de Vaca, el 'intelectual', no concibe la conquista como
un acto de dominio que implica la destrucción de la libertad y vida de los
indios, y que legitima el hecho de adueñarse de sus bienes"; por el
contrario, y con un dejo de paternalismo, la ve como un proceso de incorporación
de los indios al cristianismo dentro de
EL PRIMER GOLPISTA DE LAS AMÉRICAS
Dijimos más arriba que entre los defectos de Álvar Núñez estaban sin duda la falta de dotes políticas y la indecisión. Irala, en cambio, era un condottiero: su único interés era el oro. Ambos chocaron por referencia al trato a los nativos; luego de que Álvar Núñez ordenara azotar a un español que había violado a una joven guaraní, Irala logró poner de su lado a la mayor parte de los irritados conquistadores. El 23 de abril de 1544 encabezó desde las sombras el primer golpe de estado de la historia poscolombina de las Américas: Núñez fue destituido, y el 8 de marzo de 1545 fue enviado engrillado a España. Condenado al destierro en África del Norte, fue perdonado en 1556 por el sucesor de Carlos, su hijo Felipe II.
Se conoce poco de
los últimos años de vida de este hombre cuyos fracasos ensancharon los
horizontes de su tiempo como no lo hicieran tantísimos éxitos. Aparentemente
fue nombrado presidente del tribunal supremo de Sevilla, antes de tomar los
hábitos e ingresar a un monasterio de dicha ciudad, donde murió hacia 1557-60.
El Inca Garcilaso de
CODA
Existe una película mexicana de 1990, "Cabeza de Vaca", dirigida por Nicolás Echevarría, que narra las peripecias que el protagonista y sus compañeros vivieron en América del Norte. He aquí el vínculo a la página de Wikipedia, y aquí, a la de IMDb. También existe una biografía novelada, "El largo atardecer del caminante" (Emecé, 1992) del escritor argentino Abel Posse.
Para un análisis literario más detallado de las crónicas de Cabeza de Vaca, ver aquí.
NOTAS
(1) "Noticia sobre Álvar Núñez Cabeza
de Vaca. Hazañas americanas de un caballero andaluz", Colección Nuevo
Mundo, Instituto de Cultura Hispánica, Madrid 1961. No es un libro fácil de
ubicar, aunque doy testimonio de haberlo hallado en
(2) El extraño apellido "Cabeza de
Vaca" se originó en el siglo XIII, cuando uno de sus antepasados maternos
indicó un paso secreto en
(3) El título completo es "La relacion que dio Aluar Nuñez Cabeça de Vaca de lo acaescido enlas Indias, enla armada donde yua por gouernador Pãphilo de Narbaez, desde el año de veynte y siete hasta el año d treynta y seys", Zamora, 1542.
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