Cine tri-dimensional

El otro día fui a ver una película 3D (Alicia en el país de las maravillas [Alice in Wonderland, de Tim Burton (2010)] ). Pero no voy a comentar aquí sobre la película. Me parece más interesante en este momento reflexionar sobre el llamado cine 3D.
Bueno, primeramente no lo llamaría 3D con toda propiedad, yo diría que un nombre más aproximado del efecto sería "cine con relieve", porque el asunto es que sólo algunos elementos dentro de una dada escena aparecen al ojo como situados en planos diferentes dando la sensación de profundidad, pero no son todos. No toda la escena completa tiene "la profundidad correcta". Es decir, por ejemplo, recuerdo una escena donde Alicia viaja en carruaje: todo el interior del carruaje y sus personajes están en un mismo plano (lo cual pude comprobar retirando momentáneamente los anteojos) mientras que la escena de fondo vista a través de la ventana del carruaje aparece en un plano distinto.

Esto es un detalle, si se quiere, de nomenclatura, pero intuyo que lo central aquí es que no creo que valga la pena esta tecnología más allá de su aplicación a grandes espectáculos pensados como entretenimiento; como en su momento fueron las películas que se apoyaban fuertemente en los sistemas cinemascope, panorama, vistavision y tantos otros. El 3D es algo que afecta, pienso, más bien al cine de entretenimiento, cine que está regido por modas y concepciones tecnológicas que hacen que ese tipo de películas y métodos envejezcan más acuciadamente que el cine denominado arte.

El cine como arte no necesita relieve, necesita imágenes diciéndonos algo que pueda permanecer en nosotros y afectarnos. Tal vez en un futuro remoto, cuando los soportes sean otros, todo el cine sea en 3D (no meros relieves) pero será una consecuencia del avance tecnológico que nadie puede detener. La novedad tal vez pase por alguna innovación sensorial ejercida sobre el espectador. Pienso que, aún en ese futuro remoto, lo que seguirá identificando al cine como arte será lo que esas imágenes puedan sugerir a través de la historia que cuentan y, además, la medida en la cual esa historia pueda tocar nuestra alma (si es que aún la conservamos).