XIV Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires (2012)
Géneros y retro, visto bajo la lupa de Darío Lavia (*)
Es un hecho que esta nueva edición del BAFICI no ofrecía ninguna película interesante para los buscadores de vertientes y aficionados al cine clásico o "vintage" como le dicen ahora para encasillarlo. En verdad, salvo por la proyección de varias películas de Armando Bo, en especial INDIA (1959), a cuyo estreno (un 21 de enero de 1960) acudió el público en masa para observar con sus propios ojos a "la doncella desnuda que habita el Guayra", según rezaba el "Heraldo del Cinematografista", una oleada de títulos ignotos o relativamente contemporáneos nos insinuaban esquivas virtudes que nos obligaba a estudiar el catálogo para enterárnoslas.
De un año al otro, un cambio de 180º, así que, aún recordando la épica programación pasada, es que Cinefanía efectúa otra cobertura de 180º, brindándoles una columna "in-depth" - como dirían los académicos americanos - acerca de un tema y que, como todos aquellos que revisten complejidad, tiene varias lecturas y diferentes interpretaciones.
Tomás Lizzio y Agustina Lecouna en LA SEGUNDA MUERTE
Nos referimos al "terror argentino", o sea, a los discutidos films argentinos del género de terror, que tradicionalmente no se considera un género debido a la poca cantidad de títulos, a los prejuicios de público, crítica, productores, distribuidores y (¿por qué no?) realizadores. Salvo excepciones, los primeros se sientan a ver una película de terror cuando es extranjera. Los segundos la alaban solo cuando encuentran elementos valiosos que puedan interpretar según las corrientes mainstream de la crítica actual. Los terceros apuestan cuando no hay ni la mínima chance de estar sometidos a la lejana posibilidad de no recuperar 1000% de la inversión inicial. En ese caso, la distribución que se anime a cargar con un film de terror argentino debe ser una de las dos o tres empresas multinacionales que asegure la difusión necesaria como para que el productor recupere su tajada (y la distrubuidora se quede con la parte del león). Por último, los realizadores no se suelen abocar a este tipo de cine porque debido a que no suelen amar el género: al amarlo, lo conocen hasta el último palmo a través de haber sido empecinados espectadores de cientos y cientos de títulos, y al conocerlo, son capaces de realizar películas competentes tanto para los cánones del género como para las requerimientos comerciales. Y los que lo aman, a veces ven frustrados sus sueños debido a que asumen que no contarán con subsidio de parte del Instituto del Cine, debido a que se sabe que este organismo no da luz verde a ningún guión que no reúna temas que al Estado le interesan que se difundan en las películas que van a patrocinar.
En fin, el "Terror Argentino" es todo un tema que merece sentarse tranquilo, a escuchar todas las campanas y todas las opiniones. Sin embargo, mientras nosotros junto a los espectadores, críticos, productores, distribuidores y realizadores nos preocupamos en buscar una opinión y una fundamentación que la respalde, un par de directores argentinos invirtieron ese tiempo en realizar los films que a continuación comentamos con uds.
Dos caras de un mismo género
LA SEGUNDA MUERTE (2011) de Santiago Fernández Calvete: En el rural Pueblo Chico, la agente de policía Aiello (Agustina Lecouna) se interesa por una muerte de lo más extraña. Junto a su colega, Fidel, encuentran el cadáver de un hombre mayor, el Sr. Ocampo, de rodillas, como si hubiera estado rezando, en medio de un camino de tierra, junto a su pick-up. El detalle es que el cadáver está completamente quemado, como si le hubieran prendido fuego. Tras recolectar algunas pistas, llega al pueblo el otro protagonista de la historia, "el Mago" (el niño Tomás Lizzio), acompañado de Roca, su padre y administrador. El Mago es un precoz taumaturgo que gana la vida tocando con sus dedos viejas fotografías de las que puede percibir cosas del pasado de quienes aparecen en tales fotografías o de los seres queridos interesados en conocer tales detalles. Semejante mancia reviste interés para vecinos del pueblo y, bueno, para capitalizar sus fondos monetarios está el ruin de Roca que debe negociar su permanencia (como es usual) con la propia Aiello. Ni los familiares de la víctima, ni los testigos ni siquiera la forense pueden aportar alguna luz al extraño cadáver. Se habría rotulado como "muerte dudosa" y San Seacabó... pero acaece una segunda muerte, el hermano del occiso, en la misma y misteriosa manera. Esta vez, en cambio, en su propia cama: el cuerpo, completamente carbonizado; las sábanas intactas. Interviene el cura párroco local y el intendente, cada uno con una opinión formada sobre el asunto.
¿Será el accionar de alguna secta religiosa? ¿Habrá alguna epidemia de autocombustiones espontáneas de seres humanos? Sea lo que sea, el asunto adquiere nuevas aristas cuando una mujer y su bebé fallecen carbonizados. Para complicar el cuadro, Aiello se percata que en una fotografía que tomó en la primera escena del crimen, se ve la figura de una Virgen María, junto a un viejo árbol. ¿Será este ícono del Catolicismo responsable de las muertes? Usualmente las apariciones de la Virgen reconocidas por el Vaticano han traido algún tipo de mensaje a sus testigos. En este caso, no hay testigos ni mensaje... con lo cual, ¿será una aparición de la Virgen... o de algún ser del Averno? Un nudo narrativo denso, plagado de giros, desde las perspectivas de varios personajes, sin villanos, sin héroes, solo la sucesión de muertes y el intento de investigación de la protagonista, que debe lidiar con las presiones de los líderes de la aldea así como con las propias dudas del caso.
En los primeros minutos de metraje, una toma de la protagonista frente a su camioneta con el horizonte pampeano de fondo (al estilo Cañón de la Muerte de John Ford) nos sirve como ingreso abrupto al mundo del Gran Cine. Un cine cuyos elementos son un argumento de vivo interés que sostiene la película, personajes ambigüos, la paulatina revelación de aquellos hechos del pasado que explican el caso y sobre todo la sugestión como premisa básica del terror. También hay un esmero en lo visual a través de colores apagados que, salvo en los flashbacks, dominan a lo largo de todo el metraje. No hay abuso de esos efectos y trucos que el género ha venido explotando en las últimas décadas (por ejemplo, la típica secuencia silenciosa cortada abruptamente por una imagen que se interpone frente a cámara al tiempo que el volumen del audio se eleva al tope). Con lo cual esta SEGUNDA MUERTE es tal vez un satisfactorio vástago de aquellas obras maestras del cine fantástico americano de los años '40, precisamente la serie de Val Lewton para RKO, cuya premisa era justamente la de sugerir el terror en vez de mostrarlo en primer plano. De esta manera, la mente del espectador es la mejor aliada del guionista en la dura faena de lograr la meta a la que aspira todo film de terror: asustar e inquietar al público.
LA MEMORIA DEL MUERTO (2011) de Valentín Javier Diment: Jorge (Gabriel Goity) fallece de una especie de sangriento ataque y deja una carta a sus seres queridos. 49 días después del fallecimiento la viuda, Alicia (Lola Berthet), invita a varios amigos muy queridos de su esposo, a quienes congrega en una emotiva cena cuyo postre es la lectura de la famosa carta. Hay un párrafo dedicado a cada uno de los amigos, todo es nostalgia, sonrisas quebradas por las lágrimas y miradas perdidas en los ventanales. Los recuerdos pronto se tiñen de halos de resentimientos pero en aras de no arruinar la reunión, los invitados se mantienen apacibles y guardan compostura. A las 12 de la noche en punto se produce un fenómeno meteorológico con truenos y relámpagos. Ivana (Flora Gró), una de los invitadas, se asoma por la ventana y observa a su hija fallecida meciéndose en una hamaca. Alicia y otro de los amigos del finado, Hugo (Luis Ziembrowski), advierten que no es aconsejable salir al exterior. La joven mujer desoye tales consejos, sale al encuentro con aquella imagen del ser querido y... como es debido, muere de una manera abominable. En la casa, los invitados estallan en arrebatos de furia, histeria y confusión. Hugo recita cánticos budistas y sacrifica un gato siamés para calmar vaya uno a saber que deidad. Mauro (Rafael Ferro) se pone agresivo, una de las invitadas se desmaya, otra amenaza con sufrir incontinencias. Todo se predispone a una velada compleja y mortal, con la presencia invasiva de espectros dentro de la casa pero también la sombría amenaza de una nada espectral conspiración que se va cobrando las vidas de los invitados, uno por uno.
Teniendo como molde títulos paradigmáticos como EVIL DEAD (Diabólico-1982) y, más propiamente, NIGHT OF THE DEMONS (La Noche de los Demonios-1988), las virtudes de los citados títulos de Sam Raimi y Kevin S. Tenney quedan de manifiesto en esta MEMORIA DEL MUERTO, así como las limitaciones. Una puesta cinematográfica recargada propicia el clima terrorífico a través de colores fuertes, golpes de efecto, salpicones de sangre y notables maquillajes especiales que resisten primeros planos. Un espiral narrativo en el claustrofóbico entorno construye tensión no solo fantasmagórica sino del mundo de los vivos. Por momentos el tono pasa del terror a la comedia negra, luego salta al drama psicológico con aquellos encuentros entre los personajes y los edípicos fantasmas de sus pasados. Como si esto fuera poco, hay una sucesión de giros finales que evocan esos sorpresivos desenlaces de los "whodunit" clásicos. En fin, todos los ingredientes apetecibles para el buen cine de terror sin pretensiones sociopolíticas ni aspiraciones estético-vanguardistas tan comunes en las tendencias actuales.
Gabriel Goity y Lola Berthet en LA MEMORIA DEL MUERTO
Tanto LA SEGUNDA MUERTE como LA MEMORIA DEL MUERTO han tenido subsidio o reconocimiento del Instituto del Cine. Cada una reúne las virtudes de dos maneras opuestas de hacer cine de terror que son las vigentes en el mainstream de Hollywood y también en Europa o Lejano Oriente. El terror sugerente y el espectacular que no da respiro. Sus realizadores son amantes del fantástico pero han tenido que lidiar con el sistema para ponerse al día, exponiendo productos tranquilamente comerciales que nada tienen que envidiar a los films terroríficos promedio que nos llegan de España, Francia, Corea del Sur, Japón o bien, La Meca del Cine. Las proyecciones en un festival tan poco afecto al fantástico como el Bafici nos permite plantearnos la pregunta: ¿estamos en vías de que el género terrorífico, denostado y subestimado desde hace décadas, sea considerado un género potable y comercial dentro de la percepción estatal, comercial e industrial?
*: Medio de prensa exclusivo