Reseña crítica: A pesar que "El Zorro" haya dejado su impronta en la pantalla grande con los memorables Douglas Fairbanks y Tyrone Power y, en lo que respecta a pantalla chica, con el recordado Guy Williams, hay un Zorro ignoto que vale la pena revisar por su carácter de curiosidad pero también por mantener fidelidad a la creación de Johnston McCulley sin perder una gota de electrizante ritmo cinematográfico. Por supuesto, sabiendo que este BOLD CABALLERO es una producción de la major de las pobres, la inefable Republic Pictures que, en su segundo año de operaciones comerciales, se anota la primera adatapción sonora y en color del ya mítico personaje. Brillante enseñanza para estudios y productoras independientes, así como signo de la rabiosa popularidad y vigencia del justiciero, Republic no dejó pasar mucho sin reutilizar los derechos legales con media docena de seriales que hoy son obligatorios para todo interesado en la materia. La trama nos retrae a la Santa Cruz colonial y nos muestra a Bob Livingston, figura del cine de cowboys del estudio, encarnando a un Zorro con el rostro completamente enmascarado (así es como lo describe el autor en "La Maldición de Capistrano"). Enjaulado, el Zorro está por ser ejecutado por el comandante Golle (extraño apellido para un hispano, el personaje es interpretado acertadamente por el teutón Sig Rumann). Tras algunas manifestaciones de arrogancia por parte del comandante o un guardia brutal (el siempre amenazador Walter Long) que castiga sin asco a los pobladores nativos, un indio hurta el látigo que simboliza el yugo español y permite que el Zorro pueda huir tras una espectacular persecución a todo galope a campo traviesa o bien por una empinada colina. Solo han transcurrido cinco minutos (incluyendo títulos de crédito en notables colores pasteles de un sistema denominado "Magnacolor") y funcionan como apropiada tónica de la siguiente hora de metraje: una sucesión de diferentes episodios en que la acción no da respiro, los escenarios cambian constantemente y las amenazas dan paso a toques de comedia, números musicales y nuevas amenazas. El argumento, digámoslo, es del todo previsible: el típico asesinato del gobernador (Robert Warwick) perpetrado por un típico impostor del Zorro que provoca la inquina de la típica hija del gobernador (Heather Angel), que jura no claudicar hasta vengarse. De ahí pasamos a Don Diego dándole una serenata, luego manipulando al Comandante con la sugerencia de casarse con ella, más tarde convirtiéndose en perfecto matador de toros (aunque sin matar ningún vacuno) y finalmente cayendo prisionero de las fuerzas del villano, que vuelve a relamerse en la preparación de una ejecución. Este Zorro, a diferencia del de Tyrone, marca con una "Z" a sus adversarios y, a diferencia del de Disney, mata. El realizador (un tal Wells Root, debutante en la silla directriz pero guionista bien establecido en docenas de envíos) se anota algunas tomas singulares, como la cámara puesta en el lomo de un toro y persiguiendo al Comandante o una subjetiva del Comandante mientras cruza floretes con Don Diego. Estas distinciones sumadas a la carencia de pretensiones, acción trepidante y honesto esfuerzo de montar escenas de masas con apenas una docena de extras, provoca más simpatía que rechazo. [Cinefania.com]
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