Reseña crítica: ¿Qué pasa cuando alguien gana una colosal lotería poceada? En el caso de Ann Harding y en este preciso orden, automáticamente deja su empleo como administrativa y, tras renovar el vestuario de su tía y amiga (Binnie Hale), planifica su próxima boda con su novio de siempre (Bruce Seton). Sin embargo cuando éste se entera del premio, lejos de alegrarse, se deprime debido a que echa por la borda cinco duros años de trabajo ahorrando penique por penique en pos de la boda. Lógicamente, estamos en 1937 y el orden social prestablecido implica que, si bien la mujer puede tener un trabajo propio, está relegada a ceder al macho la responsabilidad de traer el pan al hogar. Cualquier cosa diferente a eso sería indigna y -razón no le falta - el muchacho teme convertirse en un mantenido y que el dinero nuble la mente de su prometida. Pero para eso no hará falta dinero sino la cercanía de Basil Rathbone, que se presenta interesado en alquilar el apartamento y termina seduciéndola y desposándola luego de un viaje a París. Con frases como "querida, lo que es tuyo, es tuyo, y lo que es mío, es tuyo también", Basil copta la voluntad de su flamante esposa y una lealtad que, tal como temía el novio despechado, termina nublando su lucidez. Sin embargo, como espectador avezado en detectar sinvergüenzas, la mirada torva con la ceja ligeramente alzada y el pómulo en ritcus de quien se ríe de su astucia, nos dice mucho acerca de Basil. ¿Cómo tomará la pobre millonaria el hecho que su flamante esposo es un asesino serial especializado en desposar mujeres ricas y luego liquidarlas sin dejar el menor rastro? El desenlace confluirá en un duelo actoral entre la pareja protagónica, con un Basil desatado como nunca antes -o después- se viera (y eso que tiene unos cuantos villanos en su foja) y una Ann Harding que pasa de la angustia al arrebato en instantes. Es que la fuente argumental proviene de una obra teatral del malogrado Frank Vosper, a su vez adaptada de un relato de Agatha Christie que ya comenzaba a tener su nombre en el género del misterio y el asesinato perfecto. La guionista a cargo (la veterana Frances Marion) hace lo que puede por matizar esta naturaleza teatral, demorando el ingreso de los personajes a la mansión de Rathbone o incluyendo una ama de llaves como comic-relief (Joan Hickson, medio siglo más tarde famosa en la TV como la eficaz Miss Marple, otro personaje de doña Agatha). Pero los más de diez minutos de intenso debate entre marido y mujer son, con su montaje, sus movimientos de cámara y las evoluciones de los intérpretes, teatro puro. Un párrafo aparte para el célebre compositor Benjamin Britten, acreditado como responsable de la banda sonora, que deja el film mayormente silente (bajo el ritmo de los diálogos y sonidos ambiente), salvo en unos compases insistentes y demasiado climáticos que acompañan títulos de crédito y un solo mímico de Basil Rathbone abstrayéndose con una fotografía de su esposa al son de un "Peer Gynt" orquestal que, tras el paradigmático M de Fritz Lang, ya no constituía ninguna novedad como sinónimo de neurosis y conductas nocivas. [Cinefania.com]
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