Reseña crítica: A.J. Raffles (John Barrymore), refinado aristócrata y estrella del cricket local, es una especie de Robin Hood victoriano que se dedica a robar a los ricos ostentosos para ayudar a los necesitados según (claro está) sus propias convicciones. Su firma - rasgo artístico - es dejar una tarjeta en la escena de cada robo, a nombre de "El Ladrón Caballero". En un lujoso crucero en que se hace pasar por un Sir, Raffles flirtea con la madura y solitaria Sra. Vidal (Christine Mayo). Ella le cuenta que está siendo asediada por el veterano millonario Hawtree, que se jacta de su riqueza obtenida a costas de miles de hindúes (una nota anticolonialista en una época impensable para tal concepto y, por tanto, adelantada a su época). Ni lerdo ni perezoso, Raffles se ceba sobre la famosa perla Rose que el codicioso empresario guarda en su propio camarote. Poco después cuando el detective de a bordo, Mackenzie, se propone registrar a cada pasajero, Raffles es descubierto y antes de darse preso prefiere lanzarse al mar... lógicamente con la perla en su bolsillo. Un año más tarde, de regreso en Londres, Raffles es invitado por su amigo de toda la vida Bunny (Frank Morgan) para pasar el fin de semana en la mansión de Lord Amersteth (H. Cooper Cliffe) donde departe con el resto de los invitados y se percata de una pieza digna de ser robada que es el invaluable collar de Lady Melrose (Mathilde Brundage). También conoce a la adorable Gwendolyn (Kathryn Adams), locamente amada por Bunny. Claro, Gwendolyn queda fascinada por la estampa del maduro Raffles en vez de la juvenil y atolondrada de Bunny. Para colmo, en un momento a solas, Bunny redobla la apuesta y además de preguntar si "hay alguien más", insiste con que "nunca te dejaré". Y Gwendolyn - otro rasgo de modernidad - replica "no soy tuya para que me dejes o tomes". El panorama es poco alentador para Bunny: pierde a los naipes y firma un cheque sabiendo que no hay fondos. Pero como la sinceridad fomenta la amistad, cuando confiesa su desgracia, Raffles le propone ayudarlo para saldar esa deuda y recuperar el amor de Gwendolyn. Al atardecer llega el capt. Bedford (Frederick Perry), un veterano con aires de criminólogo que se jacta de ser un artista en esto de pescar criminales. Durante la cena presentan el collar Melrose y el tema de conversación gira en torno a los pasmosos delitos del Ladrón Caballero. Bedford asegura ser capaz de evitar cualquier intento por robar esa joya y atrapar al mismísimo Ladrón si éste osara apersonarse. Durante la noche, cuando todos se han retirado a sus recámaras, el ladronzuelo Crawshay (Mike Donlin) penetra en la casa y, con la complicidad de una mucamita (Nita Allen), trata de apoderarse del collar. Atento a sus movimientos, Raffles intercepta el botín y, luego de unos golpes, reduce al intruso y lo entrega a Bedford. El problema es que Crawshay no es el Ladrón Caballero y tampoco tiene el collar, así que Raffles le apuesta 150 libras (las que necesita Bunny para no caer en la ruina) a que no puede recuperar la pieza antes de las doce de la noche del siguiente día. A partir de ese momento, con Raffles atrayendo sospechas con su vuelta a Londres y la cercana presencia del sabueso Bedford que manda a seguirlo de cerca, tenemos rollos enteros de pura y dulce intriga victoriana, con un ajedrez táctico en que el Ladrón maneja peones, sacrifica piezas y tiende celadas pero sin ceder un ápice a nada que no sea caballeroso. De hecho, mantiene un frente alternativo con la Sra. Vidal que se pone cargosa con desenmascararlo y aún así, como es lógico preveer, termina ganando la apuesta y burlando a sus captores. La realización es, acorde a la época, dinámica y además de permitir el lucimiento del Gran Perfil barrymoreano, ofrece diálogos chispeantes entre Ladrón y Detective que justifican, si se quiere, la profusión de intertítulos. Y, fundamental, logra que las conductas de los personajes estén justificadas en el argumento (cosa que no ocurre con las versiones posteriores). Más allá de lo cinematográfico, el discurrir narrativo incluye contrastes y aproximaciones acerca de moral, lo que es honesto, la caballerosidad, el valor de la palabra y la conducta frente a la mujer. Claro, todas estas cuestiones han estado yendo y viniendo tantas veces en el siglo XX que este RAFFLES es toda una instantánea de una época muy particular del mundo. [Cinefania.com]
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