PHANTOM OF THE RANGE (1936)

Dirigida por:
Robert F. Hill
Protagonizada por:
Tom Tyler
Beth Marion
Sammy Cohen
Soledad Jiminez
Forrest Taylor
Estudios: Victory (Prod.-Distr.)
País: EE.UU.
Estreno: 28 de Noviembre de 1936
Duración: 57'
Género: Western

Reseña crítica:  La menesterosa pero ambiciosa productora Victory Pictures, sello del igualmente incansable Sam Katzman, se mantuvo casi un lustro con seriales, policiales o films de misterio y las series de westerns de Tim McCoy y Tom Tyler. El segundo título de la serie de Tyler, PHANTOM OF THE RANGE, tuvo como eje un concepto ya clásico e indispensable, el fantasma fraguado, elemento que automáticamente atrae nuestra atención.  
  Ya en su primer rollo tenemos la visión de un jinete envuelto en una manta blanca que atemoriza a los rancheros o forasteros que cruzan el valle. Pero claro, rápidamente se explica que el sujeto es un cowboy al que se le paga por disfrazarse con ese atuendo y crear la superstición de que se trata del fantasma de un hacendado llamado Hiram Moore. Ambicioso y tacaño, Moore falleció hace poco y se supone que sus riquezas están ocultas en algún recodo de su propiedad. Y claro, conditio sine qua non de la aventura de búsqueda del tesoro, la clave de la ubicación de esas riquezas está oculta en un retrato cuya subasta es objeto de puja por parte de los villanos de turno (John Elliott, Forrest Taylor y su secuaz Charles King), la nieta del avaro, Jeanne Moore (Beth Marion) y el apuesto cowboy Jerry Lane (Tyler). Al poco tiempo, instalados en la que fuera mansión del difunto, se añaden al cuadro un valet cleptómano con acento cockney (Sammy Cohen) y una supersticiosa ama de llaves (Soledad Jiminez), que resulta ser espía al servicio de los villanos. El mapa lo encuentra el simpaticón valet y se lo guarda para si, embromando a los facinerosos que fraguan toda una puesta en escena con el fantasma para hurtar el cuadro de la propiedad. En el último rollo, se produce una batahola en la casa y la persecución final que precede a la confesión del auténtico asesino.  
  Bob Hill y Basil Dickey, realizador y guionista a cargo, ambos destajistas consumados con dos décadas de carrera, aportan el oficio necesario para imprimir acción y fluidez a esta aventura menor. Dos o tres dinámicas secuencias (el héroe arrojándose al agua con su caballo o una rodada múltiple), si bien acertadas, provienen de stock footage. La secuencia más climática, en cambio, es una de cuarto cerrado en que Tyler trata de contener a los villanos a punta de pistola hasta que la situación se desmadra y debe trompearse él solo contra todos. Con lo cual, este western se anota un logro en el campo del buen thriller. [Cinefania.com]
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