DEATH RIDES THE RANGE (1939)

Dirigida por:
Sam Newfield
Protagonizada por:
Ken Maynard
Fay McKenzie
Ralph Peters
Julian Rivero
Charles King
Estudios: Colony (Prod.-Distr.)
País: EE.UU.
Estreno: 14 de Diciembre de 1939
Duración: 58'
Género: Western

Reseña crítica:  Tras dos temporadas de exiguas labores para productoras clase B, Ken Maynard pareció recuperar la senda bajo las órdenes de los productores Max y Arthur Alexander, cuya Colony Pictures abordó el western y el film de misterio con suerte dispar hasta que los hermanos se fusionaron a la naciente PRC. De esta época rescatamos DEATH RIDES THE RANGE, western de misterio con minas ocultas, asesinatos y aristócratas extranjeros de acento fuerte y modos totalitarios.  
  En esta oportunidad Ken está acompañado por dos sidekicks, uno para cada flanco: el campechano Panhandle (Ralph Peters) y el singular Pancho (Julián Rivero). En el medio de la pradera se encuentran con un arqueólogo herido (Michael Vallon) que afirma haber sido empujado por un risco. El trío conduce al damnificado a una especie de parador de camino, donde se encuentran con su dueño (John Elliott), su sobrina (Fay McKenzie) y dos personajes misteriosos, el Dr. Flotow (Willy Castello) y el Barón Starkoff (Sven Hugo Borg). De repente se lleva a cabo uno de los grandes modus operandi del crimen del cine clásico: las luces se apagan y al volver, el arqueólogo ha pasado a mejor vida con una daga en su espalda. La inscripción del puñal asesino, según Flotow que la traduce, es una maldición para quien profane cierta caverna secreta. Resulta que una choza tiene una falsa chimenea que es la entrada a dicha cueva. Flotow y el Barón forman un contubernio para apoderarse de aquello de valor que puedan encontrar. A mitad de metraje hace su aparición Charles King como un ranchero demasiado amigable como para ser realmente bondadoso. Poco después ocurre el segundo de los clichés del género, el descenso de los héroes al inframundo que representa el ámbito de las minas, con sus pasadizos y recodos donde anida la oscuridad. En este caso, el trío se topa con unas cañerías de gas helio y hasta con un cadáver (el de Flotow) en lo que parecería un sepulcro indio. Desde luego, hay un intento de compra de tierras que deviene en una carrera por reclamar para si la famosa choza, las reglamentarias peleas a trompadas con rotura de mesas y sillas y la resolución con la explicación del motivo del asesino y el final feliz que incluye a Ken proponiéndole matrimonio a la chica (a lo que Pancho sabiamente vaticina: “aquí comienzan los problemas”).  
  Tras una veda terrorífica de tres temporadas, en 1939 Universal volvió a fabricar películas de terror y el resto de los estudios de a poco fue tratando de participar de la movida, por ejemplo, dotando a sus films de otros géneros con elementos oscuros o truculentos. No se puede decir que los westerns de Ken Maynard fueran ajenos a esta combinación, y si bien no tenemos ningún testimonio escrito de que al astro le agradasen personalmente tales películas, Death Rides the Range cumple las expectativas de westerns góticos previos como TOMBSTONE CANYON o SMOKING GUNS, es decir, asesinatos, misterio y clima ominioso sin descuidar las cabalgatas y las peleas. Tal vez toda una estrategia del fantástico para entrarle a los espectadores del oeste. [Cinefania.com]
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