Reseña crítica: En 1938 Peter Cheyney publicó "El Verdugo Impaciente" presentando a un detective, Slim Callaghan, que protagonizaría nueve novelas más y docenas de relatos. Década y media más tarde un estudio independiente, Eros Film, se propone lanzar una serie de films acerca del personaje y el primero terminaría siendo el último. Slim Callaghan (Derrick De Marney) podría ser el típico detective norteamericano sino fuera tan británico con el té en punto o la niebla (aunque no hay mucho en el film que nos ocupa). Su difícil estabilidad laboral está insinuada por el agujero de la suela de uno de sus zapatos y por el método de resolver el inconveniente: tomando un cartón del cesto de basura y una tijera, fabrica una improvisada plantilla. Su secretaria (Delphi Lawrence), leal y comprensiva, tiene algunas quejas pero Slim las deja de oir cuando toca a la puerta de su oficina una distinguida y sugestiva rubia (Harriette Johns) cuyo ricachón padrastro (Robert Adair) ha sido asesinado, según lo visto en la secuencia pre-créditos. A partir de ese momento hasta el desenlace, el artesano Charles Saunders dejará que su propuesta cinematográfica se transforme en teatral de acuerdo más que a la fuente literaria a una puesta de Gerald Verner de 1952. Preocupado más por el móvil del crimen que por las evidencias, Callaghan es un intuitivo y, a la manera del robusto Hank Quinlan de TOUCH OF EVIL (Sombras del Mal-1958), a veces fabricará evidencias o incurrirá en imposturas para llevar a cabo sus averigüaciones o bien, obtener una confesión. Esa intuición le hace chocar con el inspector Gringall (Trevor Reid), antagonista oficial de Callaghan en quien se puede entrever una cierta envidia por tener que acatar las reglas y regulaciones policiales. Pero también promueve episodios desopilantes como el de Callaghan haciéndose pasar por efectivo de Scotland Yard y engrupiendo al encargado de la morgue (Howard Douglas) o el único momento de suspenso, cuando finge un intento de chantaje para entrampar a su principal sospechoso y que asuma su crimen. Como todo buen detective desaliñado, Callaghan ejerce una atracción sobre las mujeres atestigüada tanto por su secretaria como por su clienta, pero también por una artista hispana que tiene un atrevido número musical (Adrienne Corri) y hasta por una impactante mucamita (la malograda Belinda Lee). Estas escenas así como las réplicas veloces - todas encarriladas en el típico humor inglés -, las deducciones y sospechas sobre cada uno de los varios personajes y la camaradería con sus dos compinches asistentes (Larry Burns y Michael Partridge), significan leves matices que poco alcanzan para suplir la carencia de acción, suspenso o climas que explicarían la no continuidad fílmica del personaje en la pantalla británica. [Cinefania.com]
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