Reseña crítica: A partir del éxito de JESSE JAMES (Tierra de audaces-1939), la Fox encarga la continuación nada menos que a Fritz Lang (las historias de falsos culpables eran una especialidad del director germano). El resultado, el film que nos ocupa, felizmente incluye casi al mismo elenco que la anterior (salvo, por supuesto, Tyrone Power). La trama se inicia con un Frank James (Henry Fonda) dedicado por entero a la granja y conviviendo con el joven Clem (Jackie Cooper), hijo de uno de los secuaces de la banda muerto en el atraco al banco, y su viejo criado de color Pinkie (Ernest Whitman). Parece haberse restituido el bucólico equilibrio que reinaba cuando vivía la vieja Sra. Samuels. Pinkie canta una especie de gospel al servir la cena, y la felicidad se percibe en el ambiente. Lejos de las armas, Frank enfrenta su primer dilema cuando se entera de que los Ford han sido favorecidos por el perdón del Gobernador y que estarían por marcharse hacia el Oeste. En esa circunstancia, Frank prepara su montura y sus cartucheras, saliendo para ajustar cuentas. Su vuelta a la acción incluye el atraco a una estación de telégrafo donde se guardan los 10 mil dólares que el Gobernador había enviado para la recompensa. En este robo (justificado como que "es el dinero que compró la muerte de Jesse") interviene Runyon quien, junto a una partida, rodea y asedia el edificio. Una bala externa mata al sereno (Louis Mason) y Frank, ahora junto a Clem, debe huir. Marchando a Denver bajo falsa identidad, conoce a la encantadora Eleanor Stone (la tierna debutante Gene Tierney) a quien hace creer el cuento de que Frank James ha muerto en México. La chica, ansiosa de demostrar dotes periodísticas a su padre (Lloyd Corrigan), editor de un importante periódico de Kansas, redacta y hace publicar tal versión, lo que tranquiliza tanto a los Ford que (no nos cuesta mucho trabajo creerlo) montan un vodevil en el que parodian y ridiculizan a los Hnos. James. Frank, que asiste al show, enfrenta y persigue a los Ford, uno de los cuales (Charles Tannen) cae por un desfiladero y muere. Habiendo dejado escapar a Bob, Frank regresa para toparse con la noticia de que el fiel Pinkie ha sido arrestado por supuesta complicidad y condenado a ser ahorcado en breve. La joven Eleanor lo pone ante un nuevo dilema: continuar la búsqueda de Bob Ford o regresar, entregarse y salvar a Pinkie. Por supuesto el ecuánime Frank opta por lo segundo, propiciando algo que con tantas aberraciones jurídicas previas era imperiosamente necesario desde la anterior película: un juicio. Se trata de uno de los finales judiciales a toda orquesta, a los que Lang se había aficionado con filmes como M (M - El vampiro negro-1931) o FURY (Furia, 1936). La frutilla del postre es la aparición en la corte de un sonriente Bob Ford, que parecería haberse cruzado todo el oeste americano para verle la cara a Frank cuando sea condenado a morir en la horca. ¿Podrá el héroe ajustar cuentas con este malvado sin violar el Código Hays que prohibía expresamente que ningún héroe podía estar movido por la venganza? [Cinefania.com]
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