Reseña crítica: Previo a ser dado de bajo de las Fuerzas Armadas, Arsene Lupin (Robert Lamoureux) descansa en un asilo para veteranos. 1919 es un año en que los ecos de la conflagración mundial dejan secuelas y a pesar que la ingenuidad de la gente para ser robada sigue manteniéndose incólume, el propio Lupin es sorprendido con la guardia baja. Un viejo conocido, La Ballu (el realizador Yves Robert en un rol actoral), cuenta a Lupin que sobre una mansión en una isla donde hay numerosas obras de arte de suculento valor. Mediante un ingenioso ardid, Lupin narcotiza a todos los ocupantes de la villa e ingresa por la noche junto con su secuaz. Pero ni bien éste sustrae cierto cuadro, huye del lugar dejando a Lupin solo con la policía casi ingresando a la finca. Repuesto del mal trago y en su hogar, en compañía de su fiel valet Albert (Jacques Dufilho), Lupin se cita con su amada Aurelia (Alida Valli), pero comienza a prestar atención al motivo de La Ballu por obtener solo ese preciso cuadro. Poco después, otro coleccionista (Michel Etcheverry) es robado y Lupin, esmerándose para llegar al lugar del delito antes que el dueño de casa y que la policía, logra averigüar cuales piezas fueron sustraídas. Todos estos incidentes venían siendo informados a la opinión pública por un tal "Veritaz", con unos artículos en los que deja establecido que las fuerzas policiales están siempre un paso delante del célebre ladrón de guante blanco. Cuando Lupin descubre que el ladrón busca en particular dos cuadros que muestran personajes con el famoso "Toison d'Or", acude a Dijon a documentarse sobre tal institución, encontrándose por casualidad con el sagaz "Veritaz" (Roger Dumas), que resulta ser un joven estudiante de Filosofía que se dedica en sus ratos libres a ser columnista periodístico por la pasión de la investigación y la deducción. De ahí la acción pasa a Florencia, donde entre postales, Lupin sigue bien de cerca a Dumas, dándose cuenta que el tercer cuadro de un tríptico es robado y desde luego, La Ballu debe estar detrás del asunto. Entre pistas, deducciones e intentos de unos por estar delante de otros, el asunto resulta ser una clave de antiguos maestros pintores para señalar la ubicación de un tesoro bien digno de subir la temperatura de la ambición, no solo de Lupin o La Ballu sino del propio Gobierno Francés. Una aventura con toques sherloquianos y sutilezas propias del actual subgénero de investigaciones arqueológicas que proliferó bajo autores como Dan Brown y su "Código Da Vinci", con sólidos elementos de intriga, un digno despliegue de ambientación y notable interés por parte de los personajes principales (además de Aurelia, el joven periodista). Secuela de LES AVENTURES D'ARSÈNE LUPIN (Las Aventuras de Arsenio Lupin-1957) de Jacques Becker, el realizador Yves Robert magnificó el aspecto deductivo y, si se quiere, sombrío de Lupin, descartando el color y las desventuras amorosas que lubricaban su ornamentada incursión anterior. Hay algún entremés romántico entre Lupin y Aurelia y varios ejemplos de la gentileza de Lupin, pero es el misterio del nexo entre los cuadros y las continuas pruebas del ingenio de Lupin - a veces acompañado de proezas físicas - las que acarrean mayor interés y están más acertadamente expuestas en pantalla. Mención aparte para la nostálgica banda sonora de Georges Van Parys que obtiene, vía particulares instrumentos y sonoridades, generar un puntual clima de tardía Belle Epoque que el que se debió respirar en todo el Continente al culminar el sangriento conflicto bélico. [Cinefania.com]
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