SPIDER WOMAN STRIKES BACK, THE (1946)

Títulos en español:
- VUELVE LA MUJER ARAÑA (Argentina)

Dirigida por:
Arthur Lubin
Protagonizada por:
Gale Sondergaard
Brenda Joyce
Kirby Grant
Milburn Stone
Rondo Hatton
Estudios: Universal (Prod.-Distr.)
País: EE.UU.
Estreno: 22 de Marzo de 1946
Duración: 59'
Género: Terror

Reseña crítica:  Hoy en día la mención de Arthur Lubin implica para cualquier aspirante a cinéfilo un sinónimo de las comedias de Abbott y Costello, esos bufos que sanearon los rojos financieros de Universal durante la compleja época de la Guerra. Sin embargo, al ahondar en su filmografía, surgen que no era un completo extraño al género del misterio policial y del terror, acometiendo productos menores como BLACK FRIDAY (Arg: Viernes 13-1940) o ambiciosos como PHANTOM OF THE OPERA (El fantasma de la Ópera-1943) y obteniendo resultados que hoy en día son perenne tema de discusión de los acérrimos amantes del horror Universal. Sin embargo, es menester apuntar, que parte de esta responsabilidad recae en el guionista de ambos envíos, Eric Taylor, cuya atención ya nos llamó el estudioso del cine David Wilt a propósito de varios libretos de films con temática horrorífica que, durante los años de la Guerra, el estudio le encargó a este no muy recordado guionista. Así que no es de extrañar que, estando tras de cámara ambos artesanos, la fórmula vuelva a funcionar. En consecuencia, THE SPIDER WOMAN STRIKES BACK es un constante fluir de climas, música ominosa, sombras que entran o salen de habitaciones, ruidos inexplicados en medio de la noche, sótanos poblados de aberraciones botánicas y un monstruoso criado mudo que no se sabe si quiere proteger o acechar a la indefensa protagonista.  
   Jean (Brenda Joyce) llega al pueblo de Domingo para asumir un empleo como acompañante de una mujer no vidente, Zenobia Dollard (Gale Sondergaard), que vive en una mansión junto a su criado mudo (Rondo Hatton). Ni bien ingresar al lugar y, a pesar de una recepción cordial de la dueña, Jean se siente como obligada por su anfitriona a beberse un vaso de leche antes de acostarse. Como es previsible, esa bebida la hará dormir profundamente y, en medio del letargo, la extraña mujer ingresa en el dormitorio y le extrae una medida de sangre. Es el fluído con que alimenta un milagroso especimen que guarda en su sótano-laboratorio: una planta llamada drochenema cuyos zarcillos tienen movimiento propio. Y eso no es todo, porque el resto de los especímenes también requieren alimento vivo. Y la dueña de casa procede con un neurótico placer a darle una araña a cada una (a ese rito alude, creemos, el título del film). ¿Qué clase de investigaciones lleva a cabo esta señora en esa mansión? No lo podemos describir a ciencia cierta pero lo que sí, provoca una mortandad notoria en el ganado de varios rancheros, que se quejan amargamente a las autoridades correspondientes. Incluso se dice que un niño ha caído enfermo por beber leche y se especula que alguna hierba venenosa sea la causa de todo. Una de las secuencias de “relleno”, por así decirlo, involucra la aparición de un funcionario de agricultura (Milburn Stone, cuarto en los créditos, por encima de Rondo, a pesar de aparecer menos de cinco minutos). El funcionario explica a una adormilada Jean (un aviso de la anemia) cuestiones que podrían explicar esa mortandad vacuna y la heroína comienza a sospechar de su anfitriona y empleadora.  
  Pero claro, como el film dura tan solo 59 minutos, no hay mucho tiempo para desarrollar o exponer temas. Y una evidencia de que el producto habría sido dramáticamente expoliado en la mesa de montaje es la mención de cuatro intérpretes (¡4! No uno, ni dos, sino cuatro) cuyos personajes jamás aparecen en escena. Una de las cosas que el film no ofrece (y que casi todo film de terror que se precie no puede dejar de tener) son muertes. Los únicos seres que fallecen –y no vamos a revelar nada del desenlace– son esas vaquitas: ninguna persona sucumbe en cámara debido a los nefastos experimentos de esta científica loca... O bien si hubo víctimas tal vez fueran esos personajes ausentes y, como desviaban el interés de la heroína o bien el estudio exigió abreviar un film que pensaba destinar a programas dobles, se decidió que el argumento no se vería dañado si se quitaban de cuajo. Y aún así, salvo por el detalle de la ausencia de víctimas, el film es un continuo clima terrorífico de principio a fin.  
  Mención aparte para Rondo Hatton, ese actor que padecía acromegalia y que, tras breves temporadas como ícono de los thrillers de Universal, comenzaba a tener ascendencia como estrella del género truculento hasta su prematuro fallecimiento. Su permanente y ambigüo contrapunto en los interiores de la mansión aporta una necesaria monstruosidad que, incluso, manifiesta un subtema: su fascinación con la joven visitante y su latente deseo por poseerla. En una de las noches (el film trascurre casi siempre en sombras), Rondo ingresa subrepticiamente al dormitorio de la bella durmiente y no solo la manosea sino que se sienta en el lecho y se reclina casi sobre su rostro. La aparición repentina de Zenobia frustra una de las escenas más retorcidas del cine de la época. Más tarde, Rondo se anima a presentarse frente a la chica, tocarle la mano y hasta acercar sus hipertrofiados dedos hacia el rostro de ella. Es “la Bella y la Bestia”, meses antes que el incansable Jean Cocteau estrenara su ornamentada versión rococó. [Cinefania.com]
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