Reseña crítica: En la mitad de la noche, Alison (Claudette Colbert) se despierta a bordo de un tren al que no recuerda haber subido ni con qué motivo. Tras el shock inicial, afirma que lo último que recuerda es haberse dormido en su propia casa luego de dar las buenas noches a su marido. Al llegar a destino, de casualidad se encuentra con una amiga (Rita Johnson) y con el hermano de ésta, Bruce Elcott (Robert Cummings). En el viaje de regreso, de Boston a New York, Bruce se tira un respetuoso lancecito pero cuando se da cuenta que Alison es casada, repliega huestes con caballerosidad. El marido de ella, Dick (Don Ameche), la recibe con atribulado semblante: supuestamente la noche anterior, Alison se levantó sonámbula, le disparó y se tomó el tren a Boston. Al mediodía tocan la puerta y resulta ser un presunto psiquiatra (George Coulouris) que más que hacerle terapia, la deja al borde de un ataque de nervios. Luego resulta que aparece el auténtico psiquiatra (Ralph Morgan) y el marido comienza a asumir que su mujer también sufre alucinaciones. Habrá más de estos incidentes y, mientras Dick tratará que cada uno respalde la supuesta insanía de Alison, Bruce comenzará a albergar sospechas ante tal empeño. Tal como se estila en el subgénero de uxoricidas, se trata de una maquinación homicida llevada con metódica frialdad por Dick, cuya finalidad es desposar a su temperamental amante (Hazel Brooks) y, desde luego, aumentar su patrimonio monetario. Cada noche, en la tradicional cocoa caliente antes de dormirse, le administra a Alison cierto narcotizante posibilitando que al conciliar sueño, quede susceptible a cualquier sugestión verbal. Tanto para empuñar una pistola o para subirse al balcón y saltar al vacío... Y una vez que Robert Cummings, en un rol similar al que desempeñaría en el clásico de Hitchcock DIAL M FOR MURDER (Crimen Perfecto-1954), se figure que hay algo que no encaja, no descansará hasta salvar a la pobre mujer de la tragedia. El director Douglas Sirk, antes de convertirse en respetado baluarte del melodrama hollywoodense, ofrece algunos momentos de genuina aprehensión. Claro que para apreciarlos, primero habrá que dejarse llevar por ciertas convenciones muy propias de la época, cuando los guionistas de Hollywood se aferraban a cada nuevo descubrimiento o divulgación en el campo del psicoanálisis en pos de encontrarle retorcida aplicación a todo tipo de planes criminales. Desde que Gregory Peck casi se ahoga en un vaso de leche en la hitchoquiana SPELLBOUND (Cuéntame tu Vida-1945) a la autohipnosis de Jose Ferrer en WHIRLPOOL (Vorágine-1949), pasando por los shocks insulínicos en la clínica de Vincent Price en SHOCK (La Muerte Viste de Blanco-1946), ningún profesional de la salud mental va a poder traspasar la barrera del inverosimil de éste tipo de cine. Sin embargo, cualquier otro espectador que asuma la fantástica técnica hipnótica utilizada por el pérfido Don Ameche y deje de lado algunos huecos de lógica o de motivación de los personajes, se encontrará con un auténtico melodrama de sólidos elementos cinematográficos que, a pesar de fluir con ritmo moderado y por andariveles previsibles, dará lugar a un par de climax dignos y apreciables. [Cinefania.com]
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