Reseña: Dan y Lucille Jefferson (Dean Jagger y Helen Hayes) conforman una familia americana, con una respetuosa sensibilidad religiosa que viven en una localidad al norte de Washington, donde el hijo mayor de ambos, John (Robert Walker, en su película póstuma) trabaja en oficinas gubernamentales. Sus hermanos menores, Chuck y Ben (Richard Jaeckel y James Young), han sido reclutados y marcharán en breve a combatir en la Guerra de Corea. Un domingo que la familia da una cena de despedida en honor a ellos, John es incapaz de asistir. Al domingo siguiente John cae de visita sorpresiva y asiste a misa con sus padres. Tras la ceremonia, John se dirige impertinentemente al cura (Frank McHugh). Más tarde Dan, que quiere postularse como comandante de la Legión Americana local, lee el discurso que ha preparado a su hijo, que se burla por el carácter patéticamente anticomunista de la diátriba. El hijo le hace algunas correcciones y el padre, al leerlas, se manifiesta completamente en desacuerdo, acusándole de sonar "como un bolche". En ese momento John recibe un llamado telefónico de una mujer, que despierta la atención de la madre. En ausencia del padre, John jura sobre la Biblia que él jamás formó parte del Partido Comunista, con lo que logra tranquilizar a Lucille. Pero a su regreso, el padre argumenta que si John fuera comunista, su juramento sobre las Sagradas Escrituras carecería completamente de valor. Esto genera una trifulca entre ambos, que resulta en Dan golpeando a John. Este esquema argumental va creciendo en apuestas, y a la noticia del arresto y juicio de una espía en Washington, sigue la visita de un agente del FBI (Van Heflin), preguntando a Lucille que relación hay entre esta mujer y su hijo John. Poco a poco, el agente va convenciendo a la madre que su hijo es en verdad, oh, ¡¡¡un agente comunista!!! ¿Será esto suficiente para que una madre entregue a su hijo? El filme se cuida de mencionar nada relacionado con fórmulas, documentos o información clasificada de ningún tipo. Ni siquiera se especifica el trabajo de John en Washington. Lo que se deja en claro manifiestamente es qué el exceso de librepensamiento, críticas al modelo tradicional, cuestionamiento a la institución religiosa, desafío a la autoridad paterna y hasta manipulación de la figura materna se convierten en evidencias de comunismo cuando la madre encuentra la llave del apartamento de una mujer en los pantalones de su hijo. Siendo el regreso al cine de Helen Hayes, luego de una ausencia de 17 años (obviando un cameo en un musical de 1943) y la despedida de Robert Walker (que falleció de un ataque cardíaco antes de terminar de filmar sus escenas y el director Leo McCarey tuvo que hacer malabares con escenas de archivo para rodar lo faltante), se trató de una película que dividió aguas en su momento. Aplaudida fervientemente por la Legión Americana, por los católicos y por sectores conservadores de la sociedad, la crítica (en este caso, lúcida) señaló que se trata de una película que "se corresponde con el presente fermento público de odio, resentimiento y miedo. (...) Pontifica la imagen del patriota cantor de himnos que desconfía y ridiculiza al intelectual como peligroso perversor de la juventud." (Bosley Crowther, en New York Times). [Cinefania.com]