Reseña crítica: El Sr. Clyde aparece en su sillón, muerto de un balazo en la cabeza y cuando su mayordomo se percata, además de arrojar al diablo la bandeja con el desayuno, telefonea a la policía. El Inspector Carr (John Hamilton) se pone manos a la obra para dilucidar cual de los dos o tres sospechosos es el asesino, recurriendo al detective científico y psicológico Dr. Amos Crabtree (Donald Meek). Un viejo amigo aristócrata y un sobrino borrachín, además del mayordomo, su sobrina (June Clyde) y su prometido militar (Lyle Talbot), todos con sus actitudes dudosas ante el hecho que el finado no era muy buena persona. Pero analizando cuidadosamente la escena, Crabtree descubre que el supuesto asesinato fue en verdad, suicidio. Décadas antes que el interés de los espectadores de TV se focalizara en series estilo CSI y docenas de imitaciones en que los crímenes se resuelven por métodos científicos y forenses, este Dr. Crabtree es todo un pionero de la aplicación de procedimientos que van más allá del interrogatorio o la observación holmesiana de cenizas, logrando explicar los últimos minutos de la víctima a través de un original flashback en que el personaje es mostrado superpuesto en la escena. [Cinefania.com]
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