IRROMPIBLES, LOS (1975)

Dirigida por:
Emilio Vieyra
Protagonizada por:
Jorge Martínez
Ricardo Espalter
Graciela Alfano
Roberto Escalada
Rolando Dumas
Estudios: Nort Film (Prod.) Aries (Distr.)
País: Argentina
Estreno: 17 de Julio de 1975
Duración: 85'
Género: Western

Reseña crítica:  En su habitual desfasaje para seguir el pulso de las tendencias cinematográficas mundiales, el cine argentino recién se puso a tiro de la fiebre por el spaghetti-western una década más tarde. Desde el advenimiento de los Ringo, los Django y los hombres sin nombre que galoparon de las planicies herbáceas de Almería al mundo entero pasaron casi diez años hasta LOS IRROMPIBLES. Y como corresponde al ingenio y la personalidad rioplatenses, el producto cobra carácter sui géneris al instaurar un concepto subgenérico que haga referencia a un exquisito plato nacional: el locro-western.  
  Una banda de asaltantes liderada por Bull (Rolando Dumas) tiene en jaque a una empresa transportista cuyos directivos (Roberto Escalada y Santiago Gómez Cou) deciden contratar a dos agentes norteamericanos, Harry el Caliente (Jorge Martínez) y Billy el Frío (Ricardo Espalter) que, como corresponde, llegan en ferrocarril desde el Gran Norte (estamos a mediados del setenta y los rieles todavía unían el país y el continente). Ni bien llegar, cuatro jinetes enfundados en gabardinas claras y galeras (los comediantes uruguayos Redondo, D’Angelo, Almada y Carámbula) comienzan a seguirles el paso. De esta manera, los héroes se involucran en todo tipo de aventuras propias del far west y en aquellas que no pueden resolver, son socorridos por estos cuatro innominados. Todos los lugares comunes del género se suceden, uno tras otro: la emboscada a la diligencia, la pelea en la cantina, el deambular en medio del desierto, el señuelo para atraer a los ladrones, el asalto y robo del tren, los héroes estaqueados... A los pocos fotogramas no tardará en germinar el romance entre héroe y dama en apuros (Graciela Alfano), cuyo abuelete (Jesús Pampín) es un buscador de oro obligado a hipotecar su propiedad contra la cesión de herramientas para explotar el yacimiento. Desde luego, será una treta del villano para apropiarse de las tierras, lo mismo que tener un informante dentro del comité directivo del pueblo.  
  Estos McGuffin habituales de todo western de clase B y de los seriales de la época clásica, son parte del atractivo del locro-western, que extrae los elementos que precisa tanto del modelo clásico como de su copia italiana. Por ejemplo, los disparos suenan exáctamente como en un spaghetti. Las peleas incluyen piruetas y trompicones propios de los films del dúo Hill-Spencer. Los escenarios naturales, inmejorables, son los de la provincia de San Luis (recordemos que la imprescindible EL ÚLTIMO COW-BOY se había filmado en Mendoza) y dan espectacular respaldo de dilatada planicie y accidentados cañones que el western necesita como aglutinante de la acción. Las construcciones, en su mayoría, casas de estilo colonial, aportan el ingrediente propiamente argentino que no ven ni en westerns ni en spaghettis. El leit motiv del film, escrito por el propio Vieyra y Luis María Serra, no evoca ni la épica del western ni el surrealismo morriconeano, prefiriendo contentarse con que el juvenil y campechano “Los irrompibles les llamaban/por tus hazañas sin parangón” sea pegadizo para el espectador.  
  Hay una interesante intertextualidad con el vestuario de los cuatro jinetes sin nombre, cuyas gabardinas blancas parecen emular el atuendo de Buck Jones en el serial THE PHANTOM RIDER (El caballero fantasma-1936) pero el cinéfilo actual lo identificará mejor por la paradigmática THE LONG RIDERS (Arg: Cabalgata infernal / Esp: Forajidos de leyenda-1980) del incansable Walter Hill. En ningún momento este héroe colectivo profiere diálogo alguno lo que constituye una genialidad del guión (firmado por Emilio Vieyra, Antonio Rosso pero también por los cuatro uruguayos y el propio Espalter). En su primera intervención, en el desierto, aparecen cabalgando de la nada y, con una varilla, encuentran agua que extraen con una fantástica bomba portátil. Sus apariciones en el asalto al tren, encima de una zorra, o en una secuencia nocturna, lanzando una rueda explosiva, los muestran como silenciosos guardianes del orden cuya presencia jamás se explica del todo.  
  Como también fue moneda corriente del género fantástico, a este locro no se le dio tiempo de cocción a través de otros films y la cosa quedó ahí. Frente a un magnífico precedente como EL ÚLTIMO COW-BOY (1954), LOS IRROMPIBLES goza de más acción desbordante pero sufre de menos gracia y cuidado escénico. Aún así, la apuesta permanece como un mojón a mitad de camino entre el spaghetti y el gauchesco telúrico. [Cinefania.com]
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