SCALPS (1983)

Dirigida por:
Fred Olen Ray
Protagonizada por:
Roger Maycock
Jo Ann Robinson
Barbara Magunsson
Richard Hench
Kirk Alyn
Estudios: American Partnership (Prod.) 21st Century (Distr.)
País: EE.UU.
Estreno: Diciembre de 1983
Duración: 82'
Género: Terror

Reseña:  SCALPS fue dirigida por el luchador profesional Fred Olen Ray, dueño de una filmografía vasta y maldita, que envidiaría W. Lee Wilder o cualquier otro artífice de delirios psicotrónicos. La película regurgita la vieja inquina entre aborígenes y anglosajones, centrando la historia en una matanza perpetrada por estos últimos. El inicio del film es guiñolesco, se suceden imágenes en primer plano de un rostro de lo que suponemos es un chamán indígena, Black Claw, gesticulando y adelantando en imágenes traslúcidas las escenas más climáticas del film: la muerte de los protagonistas. A esto sigue un zooántropo aleonado que se limita a hacer muecas y a gruñir frente a la pantalla como un remiendo tercermundista del mítico sello de la Metro-Goldwyn-Mayer.  
  La historia comienza con un profesor grotesco que se entrevista brevemente con el viejo Forrest J. Ackerman (a modo de homenaje y guiño para entendidos), tras lo cual le entrega un mapa a sus alumnos donde señala un enterramiento indio al que no puede asistir por razones laborales. Al grupo de jóvenes, típicas víctimas propiciatorias del cine clase B, se une D.J., una chica excéntrica que tiene cierto vínculo espiritual con la cultura indígena. De manera burda y anticlimática, a medida que los protagonistas se acercan al cementerio indio, Olen Ray cuela flashes con los rostros del chamán o del hombre león, redundando en la anunciadísima amenaza latente. A la zona maldita la llaman Los Árboles Negros por un conjunto de arbustos raquíticos que no alcanzan la altura de un bonsai. Una vez que determinan el lugar del enterramiento, la única que se opone a la profanación es D.J.; el resto de los jóvenes pasa la tarde removiendo la tierra, como si se tratase de un arenero de plaza, o acurrucándose como tórtolos en algún rincón de la meseta. Por la noche comienzan los ataques. Black Claw inicia su oleada de asesinatos luciendo un torso desnudo, concienzudamente trabajado bajo el sol de gimnasio californiano, arropado con jeans y zapatillas de lona (vestimenta algo insólita para un manitú). Se suceden apariciones, muertes violentas, cabelleras arrancadas y violaciones (se repite lo visto en la introducción). En último lugar muere el más inocente de los jóvenes, el único que pretendía a D.J., pésima decisión que le cuesta la cabeza, al ser D.J. poseída por el malvado y vil espíritu de Black Claw. Terrible final para una terrible película. (Mariano Buscaglia) [Cinefania.com]

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