Reseña crítica: "En la primera semana de Abril de 1940 había pocas personas en el mundo que habrían creído que en menos de tres meses Dinamarca, Noruega, Bélgica, Holanda y Francia caerían bajo el yugo alemán. Pero hubo algunos hombres, personas ordinarias no profetas, que intuyeron que esta tragedia estaba en ciernes. Han luchado desde que se dieron cuenta y estamos en deuda profunda con ellos. Esta es la historia de estos hombres". Luego de tal prólogo, se inicia lo que sería la versión fílmica de una obra teatral homónima (1941) de Lillian Hellman (que elaboró el guión junto a su concubino Dashiell Hammett), incluyendo en los créditos al director teatral (Herman Shumlin) y varios de sus protagonistas originales. En 1940, la familia Muller, compuesta por el alemán Kurt (Paul Lukas), su esposa norteamericana Sara (Bette Davis) y sus tres maravillosos hijos (Donald Buka, Eric Roberts y Janis Wilson), cruzan la frontera mexicana y visitan la familia de Sara, en Washington D.C., donde son recibidos por la ansiosa madre (Lucile Watson), hermano (Donald Woods), amiga (Beulah Bondi) y un par de invitados-refugiados: un conde rumano (George Coulouris) y su esposa americana (Geraldine Fitzgerald). Kurt, un ingeniero que milita en un movimiento para organizar la resistencia contra el nazismo y el fascismo en Europa, llega a la capital de los Estados Unidos, el país de la democracia y el enemigo natural del totalitarismo donde su familia puede descansar en paz... Pero la paz se revela ilusoria debido a que este conde rumano es un potencial operador de los nazis. En la primer media hora brillan los hijos del matrimonio (es extraño ver a Bette Davis relegada a un segundo plano durante todo el comienzo), hasta que la película comienza a tomar énfasis promediando el minuto 50, con la acechanza del villano de turno (Coulouris). Se trata de un filme más teatral que cinematográfico (bueno, totalmente teatral), cuyo desarrollo descansa en sus ingentes diálogos y que mantiene ese principio escénico de dedicar un momento de brillo a cada intérprete. Por supuesto en el húngaro Lukas (premio Oscar® mejor actor por su trabajo) recaerá el peso actoral, logrando en la despedida de sus hijos el momento culminante de dramatismo (especialmente si uno puede concentrarse en la época de realización del filme). Laudada por la crítica americana, genera interés genuino desde el punto de vista histórico, patriótico y político, ocultando sabiamente sus resortes propagandísticos. Volcando toda su acidez en la vieja aristocracia europea y la implacable jauría nazi-fascista, la autora no obstante revistió del paternalismo usual a la "aristocracia" americana. Como ejemplo basta un botón: la acción está ambientada en la mansión materna de Sara, servida por criados de color que están facultados a exigir disculpas de su ama si es que esta les llega a gritar. [Cinefania.com]
Calificación Cinefania.com: