Reseña crítica: Esta versión del amo del folletín Xavier de Montepin involucra al espectador desde las primeras secuencias. Un bonachón cochero (Paul Biensfeldt) recorre París en su vehículo, el "fiacre nro. 13", sonriendo a los eternos símbolos edilicios de la ciudad. "A una puerta de distancia", según el intertítulo, un drama signado por la tragedia, con una madre que fallece dejando a una criatura a merced de una anciana lavandera que no puede otra cosa que abandonarla en el citado coche. Tras el hallazgo, el robusto conductor lo lleva a casa de Monsieur Coco y su esposa (Hermann Picha y Valeska Stock); entre los tres crian como propia a quien, dieciocho años más tarde, se convierte en la vivaz y dulce Liliane (Lili Damita). En este presente contemporáneo los viejos coches tirados a caballo dejan de ser un medio de locomoción urbano y popular para ser una atracción de paseo y distracción, así que la bocina del pujante automóvil marca el ocaso del cochero y la juventud rozagante de Liliane. Un buscavidas (Jack Trevor) da sin querer con una carta y un certificado de nacimiento. Indagando, llega a Liliane y acercándose como un simpatizante, corrobora su identidad y lo informa al millonario Laridon (Carl Ebert). ¿Qué pasará cuándo ella se entere que es hija de un potentado y no de un austero transportista que a duras penas llega a fin de mes? Y más aún, ¿qué pasará cuando el millonario se percate que el buscavidas y prometido de la joven es en verdad un estafador de antecedentes internacionales? Semejantes cuestiones, harán rotar la atención en varios temas y subtemas hasta llegar a una última bobina con el consabido y previsible final feliz, tal y como dictan las normas inmortales del melodrama. Desde luego que Montepin no es Victor Hugo y lo que sus personajes carecen de profundidad y de tragedia lo tienen de pintorescos y funcionales a la protagonista. La reacción del cochero cuando el millonario le está por sacar la tenencia de la hija es encarnadamente humana: "usted no se preocupó durante dieciocho años de su hija y ahora, cuando iba a ser la luz de mi vejez, ¿me la viene a sacar?" y la respuesta del millonario es una simple afirmación moviendo la cabeza. La confundida Liliane lo piensa y accede a irse con su nuevo (y - reiteramos - millonario) padre ya que eso, a fin de cuentas, puede traerle mejoría a todos. Y como decíamos recién, al no cargar las tintas en ningún aspecto trágico, el argumento nos termina mostrando a ambos papás, adoptivo y sanguíneo, compartiendo el orgullo de acontecimientos fundamentales en la vida de Liliane. Lili Damita, una vívida secuencia de carnaval en que la joven sale con sus dos pretendientes (un joven Walter Rilla y el citado Jack Trevor) y dos o tres toques maestros del director húngaro Michael Curtiz, especialmente la secuencia que sugiere la obnubilación por su recién enterado pasado (un primer plano de Lili con sobreimpresiones del cochero y del número 13 de su "fiacre") son las virtudes fundamentales del film. En tanto que el arquetípico diálogo "Yo soy tu padre" así como todas convenciones que acarrea, son una clave para sintonizar las exactas necesidades e inquietudes del público de la época al que va dirigido y que, al concluir la proyección, pasará velozmente a olvidar todo lo visto. [Cinefania.com]
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