JUAN MOREIRA (1973)

Dirigida por:
Leonardo Favio
Protagonizada por:
Rodolfo Bebán
Edgardo Suárez
Jorge Villalba
Eduardo Rudy
Alba Mujica
Estudios: Centauro Films (Prod.)
País: Argentina
Estreno: 24 de Mayo de 1973
Duración: 105'
Género: Suspenso

Reseña crítica:  Uno de los hitos de la filmografía de Leonardo Favio, el JUAN MOREIRA parte del relato policial que, a la moda de su época, sigue la carrera de un criminal para asumir estatura mítica con cierto componente fantástico que justifica su inclusión como weird gaucho.  
  El sepelio de Juan Moreira a través del primer plano de su esposa y los embates entre fuerzas del orden y paisanos, descontentos ante el dictamen de “bandido” por parte de un funcionario, son práctico prólogo de un flashback que abarcará todo el film. La historia es la del arriero (Rodolfo Bebán) que reclama sus cuarenta pesos al teniente Alcalde (Eduardo Rudy), quien le muestra un recibo de cobro con firma y todo... a pesar que Moreira no sabe ni leer ni escribir. Poco después, apuñalando a un comerciante, dará inicio a su raid de sangre, huyendo entre los indios y luego regresando junto a sus compadres, Segundo (Edgardo Suárez) y Julián (Jorge Villalba), con quienes se convierte en guardaespaldas del Dr. Acosta (Pedro Cumo), político relevante de la campaña. Pero Moreira tiene un imán con la muerte, dejándole varios clientes en pulperías o campos: un puntero del partido nacionalista que promueve un brindis, un sicario que atenta contra la vida de Acosta, un esbirro del Dr. Marañón... todos van cayendo, atravesados por su facón o bien perforados de un balazo. Cumpliendo una misión para Acosta, tiene un intercambio de fuego que le deja una herida mala en el cuello. En el lecho, un delirio febril lo entrevera con la Muerte en persona, una anciana de rostro lozano que atraviesa en bosque en busca de Moreira. El truco, ese juego de naipes que es sinónimo de criollaje, dictamina la victoria para Moreira por apenas un punto. Pero como la anciana no sabe perder, es al hijo de Moreira a quien lleva en reemplazo. Restablecida la salud, Moreira y sus compadres pasan al bando opuesto, al del Dr. Marañón (Carlos Muñoz), que le adjudica una amnistía que implica borrón y cuenta nueva. Pero claro, en el caso de Moreira, un tipo que respira muerte, es cuestión de tiempo para que sea acorralado por las fuerzas policiales.  
  En lo visual es una enciclopedia de imágenes. En lo narrativo, un vigoroso portento de gran cine. Sus ingredientes son una fotografía depurada; una partitura musical de riqueza y variedad que respalda con energía o matices cada tiempo y clima sin caer nunca en la repetición del famoso leit motiv; un montaje quirúrgico infrecuente para el cine argentino y un protagonista que pareciera en estado de gracia. Cada uno de los planos parecen fruto de una espesa labor de selección o bien, de la mirada única de un genio del séptimo arte. A veces la cámara permanece, durante toda una escena, encima de los intérpretes, en un eterno y vanguardista plano cenital. La sangre borboteante y roja es una herencia del spaghetti, de Mario Bava y el cine europeo. El desenlace, que plantea una situación amenazante para un protagonista recluido en un espacio pequeño (un cuarto de prostíbulo), ofrece los requisitos obligatorios del buen thriller. Las secuencias oníricas o fantásticas son un claro homenaje al influencial Bergman de DET SJUNDE INSEGLET (El séptimo sello-1957), incluso con una Alba Mujica en claro estilo Bengt Ekerot. En el afán de encontrarle algún punto flojo, podríamos señalar los títulos de crédito, que fluyen sobre un fondo fijo en una fuente de letra poco atractiva. Pero el conjunto supone uno de los títulos más sobresalientes no solo de la década sino de toda la historia del cine argentino. [Cinefania.com]
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