MAD LOVE
(Las Manos de Orlac-1935)

El Abuelito, Darío Lavia

¡Hasta el hipo se me ha quitado, nada más salir los títulos de crédito, con ese reparto escrito en el cristal de una ventana que una mano rompe ante nuestras narices en contundente puñetazo! Y no digamos cuando la primera imagen muestra una recua de demonios atendiendo al público del Teatro de los Horrores, metiéndonos sin transición ni piedad en el expresionismo más sombrío y la gloria estética de la barraca de feria.

Sombras, sí, reflejos huidizos protagonistas de la película, metáforas de lo enfermo que se adueña del filme fotograma a fotograma. Ya conocerán la historia de Las manos de Orlac, con el cirujano que trasplanta a un pianista accidentado las manos de un asesino; lo menos cuatro versiones he visto yo este año.

Mad Love es un remake, pero condimentado y aderezado con especias tan fuertes que la convierten en exquisito manjar para los degustadores del cine insano. El ingrediente principal, Don Peter Lorre. Icono de lo perturbado, compone un papel sexual hasta el desquicio, insinuando orgasmos con sus ojos de sapo, tocando solitario el órgano mientras echa las babas frente al maniquí de cera de su adorada, o disfrazándose de monstruo resucitado con manos de acero.

Le acompañan Francis Drake, el hermoso objeto de sus repugnantes atenciones; Colin "Dr. Frankenstein" Clive, la viva imagen de la tribulación y el tormento haciendo de músico desdichado; y una criada dipsómana con un loro al hombro que guarda la casa del galeno y les da de comer moscas a sus plantas carnívoras.

Y qué decirles de la fotografía, de la puesta en escena, de la cámara viviente. Pues que fabrican una tras otra imágenes tan poderosas que sobrepasan a cualquier espectador de pura hermosura. Una joya genuina, cosecha de los años treinta, la mejor era que el fantástico ha dado. Para elevar sus espíritus, y hasta sus cuerpos, qué voy a decirles yo, que la he visto todo el tiempo levitando de rodillas frente a la Telefunken...

El Abuelito

Gracias, Abuelito, por compartir sus impresiones con este nietuco. Déje que me gane el pan agregándole un par de datos nomás.

La película recoge en su temática el interesante mundo del Grand Guignol, y lo adapta a sus necesidades. Basada en una novela de Maurice Renard, que ya había sido adaptada a la pantalla como ORLACS HANDE (Las Manos de Orlac-1924) con Conrad Veidt en el protagónico, aquí Orlac pasa a un plano secundario (a Clive se lo ve un poco deteriorado), y es el Gogol de Peter Lorre (antológico) que toma una preponderancia esencial. Por tradicional norma del género de terror por esa época, de incluir un personaje medio cómico para alivianar tensiones, tenemos a Ted Healy (aquí sin sus Chiflados), como un periodista norteamericano que investiga el caso, aunque felizmente la cámara no se detiene mucho tiempo en sus ocurrencias.

La aparición de Gogol disfrazado del asesino ejecutado (para traumar a Orlac) es de lo más tétrico que se puede imaginar y tal vez sea un precedente válido del posterior cine quirúrgico de David Cronenberg. Luego de este "pre-climax", la película se decanta en un desenlace con lógica forzada, a pesar del increíble intento de Lorre y la siempre correcta Frances Drake de brindar credibilidad a la acción. Este lastre por supuesto, no llega a opacar los logros previos.

(Darío Lavia)