QUATERMASS AND THE PIT
(Quatermass y el Pozo-1958)

El Abuelito, Darío Lavia

Parto de la base de que la mayoría de ustedes ya son viejos conocidos del Profesor Bernard Quatermass, ese ingeniero astronómico inglés responsable del primer vuelo espacial tripulado, enemigo de alienígenas y azote de las mentes más conservadoras, como todos habrán podido comprobar en la trilogía de películas -magníficas, espléndidas, obligatorias- que la casa esa que tanto les gusta, la Hammer, le dedicara entre 1955 y 1967. El inquietante Brian Donlevy es sin duda el rostro más conocido de cuantos adoptase en la pantalla grande, pero de ningún modo el primero.

Este émulo del Profesor Challenger, la criatura seminal de Conan Doyle, nació en la televisión. Todos sus largometrajes fueron previamente series televisivas en las que sin prisa alguna, como debe ser, se desgranaban los fabulosos argumentos que el gran Nigel Kneale urdiese. Tocó para esta ocasión dejarse el fino mostacho del doctor al actor Andre Morell, un habitual más tarde de las películas de la Casa del Martillo, en las que llegó a interpretar al mismísimo Doctor Watson a las órdenes del venerable San Pedro Cushing.

Sabe Morell dotar al personaje de la gravedad que el papel necesita. Y hasta de una secreta simpatía, oculta como buen inglés bajo capas de indiferencia y fríos modales. La mejor de sus series fue sin duda este Quatermass y el pozo, tercera y última de las entregas, compuesta por seis episodios de media hora cada uno en glorioso blanco y negro.

¿Proviene la idea que los hombres tenemos del diablo como ser cornudo y malo de una influencia extraterrestre implantada en el subconsciente colectivo desde la prehistoria? ¿Tienen un origen alienígena símbolos cabalísticos y mágicos como el pentáculo, repetido a lo largo de los siglos? ¿Surgió la chispa de la razón en los humanos como consecuencia de mutaciones inducidas por insectos gigantes? ¿Es capaz un pacífico obrero de 1958 de describir una ceremonia marciana acaecida antes de que el hombre fuera tal?

Estas y otras muchas cuestiones de candente actualidad surgen en la tercera de las aventuras de Quatermass, rodada en 1958 para la BBC. Un guión modélico, brillante, tal vez el más inteligente que nunca haya tenido una serie de ciencia ficción. Y de miedo, que ambos géneros combina. Todo comienza de la forma más cotidiana, con las obras realizadas en un solar de Londres; el mismo aire realista y escasamente sensacional preside el desarrollo de la acción, filmada con tono casi documental hasta su desembocadura en el crescendo de horror final.

El Abuelito

QUATERMASS AND THE PIT
(Una Tumba a la Eternidad-1967)

Durante unas excavaciones en Hobb's Lane, una vieja estación de subterráneo, unos obreros se topan con huesos humanoides de gran antiguedad. El especialista llamado para investigar (James Donald) estima que se tratan de restos fósiles anteriores en varios millones de años al más antiguo de los hombres prehistóricos. Poco después, ve la luz una estructura metálica que rápidamente llama la atención de las Fuerzas Armadas. Un obtuso coronel (Julian Glover) toma control del sitio y mantiene la suposición que el objeto es un ingenio de guerra nazi.

Sin embargo, el Profesor Quatermass (Andrew Keir), especialista en exobiología, inmediatamente sugiere que puede tratarse de una antiquísima nave espacial, teoría que parece confirmarse cuando, en el interior de la cápsula son encontrados enormes cadáveres de langostas. Por supuesto, no todo parece estar muerto en la nave, debido a que ciertas personas sufren ataques de locura luego de estar en contacto con el aparato. Y los registros periodísticos de sucesos extraños que tomaron lugar en Hobb's Lane, sumados a la nefasta crónica medieval, parecen apuntar a cierto tipo de relación entre esta nave supuestamente marciana y la leyenda del Diablo.

En el albor de los "oscurantistas" años '70 esta película echa mano a la mayoría de las teorías en boga por entonces, sobre el origen extraterrestre del ser humano, la presencia de civilizaciones antediluvianas y el estado de los experimentos de la Parapsicología sobre telequinesis y precognición, combinándolas con los tópicos usuales de las películas de Quatermass (a saber: ciencia-ficción científica al estilo inglés, manipulación de los medios de comunicación masivos, intromisiones alienígenas en la Tierra, etc.) logrando un estupendo film de ciencia-ficción terrorífica, cuyos méritos parecerían deberse más al guión de Nigel Kneale que al trabajo del director Roy Ward Baker.

En definitiva, caro Abuelito, si ud. me permite, voy a recomendar ambos productos, la "miniserie" de BBC y el largometraje de Hammer - del que es difícil soslayar la presencia de la sugestiva Barbara Shelley - a todo aquel interesado ya no en el cine fantástico o en el entretenimiento, sino en la ficción misma y el despliegue de los temas que más nos estimulan a la hora de especular sobre el origen y destino de esas criaturillas que habitan el tercer planeta.

(Darío Lavia)