Seccion: Cronicón (Lecturas: 15182)
Fecha de publicación: Octubre de 2003
Bellas vs. Bestias
"La sociedad aplaude a su héroe, recupera a su bella y derrota, sin importarle los modos basados en el ensañamiento, al implacable monstruo"; una mirada al arquetipo de la Bella y la Bestia en el cine. J.P. Bango
"Once upon a time..."
Ella:
exuberante pieza de coleccionista, pelirroja con padre posesivo, gitana de cabello
ensortijado y sonrisa púber, rubia princesa de cuento, objeto de deseo de manzana
emponzoñada...
Él: gorila de pelo en pecho secuestrado de un hábitat que lo añora, científico
victoriano adicto al desdoblamiento de caracteres, jorobado guardián de Nuestra
Dama, aristócrata rumano sediento de sangre, espectro devoto de la ópera...
Arquetipos legendarios que representan una dualidad imperecedera; víctimas
expiatorias de una convención social fundamentada en la hipocresía. Fruto, en
fin, de una herencia misógina arrastrada desde tiempos desgajados de memoria.
Ella: maniquí de ropas sugerentes, víctima involuntaria de un tipo que no sabe
quien es, afectuoso reclamo publicitario de principados de revista.
Él: “repulsivo a primera vista” en su carné de identidad, sapo que oculta en
sus fauces el sueño azul de una adolescente ingenua, colérico sufridor de un
aspecto exterior que lo trastorna.
THE BEAST
Don't be afraid
BEAUTY
(summoning up all her courage)
I ... I won't be afraid..
Fealdad
y belleza confrontadas en un escenario dominado por la apariencia. Como en la
propia realidad, las convenciones de una sociedad que promulga una perfección
idealizada, se alía contra un monstruo terrible al que no se le ofrece posibilidad
alguna de redención. El monstruo, sin desearlo de antemano, encuentra en aquellos
postulados cínicos una justificación social para acometer sus fechorías. Triunfa,
en fin, la apariencia porque nadie quiere ir más allá de la superficialidad.
Ella: de voz dulce, piel suave, mirada limpia...
Él: déspota, huraño, vengativo...
El monstruo vive en una guarida apartada del resto de la humanidad participando
de un hábitat totalmente adaptado a su forma de ser y comportarse. Oscuro, brumoso,
selvático, catedralicio u operístico, pero siniestro en todo caso, el orden
auto-impuesto en el que el monstruo sobrevive se ve alterado por la presencia
de un elemento externo (generalmente un grupo de hombres) aficionado a la destrucción
de ecosistemas ajenos.
Ella: gozosa víctima de conde transilvano, hipnotizada por un amor que no comprende.
Él: cadáver torturado por los años y la melancolía, feo enamorado de la prometida
del héroe.
La
bella hace honor a su apelativo y pasea su rostro mayestático por cada confín
de un universo ficticio enteramente dominado por su presencia. Se topa con el
monstruo, en definitiva, porque no puede tener otro destino. Y lo enamora. Unas
lo cogerán cariño, otras simplemente participarán de aquel enamoramiento y con
la ayuda de un beso cómplice mutarán la condición grotesca del monstruo. El
monstruo, ya lo habéis adivinado, se reconvierte en una entidad hermosa capaz
de competir con su neo-prometida de igual a igual. La apariencia triunfa porque
así lo exigen los cánones sociales pero no creáis que siempre hay hechizos de
por medio:
Ella: objeto de envidia de hermanastras hurtadas de talento; cebo de bestia
enamorada.
Él: diana de un héroe empecinado en serlo; mártir de una cruz que lo atenaza
y de la que no puede escapar.
El carácter reprimido del monstruo le convierte en una entidad sumamente recelosa
que lo alía, de forma inquebrantable, con la actitud iracunda y la sed de venganza.
Además, suele coincidir en él un comportamiento arrogante e intransigente. Demasiada
trasgresión, en fin, para aquellos que desprecian la heterodoxia.
Ella: enamorada de una bestia por causa de un guionista aficionado a los pastiches
románticos.
Él: víctima de un alma desposeída de afecto.
Candidata al disfrute de una vida monacal, la aspirante a bella encuentra en
aquel ser monstruoso un ente que, cuanto menos, se sale de lo ordinario. Hechizada
por el magnetismo de los revolucionarios, la bella cree hallar en el monstruo
la posibilidad de sumergirse en un mundo concupiscente que, hasta entonces,
le había estado vetado.
Ella:
autora de miradas cómplices y sonrisas lesivas.
Él: sueño pesadillesco de niños que tienen miedo de los armarios.
Inducida por los consejos de un tercero (prometido, padre, sacerdote o amiga)
reconducirá su conducta por el más recto de los caminos... ¡ay! La bella apelará
a su ternura y a su carácter empático para, aun sin aceptar su proposición,
al menos forzar la rendición del monstruo de un modo menos lesivo para su integridad.
Pero serán, de nuevo, las proclamas reaccionarias de los camaradas de la Bella
quienes creerán que la actitud melosa de ella sólo puede provenir de un hechizo
o conjuro. Y muerto el perro...
Ella: prometida virgen de héroe de diseño; hija de padre vengativo.
Él: gorila antidiluviano sin vértigo ni futuro; objetivo de un ejército de avionetas
abnegado.
BEAUTY
My Beast, answer me, Beast! Oh, my Beast, forgive me!
(She tries to lift up his head.)
Answer me, Beast. Look at me. Your glove will revive you.
(She puts it on his right hand.)
Help me!
(She looks at him.)
I'm the monster, Beast. You shall live, you shall live!
THE BEAST
(whispering)
It's too late.
El héroe de turno da rienda suelta a su destreza, adquirida por herencia paterna,
y libera de las garras del monstruo el bello ejemplar que éste tenía cautivo.
La moraleja es retrógrada y, como ya se advirtió antes, condena la actuación
de aquel que actúa en contra de los dictámenes de la apariencia. Pero aquí nadie
se salva pues el monstruo reivindica para sí la empatía que él mismo ningunea
al enamorarse, como si de una afección enfermiza se tratase, de la más bella
del lugar.
Ella: bella.
Él: feo.
Sin que nadie quiera reivindicar la figura de aquella entidad grotesca, los
huesos del monstruo quedarán expuestos en medio de una plaza pública. Sometido,
entonces, a juicio ciudadano pero sin la presencia de un abogado mediador, el
monstruo quedará recluido en las fauces de una sociedad “modélica” que desea,
ante todo, forzar la claudicación de los diferentes.
Ella: rescatada por el paradigma varón de una sociedad que se cree perfecta;
receptora de las toallas de la doncella; aventurera prometida de un individuo
aficionado a los parques zoológicos.
Él: individuo despojado de infancia; grotesco exiliado en un mundo que no lo
tolera; víctima de un subconsciente maldito que no deja de incitarlo para que
revierta el estado de las cosas.
La sociedad aplaude a su héroe, recupera a su bella y derrota, sin importarle
los modos basados en el ensañamiento, al implacable monstruo. El mundo sigue
sin admitir la trasgresión pero lo festeja como si se tratara de algo positivo.
El monstruo ríe a carcajadas, no lo dudéis, desde esa oscura fosa donde, entre
gusanos coprófagos, empieza a ser consciente de su (indirecta) victoria.
Ella: contraestereotipo caprichoso de rompe y rasga.
Él: Ogro verde aficionado a la pesca con armas químicas.
Shrek y Fionna darán un giro de 360º a las convenciones entre bellas y bestias
al apostar, con una gran competencia, por la deconstrucción de los tópicos:
la guapa goza de un carácter insufrible y al monstruo no le importa gozar de
una apariencia deslucida. El prometido, en fin, sufre de no pocos complejos
que ponen en cuarentena los valores que sus seguidores veneran. Se apuesta por
la vuelta de tuerca, claro está, porque alguien tiene que reivindicar el afeamiento
de una sociedad construida sobre unos pilares cada vez más ficticios.
Ella:
Josette Day, Helen Chandler, Maureen O’Sullivan, Fay Wray, Mary Philbin, Barbara
Shelley, Jessica Lange, Julianne Moore, Sigourney Weaver, Ingrid Bergman.
Él: Jean Marais, Charles Laughton, Lon Chaney; Boris Karloff, Bela Lugosi, Herbert
Lom ; Claude Rains, Anthony Hopkins, Spencer Tracy…
Bestias y bellas. Partes unívocas de una dicotomía que encuentra en la empatía
del público su fundamento. Historias fundamentadas en amores imposibles, venganzas
de aires trágicos, y una riada de lágrimas cómplices de un espectador que ha
encontrado, en estas historias, la excusa perfecta para recrear un universo
dual donde la bondad solo gana en la ficción. Algo de lo que el Cine tiene,
como sabéis, siempre mucho que decir.
En la retina:
- LA BELLA Y LA BESTIA (The Beauty and the Best, 1946): Jean Cocteau
- EL FANTASMA DE LA OPERA (The Phantom of the Opera, 1925): Ruper Julian
- DRACULA (Dracula, 1931): Tod Browning
- ESMERALDA, LA ZINGARA (The Hunchback of Notre Dame, 1939): William Dieterle
- SHREK (2001): Andrew Adamson, Vicky Jenson
- KING KONG (1933): Merian C. Cooper y Ernst B. Schoedsack
- EL DOCTOR FRANKENSTEIN (Frankenstein, 1931): James Whale
- LA BELLA DURMIENTE (Sleeping Beauty, 1959): Clyde Geronimi
- HANNIBAL (2001: Ridley Scott)
- ALIEN 3 (1992): David Fincher
- EL HOMBRE Y LA BESTIA (Dr. Jekyll y Mr. Hyde, 1941): Victor Fleming
BEAUTY
I don't mind being afraid ... with you.
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