Seccion: Cronicón (Lecturas: 23605)
Fecha de publicación: Marzo de 2004
John Carpenter y el cine fantástico (Primera parte: de Dark Star a Starman)
John Carpenter es un cineasta atípico. Ganador de un Oscar en su edad escolar, astuto acaparador de las soluciones narrativas promulgadas por el gran Howard Hawks (que le convierte, todavía, en el gran continuador de su FILMOGRAFÍA), el director ha volcado la mayor parte de su obra cinematográfica en el ámbito del género fantástico hasta convertirse en uno de sus maestros más destacados, en una leyenda viva. J.P. Bango
1. Introducción: John Carpenter, el hombre Franquicia
John Carpenter es un cineasta atípico. Ganador de un Oscar en su edad escolar,
astuto acaparador de las soluciones narrativas promulgadas por el gran Howard
Hawks (que le convierte, todavía, en el gran continuador de su FILMOGRAFÍA),
el director ha volcado la mayor parte de su obra cinematográfica en el ámbito
del género fantástico hasta convertirse en uno de sus maestros más destacados,
en una leyenda viva.
Ninguneado
por la crítica norteamericana (que no ven más allá de... su condición de artesano
de género) en sus comienzos; de admiración creciente, sin embargo, en el resto
de países (en especial Francia -aunque en menor medida que otros compañeros
de generación como David Cronenberg o Brian de Palma-) su filmografía aporta
al cine de género, como casi ninguna otra, un sello personal inconfundible (scores,
atmósfera sombría, encuadres) capaz incluso de generar sobre su futura obra
una creciente expectación, una ansiedad por conocer los neologismos conceptuales
que el director de Carthidge introducirá en su nueva aproximación al Cine Fantástico.
Aleatoriamente aparejado con las productoras de la mayor parte de sus filmes
(Sandy King y Debra Hill), y con la seguridad que le ha dado hacer de su nombre
una franquicia recurrente (la célebre John Carpenter’s), John Carpenter se ha
convertido en uno de los pocos autores norteamericanos capaz de encauzar su
carrera hacia un estadio de coherencia de naturaleza inusual en unas tierras
norteamericanas demasiado acostumbradas a invertir en modismos zafios. Pero
lo más destacado de la cinematografía del director estadounidense es que siendo,
como se ha dicho, un director circunscrito al género fanta-terrorífico y de
ciencia ficción, J.C. ha logrado desplazarse por todos los recovecos del género
(desde el Slasher hasta el Terror Claustrofóbico, pasando por el cine de Vampiros,
la fábula distópica de ciencia ficción o el cine de alienígenas -hostiles o
no-) hasta proponer, de todos ellos, una vuelta de tuerca, un punto de vista
novedoso que convierte a su Cine (una filmografía preñada de múltiples referencias
cinéfilas) en un Cine (de Autor) innovador y sumamente elogiable.
En esta pausa (¿por problemas de salud?) creativa en la que parece haberse
instalado el Director, no está de más recordar la brillante aportación de J.C.
al denostado género fantástico.
2. El Cine Fantástico y John Carpenter
2.1. Estrellas Oscuras:
In the beginning there was
darkness, and the darkness was without form… and void.
John Carpenter estudia cine viéndolo por televisión y en pequeños cines
de barrio como todos sus compañeros de facultad, así que cuando asiste a clases
de Orson Welles o John Ford, ya ha adquirido la suficiente práctica como para
valorar lo más importante de una narración cinematográfica: que guste al público.
Pronto se da a conocer como un cineasta de perfil alto, admirador de los directores
clásicos norteamericanos (sobretodo de Howard Hawks y de John Ford) de quienes
hereda su gusto por la narración concisa y nada manierista, el poder fascinante
de los escenarios, y el protagonismo racial de los antihéroes. Es un joven cinéfilo
que ha crecido viendo y sintiendo el western como un subgénero de pretensión
metafórica capaz de llevar al ciudadano medio todo tipo de vivencias melodramáticas.
Pero contradictoriamente, el comienzo de su carrera cinematográfica coincide
con el declive definitivo del género que adora (al menos desde el punto de vista
comercial), por eso no puede extrañar que sus primeros trabajos (exceptuando
el cortometraje que le valió el Oscar como co-director y guionista) rehuyan
los arquetipos geográficos, sólo geográficos, del western.
Como aficionado juvenil al Fantástico, Carpenter comienza a ubicar a su obra
en el género que, con el paso del tiempo, se va a convertir en la alternativa
más evidente del western; más aún, será tan consciente como el que más, de que
es el subgénero que mejor permite transformar sus axiomas de sabor clásico en
proclamas de carácter parabólico; argucia que Carpenter no olvidará, como se
verá, en sus futuras incursiones en la Ciencia Ficción.
Junto a Dan O’Bannon (prometedor guionista venido a menos responsable argumental
de films tan notables como Alien o Dead and Buried) inaugura su carrera cinematográfica
en el campo del largometraje con una irregular película de ciencia ficción,
Dark Star, que condensa los temas que han inspirado sus trabajos de aprendizaje
en el campo del corto (The Warrior and the Demon, Sorceror from outer space...),
homenajea al cine de Stanley Kubrick (en especial, Dr. Stragelove y, sobretodo,
2001) y a novelistas de ciencia ficción contemporáneos, Stanislaw Lem (tono
humorístico emperentado con la filosofía existencial) y Ray Bradbury (de quien
hereda el argumento del film). Puede pensarse que Dark Star es un film que,
sobre el papel, debiera contener varias de las virtudes metafóricas del cine
de ciencia ficción de filiación clásica apuntadas antes, pero sin embargo se
resuelve como una parodia gruesa de las películas espaciales de Curtis Carrington
, repleta de situaciones pseudo-cómicas (cómplices en cualquier caso) y con
el sólo interés de la curiosidad. Es, naturalmente, una monster(bomb) movie
menor, de ascendencia cómica y situaciones alargadas hasta el extremo, que anticipa
sólo en momentos puntuales la excepcional trayectoria de sus responsables creativos.
2.2.
La comisaría del distrito 13: Hawks Revisitado.
John Carpenter no tardará en destacarse internacionalmente, pero lo hará
por la puerta de atrás, en un Festival de Londres repleto de saldos donde los
productores trataban de introducir en el mercado europeo propuestas más o menos
originales de jóvenes talentos impostados en el océano de la serie B.
El cine de acción de los años 70, construido por derivación de la urdimbre
ideológica pergeñada por los seguidores de Harry Callaghan (evolución urbana
del personaje diseñado por Leone para su Trilogía del Dólar), tiene su génesis
en los western más viscerales de Robert Aldrich, Sam Peckinpah o Bud Poetticher.
En este contexto de ascensión violenta posterior al asesinato de J.F.K, cineastas
como John Boorman, Gordon Sparks, Don Siegel o Walter Hill propiciarán un estilo
que no sólo va a dejar de lado los resortes más poéticos del film noir sino
que además van a crear una iconografía de justicieros al margen de las normas
regladas de la que saldrá muy mal parado el trabajo de los servidores de la
Ley.
Reubicando al cine de acción en sus orígenes westernianos, pero sin abandonar
el carácter urbano de este nuevo thriller de acción, John Carpenter se atreve
a dirigir Asalto en la Comisaría del distrito 13; film que gana el premio del
público del Festival de Londres al tiempo que comienza a engordar su ego con
el aplauso de unos críticos que saben apreciar la miscelánea genérica y los
valores narrativos (y cinéfilos) contenidos en el film. Es un punto de inflexión
definitivo en la carrera internacional del director.
Asalto..., como se ha dicho: uno de los films más aplaudidos y mejor considerados
de su autor, es Cine Clásico que disfraza su condición de western de acuerdo
a los cánones exigidos por un thriller de naturaleza urbana que acaba de experimentar,
en sus cuentas bancarias, un éxito comercial y crítico sin precedentes con la
impersonal película de William Friedkin, French Connection. Pero sobretodo es
un homenaje tácito al cine de Howard Hawks y su obra Rio Bravo (Obra cumbre
del western que también inspiraría La Noche de los Muertos Vivientes de Romero
o El Alamo de John Wayne) que John Carpenter utiliza para reivindicar la vigente
influencia que los esquemas narrativos procedentes del western poseen sobre
el cine de acción actual.
De acuerdo a su enunciado homenajeador, el argumento de Asalto…, es similar
al de sus precedentes, canjeando por un lado, los indígenas violentos, milicianos
mexicanos y muertos caminantes de aquéllas por una banda de delincuentes que
pretende asaltar la Comisaría donde yace preso su líder y de otro lado, los
vaqueros y ocasionales visitadores de cementerios rurales por un grupo de trabajadores
de una Comisaría que prepara su traslado a un barrio más refinado y tranquilo.
Con esta premisa, a John Carpenter le da tiempo a desarrollar, mediante un
montaje de inspiración sobresaliente, un retrato de honor-lealtad del comisario
protagonista, una disputa dialéctica memorable entre los personajes de Bishop
y Napoleon Wilson (¿Por qué te llaman Napoleón?), un clímax creciente que se
aparea, sin rubor, con el terror psicólogico, e incluso, una breve historia
de amor. Carpenter, reúne en este film el que es quizá el elemento más definitorio
de su Cine: el protagonismo de los antihéroes y, de paso, da rienda suelta a
su autodidactismo genialoide, montando, escribiendo el guión, componiendo la
música y supervisando la fotografía casi opaca que da sentido al film.
Y para las retinas, Carpenter deja el asesinato de una pequeña niña encaprichada
de un helado. El mundo comienza a ser consciente de como se las gasta el joven
cineasta.
2.3. La Irrupción del Slasher
There he is, there he is!
The Bogyman
Gracias a la aparición del soporte videográfico, el cine de Terror de Serie
B está a punto de sufrir una transformación de sus resortes distributivos. Carpenter,
y el mercado juvenil, tendrán mucho que decir en esta revolución.
El
sobresaliente éxito de La noche de los Muertos Vivientes (Romero) y la Semilla
del Diablo (Polanski), sólo 10 años antes del estreno de La Noche de Halloween,
ha desterrado de los circuitos de serie A propuestas revisionistas del cine
de terror clásico. A cambio, los cines se llenan con experiencias cinematográficas
más cercanas al thriller (El Exorcista), a la parapsicología (La leyenda de
la Mansión del Infierno) o incluso a la aventura (Tiburón). En este contexto
aperturista, las jóvenes promesas del cine norteamericano ubican sus primeros
pasos en un género, el del terror, que desea vivir en la década de los 70 otro
de sus célebres intentos de reinvención. Es la década en la que cineastas como
Oliver Stone (la paranoica La Mano); David Cronenberg (Vinieron de dentro de...)
o Brian de Palma (Carrie) coquetean con el género sin desafectos. Es el momento
que aprovecha John Carpenter para cambiar -para siempre- el concepto del Slasher.
Desde M de Fritz Lang, pasando por el cuento de terror La Noche del Cazador
de Charles Laughton, El Cebo de Ladjslao Vadja, hasta la obra cumbre Psicosis,
El Estrangulador de Boston o la siempre reivindicable El estrangulador de Rillingon
Place, el cine de psychokiller se ha destacado por ser un Cine de rostros, un
Cine donde el protagonismo se reparte, de igual a igual, entre víctima y asesino.
Consciente de su propia pericia, Carpenter destierra la idea de dotar de rostro
al serial killer de La Noche de Halloween, quitándose importancia, porque no
encuentra un actor que represente el tormento interior que sacude al personaje
protagonista.
Aliado con la falta de competencia de su director de Casting, John Carpenter
propone escenificar el anonimato de la violencia utilizando una máscara como
elemento formal. De repente, el psychokiller se transforma en un ser de ascendencia
pseudodiabólica y rostro anónimo: cualquier persona puede ser portadora del
mal en su versión más descarnada. Sin saberlo, el director neoyorquino acaba
de dejar sin vocación a toda la remesa de actores que, desde niños, habían deseado
interpretar el papel de psicópata en un film (quedaban aun varios años para
que Anthony Hopkins reivindicara el lugar del “rostro” en el mundillo del celuloide).
Y más aún: El slasher promulgado por Carpenter se olvida de desollar gargantas
de prostitutas (afición indeseable que promulgaba el moralista -y victoriano-
destripador de Londres), ladronas de guante blanco (Psicosis) o ciudadanos de
porte british habitantes de la ribera del Támesis (Frenzy), y dirige sus pasos
hacia niñeras despreocupadas, ciudadanas en todo caso de una población norteamericana
que, desde la invasión del último alienígena amorfo aficionado a los cómics,
se había desacostumbrado al temor propiciado por los ataques violentos.
Las reglas del juego se pervierten en un tour de force donde lo más trascendente
es el lugar donde Carpenter ubica la cámara, convirtiendo al director de un
plumazo en uno de los mejores narradores de suspense del actual cine norteamericano
y a la película, en una de las series B más taquilleras e imitadas de todos
los tiempos.
2.4. La Niebla encuentra a Lovecraft
Tras homenajear al maestro del Suspense, Alfred Hitchcock, en el brillante
telefilm Someone’s watching..., y después de abordar el BIOPIC de otro Rey en
su género, Elvis (su única incursión en el cine verité que lo reunirá por primera
vez en su Carrera con una antigua estrella juvenil de la Disney, Kurt Russell,
y que aun hoy sigue siendo una de las películas de Carpenter con mayor número
de espectadores en España) Carpenter se compromete a revitalizar el género de
terror fantasmagórico en un film de toques lovecraftianos, La Niebla.
Como
ocurre en las coetáneas Muertos y Enterrados (obra del otrora compañero de fatigas
Dan O’Bannon) o en la singular Humanoids from the deep (Barbara Peeters), la
acción de La Niebla transcurre en una pequeña localidad pesquera de prospección
hermética, poblada por unos personajes inhabituados a los fenómenos extraordinarios.
Tal y como sucede en Tiburón, donde también la amenaza proviene del mar, Carpenter
se dedica a diseccionar la cotidianidad de los habitantes del pueblo para después
perseguirlos, atemorizarlos y, finalmente, asesinarlos utilizando como brazo
ejecutor una camada de marineros fantasmas (procedentes de la iconografía legendaria
de las zonas costeras) subrepticiamente asesorados por un sexto sentido experto
en genealogía.
Carpenter consigue que cada una de las apariciones de los fantasmas se acompañe
de un halo de misterio en formato brumoso que, sin pretenderlo, se convierte
en protagonista impalpable y primer efecto especial de la historia del Cine
que se atreve a formar parte del título de un film. Es más, se permite la insolencia
de abordar la historia de una venganza ancestral de tintes redentores como un
cuento de terror de aroma clásico justo dos años después de haber introducido
en el mercado del cine comercial uno de los subgéneros más efectistas y menos
clásicos, el slasher. El director norteamericano demuestra, de esta forma, que
no sólo no está dispuesto a encasillarse en una única concepción del Cine de
Terror (algo de lo que le gustaría presumir a George A. Romero), sino que también
cuenta con un arsenal de neologismos conceptuales que enriquecen, sobremanera,
su consideración como creador de historias fantásticas.
Como ya iba siendo habitual, el cineasta norteamericano se muestra especialmente
hábil a la hora de planificar las escenas de acción (en especial las de los
asesinatos: intrahistorias en si mismas provistas de prólogo, nudo y desenlace)
y, sobretodo, al dotar a la historia de una atmósfera pretendidamente irreal
y obscura. Cede el protagonismo de la cinta a dos de sus musas, Jamie Lee Curtis,
convertida en Reina del Grito a raiz de sus apariciones en Halloween y en El
Tren del Terror, y Adrianne Barbeau, su mujer, quien iba será algo más que figurante
en la próxima película del director.
A pesar de la niebla, Carpenter se olvida de la pulsión etérea del fantasma
(La Leyenda de la Mansión del Infierno) reconciliándola con la forma humana
(aun grotesca). Luego llegará Sidney J. Furie y su Ente/Entity morboso para
reubicar al fantasma con rostro y cuerpo en el limbo literario del que provenía.
Hasta que llegó Bruce Willis.
2.5. Un Héroe a contracorriente
HAUK
There was an accident about an hour ago. A small jet went down inside New York
City.
The President was on board.
SNAKE
President of what?
Una vez sentadas las bases de su cine de terror, Carpenter se decide a corromper
los arquetipos y la estética del cine de ciencia ficción distópica con la contracultural
película 1997... Rescate a Nueva York.
El Cine de Ciencia Ficción presume de haber superado la corriente postatómica
de los años más “calientes” de la Guerra Fría y se codea, sin rubor, por un
lado a) con un cine comercial (Star Wars y Alien así lo demuestran), orgulloso
de su formato más espectacular y efectista (y caro): el Space Ópera; y de otro,
b) con un cine de Autor preñado de numerosas referencias intelectualoides (Solaris
de Tarkovski) que demanda, como condición sine qua non para su entendimiento
y deleite, la complicidad estoica del público al que se dirige.
La antiutopía (la distopía), ocasionalmente representada en la literatura por
Aldous Huxley o George Orwell (como representantes de escritores que, ocasionalmente,
se acercaron al género parabólico), o por Ursula Le Guin, Ray Bradbury o Philip
K. Dick (por citar a algunos de los escritores de ciencia ficción promiamente
dichos que más lo cultivaron), apenas si se ha atrevido a aparecer en un Cine,
el de los 70, lastrado por las implicaciones emocionales derivadas de la Guerra
de Vietnam. Al igual que las excepcionales -todas ellas basadas en originales
literarios-, El último hombre... vivo; Fahrenheit 451, la Fuga de Logan, El
Planeta de los Simios, o la Naranja Mecánica... el film de John Carpenter, 1997...
Rescate en Nueva York, se aventura en el género antiutópico dispuesto a convertir
a la Isla de Manhattan (barriada capitalista por excelencia) en un cárcel para
delicuentes de todo rango que, auspiciados por el liderazgo de un tipo carismático,
han construido sobre ella un estado alternativo, autárquico, y de clara vocación
revolucionaria (y que sería notablemente exagerado en la sarcástica -paródica-
secuela de este film).
Embutido
por mandato supremo en este hábitat salvaje, el protagonista, Snake Plissken
(interpretado con convicción por Kurt Russell) se ve obligado a traspasar las
fronteras de aquella cárcel al rescate de su Presidente so pena de morir como
consecuencia de un virus inyectado, poco juiciosamente por lo que se verá después,
por aquellos a los que presta sus servicios.
El Cine de Ciencia Ficción Prospectiva adquiere, desde ese momento, una nueva
dimensión. Por un lado, afea y ensucia la estética de las ciudades del futuro
y de otro, cuestiona la evolución experimentada de sus métodos coercitivos.
Lo que no sabe JC, en aquel año de 1981, es que su película va a influir sobremanera
en la ulterior concepción de las distopías futuristas, en especial aquellas
que se desarrollan en cárceles (o asimilados): Wadlock, Fortress, o Escape from
Absolom, creando bajo su estela un subgénero por derivación ciertamente productivo.
Además, 1997… Rescate en Nueva York, reivindica la estética de The Warriors
de Walter Hill (que después va a inspirar el film Street of FIRE de el propio
Hill, e incluso el Romeo y Julieta de Baz Luhrman), pero sobretodo, se rebela
como una película realizada a contracorriente donde el (anti)héroe del film
se convence a salvar la vida del Presidente únicamente cuando se pone en peligro
su propia existencia. Educado en la supervivencia en ecosistemas hostiles, el
mercenario Snake Plissken se convertirá en un resentido peligroso en lucha contra
el resto del mundo donde ni siquiera tendrá oportunidad de desahogar sus instintos
traicionados con una historia de amor…
El film va a conformar, definitivamente, la personalidad creativa de su autor:
protagonismo de un antihéroe, estética visionaria, ritmo frenético, atmósfera
sombría y montaje sobresaliente. El nombre de John Carpenter comienza a sonar
como un referente en el mundillo del Fantástico contemporáneo.
2.6. El retorno de la Monster Movie
MACREADY
You play chess?
CHILDS
I guess I'll be learning.
La tercera colaboración en otros tantos años entre Kurt Russell y John Carpenter
daría a luz al que es, sin duda, uno de los monstruos más inquietantes de cuantos
ha concebido el arte cinematográfico.
Estamos en el año 1982, y John Carpenter ha encadenado tres éxitos comerciales
que han sobrepasado las barreras de la serie B y la distribucion minoritaria.
La Monster Movie contemporánea a The Thing ha dejado ya de lado las invasiones
extraterrestres y las paranoias mutantes de origen nuclear. El mayestático éxito
del Tiburón de Spielberg, ha creado cátedra y el cine de aventuras catastrofistas
presume de advertir a los despreocupados veraneantes de los peligros que conllevan
las más graves desatenciones ecológicas (contaminación de aguas, tala indiscrimada
de árboles, peligro derivado de las centrales radiactivas...). Las animal attack
movies (subgénero concebido como un híbrido (in(ev)olución) entre el cine de
catástrofes, propiamente dicho, y la monster movie de filiación clásica) se
han adueñado del subgénero.
Sorprendido por el reciente éxito de Alien, que vaticinaba el retorno a la
actualidad cinematográfica de un Monstruo bigger than life, el avispado productor
Dino de Laurentis ofrece a John Carpenter la posibilidad de adaptar el relato
post atómico de John W. Campbell Jr., Who goes there? (un relato de prospección
paranoica de naturaleza inquietante y muy recomendable), que ya había inspirado
una producción de Howard Hawks: El Enigma de Otro Mundo, el clásico de la ciencia
ficción cuya dirección, los bien pensantes, aún atribuyen al ignoto Christian
Niby.
Con unos medios técnicos (Rob Bottin), creativos (BSO minimalista obra del
insobornable Ennio Morricone) y presupuestarios de primera magnitud John Carpenter
reinterpreta la historia de El Enigma de Otro mundo retomando alguna de las
situaciones, personajes y ubicación que ya estaban presentes en la novela, canjeando
a algunos personales de ascensión militar de aquélla por una camada de investigadores
del todo punto afín al espíritu pro-cientificista del filme.
El film de Carpenter es una película que cuenta con unos efectos especiales
de generación sublime pero, a pesar de todo, consigue destacar, como ninguna
otra, en el ámbito del terror psicológico, tal y como ocurre en la novela, y
en la intriga que supone no saber quién de tus compañeros puede ser el portador
del terrible depredador alienígena.
Pero Carpenter no se conforma con adaptar con más fidelidad que la producción
de Hawks el relato que lo da sentido, sino que osa resolver la historia con
uno de los finales más elípticos de la historia del género (que acabaría desterrándolo
del éxito comercial; fracaso económico del film sólo deducimos su consecuencia
más afortunada: la imposibilidad material de rodar una secuela totalmente innecesaria).
El director ofrece una perspectiva novedosa de la Monster Movie (de origen
alienígena) al evitar cualquier arquetipo heróico a la hora de describir el
comportamiento de sus protagonistas. McReady no tendrá nada que ver con la Teniente
Ripley como se verá. Para estas alturas, ya podemos comprobar que Carpenter
tampoco tiene que ver nada con Ridley Scott.
2.7. Carpenter adapta al Rey
Mientras el Cine de Terror sigue sufriendo las consecuencias de una importante
recesión creativa que sólo sabe recurrir al Slasher (evolución del Giallo orientada
a un público adolescente), los productores cinematográficos acaban de encontrar
en el pequeño Estado de Maine un filón creativo de proporciones universales.
Cuando
Brian de Palma, uno de los directores de la generación de los 70 con una personalidad
cinematográfica más acusada, decide apoltronar sus sentidos creativos en beneficio
de un lugar acomodado en la gran industria, lo hace adaptando una novela de
aires telequinéticos, Carrie, que pronto se convierte en un notable éxito comercial.
El autor del relato, Stephen King, se dedicará desde ese mismo momento a remozar
la literatura de Terror Psicológico contemporáneo en su versión costumbrista,
a un ritmo tan prolífico, que pronto se verá convertido en un fenómeno de masas,
en un fabricante de best-sellers a granel constantemente requerido por unos
productores de Cine carentes de ideas que pretenden renovar conceptualmente,
y a base de talonario, el anquilosado género de Terror.
Tras Brian de Palma, Stanley Kubrick y David Cronenberg, John Carpenter será
el siguiente en elegir una sarcástica novela de Stephen King (Christine) para
desquitarse del fracaso comercial de La Cosa.
Christine posee dos partes muy diferenciadas. Una primera, de lo mejor del
Cine de su autor, nos muestra la creciente y enfermiza obsesión que un joven
profesa contra el viejo coche que está restaurando y, una segunda, fruto de
un guión incapaz de desarrollar el ingenio de su propuesta primigenia y que
coincide con la resolución del filme, donde el Plymouth Fury del 58 se reconvierte
en una entidad diabólica de ascendencia psicopática capaz de autorrepararse
y asesinar a todos los que ponen en peligro la relación acero-carnal que le
une con el protagonista.
John Carpenter vuelve a ubicar su cinematografía en el ámbito del terror juvenil,
tal y como hiciera con Halloween, pero esta vez se olvida de construir iconos
susceptibles de imitación incesante. No hay víctimas ni asesinos, sino una víctima
que se convierte en asesino, y un asesino inhumano que reposa sobre una coraza
de acero y metal. Y, al igual que en libro, un homenaje implícito a los coches
y al rock’n roll de los años 50 que Carpenter, como músico hijo de músico, no
deja de lado en esta singular adaptación.
Christine no cuenta con el apoyo de la crítica ni del público y pronto se va
a convertir en un film maldito.
2.8. Amor extraterrestre
En aquel año de 1984 donde las fuerzas aéreas norteamericanas presumían,
con inquietante orgullo, de sus gadgets en la ceremonia de inauguración de los
JJ.OO. de los Angeles, al mismo tiempo que la sociedad se preparaba para vivir
los años más oscuros de la etapa Reagan, John Carpenter concibe un film de alienígenas
romántico, de preclara vocación humanista, ecológico, y, evidentemente, concienciador.
Para estas alturas, la mayor parte del firmamento cinéfago ya pensaba que el
bueno de John Carpenter se había vuelto loco.
Siguiendo
la estela conceptual promovida por el Rey Midas de Spielberg, el cine norteamericano
se dedica durante toda la década de los 80 -y con indisimulado descaro- a producir
secuelas, variaciones y basamentos de los filmes del californiano. A las secuelas
de Tiburón, Gremlins, Indiana Jones... y demás subgéneros dimanantes de aquella
concepción cinéfila, se une, SORPRENDEMENTE, la noción de la existencia de extraterrestres
de afinidad amistosa derivados de dos notables éxitos comerciales: Encuentros
en la tercera fase y E.T. El Extraterrestre.
Dándole la vuelta, por completo, al entramado visceral de The Thing, John Carpenter
se une a la corriente pacifista propia de una generación que sigue sufriendo
las consecuencias de una guerra maldita (luego vendría Kenneth Johnson y su
V, para volver a poner las cosas en orden) y nos presenta una obra (cinematográfica)
exonerada de cualquier raigambre pro-bélico, una historia de amor ultraterrenal
y antixenófoba infectada con altas dosis de ternura y compromiso.
Starman, es un film protagonizado por, literalmente, un hombre de las estrellas
que encuentra un receptáculo donde ubicar su personalidad incorpórea en el rostro
y figura de un hombre cualquiera que acaba de morir en un accidente. Resucitado
torpe como ente, explorador ingenuo como extraterrestre, sus huesos van a parar
junto a la mujer del tipo cuyo cuerpo acaba de ocupar. Dotado de unas bolas
mágicas que le librarán de más de un apuro, el extraterrestre se dedicará a
la observación de un ecosistema que no lo ha recibido, precisamente, con las
manos abiertas, al tiempo que trata de convencer a la viuda incrédula de los
objetivos amistosos de su misión.
Aunque todo pareciera indicar que estamos en presencia de una historia de invasiones
de ultracuerpos aficionados a la suplantación de roles (al más puro estilo paranoico
de los años 50), el bueno de Starman se dedica, únicamente, a investigar la
compleja relación del hombre con su entorno y semejantes mientras huye de unas
fuerzas de seguridad que no lo comprenden... Y, de forma simultánea, comienza
a conocer las bondades y miserias del más turbador y sincero de cuantos amores
imposibles ha concebido el cine fantástico contemporáneo.
John Carpenter y El Cine Fantástico: de Darkstar a Starman, es un artículo
escrito por J.P. Bango, en Ávila a lo largo del mes de enero y febrero de 2004.
Próximamente: John Carpenter y El Cine Fantástico II: De Golpe en la Pequeña
China a Ghost of Mars
| atrás
| recomendar esta página
| enviar comentarios
| arriba
| |