Seccion: Cronicón (Lecturas: 60250)
Fecha de publicación: Septiembre de 2004
Semillas de Maldad: Los Niños malvados del Cine de Terror
Los niños: ¿los seres más inocentes de la Humanidad o los más demoníacos? Veamos el punto de vista del cine. J.P. Bango
Hitchcock era sincero al afirmar que nunca recomendaría un rodaje con animales
y con niños, pero sin embargo no pudo evitar dejar su sello personal en una
de las películas que mejor renegaba de su propia enmienda: Los Pájaros.
Resulta paradójico comprobar, además, que gracias a unos pájaros cotidianos
(gaviotas, gorriones, cuervos…) lograra construir una monster movie mayúscula
que, por encima de todo, viabilizaba su principal propósito: causar miedo. En
Los Pájaros de Hitchcock, los niños forman parte de la caterva de víctimas que
la película acumula a lo largo de su metraje, protagonizando alguna de sus escenas
más substanciales como la huída del colegio (rotura del cristal de unas gafas,
incluida), o el olvido de los periquitos en el interior de la casa...
Pero esta concepción victimista y cándida se torna en ingenua en aquellos filmes
de terror que optan por invertir las reglas del juego al plantear un entramado
donde los niños, de apariencia tan inocente y dulce como los pájaros del inicio
del filme de Hitchcock, se convierten en seres malignos, temibles y peligrosos.
Justo ahí donde el Cine, en su capacidad para edificar ficciones efectistas,
encuentra la excusa que necesita para convertir niños habitantes de la cotidianidad
más laxa, en seres de ascendencia monstruosa o psicopática.
Así nos vamos a encontrar con mutantes desorientados, aspirantes a psychokiller,
neo-especies que buscan un lugar en un mundo que no los comprende pero teme,
niños poseídos por el diablo o con aspiración a serlo, o bebés con irrefrenables
deseos de sangre… Niños malvados, en definitiva, que han logrado encontrar un
hueco preferente (e iconográfico) en el siempre apasionante género del Terror.
El presente ensayo consta de los siguientes capítulos:
- Mentes Colectivas.
- El Centro del Mundo
- Pequeños Infectados.
- El niño y el demonio.
- Los inocentes.
- Poderes sobrenaturales.
- Apéndices
1.- Mentes Colectivas:
Porque, ¿quién puede matar a un niño?
Todavía
hoy constituyen los recuerdos más telúricos de mi infancia: una bebida de refresco
de naranja en los labios de una mujer embarazada; una niña susurrando a un oído
que no puede ver; un jeep abandonado en una plaza enjalbegada de blanco; una
piñata sangrienta descubierta a hurtadillas; una isla rebozada de calor... Esta
tarde, mientras revisaba ¿Quién Puede Matar al Niño?, el film de Narciso Ibáñez
Serrador, todas esas imágenes inconexas que, de pequeño, habían quedado grabadas
en mi subconsciente cinéfago, comenzaron a adquirir sentido impostadas en esta
película, ahora ya lo sé, magnífica y reivindicable.
Hoy, unos dieciocho años después de aquel primer y último visionado, puedo
decir que nos encontramos ante una auténtica rara avis de la cinematografía
de género de terror hispano y, por extensión, de todo el cine europeo. Basada
en la novela de Juan José Plans: El Juego, ¿Quién puede matar a un niño?, narra
la historia de dos turistas anglosajones que, huyendo del ruido y la fiesta
de la península, viajan hacia una isla cercana y desocupada donde poder revivir
experiencias de juventud con serenidad y letargo. Nada más llegar a la isla,
se encuentran con un pueblo semivacío donde sólo parece haber lugar para algún
niño que, ocioso, permanece en el puerto pescando y jugando. Siguiendo las reglas
del clímax in crescendo, los protagonistas descubrirán, poco a poco, la verdadera
naturaleza de la isla y el peligro, terrible, que deparan sus jóvenes habitantes.
¿Quién puede matar a un niño?, se constituye en una obra de inspiración sobresaliente,
bebedora del Cine del Hitchcock más estimulante, del Giallo más cruel y desalmado;
una película macabra y, a ratos, espeluznante protagonizada por unos niños asesinos
que planean y ejecutan una venganza contra el mundo de los mayores, de la forma
más drástica y concluyente que se les ocurre: promoviendo su exterminio.
El film de Narciso Ibáñez Serrador, nos trae a la memoria aquellos filmes en
los que los niños, disfrazados de imberbe inocencia, se resuelven como impávidos
asesinos, pequeños hombrecillos de ascendencia canallesca y conspiradora que,
amparados en el afecto que les profesan sus padres, no dudan en esgrimir una
pose violenta y sádica para hacer ciertos los propósitos insanos que sus mentes
maquinan.
En El Pueblo de los Malditos (Wolf Rilla: basada en la obra de John Wyndham)
los niños protagonistas idean con su mente colectiva asentar una colonia que
les permita hacerse un hueco como raza (destructiva e impiadosa) en el nuevo
planeta que los acoge. Los niños, que han nacido el mismo día (fruto de una
inseminación colectiva perpetrada, unos meses antes, por una niebla misteriosa),
han desarrollado una conducta pendenciera que les convierte en un grupúsculo
peligroso y dominante en el hábitat del que forman parte.
En el excelente y respetuoso remake de Carpenter, El Pueblo de los Malditos,
se introduce un elemento de distensión pues todos los niños nacen aparejados
a excepción de uno cuyo par, la hija de una mujer virgen, nace muerta. Gracias
a este cambio en la historia original, Carpenter construye el personaje del
niño con una apariencia desorientada, al que le cuesta seguir el comportamiento
destructivo de sus compañeros de especie (que no dudan en torturar o matar a
cualquiera, incluido a sus padres, que ponga en peligro sus objetivos colonizadores),
resolviendo alguna de sus actuaciones con cierto deje de empatía y, en boca
de su propia madre, constituyéndose en la única esperanza de rehabilitación
de un grupo, ciertamente, condenado a la extinción.
La violencia de los niños es justificada por ellos en ejercicio de la defensa
propia, el único modo del que gozan para mantener intacta su integridad toda
vez que las fuerzas vivas del pueblo, y del propio gobierno, son cada vez más
conscientes del ofensivo potencial que los poderes de los jóvenes ocultan. Sin
embargo, a los ojos de los mayores, siguen siendo unos niños, los hijos de la
mayoría de ellos, y la catarsis, la acción criminal que desnivela la balanza
en su contra, presume de llegar demasiado tarde.
Una combinación, queremos pensar que inopinada, de los filmes comentados antes,
nos la da Children on the corn, que versa acerca de una pareja de turistas (¿os
suena?), perdidos en medio de Nebraska, que se topan con un pueblo desposeído
de habitantes adultos por cuenta de una comuna de adolescentes aficionados a
los juegos sectarios y a los asesinatos rituales. Los Chicos del Maíz, una producción
de serie B, que tendría un cierto éxito entre el público juvenil, se presenta
como un slasher rural (que se desarrolla en los maizales que rodean el pueblo)
a priori interesante (los niños pertenecen a una extraña congregación religiosa,
de ascendencia púber -¿algún mensaje subliminal, quizá?-, que adora a una extraña
diosa del maíz a la que no le gustan los mayores), pero que, finalmente, sucumbe
a las perversiones de un argumento prometedor que no daba para tanto metraje.
Basada en una novela de Stephen King, también habitual en este subgénero -ya
veréis-, el film daría lugar a una serie de secuelas que redundaban en las correrías
sangrientas de los miembros de una secta, definitivamente, liberada de escrúpulos
y madurez.
2.- El Centro del Mundo:
Pero no todos los niños del cine de terror necesitan de un colectivo para poder
acometer actos crueles. A veces, un único sujeto es suficiente para sembrar
de inquietud y desasosiego a toda una comunidad. En Mala Semilla, en el film
de Mervin Leroy, Rhoda (Patricia McCormick) es una niña de unos ocho años, planificadora
y destructiva, cuya madre sospecha que es responsable de varios delitos (incluido
un asesinato) acaecidos en el entorno de la pequeña. La ascendencia criminal,
heredada, parece condicionarla para el mal, y la niña no hace nada para cambiar
esa impresión en esta Serie B que parte de una premisa sugerente (¿el mal nace
o se hace?) y se resuelve con cierta previsibilidad.
La influencia del padre, vuelve a ser elemento recurrente del, a la postre
último, film de Mario Bava. Shock (1977), narra la historia del pequeño Marco,
de siete años, y su madre, recién enviudada (Daria Nicolodi: esposa de Dario
Argento) que trata de rehacer su vida con su nuevo esposo. Al volver a su antigua
casa, el niño se muestra cada vez más convencido de que su madre es responsable
directa de la muerte de su progenitor… ¿Ayudado? por el espíritu paterno, los
actos del muchacho acabarán propiciando la locura de su madre. La mala relación
entre Marco y su nuevo padre, y la influencia sugestiva del recuerdo de su ancestro,
marcará el futuro de una familia a la que no le gustan los intrusos.
En El Buen Hijo, film de Joseph Ruben (casualmente emparentado con películas
a las que les gusta los problemas surgidos en el seno familiar: véase, Durmiendo
con su enemigo), Macauley Culkin interpreta al personaje infantil: Henry Evans,
un niño de comportamiento ejemplar y ejemplificador de cara a sus mayores que,
sin embargo, oculta una conducta maquiavélica y maligna que su primo Mark, que
acaba de trasladarse a su casa por la muerte de sus padres, no tardará en constatar.
De nuevo, la presencia de un intruso, en este caso el pequeño Mark (interpretado
convincentemente por Elijah Wood), acelerará el proceso de formación de la malignidad
de Henry. Sin embargo, la actuación de este pequeño aspirante a psychokiller,
es conveniente solapada por su apariencia cálida y afectuosa que, a ojos de
sus padres, le convierte en un hijo ideal, el modelo de conducta que debe imitar
y seguir su siempre apenado primo Mark (suponemos que Elijah Wood ya ensayaba
su papel de Frodo). Como se ve, Henry Evans ejerce de arquetipo maligno y temible
pero, al mismo tiempo, se regodea de su condición manipuladora; condición que
alcanzará su cenit en la relación que mantiene con unos padres, cuyas emociones
y comportamiento controla a conveniencia.
En
El Otro, excelente película de Robert Mulligan basada en la novela de Tom Tryon,
un niño ha asumido como propias dos conciencias: la suya, probablemente la malvada,
y la de su hermano fallecido, el contrapeso moralizante que actúa de forma redentora.
Robert Mulligan y su guionista, optan por ocultar el fallecimiento de uno de
los gemelos, presentándonos, incluso de forma simultánea, a los dos hermanos:
aquel que maquina y ejecuta los actos de crueldad, y aquel que trata de compensar
las actuaciones malvadas. La dualidad entre el bien y el mal, entre la amabilidad
y la saña, se dan cita en esta especie de derivación del mito de Jeckyll y Hyde
en versión infantil que, sin duda alguna, se ha convertido con el paso del tiempo
en uno de los films de terror más estimables de los años cincuenta.
3.- Pequeños infectados:
¡Tengo frío…!
Quizás,
uno de los momentos más terroríficos de la historia del cine, sea aquel en el
que el patriarca de la familia Vourdalak (Boris Karloff, protagonista de uno
de los episodios del film de Mario Bava, Las Tres Caras del Miedo), que ha salido
en busca de un vampiro, regresa a su casa tras haber conseguido parte de su
propósito. El viejo Gorcha, que ha regresado instantes después de haberse cumplido
el plazo que el mismo había fijado como límite para acometer su aventura, siembra
la desconfianza en su familia, sin embargo, y a pesar de la advertencia que
el propio Gorcha había previsto, lo dejan entrar en la finca… El viejo aprovechará
sus vigilias nocturnas para atacar, desde las ventanas, a cada uno de los miembros
de su familia.
Estaba ahí, delante de ella, sin saber qué decirle, cuando de pronto, la vi
estremecerse fijando en la ventana unos ojos aterrorizados. Seguí la dirección
de su mirada y vi con claridad la figura inmóvil de Gorcha, mirándonos desde
afuera.
La misma situación pero invertida (no será el viejo quien acose desde la ventana,
sino uno de los niños) sería recogida por Stephen King en su novela: El Misterio
de Salem’s lot. Noche tras noche, el vampiro niño reclama la atención de su
hermano:
Y en el espantoso silencio de la casa, mientras seguía sentado en la cama,
impotente, con el rostro oculto entre las manos, oyó la risa aguda, dulce, maligna
de un niño...
En la aterradora adaptación de la novela, Tobe Hooper dota a la escena de un
hálito fantasmagórico y estremecedor. El niño vampiro flota en la penumbra del
exterior mientras golpea a la ventana y reclama la atención de su hermano, alertando
a su empatía:
¡Tengo frío…!
Los niños no pueden rehuir de su condición vampírica y, una vez infectados,
se convierten en animales salvajes sedientos de sangre, pequeños vampiros que,
privados de fuerza física, apelan a la ternura para poder acercarse a sus víctimas.
En Entrevista con el Vampiro, basado en el best seller de Anne Rice, la niña
vampiro (Kirsten Dunst) alterna su condición de animal salvaje con un comportamiento
caprichoso, violento y confabulador que no tarda en provocar el arrepentimiento
de aquel que posibilitó su corrupción. Condenada a pasar toda una eternidad
encerrada en el cuerpo de una muchacha impúber acabará con sus huesos chamuscados
por un sol maldito de carácter moralizante que devuelve a las puertas del infierno
el talante antojadizo de la pequeña vampiro.
Los pequeños infectados no pueden rehuir su nueva condición y tratan de adaptarse
al ecosistema del que forman parte con un claro afán superviviente. Desde el
momento del emponzoñamiento, todo aquel que no pertenezca a su raza será declarado
como enemigo tal y como ocurre en El Pueblo de los Malditos, de la que ya se
habló antes, o en Abrazo Mortal, film de serie B (también conocido como The
Children o, incluso, The Children of Ravensback) que muestra la zombificación
de un grupo de colegiales provocada por un escape de gas derivado de una planta
nuclear cercana. Los niños se convierten en zombis mutantes capaces de producir
combustión espontánea con sólo el contacto físico (de ahí su título español).
[A diferencia de Ojos de Fuego/Firestarter, también basada en Stephen King,
donde la niña protagonista proyecta sus poderes a través de la telequinesia].
Si en El Pueblo de los Malditos la característica distintiva de estos niños
era su pelo níveo y sus ojos refulgentes, en el film de Max Kalmanowicz, el
grupo de escolares se va a diferenciar de sus coetáneos y compañeros por poseer
una uñas negras…
Si Abrazo Mortal servía para alertar al concienciado ciudadano de los peligros
dimanantes de una central nuclear, el inclasificable Larry Cohen construye una
monster movie alrededor de una remesa de píldoras anticonceptivas defectuosas
que convierten a los fetos recién fertilizados en bebés mutantes de aspecto
grotesco y tendencia asesina [tiempo después, Larry Cohen dirigía su paranoia
hacia el mundo del yogourt y los alimentos sintéticos…]. Estoy vivo, y sus secuelas,
It’s alive, again, y It’s alive III, anticipan alguna de las ideas presentes
en la excepcional ¿Quién puede matar a un niño?, al tiempo que lleva al extremo
la posibilidad de convertir un recién nacido en un monstruo temible y despiadado
(basta destacar la secuencia de su nacimiento). Sin embargo, Larry Cohen introduce
un componente empático conformador de la personalidad del bebé-engendro, cuando
éste logra reconocer, en el grupo de perseguidores que lo tiene acorralado,
a su propio padre. Amor fraternal disfrazado de Monster Movie conservadora que,
a pesar de todo, se rebela como una película notable y digna de revisar.
De todos los niños contagiados acaso el más estremecedor de todos sea el acaecido
en una de las escenas cumbres de La Noche de los Muertos Vivientes, cuando una
niña -que se oculta con sus padres en el sótano de la cabaña rodeada de los
“cadáveres andantes”- muere en los brazos de los suyos y resucitada, devora
a su madre sin vacilar…
Glups!
4.- El niño y el demonio:
Do you know what she did, your cunting daughter?
De todos los niños malvados protagonistas de historias literarias y cinematográficas,
el más aterrador todavía sigue siendo el personaje interpretado por Linda Blair
(Regan) en la adaptación que del libreto de William Peter Blatty, El Exorcista,
realizara el inocuo William Friedkin en 1973.
Revisada hoy día, las escabrosas situaciones que plantea El Exorcista y, sobretodo,
el uso inteligente de sus efectos sonoros, visuales y de maquillaje, siguen
convirtiendo al film de Friedkin en un admirable thriller sobrenatural -imitado
hasta el hartazgo-; vibrante y terrorífica muestra de lo bien que también puede
hacerlo el cine de terror con materiales alejados de los monstruos clásicos.
Cinta
demoníaca por excelencia, El Exorcista narra la historia de la posesión de la
pequeña Regan por parte de una entidad detestable que se recrea en la blasfemia
y en la provocación, en la levitación y en la amenaza. Completamente transformada,
tanto física como psíquicamente, la niña se convierte en un ser repelente y
execrable capaz de masturbarse con un crucifijo o de vomitar bilis verdosa sobre
la mitra del sacerdote que oficia el exorcismo. La niña endemoniada, atada a
la cama, inicia un tour de force particular contra aquellos que tratan de liberarla
y el thriller del principio y los efectismos de la segunda mitad se transforman
-en una tercera subdivisión- en una lucha de credos fundamentada en la verborrea
de los contrincantes, las soluciones forzadas y el final redentor… La niña vuelve
a su lógica condición ingenua, los sacerdotes -aun fallecidos- han cumplido
su misión… y el inspector Kinderman consigue pareja para ir al cine. Justamente,
para el Cine, El Exorcista lega uno de los iconos más indiscutibles del género
de Terror (la niña poseída y su cabeza rotatoria…), y varias secuelas e imitaciones:
una de las más destacables, Exorcismo (1974) con el gran Paul Naschy.
Siguiendo la estela dejada por el film de Friedkin, La Profecía (The Omen,
1976) se adentra en el subgénero demoníaco de protagonista infantil con gran
éxito, al narrar las andanzas de un muchacho de comportamiento siniestro, oscuro
pasado e infernal futuro, y de su padre, interpretado por Gregory Peck, convencido
de que su retoño es, nada más y nada menos, el anticristo. Ante esta premisa,
y cómo ocurre en algunos de los filmes comentados con anterioridad, las actuaciones
indeliberadas del pequeño Damien (el pequeño aún no es consciente de su naturaleza
endemoniada) se dirigen a evitar que alguien sabotee su destino, condición que
Richard Donner aprovecha para dar rienda suelta a todo un catálogo de asesinatos/accidentes
orquestados (al estilo Giallo) que tendrá su culminación, todavía más efectista
y planificada si cabe en su continuación, la interesante La Maldición de Damien
(Damien: The Omen II). Esta secuela, muestra al muchacho, ya adolescente y conocedor
de su verdadera condición, formándose en una institución educativa a la que
ha ido a parar tras los accidentes acaecidos en su entorno con anterioridad...
Al
contrario de lo que ocurría en El Exorcista, Damien no desea renunciar a su
naturaleza perversa sino fortalecerla, sorprendentemente, invirtiendo en educación
y en formación. De este modo, Damien se dedica a comprender -entre accidente
y accidente- y a utilizar para su bien, los resortes del poder de la sociedad
que lo acoge (En este sentido, no es descabellado que en la fallida continuación
de La Maldición de Damien, El final de Damien, el pequeño acabe por convertirse
en un embajador de los Estados Unidos…) y ansía controlar. Damien añade a su
condición maligna un soplo maquinador ciertamente inquietante (no hay nada que
de más miedo que un político ignominioso, ¿verdad?).
Como se ve, la teoría del Anticristo (entidad demoníaca que, actuando de contrapeso
ideológico del cristianismo, reclamará los derechos que, sobre la Tierra, cree
poseer), es una premisa recurrente en el cine de terror de finales de los años
sesenta y setenta, sobretodo gracias a la película -magnífica y, sin duda, una
de las mejores del género- La semilla del diablo.
Con una propuesta muy parecida a la que luego heredaría, implícitamente, La
Profecía, el film de Polanski narra la historia de un joven matrimonio, Rosemary
y Guy, que se traslada a un apartamento de un céntrico edificio neoyorquino.
Pronto, la pareja, y en especial Guy, entablan amistad con unos vecinos ancianos,
de comportamiento misterioso pero displicente, y con una joven vecina que no
tarda en hacerse amiga y confidente de Rosemary. Los ancianos, cada vez más
próximos a Guy, intensifican el grado de su relación en cuanto Rosemary queda
embarazada. Una sucesión de comportamientos extraños y la muerte de su nueva
amiga, conducirán a Rosemary a creer que el bebé que acoge en su seno se trata
del hijo del mismísimo diablo.
Se ha denunciado hasta la saciedad y hay que volver a hacerlo: el explícito
e idiota título español (La semilla del diablo en lugar de Rosemary’s Baby)
perjudica el desarrollo del film y lo reconduce por una senda equivocada pues
la obra de Polanski, al menos en su concepción y entramado, es una obra construida
sobre una base paranoica, sufrida de primera mano por la protagonista -al igual
que ocurría en Repulsión- y, por lo tanto, probable delirio cinematografiado;
lo cual nos lleva a considerar una de sus principales virtudes, pues oculta
hasta el final la naturaleza (diabólica o no) del hijo de Rosemary.
5.- Los Inocentes
- ¿Quiere decir que teme volver a verla?
- ¡Oh, no... eso ahora no es nada! -luego expliqué-: Lo que temería sería no
verla.
The Innocents (en España, Suspense!), fue la adaptación que Jack Clayton realizó
para el Cine de la Otra Vuelta de Tuerca de Henry James, uno de los libros de
Fantasmas (reales o simbólicos) más afamados de la literatura. Y, huelga decir,
uno de los más adaptados, directa o indirectamente, al ámbito cinematográfico.
De este modo, la mencionada Suspense (The Innocents, 1961), La otra vuelta
de tuerca (Eloy de la Iglesia) o El Celo (Presence of minds, 1996), adaptan
directamente el relato de James y Los Últimos Juegos Prohibidos (The Nightcomers,
1971), indaga sobre los acontecimientos que tuvieron lugar con anterioridad
de la llegada de la Institutriz a la casa que, como se verá, gozarán de una
importancia significativa en la historia.
En las adaptaciones y en la propia novela, coinciden en presentar un relato
en primera persona, el de una institutriz con problemas familiares deducidos
de una estricta educación victoriana, y su llegada a una gran casa (alejada
de cualquier metrópolis) para hacerse cargo del cuidado y educación de dos hermanos:
Miles y Flora. Hermético, y de comportamiento extrañamente adulto, el pequeño
Miles es expulsado del colegio donde se encontraba inscrito sin posibilidad
de reinserción, tal y como puede comprobar su nueva institutriz en una carta
remitida desde el internado. El hecho de desconocer los verdaderos motivos que
fundamentaron esta carta, inquietará en grado sumo a la institutriz hasta el
punto de que su relación con Miles quedará profundamente condicionada, como
si, de veras, el “listo, apuesto, delicado y exquisito” Miles ocultara en su
interior una presencia maligna, corrompida por algún asunto pretérito. Sugestionada
por el misterioso pasado que parece aflorar de los anteriores cuidadores de
los niños, la institutriz comienza a ver apariciones espectrales, fantasmas
que se asoman por las ventanas o que transitan por el bosque y el lago cercanos.
Como se aprecia, el relato escrito por James, toda la acción se presenta desde
el punto de vista de la institutriz, así que, en cierto modo, los hechos responden
a una cuestión de percepción más que a una realidad en sí. De este modo, imagina
que los hermanos, en especial Miles (pero también a Flora, quien se muestra
cómplice de las actuaciones de su hermano), también pueden ver esos fantasmas
pero que, sin embargo, no desean admitirlo delante de ella.
A ojos de su institutriz, y quizá como una forma de evasión, Miles y Flora
imitan el comportamiento de los adultos, acrecentando la sensación de perversión
que su cuidadora tiene de ellos. De hecho, resultará paradójico que el apego
desmedido que sentía la institutriz hacia los niños y la obligación que se impone
de “salvarles” de la presencia de “ellos”, acabe, finalmente, de un modo tan
trágico.
Al contrario de lo que ocurría en La Semilla del Diablo, el título español,
Suspense, (aun sin venir a significar nada en concreto), se preocupa de ocultar
el carácter (¿inocente?) de los niños protagonistas manteniendo, efectivamente,
la intriga de considerar si todo lo que ocurre no es sino el fruto de la imaginación
paranoica de su cuidadora, algo en lo que coinciden la mayoría de las adaptaciones
de la obra de Henry James con mayor o menor acierto.
La malignidad de Miles y Flora imaginada por su institutriz convierte a los
niños, cuyo pasado se llega a insinuar como terrible -en el clímax final- en
víctimas del celo de una joven cuidadora demasiado sugestionable por el entorno.
6.- Poderes sobrenaturales
Y sintió el lento flujo de la sangre menstrual
que corría por sus muslos
Tanto
en ¿Quién puede matar a un niño?, como las versiones de El Pueblo de los Malditos,
los niños presumen de poseer una comunicación telepática (“mente confederada”,
lo llama Wyndham), lo que les habilita para plantear acciones colectivas de
carácter sorprendente. En Abrazo Mortal, además, esa condición intuitiva (propia,
por cierto, del género de zombies) se amplifica con la capacidad que los niños
tienen adquirida para hacer arder objetos y personas con el contacto físico.
Stephen King, hábil diseccionador de los temores infantiles en sus primeros
escritos, ampliará el espectro de poderes sobrenaturales atribuidos a los niños
en dos de sus más conocidas historias (Carrie y Firestarter) y, por extensión,
en las dos adaptaciones cinematográficas consecuentes.
Carrie, film catapulta del propio King y uno de los primeros blockbuster de
Brian de Palma, profundiza en el tema de la telequinesia y en menor medida en
su vertiente flameante, la piroquinesis, a costa de la historia de una muchacha,
la propia Carrie, acomplejada por su entorno (amigos y madre) y condición física.
La adolescente, que debe hacer frente a sus cambios hormonales al tiempo que
trata de reconducir su vida socio-afectiva, reacciona de forma inconsciente
contra los ataques que sufre, con un extraño poder psíquico (la capacidad de
mover objetos a distancia o, incluso, de hacerlos explotar) que se torna en
especialmente virulento cuando la afrenta sobrepasa los límites de la tolerancia.
Recordada, sobretodo, por la escena (sangrienta) catártica del final, Carrie
sigue siendo un film estimable que lleva hasta el último extremo la vulnerabilidad
de la etapa adolescente y la escuálida frontera que separa la burla de la humillación
convirtiéndose en una obra que, , finalmente, se recrea en la venganza perpetrada
por una niña a la que le cuesta dar el paso hacia la edad adulta, contra una
sociedad que reniega de sus especímenes diferenciados.
A pesar del éxito que tuvo, Carrie pudo evitar la avalancha de imitaciones
-algo que sí ocurriría a la mayoría de sus coetáneas-, aunque quizá la influencia
más evidente del film de Brian de Palma (también recogerá influencias y alguna
escena de El Exorcista de Friedkin), podemos encontrarla en el film: Ruby, de
Curtis Harrington (aunque firmada con el pseudónimo de la disconformidad: Alan
Smithee). En la historia de Harrington, Ruby es una chica sordomuda que, influenciada
por el espíritu de un gángster del pasado, provoca una escabechina (literalmente)
en un cine al aire libre regentado por la antigua amante del susodicho fantasma…
Oscura, violenta y decadente, el film de Harrington mereció una mejor suerte
comercial y crítica de la obtenida y hoy, desafortunadamente, ni siquiera se
cuenta entre las películas más agraciadas del director de Queen of Blood.
Firestarter se presenta alejada del cine de terror juvenil como una mezcla
de la propia Carrie, Furia (ambos filmes de Brian de Palma) y Scanners, el film
de David Cronenberg, con quien comparte además su falta de pretensiones. A pesar
de todo, la premisa del film es tentadora: una niña de ochos años, dotada de
un poder piroquinético, huye en compañía de su padre de aquellos que tratan
de utilizar sus extraordinarios poderes en beneficio propio. En este sentido,
las actuaciones de la niña se alejan de la malignidad y encuentran su justificación
en la defensa propia, algo que, efectivamente, entronca al film de Mark L. Lester,
con alguna de las películas vistas con anterioridad. Sin embargo, el aspecto
dulce de la pequeña, la empatía que se deduce de la relación de su padre y el
carácter no deseado de su poder, condiciona al espectador hasta ponerse de parte
de los perseguidos (algo habitual en el Cine: ya sabéis lo que nos gusta que
los ladrones escapen en la ficción…), al saberla objeto de una cacería organizada
con fines crematísticos y, probablemente, amorales.
Algo habitual en el mundo que los niños -malvados o no- desearían cambiar para
siempre.
7.- Apéndices:
Filmes analizados:
- ¿Quién Puede Matar a un Niño? (Narciso Ibáñez Serrador)
- El Pueblo de los Malditos / The Village of the Damned (Wolf Rilla)
- El Pueblo de los Malditos / The Village of the Damned (John Carpenter)
- Los Chicos del Maiz / The Children of the Corn (Fritz Kiersch)
- Mala Semilla / Bad Seed (Mervin LeRoy)
- Shock (Mario Bava)
- El Buen Hijo / The Good Son (Joseph Ruben)
- El Otro / The Other (Robert Mulligan)
- Las Tres Caras del Miedo / Il tre volti della paura) (Mario Bava)
- El Misterio de Salem’s Slot (TV) / Salem’s Slot (Tobe Hooper)
- Entrevista con el vampiro / Interview with the vampire (Neil Jordan)
- Abrazo Mortal / The Children (Max
- Estoy vivo / It’s alive (Larry Cohen)
- La noche de los muertos vivientes / The night of the living dead (George
A. Romero)
- El Exorcista / The Exorcist (William Friedkin)
- La Profecía / The Omen (Richard Donner)
- La maldición de Damien / Damien: The Omen II (Don Taylor)
- La Semilla del Diablo / Rosemary’s baby (Roman Polanski)
- Suspense / The Innocents (Jack Clayton)
- El Celo / Presence of minds (Antonio Aloy)
- Carrie (Brian de Palma)
- Ruby (Curtis Harrington)
- Ojos de fuego / Firestarter (Mark L. Lester)
Libros y relatos referenciados:
- La Familia del Vourdalak (Aleksei K. Tolstoi)
- El Juego (Juan José Plans)
- El Pueblo de los Malditos (John Whyndham)
- El Umbral de la noche (Stephen King)
- El Otro (Tom Tryon)
- El Misterio de Salem’s Slot (Stephen King)
- El Exorcista (William Peter Blatty)
- La semilla del Diablo (Ira Levin)
- Ojos de fuego (Stephen King)
- La Otra Vuelta de Tuerca (Henry James)
- Carrie (Stephen King)
Semillas de Maldad: Los niños malvados en el cine de terror es
un artículo escrito por J. P. Bango a lo largo del mes de agosto de 2004
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