Terror Universal
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Seccion: Efectos Especiales (Lecturas: 6305)
Fecha de publicación: Noviembre de 2000

Jack Pierce, Dr. Jekyll

Jack Pierce fue un verdadero artista que creaba espantos, después de hacer un profundo estudio de las características de sus personajes.

Sara Rodríguez Mata



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En anteriores artículos hemos hablado de la importancia de los maquilladores en el rodaje de una película, que –junto al equipo de vestuario- contribuyen a crear la imagen y ambiente adecuado. Realizar una caracterización significa atender a las técnicas útiles y trabajar sobre la cara construyendo y enfatizando características que en realidad no existen o son a penas acentuadas. Se trabaja sobre los párpados, a menudo sobre los dientes, se transforman mucho las cejas y la nariz, y sobre todo se trabajan mucho el pelo, los postizos y las barbas. Todo esto, teniendo en cuenta que el maquillaje para una caracterización debe tener una alta calidad para que sea imposible detectar si se trata de un maquillaje, incluso en los primeros planos.

Jack Pierce en acción sobre el cuerpo de Lon Chaney Jr.Jack Pierce y Maurice Seiderman fueron dos famosos maquilladores que trabajaron en la década de los treinta y revolucionaron el mercado cinematográfico. Ambos estudiaron la anatomía humana en un esfuerzo por hacer que sus caracterizaciones fueran más reales. Pierce fue el responsable de las transformaciones de  Boris Karloff en Frankenstein y  Bela Lugosi en el conde Drácula. Seiderman consiguió perfeccionar el proceso de envejecimiento humano tan bien, que creó 37 distintas 'caras' para Orson Welles en Ciudadano Kane. Jack Pierce fue un auténtico artista, un escultor singular que modelaba espantos, después de hacer un profundo estudio de las caracterizaciones de sus personajes. Su obra maestra sigue siendo la del monstruo de Frankestein, personaje que daría fama mundial y fortuna a Boris Karloff.

Nacido para el cine en 1931, Pierce moriría en Hollywood el 19 de julio de 1968. La caracterización del monstruo imaginado por Mary W. Shelley fue uno de los empeños más laboriosos de todo el cine de terror. Los periódicos de la época con la vista puesta en la publicidad del Frankestein de James Whale, hablaban de un «secuestro» de Boris Karloff en las horas pasadas en el taller de Pierce, sometido al doloroso milagro de su transformación. Rasgos grotescos, infernales y espeluznantes, llenos de heridas laceradas y de recortes incrustados en su carne. Pierce necesitaba seis horas para crear la caracterización de Frankenstein. «Aunque el nombre de Pierce - decía Robert Bloch, poco después de fallecer el gran maquillador de la Universal - era desconocido para el espectador medio, de una estrella para el ávido entusiasta de las películas de terror, y entre esos admiradores se podía contar con un seguro servidor. Fue el mejor, el más grande.»

Poster publicitario de la obra montada en Los Angeles por Scott Essman sobre Jack PierceJack Pierce fue el artífice que creó las máscaras más escalofriantes para el cine de terror y, sobre todo para Boris Karloff, en la década de los treinta, los años más brillantes del cine norteamericano. Jack Pierce fue un verdadero artista que creaba espantos, después de hacer un profundo estudio de las características de sus personajes. Fue un poeta, un mago, un trabajador infatigable, para quien sus horas de creación apenas contaban. El éxito de Frankenstein llevó a la Universal a firmar un contrato con Boris Karloff por siete años. La momia (The Mummy, 1932) presentaba a Boris Karloff en un doble papel: en el de sacerdote pérfido con poderes hipnóticos y en el de su propio antepasado, una momia resucitada de 3.700 años de antigüedad. La caracterización para La momia fue otra de otra de las obras maestras de Pierce. Le ocupaba unas cuatro horas de intenso trabajo sobre el rostro y brazos de Karloff. El actor comentó más tarde que cuando Jack comenzaba a maquillarlo se sentía como «una momia».

Trabajando sobre Boris KarloffEl nombre de Pierce apenas aparece en las historias del cine, donde se le cita de pasada en el género del terror. Tampoco en Hollywood se le dio trascendencia a sus creaciones. Forrest J. Ackerman, editor de Famous Monsters of Filmland, comentaba lo siguiente sobre la muerte de Pierce: «el último gran pionero del maquillaje murió cerca del estudio donde había obtenido sus más grandes triunfos, solo, acompañado únicamente por su esposa». Después de veintidós años en la Universal, recibió la noticia de que sus servicios ya no eran necesarios. La era en que había sido útil había concluido. Sus técnicas de colodión, de maquillaje, habían pasado de moda. El plástico, el caucho, el material esponjoso y otros productos modernos, reemplazaban a los antiguos procedimientos, inferiores, que Pierce utilizaba en su trabajo. A su funeral sólo acudieron veinticuatro personas.