Seccion: Artículos (Lecturas: 13243)
Fecha de publicación: Febrero de 2005
Perversas para la posmodernidad
En el fondo a los varones les gusta ser tratados mal... pero solo por las perversas seductoras. Sara Rodríguez Mata
(Epílogo)
Está bien, está bien. Ganáis vosotros por goleada. Y
digo vosotros, hombres, que desde que publicara los anteriores artículos
sobre el mito de la perversa en el cine, no habéis dejado de escribir
para decir que os gustó (muchas gracias por los elogios) y para pedir
uno más. ¡¿Otro más?¡ ¿Sabéis lo que os digo?...Que en
el fondo os gustan que os traten mal. Os pirráis por las mujeres malvadas
(seductoras, pero no feas).
No sólo las mujeres escribimos sobre nosotras mismas.
También los hombres. Mi amigo y "vampiro" Francisco Javier
Sánchez-Verdejo Pérez, realizó su tesis doctoral sobre
el inquietante mundo de las primigeneas perversas. Bajo el título de
"Terror y placer: Hacia una (re) construcción cultural del mito
del vampiro y su proyección sobre lo femenino en la literatura escrita
en lengua inglesa" (tesis que fue merecedora de Matrícula de
Honor Cum Laude) analiza por qué la mujer ha sido subyugada por el hombre
desde tiempos inmemorables, aspecto que prepara a la vampira como precedente
de la femme fatale.
Eloise es la perversa más famosa de todo el pop
español. Quién no recuerda aquella canción del gran Tino
Casal. Eloise, en el fondo siempre he pensado que era un travestón,
pero y qué más da, tiene la maldad de la mujer. Ella es la bomba,
ya lo decía Casal cuando la describía en su canción. Sus
pechos goma y nitroglicerina eran su carta de presentación. Eloise estaba
por encima del bien y del mal y conseguía tener a los hombres a sus pies,
como perros fieles. Luego, Tino se murió, y como legado nos dejó
a Eloise; una de mis preferidas y protegida.
No sé si José Antonio Hurtado estaba pensando en Eloise cuando
definió a la mujer fatal como «ese explosivo cóctel de erotismo
y muerte, sexo y violencia, deseo y destrucción» (José Antonio
Hurtado, "Sombras de sospecha", en Imágenes del mal, p. 253); el caso es que
se parece mucho a la mujer de la que habla Casal. Mujer para la que el sexo
es su arma favorita, y normalmente la conduce, como feroz mantis, a devorar
y ser devorada.
El cine negro ha sido el género donde mejor se han encontrado
nuestras perversas. Estas mujeres, ya lo dijimos en anteriores artículos,
se han caracterizado por lucir una estética marcada y erótica
y por conducir al hombre hacia terrenos insospechados con tal de conseguir lo
que ellas se propongan.
Recordemos que el mito de la mujer fatal en el cine, vivió
su época dorada entre los años 30 y 50, en donde encontramos magistrales
perversas. Lulú de La caja de Pandora,, Lola de El ángel
azul,, la diabólica Nicole deLas Diabólicas, Kathie
Moffet de Retorno al pasado o La dama de Shangai,; son la galería
de clásicas precursoras que han marcado estilo. El tiempo no pasa para
las malvadas porque las malas nunca pasan de moda. Ejemplo de ello es que este
tipo de mujer es adoptada en casi todos los géneros cinematográficos
por ser irresistible y diabólicamente inteligente.
Sin embargo, los guionistas no han sido muy agudos y se han encasillado a
la hora de crear historias con perversa como protagonista. En el fondo, si nos
fijamos, las tramas de las películas de género negro, con perversa
incluida, son idénticas. Fuego en el cuerpo, Chinatown,
El cartero siempre llama dos veces y otras más, se basan en el
mismo tema: se trata de un triángulo amoroso, compuesto por dos hombres
y una mujer, en el que ella quiere deshacerse de su marido para quedarse con
el dinero. Para conseguirlo utiliza al amante, provocándolo e incitándolo
para que caiga en sus redes (un cuerpo diez y un par de tetas son razones más
que suficientes). Pero el hombre (tratado en estas películas como un
ser cínico y vulnerable a los encantos femeninos) no piensa que detrás
de una belleza sin igual se esconde una mujer más que inteligente: una
mujer obsesionada con alcanzar lo que se propone, aún a costa de usar
su poder letal... Una vez que él ha caído en su tela de araña,
la malvada lo maneja a su antojo.
La filóloga Sara Martín, reconoce que las mujeres
también asesinan, pero a diferencia de los hombres, no matan por odio
al sexo opuesto. Ellas suelen matar por motivos pasionales (celos, principalmente),
por obtener provecho material de la muerte de las víctimas, por defenderse
de los ataques de hombres que abusan de ellas o de sus hijos, o impulsadas por
trastornos momentáneos. (Sara Martín, Monstruos al final del milenio,
p. 166)
Y
ante esto, ¿qué hace el cine? Culpar la violencia cometida por la mujer
asesina, con la excepción de la mujer que se obsesiona sexualmente con
un hombre. Sin embargo, el espectáculo sexual que ofrece la mujer fatal
tiene una consecuencia indirecta -que los hombres que las crean parecen obviar-
y es que, incluso en el caso de que ella sea castigada, las espectadoras tienen
la oportunidad de reírse a sus anchas de la simpleza mental de los héroes,
que no pueden evitar caer en los brazos de estas mantis religiosas. (Sara Martín,
op cit, p. 184)
En este sentido, el término freudiano de fetichismo,
es esencial en cuanto a característica genérica de toda malvada.
El fetichismo se refiere a la perversión por la que los hombres intentan
descubrir en la mujer el pene que puede darles satisfacción erótica
(por ejemplo, una cabellera larga, unos zapatos o unos pendientes). El temor
a la castración es la base del fetichismo, porque hace que sea imposible
la excitación sexual con una criatura que carece de pene o de algo que
lo sustituya. La escritora norteamericana E. Ann Kaplan señala que «en
el cine puede "fetichizarse" todo el cuerpo de la mujer, para contrarrestar
el miedo a la diferencia sexual, es decir, a la castración». (KAPLAN,
E. Ann, Las mujeres y el cine. A ambos lados de la cámara, p. 36)
Por otra parte, el placer del sexo es y ha sido un arma de
doble filo para las mujeres: más de una se ha servido de este para conseguir
sus fines y dominar a ciertos hombres. No es de extrañar que el gran
terror del hombre sea encontrarse cara a cara con una seductora manipuladora
y sufrir en carnes las consecuencias de una noche de pasión desenfrenada.
Para Sara Martín, «la mujer fatal es un monstruo
moral de extraordinaria belleza física en el que cristaliza una fantasía
erótica masoquista, según la cual el hombre se rinde a la atracción
sexual ejercida por una bella cruel y caprichosa a cambio de un placer exquisito,
pese a que éste supone la muerte o, como mínimo, la pérdida
de su credibilidad como macho dominador». (Sara Martín, op cit,
p.180)
Desde Escalofrío en la noche hasta Atracción
fatal, los hombres han construido una serie de fantasías en las que
son perseguidos por mujeres fatales hasta la muerte. Estas películas,
expresan un claro miedo a la sexualidad y al deseo femeninos. La lista de perversas
posmodernas es larga; sin embargo, hay dos mujeres fatales esenciales
para entender el erotismo masculino del último cuarto de siglo: Matti
(Kathleen Turner) de Fuego en el Cuerpo (1981, Lawrence Kasdan)
y Cora (Jessica Lange) de El cartero siempre llama dos veces,
también producida en el año 1981 y dirigida por Bob Rafelson.
Ambas
películas son remakes de anteriores obras de los años 40, basadas
en sendas novelas de James M. Cain: Fuego en el cuerpo readapta Perdición
(1944) con Barbara Stannwick y El cartero siempre llama dos veces
tuvo una primera versión con Lana Turner en 1946. La diferencia
entre Stanwick y Lana Turner, por un lado, y Kathleen Turner y Lange por el
otro, no estriba tanto en la caracterización de la mujer fatal –ella
es básicamente la misma-, sino en la mayor franqueza visual del cine
de hoy. Mientras Stanwyck y Lana Turner seducen sin desvestirse, a partir de
Kathleen Turner y de Jessica Lange todas las mujeres fatales se desvisten en
pantalla, básicamente porque el erotismo ha ido cayendo paulatinamente
en manos de la pornografía. (Íbidem, pp.183-184)
La seductora Matti de Fuego en el cuerpo ha inspirado
un tipo de mujer fatal capaz de ganarle la partida al hombre, cuya necedad mental
y sexual ella desprecia profundamente.
La exageración del poder de la sexualidad de las
mujeres fatales es el rasgo más cuestionable hecho por hombres. Pero
Martín dice que, en general se tiende a disculpar la maldad de las mujeres
monstruosas e incluso a insinuar que las mujeres sólo ejercen la violencia
cuando están fuera de sí y no como manifestación intrínseca
de su maldad o crueldad. Como se puede ver, el papel que el cine asigna a la
mujer es el de mujer redentora frente a la decadente masculinidad del monstruo.
Quizás la falta de una réplica femenina de Freddy Krueger –o de
Hitler en el cine actual es el argumento más claro para sostener que
el territorio de la monstruosidad es básicamente masculino. (Sara Martín,
op cit, p. 189)
Instinto Básico (1992) de Paul
Verhoeven es otra película clave que estará en la mente de
todos. En ella, Sharon Stone interpreta a Catherine Tramell, una
novelista de éxito, rica bella y soltera. Hasta ahí todo bien…Hasta
que Nick, el policía que interpreta Michael Douglas descubre que es una
asesina que goza matando a sus amantes en el momento del orgasmo. Una mantis
religiosa en toda regla que consigue atrapar al policía y hace que las
culpas recaigan sobre otra mujer, para así exculpar a su amada. Precisamente,
como explica Barbara Creed en The monstrous-Feminine «la
misoginia tiene sus raíces en el miedo ancestral del hombre a ser dominado
en el acto sexual, el temor literal, simbolizado por el mito de la vagina dentada,
a que el falo sea engullido y devorado».
Con
su rizada melena pelirroja por bandera, insinuándose bajo un conjunto
de lencería negra de encaje y cubierta por una bata transparente que
deja entrever su sinuosa figura de serpiente, se presenta Satine ante el supuesto
duque. Nos referimos a la famosa escena de la película Moulin Rouge
(2001, Baz Luhrmann), en la que Nicole Kidman da vida a esta mujer fatal
- aunque más sensible de lo habitual-, que maneja a los hombres a su
antojo y lleva al amante al mundo de vicio y depravación. Su intención
no era otra que la de seducirlo para hacerse con sus riquezas...Pero le sale
rana.
Una de las últimas secuelas que nos ha regalado el cine
ha sido el título Mujer fatal (Femme Fatale, 2002) de Brian
de Palma, film de cargado erotismo que tiene como protagonistas a
Antonio Banderas y Rebecca Romijn-Stamos. De Palma retoma la imagen de la femme
fatale que resurgió en los años 70, es decir, una mujer de abierta
sexualidad y voluptuosa inteligencia.
Laura Ash es la malvada protagonista de esta cinta. Una mujer
que el propio De Palma definió como una zorra que utiliza su belleza
y sexualidad para obtener lo que quiere. Una chica peligrosa, inteligente y
seductora.
Brian de Palma vuelve a poner a prueba a los espectadores más
perspicaces al sembrar de citas y referencias Femme Fatale. Un ejemplo:
la primera secuencia en la que aparece Laura Ash (Rebecca Romijn-Stamos), está
contemplando en la televisión el film Perdición. La sensual
ladrona de joyas se identifica con las mujeres fatales clásicas del cine
negro: Barbara Stanwyck, Rita Hayworth o Kathleen Turner.
Mujeres fatales, feas, perversas, malvadas y seductoras
que nunca morirán. Larga vida a las perversas.
Un beso de perversa. Muuacc!
Fuentes bibliográficas:
CREED, Barbara, The Monstrous-Femenine, Londres, 1993, Ed.
Routledge
MARTÍN, Sara, Monstruos al final del milenio,
Madrid, 2002 (1ª edición), Alberto Santos Editor
HURTADO, José Antonio, «Sombras de sospecha».
En Imágenes del mal, Vicente Domínguez Coordinador, Madrid,
2003 (1ª edición). Ed. Valdemar
KAPLAN, E. Ann, Las mujeres y el cine. A ambos lados de
la cámara, Madrid, 1998, Ed. Cátedra
WEINRICHTER, Antonio, «La femme noire y otras chicas
malas». En Imágenes del mal, Vicente Domínguez Coordinador,
Madrid, 2003 (1ª edición). Ed. Valdemar
| atrás
| recomendar esta página
| enviar comentarios
| arriba
| |