Seccion: Efectos Especiales (Lecturas: 13473)
Fecha de publicación: Diciembre de 2000
Frankenstein, made by Pierce
Las instancias del maquillaje del monstruo de Frankenstein en el filme de 1931 de James Whale y los precedentes (el filme de 1910 de Edison) y posteriores (el monstruo de Glenn Strange y Christopher Lee). Sara Rodríguez Mata
En
el anterior artículo ya hablamos sobre la vida y obra de Jack Pierce, uno de
los mejores maquilladores que ha dado la historia del Hollywood clásico y que
ha pasado a ser reconocido y obtener notoriedad mundial gracias a sus maquillajes
de terror. Su obra maestra sigue siendo la del monstruo de Frankestein, personaje
que daría fama mundial y fortuna a Boris Karloff. La caracterización del monstruo
imaginado por Mary W. Shelley fue uno de los empeños más laboriosos de todo
el cine de terror. Los periódicos de la época con la vista puesta en la publicidad
del Frankestein de James Whale, hablaban de "secuestro" de Boris Karloff
en las horas pasadas en el taller de Pierce, sometido al doloroso milagro de
su transformación. Rasgos grotescos, infernales y espeluznantes, llenos de heridas
laceradas y de recortes incrustados en su carne. "Ver a Karloff -decía
una gacetilla publicada en el New York Herald- es ver la más horrible visión
dantesca. Sus ojos y nariz empegotonados parecen respirar fuego; sus brazos
que parecen desgajados, son invencibles."
A
raíz de la interpretación del personaje de Ned Galloway en THE CRIMINAL CODE
(El Código Penal-1931), Boris Karloff llamó la atención de James Whale
para la películas de FRANKENSTEIN (1931). Estas fueron las palabras que pronunció
Whale al conocer a Karloff: "Su cara, señor Karloff, tiene interesantes
posibilidades. Permítame presentarme. Mi nombre es Whale. ¿Le vendría bien acudir
mañana por la mañana a los estudios Universal para una prueba para mi próxima
película, «Frankenstein»? Perdóneme si no le doy ningún guión. Al
fin y al cabo, su personaje tampoco lo necesita".
Jack Pierce utilizó los apuntes a lápiz de Whale como guía para avanzar en
una dirección distinta de la empleada para el monstruo de Florey. "Empezamos
por suponer", explicó Karloff más adelante, "que, uno tras otro, en
aquel pobre cráneo se habían ensayado distintos cerebros, insertándolos y retirándolos
después. Esa es la razón de que reforzáramos la frente para dar la impresión
de cirugía demoníaca. Luego descubrimos que los ojos brillaban demasiado, parecían
entender demasiado bien, y era esencial el desconcierto de la torpeza mental.
De manera que me puse cera en los ojos para lograr una sensación de pesadez,
de que el monstruo veía sólo a medias. También aumenté de estatura en los zapatos.
Mostramos igualmente dónde había sido necesario hacer un cambio al fallar probablemente
la primera mano injertada."
Aunque
fue a Charles Ogle a quien le cupo el honor de interpretar el primer monstruo
de Frankestein en 1910 y dirigido por J. Searle Dawley para la Edison Kinetogram,
no ha existido ninguna otra caracterización mejor conseguida y con mayor impacto
en los espectadores (de entonces y ahora) que la realizada por Pierce. Durante
las tres semanas que duró el rodaje de Frankestein, Boris Karloff se ponía en
manos de Pierce desde las 6 de la mañana hasta las 12 del mediodía. Era sometido
en estas horas a un minucioso estudio de sus facciones completar su célebre
caracterización: una máscara cuadrangular de abultada frente surcada por cicatrices,
cutis cadavérico sembrado de poros, falsos párpados semiocultando los ojos ("ojos
de lagarto" los llamó Pierce), rictus labiales conseguidos a base de invisibles
grapas metálicas y, a ambos lados del cuello, los míticos electrodos por donde
le insuflaron la vida. Terminaban por completar la caracterización unas pesadas
botas de asfaltador de once kilos de peso
que le hacían parecer más alto y se le entablillaban las piernas con unas barras
de acero para mantenerlas rígidas al andar, lo que provocaba ese andar tambaleante.
Esta técnica evolucionó cuando se volvió a versionar la película en la
década de los cuarenta, pues Pierce creó una cabeza de algodón y colodio y el
que se confeccionó para Glenn Strange estaba hecho de látex y era más fácil
de colocar. Pero con la realización del maquillaje no acababa el trabajo, pues
la tarea de quitar el maquillaje, concluida la jornada diaria de rodaje, era
casi tan minuciosa y costosa como la de aplicarlo.
No estaría equivocada si dijera que el monstruo de Frankenstein no hubiera
sido lo mismo de no ser por la genial aportación del maquillaje de Pierce. Aunque
las caracterísitcas del monstruo fueron evolucionando a lo largo de las películas
en las que intervino, mantuvo una cierta tipología en la que se fijaron versiones
posteriores. Distinta fue la adaptación de Terence Fisher que otorgó a Frankenstein
una estructura diferente.
A Whale le divertía la manera que había tenido Karloff de reaccionar ante el
éxito. Los dos se divirtieron haciendo Frankestein, pero a raíz de los elogios
de la crítica -y de su nuevo contrato- Karloff empezó a tomarse muy en serio.
Poco después de que se acordara que Whale iba a dirigirle en THE INVISIBLE MAN
(El Hombre Invisible-1933), se presentó un enviado en el chalé donde Whale tenía
su despacho para anunciarle que el señor Karloff estaba en el departamento de
maquillaje y le gustaría conocer la opinión del señor Whale sobre su última
caracterización, con la que aparecía en la película que iba a empezar. Whale
siguió obedientemente al mensajero y fue conducido escaleras arriba, corredores
abajo y a través de puertas hasta que, con gran ceremonia, se le introdujo en
una habitacioncita en la que Jack Pierce, muy orgulloso de sí mismo, le esperaba
detrás de un sillón de barbero con aspecto de trono, ocupado por una persona
cuyo rostro quedaba ocultado por un pedazo de terciopelo rojo. Pierce procedió
a retirar la tela lentamente, dejando al descubierto a un Karloff al que, como
Whale explicó más adelante, parecían haber tirado encima un cubo de basura.
Whale dedujo que todo aquello debía estar relacionado con el Imhotep de Freund,
acerca de una momia egipcia que vuelve a la vida.
Al
igual que ocurrió con versiones posteriores de Drácula, como las que realizó
la famosa Hammer, con THE CURSE OF FRANKENSTEIN (La Maldición de Frankenstein-1957)
- primera producción terrorrífica de la Hammer y primera interpretación terrorífica
de Christopher Lee - se singulariza por la nueva visión del personaje. La novedad
empezaba en la misma caracterización: el maquillaje de Boris Karloff era una
impresionante y maciza carátula, casi rectangular, inhumana, pero dotada de
una especie de fría belleza. En cambio, Christopher Lee -maquillado por Phil
Leakey- concuerda más con la descripción que da Mary Shelley en su novela: es
propiamente, un hombre inacabado, una materia que no ha encontrado por completo
su forma. Su rostro - una masa indistinta de cicatrices, injertos y costurones
- inspira tanto horror como piedad, es más patético que temible.
| atrás
| recomendar esta página
| enviar comentarios
| arriba
| |