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Fecha de publicación: Julio de 2006
El enemigo invisible: el fantasma del Siglo XX
Un vistazo a la psicología del Hombre Invisible y algunos símbolos míticos sobre la realidad.
David Aparicio
La película sobre la que vamos a tratar es El hombre invisible (The
Invisible Man, 1933) de James Whale. Elegimos esta película porque creemos
que goza de una gran actualidad, más incluso de lo que se podría
esperar. A través del análisis textual y cruzando textos y momentos
de la Historia del Siglo XX, lo demostraremos.
El hombre invisible se basa en dos novelas: la obra del mismo título
escrita por H. G. Wells y The Murder Invisible escrita por Philip Wyllie.
David Lewis, amante de James Whale, señala que "Desde
el principio Jimmy dijo que él único actor para ese papel es Claude
Rains". Hacer una película del éxito de El Dr. Frankenstein
(Frankenstein, 1931), conllevó a que la productora quisiese hacer
una secuela de esta película. Whale no solo hizo otra película
con argumento diferente a sus predecesora, sino que además prescindió
de dos los actores esperados dentro de la misma: Boris Karloff y Colin Clive.
James Whale desechó a ambos actores porque buscaba a un interprete con
una voz lo suficientemente poderosa como para enganchar al público y
expresar las cualidades psicológicas del científico Jack Griffin,
y esa voz fue la de Claude Rains. Por cierto, recomendamos mas que nunca a las
personas que se animen a ver la película, a que lo hagan en versión
original con subtítulos, el doblaje es penoso y tergiversa el guión
original.
El siguiente gran problema de esta producción fueron los efectos especiales
a cargo de John Fulton, como señala James Curtis en su libro sobre James
Whale: "Whale y Fulton funcionaron como un equipo muy eficaz. Fulton
dirigía la escena desde la perspectiva del asesor técnico."
El rodaje duró cuatro meses. La película fue un gran éxito
de taquilla, se estrenó en el Roxy Theatre de Nueva York y recaudó
$ 45.000 en una semana. Nos encontramos pues ante una película que constituyó
un autentico fenómeno de masas. Por ello defendemos una lectura desde
la perspectiva histórica de esa época para poder comprender la
experiencia estética de esos espectadores, y buscar los posibles nexos
entre ese relato y los hechos acaecidos durante esa época.
Los sueños de la razón producen monstruos
Los sueños de la razón científica han
producido múltiples monstruos a lo largo del siglo XX y siguen presentes
en el siglo XXI, monstruos que como apunta el título provienen de la
razón científica.
El monstruo de El hombre invisible proviene de la razón de Jack
Griffin (Claude Rains) que busca la invisibilidad. Este hecho resulta notable
puesto que la ciencia de la modernidad, la que se configura a partir de Descartes,
solo considera como válido todo aquello que se puede demostrar de una
forma empírica, incluso Descartes comienza a dudar entre la realidad
y los sueños y la única afirmación que encuentra como valida
es la de: Entiendo luego existo. Jesús González Requena
subraya que la afirmación de Descartes es la de un cuerpo sometido
a la lógica de los significantes, que nada sabe de la pulsión
que lo habita, limitada al ámbito del entendimiento. Las pulsiones
del ser humano son inconscientes y observamos que a raíz de la modernidad
hay una recusación de las mismas. Pero lo mas significativo de todo es
la disociación del discurso científico que presenta El hombre
invisible, si porque el científico como ya hemos señalado
busca la invisibilidad y sin embargo solo se encuentra la verdad científica
a través de la demostración empírica, luego la invisibilidad
hace imposible que se articule ningún lenguaje científico. Por
otro lado encontramos que ese discurso científico relega a un segundo
plano él discurso subjetivo alegando que este no puede aportar nada acerca
de la Verdad, y la anulación más radical de la subjetividad se
encuentra en la desintegración de la imagen del propio cuerpo. Por esa
anulación del discurso subjetivo que se liga a la recusación de
las pulsiones se puede decir que el lenguaje queda completamente trastornado,
enfermo, loco. Piénsenlo… ¿Cómo consiguió Hitler sus propósitos?
¿Unos objetivos que hoy en día se ven como completamente desequilibrados?
Pues sin lugar a dudas a través de un lenguaje que articulaba su paranoia
a través de una alegación científica: La de que los judíos
son seres que quedaron a mitad en el proceso evolutivo a partir del mono, que
emponzoñaban la sangre del ario, que eran responsables de la pobreza
alemana y que por lo tanto tenían que ser exterminados. Pero lo más
sorprendente de todo es que a un judío autentico no se le reconocía
a siempre vista. Había que marcarle con la estrella de David colocada
en el brazo izquierdo y en el lugar del corazón. Los judíos eran
enemigos invisibles a los que había que marcar para reconocerlos.
Cuando Jack Griffin muere recupera su corporalidad, siguiendo con el
símil del holocausto nazi, cuando los aliados entraron en Alemania dijeron
que no sabían nada de los campos de exterminio. Esos hombres invisibles
también se tornaron visibles como cadáveres.
Cuando Jack Griffin entra completamente vendado la música cesa, los
clientes se callan y dos hombres que antes hacen chistes ahora se alejan, al
cuerpo que tienen en frente no se le puede tomar en broma. Todo el mundo le
mira con temor, todos menos Jenny (Una O’Connor)la esposa del
tabernero. Ella le trata con cierta amabilidad, incluso trata de dialogar con
él en su habitación pero la aspereza de Griffin hace que
fracase en su intento. Dos clientes hablan sobre el inquilino uno de ellos señala
que se trata de un criminal y huye de la ley. Esta conclusión responde
a un mecanismo paranoico en el que una frase originaria: Un hombre vendado
es un herido, se transforma en otra inversa: Un hombre vendado es un
criminal. Su compañero deshecha esa opción y le dice que si
usa gafas es para no quedarse cegado por la nieve. Resulta notable que ningún
cliente diga nada a propósito de las vendas del herido, una realidad
que queda omitida.
Podemos afirmar que lo que desarrolla Jack Griffin es opuesto
a lo que desarrollan los personajes que le rodean. Además el apellido
Griffin designa en inglés a un animal fantástico compuesto de
cabeza, alas y garras de águila y cuerpo de león, su carácter
monstruoso lo lleva en el apellido.
Por
un descuido de su ayudante Millie, Jenny se olvida de llevar la
mostaza en la bandeja de la comida, esto hace que suba de nuevo a la habitación
para darle la mostaza, abre la puerta y Griffin se tapa la parte invisible
con rapidez, esto asusta a Jenny que no es consciente de que le falta
la mitad de la cara y cuando baja a la taberna dice algo que resulta obvio:
Ha debido de tener un accidente de los gordos. Algo obvio pero que ningún
cliente de la taberna advierte, es más en cuanto Jenny dice esto
uno de los clientes se reafirma en la hipótesis de que es un criminal:
seguro que se ha roto la crisma al saltar los muros de la prisión.
Nos encontramos con que los clientes no fueron conscientes de las vendas pero
ya lo hemos advertido, todo lo que amenaza a la sociedad del placer se convierte
en un enemigo y objeto de desprecio, en este caso Jack Griffin encarna
la posibilidad del cuerpo lacerado, mutilado, avasallado, del cuerpo siniestro
que se oculta bajo unas vendas. La recusación de las pulsiones y su amenaza
provoca ese mecanismo paranoico que invierte el enunciado que señalábamos
antes.
Ausencia de relato
Flora
(Gloria Stuart), la novia de Griffin, acude preocupada a su padre,
un científico que realiza sus experimentos, porque no sabe nada de Jack
desde hace un mes. El padre le ignora, luego trata de tranquilizarle recordando
que Jack dejó una nota en la que dijo que tardaría en volver.
En realidad Flora busca una respuesta que de sentido a la ausencia de
Jack. Pero el padre solo maneja signos objetivos, repetibles y verificables
(las probetas del experimento, las reacciones químicas de los líquidos,
la nota que deja Jack, la soledad necesaria para trabajar…) y no le da
una palabra que de sentido a esa ausencia. Cuando Flora pregunta la clase
de experimentos que Jack hacía, su padre le contesta que son cosas
personales, subjetivas de Jack, y como ya hemos señalado la subjetividad
y el discurso subjetivo han quedado completamente anulados y por lo tanto el
padre no tiene una palabra simbólica que oriente a su hija en el descentramiento
de Lo Real: Anoche tuve el presentimiento de que Jack estaba en graves apuros.
En ese momento Kemp entra en escena, el padre de Flora le cuenta
la preocupación de su hija, Kemp dice que no le extraña
porque Griffin debía de haber escrito para informar de su estado
de salud. Ante ese dato el padre reconoce que es extraño que Jack
no haya dado señales de vida. En ningún momento lo reconoció
en la conversación con su hija… Pero ¿por qué ahora sí?
Pues simplemente porque Kemp presenta una prueba objetiva: No ha escrito
para informar de su salud. Prueba que Flora no aporta en ningún momento,
signo que se presenta como verdad objetiva en la que cualquier subjetividad,
y por lo tanto cualquier riesgo de manipulación y mentira desaparecen.
El padre observa que es extraño y Kemp subraya que es muy extraño
ya que trabajaba para él, el padre alega que tenía su permiso
para hacer experimentos en los ratos libres y Kemp le responde con una
pregunta retórica: ¿Y para marcharse cuando se le antojara? Así
vemos que Kemp siente celos por el trato paternal que Jack recibe,
y del que él esta desprovisto. Flora rompe la conversación
entre ambos: pero que más da si está en peligro. Y sale
del espacio llorando. Ninguno de los dos atiende a la subjetividad de Flora,
a su angustia ante Lo Real: la desaparición de Jack.
Kemp sigue a Flora hasta la habitación
contigua, allí le invita a dar un paseo en su coche sugiriéndole
que eso le tranquilizará. Kemp se ofrece como sustituto de la
ausencia de Jack, quiere sustituirle en su rol y poseer su objeto de
deseo: Flora.
Nos encontramos ante una suerte de confrontación que recuerda al triangulo
edípico, solo que aquí el tercero está ausente, y no solo
eso, Flora no sabe hacia donde dirigir su deseo pues su objeto ha desaparecido.De este modo Flora pregunta por los signos que Jack pudo dejar
antes de marcharse, de signos que le permitan construir un relato que de sentido
a la ausencia de Jack. Pero para que él relato se desencadene
es necesario un Héroe, porque advirtámoslo, Flora desde
un principio mantiene una posición pasiva. Kemp le contesta que
solo dejó papeles quemados en la chimenea, signos consumidos por el fuego
de los que solo quedan cenizas. Entonces Flora regresa a la descripción
de la subjetividad de Jack: llevaba unos días muy raro. Estaba
muy inquieto y nervioso. Pero no me explicó nada. Nunca lo había
visto así. Le encanta hablar de sus experimentos.Kemp le
dice que Jack se ha metido en asuntos que el hombre debe respetar, su
afirmación se basa en que Jack pasaba horas cerrado en su laboratorio
con las cortinas echadas. Esta forma de trabajo es criticada por Kemp ya
que no respeta uno de los principios del discurso científico: La transparencia,
Jack realiza sus experimentos con absoluta privacidad, a espaldas de
su compañero. En ocasiones a la subjetividad le corresponde un espacio
privado, en este caso es un acto objetivo en cuanto que es un experimento científico
repetible por la comunidad el que se desarrolla en un espacio privado. Sin embargo
el que se desarrolle en un espacio propio de la subjetividad hace que sea criticado
por Kemp. Como podemos observar no solo hay una ignorancia hacia la subjetividad
y un intento de eliminarla como antídoto del error sino también
una prohibición de la privacidad.
Según los cánones del relato clásico, si Kemp desea
a Flora su misión es la de hacer ese recorrido por Lo Real que
aclare la desaparición de Jack, y así tener alguna posibilidad
frente a su objeto de deseo, o proveerse de un sentido durante o después
de ese recorrido que oriente su deseo hacia otro objeto. Sin embargo Kemp
no quiere saber nada de ese agujero creado en la realidad de Flora puesto
que la subjetividad ha quedado completamente recusada, y su intento por conseguir
a Flora fracasa de una forma estrepitosa.
A propósito de Nietszche: camello, león, niño...
En
Así habló Zaratustra Nietszche señala tres estados
en la vida del hombre: el de camello, el de león y el de niño.
La comparación con el camello se relaciona con la carga que se hace respecto
a las normas morales, pero también a las barreras y a las contenciones
dirigidas hacia las pulsiones. Para Nietszche esa contención supone una
carga de la que el hombre se tiene que liberar para poder llegar al estado de
superhombre. En Griffin lo vemos: oculto tras unas vendas intenta buscar una
solución para su invisibilidad, carga con las normas de contención
y con su peso. En ese momento sería el camello al que Nietszche se refiere.
Más adelante desata sus pulsiones de agresión
contra el tabernero cuando este le dice que se tiene que marchar. Cuando llega
un policía Jenny le advierte: Cuidado que muerde, las comparaciones
con el león de Nietzsche se hacen patentes, pero no solo a través
de la advertencia de Jenny, el nombre de la taberna también resulta
revelador: La cabeza del león.
El tercer estado, el del niño corresponde con una anulación
completa de la norma, de todo aquello que pesa sobre el sujeto. Pero las normas
pesan, no se puede prescindir de ellas. Ante el triangulo edipico, el Padre
da una prohibición de incesto, pero también dota al sujeto de
un Relato que le dota de sentido, que le permite continuar sobre la amenaza
de castración y que le funda como sujeto. ¿Y no son actitudes propias
de un niño las que desarrolla Griffin en el momento en que consigue
su invisibilidad completa?
Por
lo tanto en El hombre invisible observamos una deconstrucción
de los valores, que comienza con una recusación de la subjetividad del
discurso científico. Hasta el punto de volver invisible aquello que es
lo mas propio del sujeto, su sello de identidad: la imagen de su propio cuerpo.
Si bien la Ciencia todavía no ha llegado a semejantes hazañas
debemos reconocer que ha logrado destruir la subjetividad con aspectos como
la clonación: a partir de ahora dos sujetos pueden ser completamente
iguales, y por lo tanto la subjetividad única e intransferible queda
suprimida ya que hay otro como tú, la subjetividad ya no es única
e irrepetible. Este ataque hacia la subjetividad no podía pasar sin que
está se resintiese. De ahí la idea de Nietszche: despertar al
león que llevamos dentro, revelar nuestras pulsiones como respuesta a
esa anulación de la subjetividad. Y fue en ese momento cuando llegaron
al mundo una serie de monstruos, de monstruos de la razón, de monstruos
de un sueño.