Seccion: Películas (Lecturas: 8763)
Fecha de publicación: Julio de 2006
La Residencia
Un pantallazo sobre La Residencia, con algunas interesantes derivaciones psicológicas. Sara Rodríguez Mata
No
sé si he dicho alguna vez que los espectadores españoles suelen
despreciar -aún más si cabe- el cine de terror español.
Y digo, aún más si cabe porque ya de por sí, el cine español
tiene mala fama entre el propio público nacional. De esto recuerdo que
hablamos con Paul Naschy, quien definió no sólo a los espectadores,
sino también a los propios directores y productores de cine español
como "cainitas"… Así que no lo voy a recordar yo, pero a
la entrevista les remito. El caso es que, como digo, si ya es poco visto
el cine español definido como "comercial", menos aún
se ve el cine de terror.
Pero el film que les traigo hoy es digno de mención, de análisis. Hay películas como Al final de la escalera, Los Otros, ¿Qué fue de Baby Jane?, o El resplandor, donde la acción transcurre en una casa, entre cuatro paredes, donde no hay salida posible y en la que la tensión se palpa y se transmite al espectador. Cuando alguien ha visto tantas películas de suspense, horror o terror, es difícil mantener la intriga y que no se desvele a la primera de cambio quién es el/la asesino/a…Pero en este caso he de reconocer que me sorprendió mucho, pues este film superó todas mis expectativas y al igual que películas posteriores –como las ya citadas- consigue la vuelta de tuerca de Henry James.
En el cine fantástico español destacan nombres como Jesús Franco, Paul Naschy, Amando Osorio y Jorge Grau, entre otros. Pero, el nombre de Narciso Ibáñez Serrador es conocido de sobra y no necesita ser explicado o presentado porque su producción televisiva marcó toda una época en la historia de la televisión en España. Puede que Chicho Ibáñez –como así se le conoce- sea recordado por programas como Un, dos, tres o la famosa serie Historias para no dormir, pero además de eso, contribuyó a dar prestigio al cine español con títulos tan memorables como La Residencia (1969) o ¿Quién puede matar a un niño? (1976).
Ahora
que Darío Lavia –alma mater y director de Terror Universal- acaba de
inaugurar una nueva página web dedicada a la figura de Narciso
Ibáñez Menta, he pensado que no sería justo dejar
pasar la oportunidad y no hablar de su hijo, que tantas satisfacciones ha aportado
al audiovisual español.
Narciso Ibáñez Serrador (Montevideo, Uruguay, 1935) es hijo de
los actores Narciso Ibáñez Menta y Pepita Serrador, a los que
acompaña desde muy niño en sus giras teatrales por América.
En 1947 se traslada a España y debuta como actor en la Filmoteca Maturana
de E. de Filippo. En 1953 da sus primeros pasos como director teatral con El
zoo de cristal, de Tenesse Williams. En 1957 estrena Obsesión,
utilizando el seudónimo de Luis Peñafiel, nombre que usaría
ya siempre para su producción literaria. Desde 1964 triunfa espectacularmente
en Televisión Española y recibe numerosos galardones y reconocimientos.
Su concurso televisivo Un, dos, tres se convirtió en un clásico
en la historia de la televisión española, pero también
lo fue la serie Historias para no dormir que fue todo un fenómeno
social de masas.
En 1969, Narciso Ibáñez Serrador rueda La Residencia,
un auténtico hito del fantaterror internacional, con un guión
muy elaborado (escrito por el propio Ibáñez Serrador) y que contó
con una esmerada puesta en escena, en la que se cuidó hasta el más
mínimo detalle.
Sinopsis
En
un recóndito lugar de la Provenza francesa, una mansión sirve
como residencia para señoritas con problemas familiares o con un pasado
oscuro. La directora (Madame Fourneau) es una mujer severa, que ejerce una disciplina
autoritaria que roza el sadismo. Madame Fourneau (Lilli Palmer) tiene
un hijo al que adora, pero a quien pretende separarlo de cualquier contacto
con las chicas de la residencia. La mansión se convierte en un laberinto
que no tiene salida, y del que cada vez que alguna interna intenta escapar,
muere asesinada sin que las demás alumnas sepan nunca más de ellas.
Esta película no pasará de moda, no envejecerá porque
no estaba hecha con pretensión de ser inmortal. No es de susto fácil
(como al que nos tienen acostumbrados directores de la talla de Wes Craven
y de films como El proyecto de la Bruja de Blair, cuyo miedo está
destinado a un público juvenil). No, quien quiera vivir un agradable
rato de misterios, tensión, con ciertas dosis de terror, no se pierda
esta película, que devolverá miedos primigenios de pasillos oscuros,
escaleras de caracol.
En
el proceso de montaje de La residencia se eliminaron dos escenas. La
primera transcurría en una posada donde M. Baldie y su hija Theresa se
detienen antes de llegar a la mansión regentada por Madame Fourneau.
En la segunda, Irene destruye los dibujos sáficos que decoran las paredes
de su habitación secreta donde mantiene reuniones. Del mismo modo que
en Las diabólicas de Clouzot, en la que algunos críticos vieron
un posible lesbianismo más o menos solapado, aquí también
se vislumbra cierto lesbianismo, no sólo por parte de la directora del
centro, sino también por parte de la alumna Irene.
A pesar de que en la época del estreno de la película se especuló sobre las partes censuradas, a decir verdad, sólo tuvieron que eliminarse tres secuencias. Por desgracia, el material original se destruyó y sólo quedan algunas fotos fijas como testimonio, por lo que nunca podremos ver el montaje real del film, al igual que ocurrió con Las vampiras de Jesús Franco, que hace unos años volvió a editarse íntegramente.
Escenas censuradas
Tras el castigo impuesto a Catherine, Madame Fourneau curaba sus heridas y depositaba un beso en la espalda en carne viva de la joven. El plano de los labios besando la piel desnuda fue eliminado.
Durante la secuencia en la que las jóvenes asisten a clase de costura,
mientras una de ellas mantiene un tórrido encuentro con el chico que,
semanalmente, les suministra madera, la banda sonora incluía los gemidos
de la pareja que llegaban a un clímax unísono, junto al acompañamiento
musical. Los gritos de placer, como eran de esperar, fueron eliminados y sólo
se dejó la música de Waldo de los Ríos. La banda
sonora es modesta, pero decente y viene a apoyar y destacar los momentos de
tensión. En escenas como la de la clase de costura, el acompañamiento
musical consigue dar la sensación de que el aire se corta con un cuchillo.
La famosa secuencia de las duchas también tuvo tijeretazo: se suprimieron algunos planos en los que la anatomía de las chicas era demasiado evidente.
Momento complicado para Adrián
(lobbycard americano de la película)
Asimismo, es necesario comentar el complejo de Edipo que sufre el hijo de Madame
Fourneau, (Adrián) quien posee un carácter insano. Él,
al igual que el personaje de la obra de Sófocles, crece en un
ambiente unido a su madre, en la que no reconoce al Otro distinto ni
independiente. Parece que tuvo una existencia –más o menos- feliz en
la fase preedípica; pero cuando pasa a la fase fálica, el hijo
adquiere conciencia de su padre, un padre a quien probablemente no conoció
y del que nada se sabe. Adrián ya es un adolescente y se siente atraído
por las mujeres, a las que espía y con las que se ve a escondidas sin
que la madre lo sepa. Madame Fourneau quiere para su hijo lo mejor, lo ama,
lo adora y por eso lo sobreprotege, encerrándolo en esa guarida. Adrián,
como hemos dicho, surca la adolescente y esta fase quedará marcada por
el impedimento de su madre a verse con cualquiera de esas chicas, pues ninguna
de ellas es merecedora de él; Adrián se merece una mujer como
ella… La educación prohibitiva de la madre hará mella en la conducta
de Adrián, que se echará a perder.
Las
consecuencias de una educación rígida y tiránica, en la
que el modelo materno es el único que se impone, ya lo vimos en el film
Psicosis (1960) de Aldred Hitchcock.
Hemos comentado alguna vez que ciertas teorías cinematográficas
se han centrado en analizar la representación fílmica de las relaciones
entre madre e hijo. Si en los melodramas las relaciones son casi siempre entre
madre e hija, en el género de terror, lo que se explora es el vínculo
entre madre e hijo, en el que la madre se presenta como un objeto que produce
fobia y aversión.
A diferencia de la madre de Norman Bates, Madame Fourneau no odia a su hijo,
no parece que su intención sea la de destruir la vida de su hijo. Pero,
sin saberlo, está consiguiendo que su hijo desarrolle miedos, que sea
un ser enfermizo y esté obligado a estar solo, hasta tal punto de no
dejarlo desarrollar su propia vida, manteniéndolo siempre "pegado
a sus faldas".
La película obtuvo un gran éxito y batió records de taquilla. El éxito propició que el dramaturgo Alfonso Paso dirigiera la parodia La otra residencia (1970). Sin embargo, Chicho en vez de continuar por la cinematografía, se centró en sus proyectos televisivos. Y tiempo después, cuando regresó a ella para rodar ¿Quién puede matar a un niño? (1976), la película fue recibida con frialdad.
Puede que el propio Ibáñez Serrador supiera que con La residencia había conseguido superarse a sí mismo, consagrándose con la obra que lo recordaría siempre. Y es que se lo puso él mismo difícil con esta película de ambientes misteriosos, pasillos oscuros y marcado ambiente opresivo.
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