Seccion: Películas (Lecturas: 12010)
Fecha de publicación: Febrero de 2008
Una Cita con el Diablo
A medio siglo de un clásico de Jacques Tourneur repasamos la película, sus precedentes y su vigencia. Alejandro Yamgotchian

Artículo publicado en Arte7
Sabido es lo que la dupla Val Lewton-Jacques Tourneur creó a partir
de una producción clase B destinada a ser relleno de programación
en las carteleras norteamericanas: una fórmula consistente en desarrollar
los aspectos psicológicos del miedo echándolos a la imaginación
del público. En otras palabras: sugerir el terror para que el espectador
mismo vaya creando su propia película. La marca de la pantera
(1942) era la historia de una mujer marcada por una vieja maldición que
la convierte en el animal del título, al sentir deseos sexuales, y que,
además, debe luchar consigo misma para frenar las transformaciones delante
de un hombre que se enamora de ella. Esta película salvó prácticamente
de la bancarrota a la RKO, que no había podido recuperar lo perdido en
grandes producciones clase A, que habían sido fracasos en la taquilla.
Yo dormí con un fantasma (1943) también volvió
a aplicar la misma receta y con resultados similares al film anterior. Aquí
es más el siniestro contexto (Haití) que llama la atención,
junto al pesadillesco retrato que el francés Tourneur (luego nacionalizado
estadounidense) y el ucraniano Lewton realizan valiéndose de elementos
sobrenaturales, algunos bastante escalofriantes. La película narra las
vivencias de una enfermera canadiense que se manda a la isla caribeña
para tratar el caso de una mujer afectada por una extraña parálisis
mental y mucha fiebre. Pero ese no es, precisamente, el verdadero diagnóstico
de la enferma. A medida que pasan las horas la protagonista queda espantada
al comprobar que muchas de las personas que la rodean son en realidad zombies.
En 1943 y junto al productor Lewton, Tourneur
dirigió El hombre leopardo, film que no tuvo el suceso
de los otros dos anteriores y que se centraba en el animal del título
y una serie de asesinatos supuestamente relacionados al mismo, que en principio
iba a ser atracción de un club nocturno y luego terminó haciendo
desastres en una pequeña localidad de Nuevo México.
Cabe acotar que, antes de estas recordadas películas, Tourneur supo
moverse en la industria, aprendiendo de su padre Maurice (director en la época
del cine mudo) algunas técnicas cinematográficas que él
mismo aplicaría a lo largo de su extensa filmografía, y también
realizando trabajos vinculados a otros géneros como el policial, la aventura
y el western, además de Los caminos del gaucho, que
filmó en Argentina en 1952.

En presencia de un horror abominable Maurice Denham lo demuestra
Pero... ¿qué hay de Una
cita con el diablo, que acaba de cumplir 50 años? Dicha obra
fue algo descollante para un hombre que parecía haber abandonado un género
que lo había hecho famoso quince años atrás. En ese entonces
Val Lewton ya había desaparecido físicamente (en 1951) por lo
que Jacques tuvo que soportar los disparates del productor de turno, Hal E.
Chester. Este señor había comprado los derechos del libreto al
verdadero creador, el inglés Charles Bennett, responsable de los guiones
de varios trabajos dirigidos por Alfred Hitchcock, también para episodios
de Viaje al fondo del mar y Tierra de gigantes,
y hasta libretista de la última película (muy flojita) dirigida
por Tourneur, con Vincent Price: Los dioses de la guerra en el fondo
del mar (1965).
Chester se agregó a sí mismo como co-guionista, tuvo discusiones
con Tourneur y varios actores de la película (a Andrews, el protagonista,
lo acusaba de ir borracho a la filmación, algo que no estaba tan errado),
y era bravísimo con el tema del presupuesto. Enterado de esto Bennett
le pidió a Chester que lo sacara de los títulos de presentación,
cosa que no se acató. Pero las travesuras de este productor no terminan
aquí.

Tal y como en el cuento original de M.R. James,
aquí también las runas juegan un papel importante
Dentro del libreto figuran no uno sino dos guionistas
no acreditados: nada menos que Curt Siodmak, que ya había trabajado con
Tourneur en Yo dormí con un fantasma, y Cy Endfield,
que aparte de ser un libretista que terminó siendo perseguido por el
Comité de Actividades Anti-Norteamericanas de Joseph McCarthy supo ser
un mago profesional en la vida real, que incluso tuvo charlas sobre fenómenos
sobrenaturales con Orson Welles.
Una cita... se centra en un escéptico psicólogo
norteamericano que conoce a un peligroso demonólogo, durante una conferencia
que iba a dar en Inglaterra (lugar donde se filmó la película).
A partir de la misteriosa muerte de un colega, el profesional se lanza a investigar
algo que le hace tomar más conciencia de que está ante un caso
muy extraño y alejado de lo que sus métodos científicos
suponían. "Su mente se irá desintegrando; debilidad y
confusión al principio, horror y miedo al final.", es una de
las frases amenazantes que le tira el brujo al protagonista, luego de que este
último se burla de la actividad del primero.

El psicólogo Dana Andrews y el demonólogo Niall McGuinnis, frente
a frente
La historia original viene de la mente de Montague R. James, hombre fanático
de los relatos de fantasmas (la BBC llegó a emitir adaptaciones de sus
obras literarias durante la década del ´70). Pero la idea medular
que Tourneur quiso aplicar fue algo cercenada por Mr. Chester. Mientras el terco
productor insistía en mostrar a ese monstruo digno de una mente lovecraftiana
lo más detalladamente posible ("esto tiene que ser una película
de terror"), Jacques tan solo se limitaba a ponerlo apenas en dos
partes (frente a Dana Andrews en el bosque, y luego en la estación de
trenes) y sin que el espectador pudiera verlo muy bien, aumentando así
la curiosidad y diferenciando Una cita... de otros ejercicios
del género, al darle importancia a la historia sin hacer caer toda la
responsabilidad en las actitudes maléficas del pobre bicho. Lo que el
director de Yo dormí con un fantasma quería era
tan solo planos generales del monstruo pero jamás los primeros planos
que al final terminaron apareciendo, ya que, según él, el arte
de la sugestión se desvanecería cayendo en un realismo gráfico
que se estaba tratando de evitar lo más posible.

Dana Andrews antes de inmiscuirse en la mansión de Karswell
Pero lo paradójico del asunto es que la película igual funciona...
y de qué manera. La bestia realmente asusta. Vista desde lejos se convierte
en algo horriblemente amenazante, a medida que se va acercando. Para que tengan
una idea es más alta que un árbol de bosque, ancha como una carretera
de doble vía y camina lentamente entre mucho fuego y niebla. Sale de
la oscuridad, gusta pasear de noche, y merodea generalmente en bosques y caminos
desérticos. Además ya sabe a quien viene a buscar de antemano
y por tanto no hay escape posible. Es evidente que el trabajo de efectos especiales
es deslumbrante. Si el film aún impresiona con las imágenes del
monstruo imaginen lo que habrá sido a fines de los ´50. La gran
diferencia que entabla Una cita... con antecedentes como La
marca de la pantera y Yo dormí con un fantasma
no solo está en la solidez del propio guión (y eso que no se llegó
a ver la versión del director) sino también en la eficacia de
un terror gráfico que el propio Chester defendía con uñas
y dientes y que Tourneur logró equilibrar un poco (por suerte), amoldándolo
a su idea inicial; mostrar lo menos posible, pero mostrar al fin.
Curiosamente también hay lugar para
momentos sutilmente graciosos, como esa ironía del villano en el diálogo
del comienzo, cuando le dice a su madre que no le ofrezca un té al invitado:
"No es necesario; sólo será un momento", afirma,
refiriéndose a una de las víctimas que lo iba a deschavar y que
a los pocos minutos es atacada por la bestia. Los niños también
juegan su papel y hasta se dan el lujo de asustar con máscaras al poderoso
demonólogo (y su escéptico enemigo) durante una fiesta de cumpleaños,
incrementando, además, la tensión en el espectador. Es en ese
mismo lugar donde el antagonista levanta un espectacular ciclón y es
ahí también donde Tourneur logra un poderío visual tremendo
en imágenes, con mucho viento, hojas revoloteando, fuertes lluvias, y
niños y parientes corriendo aterrados en distintas direcciones. A ese
momento pesadillesco hay que sumar los sonidos paranoicos que acompañan
la escena, gentileza de Clifton Parker.
A diferencia de los dos primeros trabajos de la dupla Lewton-Tourneur, Una
cita con el diablo es la que presenta una historia más sólida,
mejor construida y que se desenvuelve en forma lenta pero segura, dándole
pistas a un protagonista que comienza a desconfiar cada vez más de su
férrea postura escéptica y dejando al espectador en una especie
de alerta amarilla, con un espectacular monstruo que insinúa aparecer
en cualquier momento (o, mejor dicho, espiando en cualquier rincón, interior
o exterior), luego de presentarse una vez desde el vamos y reaparecer recién
cerca del final. También está la sensación de si todo es
o no producto de la imaginación, y qué mejor que esa sesión
espiritista que al principio parece digna de una gran comedia y luego se convierte
en algo finamente macabro. Es muy propicia, además, la manera en que
se rompen los silencios, desde ruidos inesperados hasta reacciones que se anuncian,
buenos ángulos de cámara mediante, con planos de detalle a ojos,
rostros y otras partes del cuerpo humano.

Estamos en los modernos años '50 y el productor decide: hay que mostrar
al Monstruo
Una cita con el diablo es una
película de visión imprescindible y no solo para los amantes del
género fantástico. Directores como Mario Bava y John Carpenter
han reconocido las influencias de esta película en varias de sus obras,
aunque puede que Tourneur también se haya inspirado en una escena de
El planeta desconocido (Fred McLeod Wilcox, 1956) cuando realiza
la persecución a Dana Andrews, a cargo de ese monstruo invisible que
va dejando sus enormes huellas en el pasto.
Cabe acotar que Tourneur llegó a dirigir un episodio de Dimensión
Desconocida, producido en 1959 y que se titula "Cuando la noche
llama". Entre otros recordados trabajos del francés se destaca La
comedia del terror, famoso ejercicio de humor negro escrito por Richard
Matheson y con un elenco de lujo, donde figuran grandes actores como Peter Lorre,
Boris Karloff, Basil Rathbone y (otra vez) Vincent Price.

No contento con verlo de lejos, también tenemos una close-up del "Monstrum"
Curiosidades: En
un plano de Una cita con el diablo aparece un gato cerca del
tejado de una casa. Y luego, en la mansión de Kirswell (el brujo) aparece
otro de los pequeños felinos, que ataca a Dana Andrews transformado en...
¡un leopardo!
En Estados Unidos Una cita...
se estrenó como Curse of the Demon y fue exhibida en doble programa junto
con La revancha de Frankenstein (Terence Fisher, 1958). Cabe
destacar que la versión distribuida por Columbia dura trece minutos menos
que la original (gentileza del amigo Chester) y que primero se estrenó
en Inglaterra como Night of the Demon, con unos 95 minutos de duración,
aproximadamente. En el DVD pueden encontrarse las dos versiones.
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