Seccion: Efectos Especiales (Lecturas: 9815)
Fecha de publicación: Abril de 2001
La Momia
Explicación del maquillaje utilizado para los filmes de la Momia de la Universal. Sara Rodríguez Mata
The Mummy, 1932 de Karl Freund, fue la primera aproximación clásica al miedo
piramidal.
A
lo largo de todos estos artículos he ido comentando las caracterizaciones de
los diferentes monstruos que han poblado la historia del cine de terror clásico.
Estos monstruos (vampiros, frankensteins, etc.) se han presentado en la gran
pantalla con caracterizaciones muy diversas, teniendo en cuenta la voluntad
y la visión que sus autores tenían de ellos.
Al igual que Frankenstein, el Hombre lobo o Drácula, el personaje de la momia
ha sufrido muchas transformaciones en toda la historia del cine y cada director
la ha dotado de unas características distintas a las anteriores versiones que
han favorecido, sin duda, que el espectador vea el film como una versión totalmente
“nueva” y diferente a las anteriores.
Karl Freund (1890- 1960) aportó al cine fantástico de la Universal algo más
que las luces y sombras heredadas del expresionismo alemán, en el que se forjó
su estilo como director de fotografía. Como dice Quim Casas en un artículo recogido
de la revista “Dirigido por...” ( Nº 290/ Mayo 2000, p. 36):
«Impresionantes los planos de Karloff (Im-Ho-Tep) con los ojos desorbitados
mientras comienza a ser embalsamado vivo. Pero aunque está bien presente Jack
Pierce, que convierte el rostro del actor en un reguero de pequeñas y finas
arrugas, embalsamado en el tiempo y ante la cámara cinematográfica, La Momia
no recurre a la máscara con otras producciones más celebradas de la Universal,
ni tampoco se aproxima al estilo teatral que definiría a los primeros filmes
de Browning y Whale. [...] Freund recurre a los movimientos de cámara envolventes,
el valor del silencio, la lentitud con la que la momia recobra la vida, un plano
de las tiras de los andrajosos vendajes desapareciendo por el umbral de la puerta,
etc.»
Los filmes de terror de la Universal consiguieron reunir un excelente equipo
que otorgó al cine de terror un estilo inconfundible. Músicos como Hans J. Salter
y frank Sinner; Jack P. Pierce, responsable de maquillajes tan asombrosos como
los del Hombre Lobo y el monstruo de Frankenstein; John P. Fulton, creador de
los efectos especiales, etc.
A
principios de la década de los 30, el Dpto. de Maquillaje de los grandes estudios
había asumido la responsabilidad de escoger y aplicar el maquillaje, aunque
los figurantes seguían haciéndolo por si mismos. Este hecho provocó que los
“Lon Chaney” desaparecieran para siempre, y en su lugar se diera
paso a los magos del maquillaje y la caracterización que tantas satisfacciones
otorgarían a las películas clásicas. Y esto fue la consecuencia de que aparecieran
brillantes caracterizadores que sobresalieron en el género del terror, y cuyos
nombres han quedado vinculados para siempre a este género. Ejemplos de ellos
son:
El éxito de Frankenstein llevó a la Universal a firmar un contrato con Boris
Karloff por siete años. La momia (The Mummy, 1932) presentaba a Boris Karloff
en un doble papel: en el de sacerdote pérfido con poderes hipnóticos y en el
de su propio antepasado, una momia resucitada de 37.000 años de antigüedad.
La caracterización para la momia, versión de Karl Freund, como ya comenté en
el artículo “Jack Pierce, doctor Jekyll”, fue otra de las obras
maestras de Pierce en las que la caracterización le mantenía ocupado durante
más de cuatro horas, trabajando arduamente sobre el rostro y brazos de Karloff,
quien llegó a asegurar que se sentía «como una momia cuando Jack comenzaba
a maquillarme».
A pesar de que los primeros maquillajes "de terror" se realizaban
trabajosamente con antiguos materiales, en las recreaciones posteriores se emplearon
piezas de látex, que son mucho más fáciles de colocar en los intérpretes y que
se puede colocar con anterioridad a su utilización. Y ni qué decir tiene
hablar sobre las actuales caracterizaciones cinematográficas, en las que el
ordenador y las confluencias de las nuevas tecnologías han jugado un papel primordial
al conseguir descargar, eso sí, la labor de los verdaderos artistas del maquillaje,
para delegarla en una máquina. Tal es el caso que nos ocupa, el del film La
momia, si observamos su actual remake.
El
maquillaje de La Momia (The Mummy, 1932) consistía en una complicada envoltura
de tela alrededor del cuerpo, que se cubría con cola de pegar y que se espolvoreaba
con Fuller´s Earth para simular un cuerpo en descomposición. Mientras que, para
la versión de Terence Fisher de 1959, se creó el mismo efecto cubriendo un traje
con una pintura base de látex grisácea.
El maquillaje de la cara de la momia creaba el aspecto de una piel con residuos
de venda más o menos evidentes. A parte de la clásica técnica explicada anteriormente,
existe otra que consiste en la aplicación de látex y pañuelos de papel o vendas.
Lo primero de todo, es cubrir la cabeza con una calota (ya que las momias no
tienen pelo), a continuación se extiende con una esponja una capa de látex denso
sobre el rostro, cuello y orejas y con un secador de aire frío se procede a
secar la cara hasta que el látex se vuelva transparente. Después, se aplican
polvos blancos y el actor comienza a gesticular para que se marquen las arrugas.
Al concluir esta operación se preparan los pañuelos o las vendas. Se vuelve
a extender otra capa de látex sobre la piel, se apoya el papel y se aplica otra
cantidad de látex encima del mismo papel o venda. Esta operación se repite hasta
obtenerse un estrato suficientemente espeso.
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