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Natán Solans Capítulo 5: Las horas doradas (o rosas) de Mazenderán Al terminar el pasado capítulo no dijimos con precisión en que consistían estas "horas doradas". En realidad comencé a estudiar a La Sultanita, luego de observar un hecho acá nomás, en Villa Devoto; un día alguien había dejado unos gatitos recién nacidos en el "Palacio de Aguas". Esta increíble construcción de la Avenida Beiró no es observada por nadie de la localidad. Sí repararon en ella los productores de la película HIGHLANDER 2: THE QUICKENING (1991) y fue una sorpresa ver a Sean Connery pasearse vestido de castellano antiguo por la vereda de este increíble edificio construido en 1909. No es de esto de lo que quiero hablar, pero me molesta saber que este edificio sería muy fotografiado si lo viéramos en Venecia, pero como está acá "en el rioba"… nadie repara en él. Bueno, como decía, alguien había dejado a unos cuatro gatitos abandonados. Se juntaron varios vecinos y al ver que las hormigas habían invadido y se estaban comiendo en vida a los pequeñuelos, llegaron a la conclusión de que había que "despenarlos", había que matarlos. Cuando se acordó esto (eran ocho personas) todos estaban confusos, graves; no sabían como hacerlo. Pero... de entre ellos apareció una linda nenita de unos 10 años que, sin mediar palabra, levantó a dos de los gatitos, apretándolos de la garganta y hasta que los cuellitos crujieron como una pequeña avellana o un blister. Sonriente y rápida agarró a los dos restantes y feliz, rechinando los dientes hizo lo mismo, entrecerrando ahora los ojos; yo hubiera jurado que tuvo un orgasmo prematuro... La gente se dispersó y yo tuve la certeza de que había presenciado uno de los muchos sucesos que pasan inadvertidos para el grueso de la gente. Entonces, por reflejo, mirando a los gatitos muertos y a las hormigas que arreciaban a montón pensé en investigar a la Sultanita, hija del Shá de toda Persia. La Sultanita, pintada por Burguereau Luego de muchos estudios con egresados de la cátedra de Historia de Asia, psicólogos y psiquiatras que dieron por resultado muy pocos y pobres datos, me enteré que esta niña gozaba muchísimo "jugando" con los descartados del sistema de aquel Emirato. Leroux no pudo abundar en aquella pesadilla; hoy día, yo sí puedo: Primero el obeso Shá se negó al insólito pedido de su hija menor, pero luego terminó cediendo. La Sultanita solo quería tener bajo su poder a gente que de todas maneras iba a ser ejecutada. Lo único que pedía a los duros guardias era que inmovilizaran a los detenidos; que los ataran de tal modo que no pudieran defenderse ni escapar por más espantoso que fuera el dolor. No tengo datos más precisos, ¿para qué los voy a engañar?, pero sí se conoce en forma genérica cuales eran los métodos de tortura del Islamismo en aquel pasado no tan lejano, hace, exactamente 165 años. Y también se sabe que La Sultanita superó varias veces aquellos métodos, tanto que hoy, en el actual conflicto de la Franja de Gaza, los soldados fundamentalistas usan dichas torturas; cada uno tiene distintos talentos... El vaciamiento de ojos, el cortar un pene en dos, colocar hierros candentes en las mucosas tales como la vagina, quebrar huesos para que una persona se gangrene, se pudra en vida, el uso de espéculos (suerte de dilatadores de orificios), las púas en distintas partes de la columna vertebral... no conformaban a la ninfeta. Sabía, por intuición que aquellas no eran muertes realmente lentas. Explicación de la flagelación Prefería, mediante una minuciosa búsqueda, encontrar a parientes y amigos de los acusados y cuando juntaba y seleccionaba a la llorosa familia, entonces soltando grititos de placer y moviendo sus bracitos infantiles en leves aplausos comenzaba su faena. Obligaba a la soldadesca a violar a las mujeres y niños frente a los espantados padres de familia. Luego ella misma, lentamente infligía un corte aquí, un golpe allá, un latigazo con cola de manta raya acuyá (que abre la carne de tal modo que se hace imposible la cicatrización)... si no tenía suficiente fuerza ordenaba que "Karbur, el Espanto" o algún guardia lo realizara para poder romper los huesos. Ocho horas después aún mantenía vivas a todas aquellas desdichadas familias (castigaba con la muerte a quien matara prematuramente a uno de sus "juguetes"), a aquellas heridas vivientes, guiñapos humanos que fueron madres, hijos y trabajadores. Entonces, como debía acostarse temprano para estudiar al otro día terminaba la función regando "fuego griego" entre los condenados. Hago mal en explicar que es esto (abuelo del Napalm), pero aquel fuego tan persistente que ardía aún bajo el agua. Hoy sería fácil fabricarlo con gasolina y Suprabond. El caso es que temblando de anticipación y ante el horror que causaba entre los guardias y ante Erik el Bufón, acercaba una antorcha a los gimientes seres atados que lloraban como en el Juicio Final. Los padres trataban, aunque fuertemente atados de acercarse por última vez a sus infantes, a sus bebitos... Era en vano, pués ya un lento fuego, espeso y envolvente, comenzaba la gran hoguera entre alaridos infrahumanos y chirriar de dientes. Podría contar muchas más cosas de estos sucesos, pero no quiero pues el decoro y el buen gusto no han escapado totalmente de mí. Solo cuento esto, que bien pude haberme ahorrado para mí y mis estudiosos amigos porque quiero que se comprenda donde nació la locura de Karbur el Espanto, de Erik, en fin; del Fantasma de la Opera. Capítulo 6: Donde se presenta al Daroga, se finje una muerte y se llega a la temible "Isla del Diablo" Del capítulo anterior, por vil y excesivo, no quiero saber más nada. Solo quiero contar que jamás fue turbado el sueño de La Sultanita, que su vida transcurrió placidamente, pese a sus perversos placeres, que no tuvo una vida sexual notable (no la necesitaba; la psiquiatría dice que el sadismo suple muy bien al simple sexo) y que seguramente Alá la recibió en el Paraíso pues nunca tuvo conciencia de que estaba haciendo algo malo. Murió de hecho muy viejita para la época, a los 57 años. También quiero que se note la diferencia de la descripción que puede brindarles la otra original, que solo dice: "Los excesos de La Sultanita eran tremendos"... Es que hay cosas de las que no se habla, ayer, hoy y siempre. Si quieren saber más de esta tara estudien la historia de Madame La Lurié, en New Orleans, les aseguro que es mucho más sádica que la de La Sultanita. Pero, entremos directamente en el Capítulo 6 de esta lamentable historia. Hay dos sucesos aquí, uno acertado y otro erróneo. El inconcientemente acertado fue la amistad que surgió entre Karbur el Espanto y Hasim Al Rajed quien, comenzando de un rango semejante a nuestros cabos, terminó como Jefe absoluto de la Policía, Pública y Secreta, de aquel Sultanato y sus pueblos satélites, lo que entre los persas se llama "Daroga", tèrmino lunfardo semejante a nuestro "Capo". Lo conoció pues El Espanto era usado justamente para asustar a los presos en sus inexorables sesiones de interrogatorio. A diferencia de La Sultanita, El Daroga era muy piadoso, inteligente y silencioso. Utilizaba su puesto para, muchas veces, aliviar el dolor o solucionar los tremendos problemas sociales y de sus presos. Era lo que hoy se llama "forense", pues solía viajar en comisiones policiales y trataba con altos funcionarios de todo el mundo. Así, a mediados del siglo XIX, hizo cursos entre los que estaban el estudio de cadáveres. Como ambos eran seres inteligentes y cultivados, más allá del común de sus congéneres, solían conversar bastante. Casaca utilizada por Christopher Walken en SLEEPY HOLLOW Karbur seguía usando máscaras de lana tejidas al croché por pudor de su monstruosidad y usaba todo el tiempo sus tres uniformes de cuero elaborado, como dije, semejante al que usa Christopher Walken en SLEEPY HOLLOW (La Leyenda del Jinete sin Cabeza-1999), uno negro, otro rojo y otro azul marino. También, por pudor cubría sus manos con guantes de cabritilla; algunos personajes cercanos (El Daroga, entre otros) se referían a un aroma especial que emanaba del Fantasma, especialmente de sus largas, amarillas y cadavéricas manos (al final de "Los amores del Fantasma", en el libro original). El Persa amaba Paris y pensaba retirarse allí cuando estuviera fuera de servicio, jubilado. Mucho tiempo después como diplomático, cumplió ese sueño. Le hablaba mucho de eso al joven engendro, que se entusiasmaba hasta el paroxismo ante las noticias de un mundo tan lejano, culto y diferente a Asia. Fue Hasim quien enseño francès a Karbur, quien lo ilustró sobre la cuna del Arte, sobre sus bellas mujeres, los jardines de Champs Elisée, la Opera... Volveré sobre esta relación que marca la columna vertebral del relato. Tipos de mujeres persas El suceso erróneo al que me refería, con respecto a Karbur necesita un poco de Historia para ser comprendido en toda su dimensión. El Shá Nassredine, padre de La Sultanita, era en realidad un obeso mórbido muy diferente de la única imagen dibujada que pude obtener de él. Era un hombre cultivado. Se daba lujos increíbles tales como contratar a el pintor francés Burguereau para pintar a su hija, incluso desnuda cuando cumplió sus 18 años. En una ocasión contrató al Chef, jefe de cocineros del restorán francés Maxime junto con cinco ayudantes. Sus joyas las hacía engarzar en Alemania y París. Pese a la enorme cantidad de mujeres que podía tener (las mujeres, como muestro en algunas fotografías, en Persia eran muy, muy feas y peludas, de una fealdad que cuesta creer) se hacía traer prostitutas de Alemania, Inglaterra y Francia, lo cual era muy difícil a nivel diplomático por el terror que le tenían a su Sultanato en todo el Mundo. Edgar Allan Poe se inspira en aquel reinado en algunas de sus obras como "La Fosa y el Péndulo", que sitúa en España pero cuyas torturas son claramente asiáticas, y esa influencia persiste en la versión de Roger Corman de THE MASQUE OF THE RED DEATH (La Máscara de la Muerte Roja-1964) donde Vincent Price se disfraza de Sultán. Bueno, de las cinco hectáreas de su enorme Palacio de arquitectura ecléctica quedaba algo así como una hectárea y media para construir y quedar terminado. Quería, en su ociosa fantasía, realizar unas construcciones totalmente seguras contra enemigos y aún contra ejércitos. Como era afecto a los trucos de magia, a las cajitas de doble fondo y a los autómatas que Karbur le construía, copiando los trucos de los huevos de Fabergé, pensó en hacer un refugio-camouflage para desaparecer o hacerse invisible, fugándose a traves de muros y bibliotecas. El error de Karbur (era un adolescente a fin de cuentas) fue decir ufano que el podía hacerlo. Y pudo. Al final del libro de Leroux, El Persa cuenta que tras 9 años de trabajos y el empleo de 506 personas entre obreros, capataces, maestros mayores de obras, arquitectos, etc. se pude terminar, finalmente, el "Palacio de las Maravillas". La comitiva que asistió a su inauguración del quedó pasmada y sus miembros vieron cientos de trucos que jamás fueron explicados por el Shá Nassredine. Las crónicas de Leroux, que se exhiben en el Museo Carnavalet de Paris, cuentan un puñado de trucos: El famoso autómata que jugaba ajedrez "De pronto Nassredine se agachaba detrás de una mesa y cuando uno se acercaba no estaba más... pasaba detrás de un biombo y al no aparecer, uno tocaba el muro detrás, el suelo y todo era macizo, sólido. Tenía una alfombra mágica que transportaba a la comitiva por las distintos y lujosos salones, aunque se comentaba que, en realidad la alfombra nunca se movía. El gordo de pronto se ponía transparente hasta desaparecer en un angulo totalmente iluminado por el sol. Había pisos y paredes que se erizaban de filosísimas hojas de cimitarra; como un mago de varietés El Shá tiraba una manzana que se clavaba en las hojas... El único truco que era explicado y aplaudido (Karbur, enmascarado de croché saludaba exultante) era el de la "ubicuidad". Como más adelante muchos presidentes sudamericanos, el Shá aspiraba a tener un "doble de seguridad". Esto es algo dificil (los trabajadores de FX lo sabemos muy bien), en algunos casos (N. del A.: Juan Domingo Perón, por ejemplo) imposible. El doble oficia de lo que los magos llaman "misdirection", es decir, desviar la atención del objeto de interés, generalmente de un atentado. Así pues, en un momento dado, la inmensa humanidad de Nassredine apareció sentado en su alfombra de Damasco y nos llamó, al acercarnos no notamos nada raro, pero una risotada a nuestras espaldas nos sobresaltó: detrás nuestro el verdadero Shá reía a panza batiente. Presuroso pero con majestad el esquelético y ya bastante alto Karbur se acercó al primer Sultán y le quitó la cabeza; se trataba de un autómata perfecto, con los mecanismos similares al Gran Fabergé"... Hasta aquí lo que dicen los cuadernillos del Museé Carnavalet. Hablar del Fantasma de la Opera es hablar constantemente de trucos, trampas, autómatas, máscaras, disfraces... era la única manera de sobrevivir con semejante aspecto. Alguien, un japonés, dio su versión de algunos trucos del "Palacio de las Maravillas". Él habla de una técnica de extraños disfraces a los que da un nombre ilegible, en japonés. Se trata de mimetizarse con el entorno, disfrazarse de muebles. La técnica parece ser tan perfecta que uno podía, según el japonés, convertirse en alfombra. Por extraño que parezca el único dato que encontré sobre estas actividades fue en la película cómica SPY HARD (Duro de Espiar-1996). En esta comedia protagonizada por Leslie Nielsen, se toma el pelo a los ticks de 007. Charles Durning interpreta al jefe inmediato del espía, una especie de "M". Bueno, su personaje practica este Arte de convertirse en el entorno. La técnica llamada "Origasti" (No "Origami", como me dicen todos, corrigiéndome!). En la película se la nombra. Los responsables en dicho film en aquellas escenas son John R. Piper, diseñador de "special props" (utileria especial de acción) y Viva Wang, "set designer" (diseñadora de escenografías); el resultado es impresionante. También Charles Chaplin se ocupó de este arte del mimetismo cuando al final de la primera guerra mundial rodó SHOULDER ARMS (Armas al Hombro-1918) donde se disfraza de un árbol bastante convincente. Pero el caso es que Karbur, El Espanto debió haber seguido siendo solo un bufón. No bien pasaron los festejos de la inauguración del maravilloso Palacio de las Maravillas, como toda persona que tiene tiempo libre, el Shá Nassredine comenzó a dudar. ¿Y si El Monstruo revelaba sus secretos? ¿Y si otros de fortuna parecida requerían los servicios de tan inaudito arquitecto? Ahora que solo volvía a ser un juguete de la Sultanita podía estar insatisfecho, podía irse, querer cierta independecia después del éxito obtenido. Entre el humo de opio del nargile, vio una escena que leyó en su infancia, en un relato de Baiyabá el Egipcio: un increíble arquitecto, copiando ciertos planos de la Biblioteca de Alejandría, reprodujo fielmente el Palacio de Nabucodonosor. Inmediatamente sus ojos fueron vaciados para que no pudiera repetir aquello para otro que no fuera su Señor. Lo primero que hizo al otro día fue ordenar por decreto vaciar los "Ojos de Oro" (extraña condición que tiene la etnia berberisca y de la que volveré a hablar en otros capítulos) de Karbur. Si, El Monstruo debía seguir siendo Bufón; claro que si eso hubiera sucedido nos habríamos perdido esa obra inmortal que es "El Fantasma de la Opera". El Persa al leer aquello notificó a su par, a su culto amigo Nerú, El Engendro de la Corte. Como todo adolescente Karbur no podía creer en la traición. Pero El Daroga, acostumbrado a los interrogatorios y a la persuasión, lo convenció. Poco después fue encontrado un cuerpo medio carcomido por los cangrejos en la playa. Hasim Al Rajed, El Persa le pidió al contrahecho uno de sus 3 trajes, dándole el más viejo, el negro. Con ese atuendo fue vestido el cadáver antes de ser puesto de nuevo como pasto de los cangrejos por El Persa y tres fieles oficiales que no apreciaban mucho aquel régimen. Y aquella madrugada, convertido en marino por primera vez, el futuro Eric, envuelto en una capa engomada fue empujado junto a un viejo bergantín mar adentro. Apenas pudo despedirse, con una especie de chambergo y su máscara de croché, su embarcación toda pintada de negro se perdió en la noche. Aquella era una insondable oscuridad, un abismo que lo preparaba para el futuro, para otras negruras. En la oscuridad solo se veían sus dorados ojos, patéticos, desbordantes de lágrimas. En este punto este cronista debe sincerarse con los lectores que se dignan leerlo: me faltan datos. No se de boca de Gastón Leroux, de las memorias del Daroga, de mis amigos Marcelle Maumus, del Coronel Sonería ni de nadie que fue lo que pasó en los próximos seis meses. Suele decirse que El Fantasma nació en Ruán. Pués es mentira, era persa. Pero vivió un tiempo en Ruán bajo algún tipo de disfraz, aunque sospecho que fue de indigente; no es difícil realizar con soga de marino barbas y pelucas, hacerse una nariz (Erik nunca la tuvo) de masilla de vidriero y tiznarse todo el conjunto con cenizas o corcho quemado. El caso es que en su cabeza debió sonar: "Paris, Paris, Francia, Champs Elisées, Montmatre, Paris" La isla del Diablo, en la actualidad Embelesado por los relatos del Persa. El caso es que de Rúan debió pasar a alguna colonia de dominación francesa (hablaba dicho idioma a la perfección, además de alemán e inglés), y allí debió cometer algún desatino, algún crimen. Algunos dicen que dicho crimen estaba relacionado con la Necrofilia pero yo no lo creo. Me parece que por su orgullo y su fuerza (que no era poca pese a ser un caquéxico) debió haber lavado alguna afrenta con sangre. Lo cierto es que hiciera lo que fuera en aquel territorio francès le mereció ser juzgado y condenado a purgar en la mítica "Isla del Diablo". Por eso , la próxima vez que nos encontramos con el desdichado es haciendo un papel que no conocía, pese a que era bufón oficial. Alrededor todos se reían de él, desprovisto de su máscara de lana. Los monstruos no son temibles a la luz del día, aunque sea un día lluvioso y gris como aquel, pierden su Magia, se ven patéticos. Por eso los circos de fenómenos están siempre en penumbras. Así, los frascos de formol, los animales embalsamados con dos cabezas, los tristes y terribles freaks vivientes se ven más temibles, más misteriosos, como en un sótano. Volvía a navegar pero no como marino, si no como un simple recluso; arriba de su traje de cuero azul gastado (que se negó a sacarselo) tenía puesto el clásico pijama de rayas blancas y negras. Como dije, alrededor gente vulgar, desdentada se reían de el, de su flacura inaudita, de su desnarigada cara de Parca. Y fue en ese momento, humillado, escarnecido, cuando ya se perfilaba en el horizonte la joroba gigante de la Isla del Diablo, que se juró que no moriría, ni de vergüenza ni de mano alguna. Rechinando los dientes y mirando con fiereza a sus compañeros se dijo que sería alguien importante, alguien tan especial que cuando todos olvidaran a los hombres-fiera que lo rodeaban, a las autoridades, al Shá, a La Sultanita... cuando la nefasta isla que venía hacia él fuera más que un grotesco recuerdo... a Él si que lo recordarían. Algo intuía de su singular destino. No se equivocaba.
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