Seccion: Artículos (Lecturas: 4734)
Fecha de publicación: Junio de 2009
Reflexiones sobre el cine fantástico bizarro de los 60 y 70
A distancia prudencial de Hollywood se puede reconocer un verdadero movimiento de cine fantástico y bizarro desde latitudes tan lejanas como México, España y Argentina. Jorge Falcone
Periodista: ¿Qué película suya recomendaría
a los críticos?
Cineasta: Ninguna. Para que no me retiren el saludo…
Entrevista con Amando de Ossorio, en el documental El Último
Templario.-
Ya que a menudo siento nostalgia de mis inolvidables tardes de Martes de Terror
en el cine Coliseo Podestá de mi ciudad natal, donde pasé momentos
inolvidables en compañía de los monstruos sagrados de la Universal
Pictures o sus versiones remozadas en Technicolor por la inefable Hammer
Films, así como del ciclo televisivo que cambió para siempre
las siestas sabatinas de mi generación, Cine de Súper Acción,
mediante el cual uno accedía a una verdadera caja de sorpresas que bien
podía contener desde un western spaghetti hasta una joyita
de Ray Harryhaussen, pasando por aquellos entrañables bodrios nipones
en que un artista anónimo ataviado con un caluroso disfraz no más
digno que el del dinosaurio Barney paseaba su humanidad haciendo estragos a
lo largo de una ciudadela de madera terciada… he considerado prudente organizar
algunas ideas que - ahora que tengo herramientas teóricas para hacerlo
- contribuyan a trascender el mero disfrute para poner en valor algunos méritos
indiscutibles de ciertos títulos de aquella inolvidable producción.
SOBRE LA DEFINICIÓN DE FANTÁSTICO
La
teoría de los géneros – clasificación heredada de la biología
– otorga al fantástico, con base en la literatura, el atributo de poner
en tensión los presupuestos básicos de la lógica científica
imperante, y le asigna no menos de tres sub clasificaciones. A saber: El
horror (campo sobre el que discurriera holgadamente Howard Phillips Lovecraft
en su ensayo breve El horror en la literatura), la ciencia-ficción
(ilustrable recurriendo a los célebres nombres de Verne, Bradbury o Asimov),
y el maravilloso (del cual la Alicia en el País de las Maravillas
de Lewis Carroll suele ser mi ejemplo predilecto). Los casos que consideraremos
a continuación se internan en un terreno no tan definido, y bautizado
hace no mucho tiempo por algunos críticos de cine como bizarro,
que estaría en condiciones de agrupar transversalmente expresiones propias
de cada una de las clasificaciones antes mencionadas.
SOBRE LA DEFINICIÓN DE BIZARRO
Poca claridad aporta al término en cuestión el Diccionario
Sopena de la Lengua Castellana, con su definición de "valiente,
gallardo, generoso". Obviamente, aquí se trata de una acepción
más vulgar, y atribuida recientemente a "lo extraño".
Desde hace algunos años las nuevas generaciones vienen utilizando el
término para agrupar en él a un cierto pastiche de manifestaciones
prácticamente inclasificables por lo poco comunes. Si el denominador
común que se les ha venido atribuyendo es el de cierto tratamiento freak
o anárquico, que – en el caso del cine – encontraría a uno de
sus más altos exponentes en el realizador norteamericano Ed Wood
(para muchos, considerado el peor director de cine del mundo), ha llegado el
momento de señalar mis diferencias. En rigor de verdad, nunca me satisfizo
a pleno tal categorización, ya que – acaso con un criterio algo pasado
de moda – vengo considerando que hay bueno y mal cine, en todos los géneros.
Y me parece una clasificación algo antojadiza aquella que pretenda agrupar
expresiones tan variopintas como el erotismo de vuelo bajo o el terror mediocre
bajo un denominador común cuyos puntos de contacto – más allá
de la existencia de algunas obras entrañables - no parecerían
ser otros que la escasez de recursos materiales, la impericia técnica,
o la falta de imaginación, condiciones estas – a mi modesto juicio
– distantes de la posibilidad de ser agrupadas para dar a luz un nuevo género.
No obstante, como el término en cuestión parece haberse impuesto
sin mayores resistencias al menos en ciertos círculos mayoritariamente
juveniles… allá vamos pues, con todo respeto por el hecho consumado.
EL CINE FANTÁSTICO BIZARRO DE LOS 60 y 70s: CONTEXTO
Y EMERGENTES DESTACABLES
Aquí
se pretende poner el foco de atención en el período histórico
consignado en el título, y en tres enclaves específicos del mundo
hispanoparlante, seleccionados considerando el impacto internacional de sus
respectivas industrias culturales, con eje en el cine: España, México,
y Argentina. Aunque no constituya el principal factor de interés
para l@s potenciales lectores de esta nota, recordaremos que el mundo
bipolar de entonces era el de la llamada Guerra Fría, y había
sido diseñado en Yalta después de la última gran contienda
bélica. En tal circunstancia, los tres países consignados padecían
algún tipo de censura, más estricta en España y Argentina
(bajo el imperio del falangismo o las sucesivas dictaduras que azotaron nuestro
país), y más morigerada en México, debido al gobierno hasta
hace poco vitalicio del PRI, derivación demoliberal y burguesa de la
heroica gesta zapatista.
En el primero de los casos, y tal como lo refieren especialistas calificados
en la materia como Narciso Ibañez Serrador, a partir de 1961,
a instancias de Jesús Franco (con su Profesor Orloff), Paul
Naschy (con su hombre lobo Valdemar Daninski) y el impagable Amando de
Ossorio (con su tetralogía de Los Templarios) la cinematografía
ibérica encuentra a través del cine fantástico un resquicio
en materia de erotismo y violencia mediante el cual burlar algunas de las estrictas
restricciones impuestas por el franquismo. Como si fueran ingredientes imprescindibles
del género, los jóvenes españoles de entonces acceden a
sus primeros desnudos parciales y a las primeras imágenes gore
(degollaciones, decapitaciones, mutilaciones) de la mano de estas producciones
de clase B que no tardarán en hallar un nicho de mercado internacional
específico, hasta convertirse hoy – algunas – en verdaderos productos
de culto merced a su impronta innovadora y trasgresora de los límites
fijados por su bajísimo presupuesto, así como por calendarios
de rodaje que a veces no se excedían de una a cinco semanas.
Como
es sabido, México es uno de los países de Nuestra América
donde la conquista hispánica se enfrentó a un mayor grado de resistencia
cultural, lo que hace que a la fecha se conserven tradiciones más sólidas
que en otros enclaves más cosmopolitas del continente, como ocurre al
menos en la capital de nuestro país. El antiguo apego a las contiendas
de lucha libre, por ejemplo, llevó del ring a la pantalla grande a un
ídolo de multitudes como Santo, El Enmascarado de Plata, que hoy
goza – aún post mortem – de la condición de mito indiscutido
de las grandes mayorías aztecas. Rodolfo Guzmán Huerta
(23 de septiembre de 1917-5 de febrero de 1984), tal su verdadero nombre, fue
luchador y actor. Una verdadera leyenda de la lucha libre mexicana, quizá
el más famoso de los luchadores en Latinoamérica. Su carrera en
la lucha libre duró casi cuatro décadas, durante las cuales se
convirtió en un héroe popular y un símbolo de la justicia
para el hombre común ya que su personaje trascendió el ámbito
de la lucha libre y se transformó en una especie de súper héroe
al protagonizar historietas y películas, de hecho su popularidad y el
mito provienen en gran medida de estos últimos medios y no de la lucha
libre. Dando una vuelta de tuerca al lugar común de los súper
héroes norteamericanos, consistente en tener una doble identidad (de
ciudadano común en la vida cotidiana y héroe en situaciones extremas)
Santo siempre es uno y él mismo, en el ring y en la vida diaria, permanentemente
enmascarado. Muchos de sus filmes comienzan y terminan en el cuadrilátero,
ofreciendo alguna de sus lidias completa, y casi siempre rematan con la frase
de algún personaje que, mientras el héroe se aleja de Cuba, Colombia,
o Ecuador (algunos de los países que co produjeron su más de medio
centenar de largometrajes) en avión rumbo a su Patria, recuerda que se
trata de "un justiciero sin fronteras que debe preservar su identidad para
moverse con libertad en su cruzada inclaudicable contra las fuerzas del mal",
eufemismo este de un enemigo que generalmente va de la mafia a los mitos tradicionales
del horror como Drácula, Frankenstein, o el Hombre-Lobo (cabe destacar
aquí la semejanza misional con otros héroes mediáticos
que contemporáneamente han gozado de un enorme cariño popular,
como ocurriera con "El Capitán Piluso", encarnado en la TV,
el cine y las historietas por el colosal humorista argentino Alberto Olmedo)
Muchas de sus hazañas se verán secundadas por algún compañero
en los avatares de la lucha libre, como Blue Demon, y habrá de exhibir
en su transcurso grandes dotes de innovador tecnológico (cualidad que
a veces remite a la bati-cueva del hombre-murciélago) Al igual que otras
mitologías populares de nuestro continente - como la literatura de cordel
del nordeste brasileño - han llegado a confrontar a ídolos como
Roberto Carlos con el propio Lucifer, Santo no se cuestiona jamás porqué
al cabo de una extenuante paliza le toca abandonar el estadio para hacer horas
extras intentando frenar, por ejemplo, la venganza de una momia o una invasión
extraterrestre. Esa es, al fin y al cabo, la lógica que lo ha hecho inmortal.
Richard Conte al teléfono para prevenir una Extraña Invasión
El período que estamos revisando encontró al cine nacional sin
una gran tradición en el género fantástico (tal vez intentos
aislados, como El extraño caso del hombre y la bestia de Mario
Sóffici, Obras Maestras del Terror de Enrique Carreras, o Invasión
de Hugo Santiago, por citar un puñado de ejemplos) En la segunda mitad
de la década del 60 se destaca, sin embargo, la significativamente audaz
apuesta de un realizador afecto a cultivar temáticas de lo más
diversas: Emilio Vieyra. Criticado por algunos especialistas en virtud
de profesar una ideología condescendiente con los gobiernos defacto,
realizó un puñado de filmes que recién hoy la generación
del autor de estas líneas puede ver completos, comprobando que contenían
un erotismo explícito (desde desnudos totales masculinos y femeninos
a masturbaciones con vibrador, pasando por actos de lesbianismo concretados
sin el menor disimulo) al que por entonces no se atrevían ni las más
calificadas películas del primer mundo. Obviamente, por entonces dichas
escenas jamás pasaron por nuestras pupilas de adolescentes que despertaban
al sexo consumiendo revistas porno soft de contrabando en las cuales
se borraba fotográficamente el pubis de las damas… como si fueran enteramente
lisas. Títulos como Extraña Invasión, Placer
sangriento, La Venganza del Sexo, La Bestia Desnuda
y Sangre de Vírgenes explican el gusto de Vieyra por el
terror, el misterio y la ciencia-ficción, que el director combinó
con elementos de una imaginación infrecuente, que a la larga ha contribuido
a convertir a estas películas en obras de culto, tanto en la Argentina
como en los Estados Unidos y Europa, donde varias de ellas son comercializadas
en video y emitidas por TV.
EL INFLUJO DE LA FACTORÍA HAMMER
Susana Beltrán busca a quien está sustrayendo Sangre de Vírgenes
En muchos de los títulos que hemos revisado para escribir esta nota
hemos constatado la indisimulable influencia estético-narrativa de una
verdadera meca del cine de horror gótico de la época. Esa Casa
Hammer que consagrara las figuras inolvidables de Peter Cushing y Christopher
Lee para rescatar, desde principios de los 60s, a los monstruos sagrados de
la Universal pero ahora en colores y con inédita carga erótica.
El caso de la producción española La noche del terror ciego,
o de la azteca Santo y Blue Demon contra Drácula y el Hombre Lobo,
por ejemplo, así lo demuestran. Y – en mucha menor medida – el de la
argentina Sangre de vírgenes, acaso dada la elección
de situar un relato vampírico en el paisaje de Bariloche. Indiscutiblemente,
la esmeradísima reconstrucción de época de la productora
británica, expresada en tenebrosas locaciones y exquisitos vestuario
y utilería, no tardó en convertirse merecidamente en referencia
ineludible para los cultores del género.
LA BÚSQUEDA DE MITOLOGÍAS LOCALES
Al
cabo de una prolija y exhaustiva revisión de títulos, el autor
de esta nota desea destacar al menos tres cuyas singularidades merecerían
la atención del aficionado atento. Se trata de la mencionada producción
del inefable Amando de Ossorio La noche del terror ciego, de Santo
contra las momias de Guanajuato, y de Extraña invasión.
En el primer caso nos parece digno de encomio el afán de un realizador
que, ante la oferta de las grandes productoras internacionales dispuestas a
reeditar el éxito asegurado de los nombres más taquilleros del
horror cásico, fiel a su origen (Galicia es una tierra atravesada por
la cultura celta y plena de mitos y leyendas autóctonas), impone su
voluntad de dar a luz unos personajes con acervo histórico real y consagrarlos
en el mismo status de los que inmortalizara Hollywood: Los Caballeros
Templarios. Conmueve revisar las memorias de este modesto pero inclaudicable
realizador oriundo de La Coruña, y detenerse en frases tales como "podrán
decir de mí que fui un desastre, porque era conciente del miserable presupuesto
asignado y resolví filmar… pero lo mío era el cine y a él
consagré mi vida con la mayor buena fe". En el caso de Santo - cuyos
filmes, entre 1958 y 1982, pasan por diversas manos corriendo desigual suerte
– diremos que vale rescatar el apego en casi todos los casos al imaginario local:
Si hay una momia, será pre colombina y no egipcia; y si algún
personaje de origen europeo entra volando por la ventana o aúlla con
luna llena el espectador recibirá una detallada explicación de
qué movió al susodicho a tentar suerte en tierras mejicanas. Por
último, consideramos que la precaria – sobre todo a nivel guionístico
– producción de Vieyra encuentra una perlita en la casi desconocida realización
de sci fi Extraña invasión, que trae ni más ni menos
que a Richard Conte a conjurar una aparente amenaza interplanetaria en la localidad
bonaerense de Pacheco, innecesariamente transformada en un pueblito del sur
de EE.UU. Más allá de contar con un desenlace algo pobre, la pulcritud
de su desarrollo y el clima inquietante que consigue no tiene nada que envidiarle
a los niños albinos de Village of damned ni a las esporas de Invasión
de ultracuerpos, consagradas por entonces en el hemisferio norte como verdaderas
joyitas del género.
Todo indica que el impacto de los medios digitales y la masiva irrupción
en el Séptimo Arte de una desprejuiciada generación de talentosos
jóvenes dotados de gran vocación experimental habrá de
revertir en el corto plazo el lugar de "patito feo" de la cinematografía
internacional que este tipo de producciones nacidas en el mundo "periférico"
aún detenta.-
A mi colega Alberto Farina,
y a todos los argentinos que gozamos de siestas dichosas mirando Cine de Súper
Acción
JORGE FALCONE
| atrás
| recomendar esta página
| enviar comentarios
| arriba
| |