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J.P. Bango Nota originalmente publicada en El Cronicón CinéfiloII. Max Renn busca imágenes impactantes: En la búsqueda de imágenes impactantes que inicia un directivo de una televisión local, Max Renn, se encuentra con Videodrome, una especie de canal amateur que emite videos repletos de sexo y violencia aparentemente reales (y, en todo caso, realistas) y cuyas singularidades desea conocer (y comprar) a toda costa. Tras iniciar una breve relación con Nicky Brand, una profesional del medio radiofónico (que en principio debiera haber supuesto la antítesis de Renn y que, sin embargo, es la más receptiva a consumir unas imágenes de Videodrome que, sencillamente, termina por unirlos en una de las relaciones más complejas del “catálogo de relaciones complejas” que puebla la cinematografía cronenbergiana), comienza a indagar sobre las personas responsables de aquellos videos, sumergiéndose en una intriga conspiranoica (que guarda una cierta relación con Scanners) que le lleva a toparse con los nombres de O’Blivion y Barry Convex. La exposición a Videodrome alterará, y de qué manera, el modus vivendi de Max Renn, también su mente, ya que no tarda en sentirse perturbado por el influjo (irresistible) de las imágenes que visiona.
Renn comienza a percibir una realidad alterada, repleta de imágenes fascinantes pero anómalas, cuya explicación deviene de la propia naturaleza de Videodrome. Así, tratará de descubrir quién y qué se esconde detrás del creador del sistema catódico, O’Blivion, y con qué propósitos lo utilizan aquellos que emiten las imágenes (Convex). Con todas las piezas superpuestas en un tablero diseñado por el demiurgo canadiense, el juego termina de resolverse en su espléndida media hora final con un gozoso clímax en el que el protagonista se sumerge en el inframundo pergeñado por Videodrome: con sus realidades virtuales, venganzas proyectadas, juegos de identidades y ajustes de cuentas... en busca del estadio que, en último término, deba consumar su metamorfosis. La Nueva Carne llama a la puerta, definitivamente, en el cerebro tumorizado de Max Renn. Videodrome, se rebela como una cinta insana -dominada por una dirección artística áspera, cuasi telefilmesca-, pero sumamente lúcida tanto en lo que propone cómo en lo que expone. Cronenberg concibe su película como una fusión de varios géneros (la ciencia ficción, el thriller, el drama existencial) que no son sino excusas conceptuales para la cristalización definitiva y, en formato cinematográfico, de los rasgos definidores de la Nueva Carne. En realidad,
El mayor logro de Cronenberg en esta película, es la delicada atención que presta a las imágenes y secuencias de su obra, sobretodo cuando se sabe cercano el influjo de Videodrome.
Notas [1] MARTÍNEZ, Beatriz: “Larga vida a la Nueva Carne”. MIRADAS DE CINE [2] LÓPEZ, José Antonio. Videodrome (Videodrome). PASADIZO.COM
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