Terror Universal
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Seccion: Películas (Lecturas: 967)
Fecha de publicación: Octubre de 2016

Crítica de afiches: Holocausto

La mansión ominosa, la Casa, espejo de los relatos góticos, nos absorbe entre sus recodos tenebrosos en una cabalgata hacía atrás, a los días del Medioevo.

Emilio A. Bellon



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A diferencia de tantos otros afiches del género, este infravalorado film de Dan Curtis de mediados de los años '70, no presenta rostro alguno de sus personajes. Desde un diseño que pendula entre la antigua imagen fotográfica, las tapas de revistas seriales y postales de época, la imagen que se nos presenta coloca, en un plano superior y dominante, a una mansión que la reconocemos en el espejo de los relatos góticos.

Burnt Offerings

El film que hoy nos invita a este recorrido, pese a que no fue considerado por la crítica en términos favorables, figura entre los favoritos del ya clásico autor de tantas novelas y cuentos que definen al mismo género, en estas últimas décadas. Me refiero a Stephen King. Una gran casona, una mansión, una residencia alejada de la ciudad. Un espacio que se ofrece abierto al deseo de los visitantes que llegan de la gran ciudad. Desde la imagen inicial del film los inmediatos inquilinos de este soñado lugar, en la llamada temporada de verano, llegan a la carretera de acceso a partir de un desvío. Y súbitamente allí, cada vez más cerca, a través de enrejada arboledas se levanta la casa, el escenario que nos lleva a tantos cuentos y novelas de orden sobrenatural, de atmósferas fantasmáticas.

Basta pensar en el primer film rodado por Alfred Hitchcock en Estados Unidos, Rebecca, una mujer inolvidable, en el inicio de la década del '40, a partir de la novela de Daphne Du Maurier. Aún resuena en mi oído el nombre de "Manderlay". Y en forma inmediata, recordar que el film que inaugura la serie Edgard Allan Poe, en la filmografía de Roger Corman, es La pavorosa casa Usher, estrenado en el umbral del año '60.

Independientemente de las valoraciones de la crítica en el momento de su estreno, Holocausto – así se conoció en nuestro país – nos entrega con numerosos subrayados una historia que coloca a la Casa misma en el centro de la escena, que la construye como personaje; que se anima desde la celosa conducción de dos hermanos, de conductas que se muestran caricaturescas pero severas; roles que cumplen con euforia, Eileen Heckart y Burgess Meredith

De tonos que llegan a alcanzar notas muy chirriantes e igualmente notoriamente graves, con forzados planos inclinados y una tenebrosa banda sonora que colocan a este film en un espacio serial, Burnt Offerings lleva en su segundo vocablo el concepto de ofrenda. Y este es uno de los rasgos, una de las marcas, que van develando ciertos móviles y anticipan situaciones de sombrías siluetas trágicas.

La temporada estival abre las puertas a una paleta de variados y fulgurantes colores. Como este cerrado jardín que nos deleita con sus desbordantes flores. En ese espacio bucólico, habitado por antiguos retratos familiares, en donde el tiempo parece haberse detenido, algunos pequeños hechos comienzan a inquietar a este joven matrimonio, Marian y Ben, personajes que interpretan Karen Black y Oliver Reed, junto al pequeño David, el hijo de ambos, a cargo de Lee Montgomery.

Si dirigimos, ahora, nuevamente nuestra atención a este afiche, vemos que de una de las ventanas se proyecta, de manera oblicua, una reverberante luz que proviene del interior. La figura de esta mansión convoca a tantas otras de los films de este género; pero se destaca, particularmente, su delineado e irregular cuerpo arquitectónico de tintes sombríos, bajo un amenazante cielo tormentoso, que deja entrever un resplandor lunar.

Burnt Offerings

Nuevamente la Casa ha captado nuestra atención. Sí, nos recuerda a tantas otras asociadas al nombre de tantos otros actores, a tantos otros films que partiendo de los años '30 llegan hasta los más renovados días de la Hammer. Esta casa que recrea a tantas mansiones y caserones, espacios tenebrosos, que cabalgan hasta los días del Medioevo. Conocido en otros países como Pesadilla diabólica, Batalla macabra, Trauma, nuestro film en cuestión nos reserva la llegada de un singular personaje, el de la tía Elizabeth. Y aquí reconocemos sí, a través de la eximia Bette Davis, una suerte de máscara que nos lleva a una década y media atrás, cuando bajo la dirección de Robert Aldrich nos ofreció, junto a Joan Crawford, una pieza grandguiñolesca como es ¿Qué pasó con Baby Jane?. A partir de este film, la destacada actriz pasó a componer a personajes, en la mayor parte de los casos, que fueron trazados desde los rasgos de crueldad, autoritarismo, omnipotencia, villanía.

Sin embargo es otro el rol que cumple aquí. Ahora, frente a estos sucesos de inminente amenaza y gritadas muertes, ante estos relojes que disparan sus horas y puertas que se cierran bruscamente, ella adoptará otras conductas. Y en tal caso, pasará a ser una víctima más, como desde más allá de la apariencia, lo manifiesta y se revela sobre el final, en este film de culto del año sesenta y uno.

Burnt Offerings

Una serie de vocablos se inscriben sobre la imagen de la casa: se indican lugares, ámbitos y algo indefinido desde la repetición de "something". Se nombra a la misma maldad como algo que acecha. Y en esa escritura reelemos al mismo género desde el recorrido que nos propone. Debajo de esta imagen, grabada sobre la desnuda piedra, el título del film. Enmarcada en hojas de hiedra, a manera de placa funeraria, impacta por el relieve de sus letras, por el contraste entre lo que se eleva desde la imagen jerárquica de la altiva casa y lo que desciende hasta la misma fosa. Así, en esta historia pesadillesca, todo empieza a ser devorado por la presencia de algo maligno que clausura toda
posibilidad de retorno.

Burnt Offerings

Deliberadamente kitsch con momentos que lindan con un cínico humor, el film de Dan Curtis celebra la exageración y el dislate. Y hasta coloca la espectral y burlona figura de un chofer, que es mostrado desde violentos zooms, personaje que asume Anthony James. Y volvemos a la Casa. Y desde aquí a tantos finales en los que ella misma pasa a ser una protagonista, que ahora, tras todo lo ocurrido, puede seguir ofreciéndose de manera inocente. Sí, estamos frente a este desolador y atractivo ámbito, que despierta en una de las expresiones de Marion, mientras contempla los retratos de hombres y mujeres, de diferentes generaciones, cuando expresa, frente a ellos: "Memorias de toda una vida".

Tres años después la Casa, esta casa, frente a nosotros, seguía en pie. Y ahora, bajo la dirección de Don Coscarelli, uno de sus sectores pasará a ser un mausoleo en su film del setenta y nueve, Phantasma.