Seccion: Artículos (Lecturas: 554)
Fecha de publicación: Octubre de 2018
Carta abierta a Boris Karloff (y respuesta del Rey del Terror)
En 1935, ya convertido en astro del cine, Boris Karloff recibió del columnista de un medio especializado esta pintoresca carta abierta que, por supuesto, se animó a responder... J. Eugene Chrisman
Querido Boris:
Tal vez no lo sepas, Boris, pero
eres un benefactor nacional,
mereciendo figurar entre Washington,
Lincoln, Edison, el NRA y Aimee Semple
McPherson. Millones de víctimas
de insomnio entre los cayos de la Florida
a las brumas de Puget Sound te recuerdan en sus oraciones por lo que tú has hecho por ellos.
Soy uno de los desafortunados que,
olvidado por los favores de Morfeo, he
pasado mis noches en los últimos años,
contando ovejas hasta que una oveja se me
representó un signo de horror. Si todas
las ovejas que he contado se enfilaran
una al lado de la otra, no tengo idea
qué pasaría pero algo seguramente harían.
Hasta que te vi en el rôle del
monstruo en Frankenstein. Volví a
casa y cuando me puse la mitad de mis
pijamas y me disponía a otra noche
más de contabilidad ovina, imagina mi
sorpresa y gratitud por verme en una
pesadilla lista para abordar. Y qué momentos me hiciste pasar. En vez de yacer
boca arriba, atento al conteo de incontables rebaños saltando una verja, me sentí
capaz gracias a tu talento para el horror, de cabalgar por praderas y valles, a horcajadas
de una hermosa pesadilla. Ahora cada vez que me siento incapaz de conciliar
el sueño, reviso las carteleras de lo que proyectan en los cines del barrio,
elijo tu última película de horror y regreso a casa para retomar mis venturas
ecuestres de la noche. Gracias Boris y gracias de parte de mis camaradas con
quienes comparto estas cabalgatas.
La gente se alimenta, Boris, con un estímulo emocional habitual. Nos cansamos
de los romances de la pantalla, los gangters, de los triángulos y las historias de
Cenicientas. Lon Chaney fue el primero en darnos escalofríos en nuestras nucas.
Y ahora amamos verte en la pantalla en toda tu horrorífica gloria, porque nuestras
almas estaban ayunas de esos relatos. Amamos verte en la pantalla por la
misma razón que la gente de las épocas pretéritas gustaban de las historias de
fantasmas. Alimenta una parte de nuestra receta emocional de que ningún otro
astro de la pantalla se ocupaba.
Pero Boris, ¿cómo se siente ser el Hombre de la Bolsa nro. 1 de la pantalla? ¿Altera
tu alma sensible que la gente te tache de Boris Karlof, el Monstruo? ¿Alguna vez aspiraste a ser simplemente un galán, o un actor de carácter? Eres un excelente
actor de carácter, eso lo evidencian tus muchos exitosos roles, como el reverendo
Isopod en Five Star Final (La sed de escándalo-1931). ¿Te averguenza que la gente bromee con
pagarte por ir a espantar casas o que los niños vayan en Halloween a tocarte la
puerta para que salgas con ellos caracterizado de Monstruo?
Ser un Monstruo no es un jardín de rosas, Boris. Lon Chaney lo descubrió
cuando la tensión y la agonía de sus make-up para la pantalla minaron su magnífica
constitución y lo enviaron prematuramente a la tumba. Tú no eres imitador
de Lon, eso es un hecho, pero ningún otro actor ha sido capaz de capitalizar los
roles monstruosos o de horror. Lon entró en ese campo, deliberadamente y sabiendo
bien la demanda del público por emociones fuertes. El destino te abrió
una oportunidad pero fuiste sabio para sacarle ventaja.
¿Vale la pena tanta agonía por la recompensa? Y cuánta tuviste que soportar
bajo el atuendo del monstruo en Frankenstein. Cómo habrás sufrido bajo los metros
y metros de vendaje y masilla plástica bajo la que encorsetaste tu cuerpo durante
las infinitas horas para tu creación de Im-ho-tep en La momia. Tu cuerpo
normal se distorsionó tal como Chaney y mientras el make-up común de los estudios
es bastante incómodo, el tuyo habrá sido una prueba más allá de toda
resistencia humana.
¿Recuerdas, Boris, la primera vez que te vi en la pequeña oficina del departamento
publicitario de Universal? Habías concluído Frankenstein y te ofrecían tu
primer contrato con un estudio. Para tí era algo irreal. Durante años intentaste alcanzar
ese punto. Habías interpretado durante muchos años en las compañías de
repertorio. Habías descendido a cavar zanjas para ganar el diario pan. Habías
sido chofer de camión y cargado a la espalda pesados sacos de cemento para
ganar tus cinco dólares al día. Tu trabajo en la pantalla había sido como característico.
Ha sido un largo y difícil camino y ahora, al final, estabas ahí a causa de
un talento que tú nunca habías sospechado que tenías para los rôles de horror. Me
pregunto cuantos de tus fans comprenden realmente el arte de tus caracterizaciones,
la habilidad para helar la nuca y causar que el corazón pegue tumbos. No es
solamente el genio del responsable de make-up del estudio que hizo de ti el maestro
del horror de Hollywood, Boris, es que sin duda eres un gran actor.
Nosotros, aquí en Hollywood, sabemos que tras la máscara de tus caracterizaciones,
yace el alma de un caballero inglés. Sabemos cuan amable y gentil eres,
que gran marido y estupendo amigoeres. Pero los millones que te ven en la pantalla
y solo ven tu personalidad sumergida bajo grotescos make-up, ¿qué hay de
ellos? Leen de tu interés en el deporte de tu Inglaterra natal, de tu asociación con
hombres como Clive Brook, Ronald Colman, C. Aubrey Smith, Charles Laughton
y Herbert Marshall pero yo sé que a ellos lo que les interesa más leer es, en tus
propias palabras, como se siente ser un Monstruo, el maestro del horror de
Hollywood. ¿Me responderías estas preguntas en el próximo número? Miles de
lectores estarán ansiosamente aguardando tus palabras, no los decepciones.
Gracias de nuevo por todas las hermosas pesadillas y aguardaremos tu réplica.
J. Eugene Chrisman
Hollywood (01/1935)
Boris Karloff responde a J. Eugene Chrisman
Querido amigo Gene:
Esta es la primera vez que me doy cuenta pertenecer al negocio de las libreas
de caballos pero me alegra ser el inspirador de tantas pesadillas
que tú y tus colegas de insomnio deben cabalgar. Me gustaría realizar una petición.
Dejen de recorrer el vecindario. Me hacen estar toda la noche despierto.
¿Así que mis fans quieren saber cómo se siente ser un Monstruo? Tal vez no lo
crean, pero lo disfruto.
¿Recuerdas cuando eras chico y te cubrías con las sábanas por encima de la cabeza
pretendiendo ser un fantasma y cómo los demás escapaban cuando te les
aparecías desde detrás del granero? Aún soy suficientemente niño como para
sentir lo mismo con mis rôles. Y respecto de querer ser un galán, debería decir
que no. No comencé mi carrera teatral o cinematográfica con la idea de ser un
actor de horror pero la chance que se me abrió en este tipo de personajes me
acercó a las cosas que quería y me condujo tan lejos por un carril que, mientras
permanezca en la pantalla, no espero desviarme.
Creo que los niños son mis mejores fans. Recientemente asistí a los partidos de
tenis que se hicieron por aquí. Cada vez que un niño me veía, me pedían un autógrafo.
Si firmaba solamente "Boris Karloff", el chico miraría con desconcierto y
preguntaría "¿no me firma como el Monstruo de Frankenstein, por favor?"
Tan extraño como parezca, he encontrado cierta simpatía entre mis fans por mi
papel. Una mujer me escribió que nunca había sentido tanta pena por una criatura
como la que sintió por mi en esa escena de Frankenstein en que sostuve a la
niña bajo el agua hasta que se ahogó. "No parecía que usted lo estuviera haciendo a propósito ", me escribíó, "sino que era un pobre instrumento en las manos de algún
poder maléfico bajo el cual usted no tenía control. Lloré, no por la niña pero por
piedad hacia ese pobre ser conocido como el Monstruo que había sido forzado a
matar".
Como verás he logrado algo al imprimir en mis rôles de horror un breve gesto
o detalle que, en cierta medida, agrega un toque de empatía con el público. Pero
mi personaje en The Old Dark House (El caserón de las sombras-1932) fue tan cruel que no vi manera de aliviar
con algún toque de empatía. Aún así, luego que la película se estrenó, un fan
me escribió recordando la escena en que me aporreaban con una lámpara. El
actor que me golpeaba era de contextura menor que lo que yo aparentaba bajo mi
pesado make-up pero este fan lo llamó "gran bravucón" por golpearme.
Prefiero esta clase de personajes porque me da tremendas oportunidades. La
cosa más difícil para un actor es interpretar partes serias en que debe ser uno
mismo.
Pero mientras te escribo debo corregir una historia que una vez escribiste
acerca de mi encuentro con Lon Chaney. Recuerdas que dijiste que yo estaba trabajando
en Universal como extra y le di un aventón a Lon en mi viejo automóvil.
No ocurrió de esa manera pero la historia auténtica fue mucho más interesante.
Acababa de llegar a Hollywood y conseguido un trabajo como extra durante algunos días en los viejos estudios Brunton, que estaban ubicados donde hoy se
levanta la Paramount. Un viejo actor de carácter, Bill Taylor, me había tomado
aprecio y como yo era nuevo, me dio varios consejos. Fue Bill que me presentó a
Lon Chaney un día en el estudio. No conocía mucho de él a pesar que lo había
visto en varias películas, incluso The Miracle Man (El hombre milagroso-1919), pero su nombre no significaba
mucho para mi. No teniendo mucho dinero para pagar mi alojamiento,
solía ir al Legion Stadium donde cada viernes a la noche había peleas. Chaney
nunca se perdía un combate y siempre conversaba al pasar.
Después de trabajar un día en el estudio, fui hasta la puerta principal y me iba
de regreso a casa. Detrás de mí escuché un auto y alguien que me tocaba bocina,
pensé que era para que me quitara del camino. Solo tenía quince centavos en el
bolsillo pero lo que me sobraba era orgullo. En consecuencia, aminoré el paso y
seguí caminando con mucha calma. Detrás, el auto maniobró y una voz dijo: "¿No reconoces viejos amigos, Karloff?"
Miré al interior y vi a Lon Chaney que me sonreía. Me invitó a subir y anduvimos
como una hora mientras charlamos acerca del negocio del cine y me preguntó
sobre mi vida. Esa charla con el gran Lon me dio el coraje de seguir
adelante. Por supuesto, ni soñaba que unos pocos años después Chaney estaría
muerto y yo tendría una oportunidad en una clase de caracterizaciones algo semejantes
a aquellas que le hicieron famoso. No me considero a mi mismo un segundo
Lon Chaney ya que nunca habrá otro igual.
Tal vez mientras efectúo esta corrección, debería corregir también otra versión,
aquella en que dicen que ni siquiera tolero un papel matamoscas en mi hogar debido
a mi aversión por quitar vidas, por más que sean insectos. Es verdad que
soy adversario de quitar vidas de cualquier ser por deporte o capricho, tampoco
soy tan remilgado. Nunca dispararía a un ciervo o a un conejo, ni siquiera atraparía
una rata con una trampera, pero deberías verme yendo tras los caracoles que
atacan mi jardín como si fueran ángeles de la muerte.
Dudo que algún hombre esté tan contento como yo. Mi tiempo libre lo invierto
con mi esposa en nuestra nueva casa de Hollywood, entre mis flores, mis gallinas
y mis perros. He tenido éxito en traer nuestro deporte inglés, el criquet con mis
compatriotas del metier, C. Aubrey Smith –en honor a quien nuestro campo ha
sido bautizado—Herbert Marshall, Clive Brook y otros ingleses en Hollywood. También introdujimos el rugby, una forma de fútbol que juego, a pesar que a mi
edad pueda ser una invitación al suicidio. La vida es grata para mi y espero tener
muchos años de promover escalofríos a las nucas de toda la nación. Un viaje a Inglaterra
para refrescar la memoria, mi hogar, mi trabajo, mis amigos... ¿qué más,
te pregunto, podría querer un Monstruo?
Mi próxima película será una secuela de Frankenstein y espero fabricarte un
nuevo rebaño de pesadillas para que cabalgues por las noches. He estado inactivo
desde que hice The Black Cat (El gato negro-1934) y será divertido volver a caracterizarme del
Monstruo.
Gracias por tu amigable carta y lo mejor para todos los fans.
Boris Karloff
Hollywood, 02/1935
Estos artículos, traducidos por Darío Lavia, se publicaron en Boris Karloff, volumen 3 de los Breviarios de Cinefanía.
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