Seccion: Entrevistas (Lecturas: 664)
Fecha de publicación: Noviembre de 2018
Cámpora y Chaney: Entrevista a Carlos Belloso
Se estrena "Unidad XV", filme histórico pero también de fugas carcelarias y entrevistamos a Carlos Belloso, uno de sus protagonistas, para hablar de Cámpora, Chaney e Ibáñez Menta.
Darío Lavia y Juan Carlos Moyano
Samuel Fuller dice, en una entrevista, que si alguien ha de realizar una película con contenidos políticos, "no debes hacer una película para tus amigos, no debes hacer una película para que la vean aquellos que comparten tu misma ideología. Debes hacer una película para que la vea el enemigo, la gente que no cree aquello que tú crees" *. Nuestro cine histórico y político no siempre ha seguido esas premisas, prefiriendo (o saliéndosele por los poros) el alegato testimonial sustentado en recursos propagandísticos, para que así se reafirmen las ideas entre los compañeros (correligionarios, camaradas, etc). Sin embargo, una excepción a ese cine de barricada es el cine histórico que, al exponer los hechos en un contexto dramático y cinematográfico y sin bajada de línea, provoca que los que tomen partido sean los espectadores, cada uno de acuerdo a sus propias convicciones. Unidad XV, cuya proyección pudimos asistir en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, recorre estas vertientes llevándonos a 1957, luego del derrocamiento del presidente Perón y ubicándonos en una cárcel de Río Gallegos a la que son confinados cuatro presos políticos, Jorge Antonio, Guillermo Patricio Kelly, Héctor Cámpora y John William Cooke que, representando las diferentes alas y escalafones que compondrían el movimiento peronista (empresarios, políticos, derecha e izquierda), deberán compartir el mismo pabellón. Unidad XV no es exáctamente una película para el enemigo pero sí una que vale la pena ver para cualquiera mínimamente interesado en nuestro pasado reciente. Para ampliar sobre la película, pero también para indagar un poco sobre uno de los santos patronos de nuestra web, Lon Chaney, consultamos a uno de los protagonistas de Unidad XV, Carlos Belloso, que generosamente accedió a responder nuestras preguntas...
Unidad XV
Director: Martín DeSalvo.
Guion: Martiniano Cardoso y Francisco Kosterlitz.
Fotografía: Nicolás Trovato.
Música: Jorge Chikiar.
Con: Lautaro Delgado ... Jorge Antonio
Rafael Spregelburd ... John William Cooke
Diego Gentile ... Guillermo Patricio Kelly
Carlos Belloso ... Héctor Cámpora
Ignacio Rogers
Adrián Fondari
Germán De Silva
Mora Recalde
Sinopsis: Luego de la Revolución Libertadora, cuatro dirigentes peronistas son detenidos y conducidos a la Unidad Penal XV, en Río Gallegos, donde deben convivir en un mismo habitáculo. Ante el riesgo de una fusilación sumaria, tendrán que limar sus asperezas ideológicas en pos de concretar un plan efectivo de escape.
–Hemos visto Unidad XV en la misma sala que incontables integrantes de jóvenes agrupaciones políticas y, a juzgar por sus manifestaciones durante el posterior interludio de preguntas y respuestas a los realizadores, experimentaron sensaciones muy similares a las que, imaginamos, pudieron haber vivido espectadores que en la década del setenta asistieron a proyecciones de Operación masacre de Jorge Cedróno Los traidores de Raymundo Gleyzer, dos antológicas películas del peronismo. ¿Qué sensaciones experimentaste y cómo percibiste el componente narrativo y testimonial al ver por primera vez la película en el marco de una sala de cine?
—Obviamente los nombres se hacen públicos y está basada en hechos concretos y reales (1957) cuando se produce el confinamiento de estos cuatro personajes – Héctor J. Cámpora; Jorge Antonio; William Cooke y Guillermo Patricio Kelly – en un mismo pabellón, a mí me resultó muy atractiva la posibilidad de narrar el espectro peronista en circunstancias de la Revolución Libertadora para lo que haya sido la resistencia peronista en un tiempo difícil. En ese sentido se replicaba en las distintas unidades básicas o unidades de resistencia, los extremos políticos o el marco general peronista poniéndose de acuerdo para ver qué hacían con respecto a este hecho, concretamente un escape. Me pareció muy simbólica, y lo vi como una oportunidad también (como yo soy apartidario, no apolítico) soy más bien de izquierda pero al mismo tiempo desencantado de la dirigencia; me lleva a mi a pensar que éste trabajo es puramente objetivo con respecto a la mirada política; compuse el personaje sin una mirada peyorativa, sino que a medida que yo iba conociendo el comentario existente de Cámpora en esos momentos lo fui llevando también a un hombre de fe, más allá de que quizá estaba atemorizado y angustiado en esas circunstancias en la cárcel y más aún en Río Gallegos con un clima hostil, y más allá de esa angustia él nunca perdió la fe, eso estaba muy explícito en el guion. Yo lo hice una persona creyente más que piadosa en que llegaría a buen puerto. También es sabido que la pasó muy mal físicamente, realmente estuvo a punto de sufrir una neumonía grave y posibilitó en parte al guion toda una especie de logística integrando al médico de esa Unidad 15 (el doctor Pursio que se menciona en la película). El guion me pareció un entramado justo, simbólico y al mismo tiempo ecuánime con respecto a la logística para el escape. Obviamente que la confrontación con el púbico nos hizo ver a todos, incluso al director, qué puntos eran los conmovedores y cuáles los representativos que identificaban a una juventud politizada o al hombre común, y al mismo tiempo puntos de humor que tiene la película que mientras lo hacíamos veíamos que causarían su efecto para una descompresión tanta tensión, no solamente la literal de los personajes encarcelados sino también por un uso técnico del cuadro que hizo el director Martín De Salvo y los personajes en cuadros grandes a derecha e izquierda o debajo de una línea de flotación que hacía que los cuadros también sean opresivos.
Quiero finalizar también diciendo que estamos muy contentos con la película y esperamos la crítica de la "corpo" [risas] que quizá no sea tan buena pero que rescate lo que nosotros rescatamos.
–Es habitual que se atribuya a Héctor Cámpora un carácter de extremada obsecuencia hacia el líder (muchos hechos y crónicas históricas así lo respaldan) pero en tu personificación observamos un hallazgo: la piedad. También tu Cámpora ejerció una especie de puente entre los otros personajes con los que está obligado a convivir. ¿Cómo construiste el personaje? ¿Estas características provenían de testimonios documentados, del guion o de tu búsqueda personal… o un poco de todo?
—El personaje de Cámpora lo identifico mucho con la lealtad peronista, su decisión de no hacer política después de ese hecho y volver a hacerla habla más de una lealtad hacia el jefe que de una obsecuencia. Al mismo tiempo siempre fue sinónimo de lealtad, cuando asume la presidencia en los '70 obviamente que era una papa caliente que tenía que agarrar, y alguien tenía que hacerse responsable, y fue él quien lo hizo posible –Cámpora al gobierno, Perón al poder–. Al mismo tiempo me fui documentando en base a la totalidad del hecho. Hay casos extremos, encontré un estudio de la Universidad Austral, sobre estudios académicos de Río Gallegos que recopilan varios testimonios – Bilboa para quienes quieran buscarlo en Google – que rescata también un libro que escribió Jorge Antonio donde especifica no solamente el cautiverio en la Unidad 15, sino también toda la logística que hubo para la liberación y su posterior escape a Chile.
Puntualmente sobre Cámpora traté de no caer en el juzgamiento sobre su temperamento, no lo hice cobarde ni obsecuente, sino angustiado por una situación lógica y aferrado a la fe, al mismo tiempo que su condición de enfermo lo obligaba también a tener una especie de resto, de posibilidades que restaban a diferencia de los demás. Hay referencias de Miguel Bonasso que lo cuenta en su libro, donde relata una disputa entre Cámpora y Jorge Antonio, dónde este último no quería sumarlo al escape. Obviamente porque Jorge Antonio estaba más vinculado a la logística y a ese dinero que había dando vueltas para el escape. Yo lo hice como un político que también tenía una causa para escaparse a Chile en inferioridad de condiciones. Toda la composición del personaje tiene que ver con información que fui corroborando particularmente con el guion. El guion es lo más fuerte para mí, y va tirando ciertas pautas y formas de armar el personaje, y es eso lo que corroboraba con información que leía y comentarios que fui escuchando. Yo tenía en mi cabeza esa foto del bigote anchoíta y sus anteojos ahumados que le daban una característica concreta, y poco a poco fui armando su aspecto físico junto al resto de los compañeros que formaban ese cuadro en el pabellón.
–Hay un tema que nos atrae la atención y creemos que también a ti. Se trata de Lon Chaney, un actor norteamericano que se ha convertido en ídolo de pleitesía para realizadores e intérpretes, tanto contemporáneos a él como posteriores y hablamos no meramente de fans sino de figuras inmortales como Tod Browning, Boris Karloff, Ray Bradbury, Forrest J Ackerman y cientos de artistas y amantes del cinematógrafo. ¿Recuerdas cómo llegaste a él? ¿Qué significa para ti sus silenciosas actuaciones y caracterizaciones?
—Para mí, Lon Chaney es un referente constante. Fue el mejor actor que se haya filmado en la historia, por muchas razones. Por esa fe religiosa de ser otro, la transformación casi enfermiza que tenía en sus personajes. Miraba todas las líneas que contribuyen a cambiar de aspecto y realmente lo que hace física y emocionalmente en sus películas es lograr en si mismo algo individual. Lo separa, rescinde de él, totalmente y logra hacer caminar otro personaje. Eran realmente creaciones admirables que no muchos actores lo logran. Tenía la admiración de todos los que lo rodeaban. Hay una foto de Buster Keaton mirando embelezado a Chaney como diciendo "cómo me gustaría ser como vos", con una increíble admiración. Nombraste a Tod Browning, que fue el director que junto a Chaney hicieron películas asombrosas. Ese director de Freaks, que formó con Chaney un dúo increíble. Boris Karloff, que lo conoció y recibió algún consejo. Cuenta la hija que el consejo que le dio es: tenes que hacer algo diferente a los demás y en eso ser el mejor. Yo creo que es un consejo que a mí indirectamente me llega y trato de ponerlo en práctica todo el tiempo. Lon Chaney llega a mí por mi padre. Era admirador de Chaney, hablábamos de Chaney, y me asombró que supiera de él, y comenzábamos a hablar sobre el actor. Mi padre vio El fantasma de la Ópera en cine y a partir de ese momento quedó obnubilado por su actuación. Yo tuve la suerte de ver casi todas sus películas y cortos, se trata de aprender en cada película un truco más para la caracterización no solamente física sino emocional. No son tantos actualmente los que lo conocen, yo tengo la misión de transmitir su iconografía, su forma, su temperamento y su estilo camaleónico de desarrollo en sus películas, no muchos lo conocen… me llama la atención que mis compañeros actores no lo conocen y yo trato de convencerlos de que vean algunas de las películas y claro…ver algunas de sus películas no los va a llevar a meterse en su vida entonces también recomiendo ciertos documentos y documentales sobre él. El libro Titanes del Horror (Ediciones Cinefania, Darío Lavia) es realmente un aporte al conocimiento de este genio y maestro y así lo recomiendo para que conozcan la vida de este genio.
–Muchas gracias por esa mención, Carlos. Dínnos, ¿cuáles son las películas de Lon Chaney que recomendarías a un joven, sea amante del cine o actor de vocación y por qué?
—Las películas de Lon Chaney que recomendaría son en principio las clásicas: El fantasma de la Ópera, El jorobado de Notre Dame –esa dos más o menos pintan un poco una introducción fuerte de lo que era– pero también hay algunas películas que lo sitúan en algo más complejo como The Penalty (Fatalitas-1920), donde tuvo que encarnar a un personaje sin piernas. Es muy atractiva de ver porque uno se imagina en esa época como, sin efectos especiales, Chaney logra caracterizar a un hombre sin piernas, y uno realmente ve a un hombre sin piernas en esas circunstancias. Los movimientos y malabares que logra esta persona, haciéndolo de una manera virtuosidad extrema. También The Unknown (El hombre sin brazos-1927) donde también compone algo muy complejo físicamente, pero donde también se puede ver un arco emocional de Chaney casi metafísico, antes de morir. Alonso el personaje que hace junto Joan Crawford, una joven de 18 años que está excelente también. También el guion es muy complejo, y hacen de esa película una joya.
A los jóvenes que recién comienzan en la actuación los pondría como el personaje de La Naranja Mecánica –con ganchos en los ojos en una butaca con un chaleco de fuerza– obligándolos a ver todas las películas de Lon Chaney. Porque si les queda en el subconciente un segundo de Chaney actuarán como los dioses.
– Cuéntanos como llegaste a desarrollar, desde la faz de dramaturgia y como actor, la obra Mundomudo, que fue tu homenaje a Chaney.
—La obra Mundo Mudo, que fue mi homenaje a Lon Chaney pero también un homenaje a mi padre y a la profesión. Son para mí esos tres pilares fuertes en esa obra y para mi vida. Mi vocación, mi familia y un faro a seguir. La luz en el camino que fue Lon Chaney. La obra tiene una estructura muy parecida a la película de James Cagney que entiende la biografía como una falta de voz. De una voz que hable, donde no existe la palabra en todas sus formas. Hijo de padres sordomudos, se expresó en su vida sin necesidad de las palabras él, teniendo la posibilidad de la palabra también. Fue el rey del cine mudo, junto a Chaplin y Douglas Fairbanks, fueron los tres genios contemporáneos de la época. Y también sufrió la imposibilidad de decir, la imposibilidad de decirle a su hijo que su madre estaba viva, después de que ella atacó sus propias cuerdas vocales con ácido al darse cuenta de que su matrimonio era un fracaso y de los celos de Chaney. Y al mismo tiempo también lo fui pensando en una especie de invocación astrológica porque Chaney nació el 1º de abril (es de Aries) y yo nací el 5 de abril y entonces la conexión astrológica para mí fue importante, como en su característica de comportamiento en su mito, en su forma mitológica ancestral, como si yo conociera esa influencia del planeta Marte o del dios de la guerra, entonces invoqué también las características astrológicas y esos planetas influenciando sobre mí. Las características de los celos, pasión, emoción o el resentimiento que había en ese hombre lo pasé por una pasión, emoción, resentimiento, celos y formas que tenía mi estructura astrológica que tenía a la invocación de eso.
O sea… yo quise ser en esa obra de teatro, en esa hora y media que duraba la obra, quise ser realmente Lon Chaney. Me posesionaba de tal manera que trataba de no ser yo. A partir de ahí fui pasando ese momento de estructura y de imposibilidad de hablar, tratando de hablar con mi padre desde esa niñez donde me inculcó a Lon Chaney como en la sangre, y al no poder hablarlo lo tuve que hacer para mostrárselo en la forma que sea. Invocándolo de un viaje no tanto astrológico sino metafísico, a mostrárselo a mi padre que ya no podíamos hablarnos, pero que quizá en ese plano podría llegar a seguir viéndome. Todo eso llegó como a una condición de extrema apertura, darme en sacrificio hacia mi profesión que es lo que más conozco en esta tierra, más allá de a mí mismo. Se dio lo que en el teatro oriental, ese diálogo sagrado con los dioses. La gente que vio la obra no paraba de agradecerme esa forma y ese acercamiento del teatro hacia sus almas.
–Uno de los discípulos de Chaney, que inoculó su legado en nuestro país, fue Narciso Ibáñez Menta. Su apasionada biógrafa Graciela Beatriz Restelli nos refiere en su primer volumen, Esencialmente un hombre de teatro, que Narciso había conocido a Lon Chaney en New York, en la época del rodaje de Where East is East (El cazador de tigres-1929). Narciso le mostró unas fotografías que documentaban sus primitivas caracterizaciones y Chaney le obsequió una fotografía suya autografiada y un par de consejos. ¿Cómo conociste la obra de Narciso y qué impronta crees que dejó en el ámbito artístico de nuestro país?
—Narciso Ibañez Menta fue otro obsesionado por Lon Chaney y que la anécdota que contas sobre el encuentro entre ellos, que según las fechas se da a los diecisiete años de Narciso, es muy probable que sea cierta y si no lo fuera, merecería serlo, quiero decir… tiene tal importancia para Narciso Ibáñez Menta que Lon Chaney lo haya tocado, que si lo imaginó y lo sintió en una forma de vivir plenamente lo imaginario, es.
Esa es la condición del actor… vivir plenamente lo imaginario, no sé si es verdad, si pasó o no. Yo lo sentí y sentí plenamente lo imaginario, es eso lo que un actor se ve obligado a hacer. Es hacer visible lo invisible, como obra de arte, como misión artística en la vida.
Narciso Ibáñez Menta fue para mí el mejor discípulo que existió de Lon Chaney, lo llevó a cabo también hasta sus últimas consecuencias. Experimentaba su propio maquillaje, su maletín de rutina del actor, su camino. Hizo El fantasma de la Ópera, El que recibe las bofetadas… sus transformaciones también eran físicas y emocionales. Realmente fue para nosotros en Argentina, un faro a seguir.
Haciendo cantidad enorme de películas y continúandolo con su hijo –Chicho Ibáñez Serrador– en este afán de obsesión por la sugestión. Tuve la oportunidad de ver en España a Chicho y la sugestión la heredó de ese padre que también estaba obsesionado y sugestionado por Lon Chaney.
Hay un mundo que tiene muchos bolsillos y trampas en Lon Chaney, un mundo oscuro y emocional, describiendo al hombre de una manera trágica, cómica, densa y leve al mismo tiempo. Es también el mundo al que nos quiso transportar Ibáñez Menta, de Lon Chaney en sus creaciones. Yo vi El hombre que volvió de la muerte, El pulpo negro, El sátiro… todos programas que se emitían por Canal 9 en perturbadores blanco y negro. Al mismo tiempo también como ícono, también fue un biógrafo importante Gillespi, quien escribió un libro sobre Ibáñez Menta muy interesante. Y cuando nos juntamos obviamente hablamos de Lon Chaney y de Ibáñez Menta. Mi padre también fue admirador de Ibáñez Menta y me contó sobre una transformación de Narciso en vivo en un teatro con una especie de jeringa que se inyecta en la cara y que realmente fue algo aterrador y asombroso a la vez, que mi padre pudo presenciar en teatro.
Mi admiración también a Narciso Ibáñez Menta, mi admiración casi en éxtasis a Lon Chaney y admiración a los actores (no me incluyo) que tratan, de alguna manera, de realmente ser otros, ser otros con respecto a un referente terrestre e ir hacia el camino de la transformación, y a través de ese camino se ve también la emoción, y es ahí cuando la gente se puede llegar a identificar con ese actor que deja todo. Yo soy uno de esos actores que trata de hacerlo, humildemente, pero con un avance constante hacia lograr el pináculo de lo que podía llegar a ser parecerme algo a Lon Chaney y Narciso Ibáñez Menta.
–Muchas gracias por este testimonio, Carlos, sin duda Lon Chaney tal vez no, pero miles de personas que aún no lo conocen y que quedarán fascinados de hacerlo, necesitan que se divulgue su arte perdido, el arte masoquista y extremo que fue expresión de su personalidad y que aún hoy, a un siglo de su apogeo, nos sigue alumbrando.
* Samuel Fuller: Interviews (University Press of Mississippi, 2012): "An Interview with Sam Fuller", Don Ranvaud, 1982, publicada originalmente en Framework #19 (1982).