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Fecha de publicación: Octubre de 2019
Halloween con Bela Lugosi
Misterio y sugestión siempre están presentes en las interpretaciones de Bela Lugosi pero también en sus entrevistas o bien, en los textos publicitarios que el departamento de difusión de Universal preparaba previo al estreno de cada una de sus películas.
Darío Lavia
Acerca de sus roles cinematográficos
He sido hecho con el mismo
molde que el resto. No tengo
cuernos por orejas, ni poseo
alas de murciélago en mi espalda.
Las cartas de los fans me llegan
desde todas partes del mundo de
gente que ha leído extraños relatos
acerca de mi infancia en el pueblo
húngaro de Lugos. Algunos me preguntan
si mis padres eran hipnotistas;
si yo comulgo con fantasmas y si
practico o no lo sobrenatural en mi
vida privada. ¡Dicen que mis ojos tienen
una expresión diferente a la del
resto de los seres humanos!
Mi niñez en las montañas negras
fue como la de cualquier fornido y
saludable chico de campo. Mi padre,
el barón Lugosi, participaba del oneroso
negocio bancario y no había
nada raro o extraordinario en mi familia.
Fue bajo las circunstancias que me convertí en una personalidad teatral
que muchos creen que también son parte de mi vida privada.
Planeando una carrera
Cuando era un adolescente, me atraía mucho el teatro. No tuve objeción paterna
en la elección de mi carrera, debido a que en Hungría un hombre planea
convertirse en actor con la misma seriedad con que escoge ser gobernante, abogado
o banquero. Se estudia en la Academia de Artes Teatrales en Budapest por
cuatro años, tal y como en cualquier colegio especializado para otras profesiones.
Cada año los estudiantes que fracasan en los exámenes, son eliminados y para la época de entrega de diplomas habrá unos 50 graduados de los 500 incialmente
inscriptos. Luego viene lo que podría ser llamado un curso de posgrado, haciendo
una gira por las provincias con un amplio y variado repertorio.
Tal y como la Comedia Francesa en París, una vez que alguien se recibe de
actor en el Teatro Real de Hungría, se consigue un trabajo de por vida, a no ser
que se marche del país. Debido a que yo quería ver el mundo y ensanchar mi horizonte
y también porque mi temperamento era el de la búsqueda de aventura en
vez de aferrado a la certeza de una rutina, me sentí feliz y aliviado después de
diez años de repetido éxito en poder irme como refugiado político luego de la insurrección
de Bela Kun. Así llegué en 1921 a New York y me acostumbré a sus altibajos.
Drácula
En parte por mi acento en aquella época y en parte porque mi nombre era
desconocido y no significaba nada en
las taquillas, descubrí que todos mis
años de experiencia con las obras clásicas
de Shakespeare, Ibsen, Rostand y
Hauptmann, así como los más renombrados
dramaturgos de mi país, no tenían
mucho valor para los productores
norteamericanos. No fue hasta que hice
de Drácula por dos años que finalmente
pude consagrarme.
Cuando Universal llevó Dracula a la
pantalla hubo una gran controversia
acerca si semejante desviación del
común entretenimiento cinematográfico
podría llegar a atraer al público
masivo. La pronta respuesta se tradujo
en el tremendo entusiasmo con que el
público demandó en todos lugares por
el que sería precedente de todos los futuros
thrillers que se realizaron. Sin un específico acto volitivo de mi parte, de
pronto hubo toda una demanda de mi figura para interpretar roles malévolos,
místicos y misteriosos. Me vi identificado en producciones como Chandu el
enigmático, El gato negro, Una noche de horror, Los crímenes de la calle Morgue,
y mi actual filme, El cuervo.
Técnica actoral
En mi opinión hay solo una técnica para el actor, sea para el que hiciera el
papel de un gran amante como Romeo, un gran general como Napoleón o un
gran villano como Barbazul. Debe tener, a través de experiencia e infinito dolor,
sensibilidad e intuición, ser capaz de vivir realmente cualquier rol. Si solamente
recurre a semblanzas epidérmicas, manierismos y trucos de astucia, será un títere
de una personalidad; si suprime su yo y se calza su personaje como un guante,
será un actor.
Me pone orgulloso que hasta en el más fantástico de mis roles fílmicos no uso
make-up. En vez de depender de máscaras, moldes de yeso y falsos rasgos, creó la
ilusión de una distorsión terrorífica o un make-up espeluznante recurriendo solamente
a la imaginación. Una expresión diabólica en los ojos, una ceja levantada o
una sonrisa impúdica, todas cosas que requieren control muscular que toma un
largo tiempo de aprendizaje, todo esto son herramientas para hipnotizar al público
y que vea lo que quiero que vean y lo que veo en mi ojo mental. De la
misma manera es como uso mis dedos y gesticulo con mis manos, para dar la ilusión
de estar deformadas, ser extra largas o pequeñas... o cualquier cosa que el
personaje requiera. Creo que el arte del actor también incluye ser capaz de alargar
o acortar su cuerpo o cambiar su forma por el poder de la sugestión, sin rellenos
falsos o cualquier otro recurso artificial.
Fuente: Pressbook de The Raven (1936), publicado en The Bela Lugosi Blog, traducción Darío Lavia y publicado en Bela Lugosi, breviario de la colección "Titanes del Horror"