Seccion: Películas (Lecturas: 7444)
Fecha de publicación: Mayo de 2006
La sangre es la vida
Decida ud. mismo entre el clásico DRACULA de Lugosi y no el no tan clásico DRACULA hispano. Michael Ferguson
Artículo publicado en Psychotronic.com
Hace sesenta años, bajo un dosel de oscuridad en el Sudeste
de California, cosas diabólicas se representaron en un estudio sonoro.
El DRACULA de la Universal Pictures fue representado ante las cámaras
y hubo una ajetreada actividad para terminarlo antes del amanecer. Como el vampiro
del título, el reparto y equipo técnino tenían que trabajar
durante la noche, teniendo prohibida toda actividad diurna, y tal edicto hubiera
fascinado a dos leyendas Hollywoodenses ("Filme de Vampiros rodado del
Crepúsculo al Amanecer"), si no hubiera sido por el hecho que Tod
Browning y Bela Lugosi estaban durmiendo. Durante 22 noches del último
mes de 1930, el director George Melford, cuyo nada extraordinario THE SHEIK
(1921) promovió a Rodolfo Valentino al estrellato absoluto, dirigió
este filme a través de un intérprete que podía transmitir
sus instrucciones al reparto en la legua nativa del mismo: el español.
Las versiones en español de las películas norteamericanas fue
un fenómeno propio de los primeros días del cine sonoro, cuando
el mercado mexicano e hispano probaron ser rentables. DRACULA costó $442.000
para producirse, incluídos los cavernosos sets diseñados por Charles
D. Hall, y el caserón Carfax Abbey , en Whitby. Pero el costo de reutilizar
los mismos decorados para rodar otra película con otro reparto (y en
otro idioma) fue solo de $66.000. En vez de pagar doble al reparto original
para rodar en español, como hacían Laurel y Hardy, Universal contrató
a un grupo de actores hispanos y delegó un arreglo excéntrico:
la versión en inglés sería filmada de día, y la
versión en español por la noche. El resultado fue una película
en español que se completó 13 días antes que la versión
en inglés y que duró 29 minutos más. Universal estrenó
la versión española en Los Angeles un mes antes que la de Lugosi,
y el actor asistió con propósitos publicitarios. Las críticas
fueron excelentes, yendo tan lejos como para decir que si la versión
en inglés es tan buena como la española, Universal no tendría
porqué preocuparse.
La versión española jamás fue muy valorada por
Universal, y la película se perdió de vista. La Librería
del Congreso tenía una copia en buen estado, pero estaba incompleta.
Y hubiera seguido así hasta que el autor David Skal se aventuró
a Cuba en 1989 para ver si eran ciertos los rumores acerca de que allí
se encontraba la copia más completa y mejor preservada del planeta. Sus
investigaciones, reportadas en su soberbio libro Hollywood Gothic (1990),
también resume la transición del personaje Drácula de la
novela a la obra teatral y a la pantalla, y clama la superioridad del filme
español sobre el tenebroso clásico de Lugosi. Disponible en video
a través de Universal desde 1992, pero solo luego de un par de años
de maniobras legales, la versión hispana provee un interesante material
para analizar la aproximación de dos directores distintos a un mismo
material.
A pesar de que Melford vio diariamente el desarrollo del DRACULA diurno, él
no estaba relegado a recrearlo. De hecho, el único actor permitido, o
mejor dicho, obligado, a ver el metraje filmado de la versión en inglés,
fue Carlos Villarias, quien fue impulsado a estudiar la personificación
de Lugosi y copiarla tanto como le fuera posible. Villarias no tuvo chance.
Con un rostro grumoso y una apariencia no muy distinguida, con resemblanzas
a la apariencia distraída del personaje de Carl Reiner, Alan Brady de
la serie THE DICK VAN DYKE SHOW, él, definitivamente, no tenía
el exoticismo, el carisma penetrante y el aspecto oscúramente romántico
de su par húngaro. Ver la mayoría de sus escenas es como ver un
clásico interpretado por un novicio. Cuando intenta asustar con su mirada
fija, lasciva y penetrante, Villarias parece un loco (como Valentino en THE
SHEIK) lo mismo que cuando Renfield corta su dedo con un cuchillo mientras intentaba
rebanar un pan, que es un guiño al NOSFERATU de Murnau (el Renfield de
Browning se corta el dedo con un clip de papeles).
En cambio, en los primeros planos extremos de sus ojos hambrientos,
con todo el resto de su rostro oscurecido, Villarias en cambio nos da una mirada
aterrorizante, con unos ojos inyectados en sangre similares a los de Christopher
Lee. El elemento sexual del vampirismo son presentados en mayor medida en este
Drácula hispano, con las novias vampiresas del Conde apareciendo más
salvajes y predatorias que el etéreo y fantasmal trío vampírico
de Browning. Interesantemente, en el DRACULA hispano se permite a las novias
tomarse a Renfield como banquete en una muy efectiva secuencia. También
la Eva de Lupita Tovar tenía mucha más sangre y vitalidad que
la Mina (desde el vamos pálida) de Helen Chandler. Una vez mordida, ella
es mostrada con un atrevido y diáfano camisón en la secuencia
nocturna en que estalla en sonoras carcajadas luego de su intento de cebarse
sobre la garganta de Harker. Un rato antes, en una de las muchas secuencias
sumidas en el exceso de diálogos de la obra teatral, en la que los personajes
describen experiencias oníricas y pesadillescas (como el soliloquio de
Renfield con las ratas y el relato de la visita nocturna de la Lucy vampirizada
a Mina), en la versión española Eva confiesa a todos los presentes
que ha estado teniendo un sueño muy particular en el cual un hombre con
rostro pálido y lívido se le aparece desde la oscuridad y se le
acerca tanto pero tanto hacia su costado izquierdo, "que me debilita, como
si me hiciera perder mi virginidad". Ustedes pueden imaginarse que esta
alusión particular no se puso en la versión en inglés.
Continuando con estas comparaciones, en la versión hispana la cámara
no duda en un esencial close-up sobre las dos perforaciones en el cuello de
Lucy bajo el aumento de un gran lente. Este y otros ejemplos de tomas no exhibidas
en el filme de Browning, probablemente tienen que ver con algún problema
particular En pugna contra el acohol y el estudio, él simplemente falló
al completar su cronograma de filmación. De esta manera varias escenas
nos son presentadas en tableau (cuadro vivo) o hay tomas intermedias
en vez de cortes para mostrar primeros planos o insertos. Un clásico
ejemplo se puede apreciar en la escena en que Renfield repta por el piso hacia
la mucama que se ha desmayado y permanece inerte. El guión pide a gritos
una visión más cercana, que uno jamás ve en la versión
de Browning, pero si en la toma de Melford. Son 104 minutos y a pesar de ello
no parece mucho más larga que los 75 minutos de Browning. Pablo Álvarez
Rubio como Renfield está maravillosamente chiflado, no tanto como el
furibundo, patético y taciturno demente que compone Dwight Frye. Yo prefiero
la interpretación de Frye y su inimitable risa regodeante, y hubiera
sido hermoso verlo tanto tiempo en la pantalla como el que tiene Rubio.
Otro de los aspectos olvidados por la versión Browning,
es el de la pobre Miss Lucy, vista a lo último merodeando en la noche,
según los periódicos, seduciendo niñas para morderles el
cuello (otra oportunidad visual desperdiciada). Al menos la versión Melford
muestra a Van Helsing y Harker emergiendo en el cementerio en cuestión
con la estaca directo a su corazón. Otra de las áreas en la que
vemos que la versión hispana es visualmente más provocativa que
su par, es en la secuencia de la salida de Drácula de su ataud. En la
versión Browning, todos podemos recordar que curiosamente se evita mostrar
la visión de Lugosi emergiendo de su caja, probablemente a raíz
de que hubiérase visto poco digno. Melford solucionó el problema
rodándola desde dentro del sarcófago, con la tapa crujiendo a
medida que se abre hacia nosotros, seguida por una dramática nube de
humo, subiendo desde dentro del cajón, emergiendo finalmente la figura
de Drácula.
Sin embargo ambos filmes hacen un uso brillante del sonido, y más principalmente,
del silencio. Interesante concepto para una película sonora (talkie)
de comprender que sus sonidos pueden jugar un papel tan importante como su carencia.
Durante los años, se le ha criticado al primer DRACULA sonoro por su
falta de banda musical, pero el espeluznante contraste entre el silencio muerto
y los molestos sonidos de puertas crujientes, coches y ataudes, el tintineo
de una cajita de música o el melancólico aullido de un lobo son
extremadamente efectivos. El DRACULA de Melford no carece de defectos, pero
está bien pensado, y optimizado con una gran atención por los
detalles visuales y la creación de una atmósfera de gran tensión.
Verdaderamente es más brillante que la versión de Browning, y
el trabajo de cámara de Robinson es más que interesante, su exploración
de los espléndidos sets de Conrad Hall, y su atención por las
composiciones de los cuadros. Sin embargo la carencia de una presencia fuerte
en el personaje principal es importante, el filme de George Melford, en su conjunto,
es mucho mejor que el de Browning, y está claramente influenciado por
el NOSFERATU de F.W. Murnau más que por la obra teatral de Deane-Balderston
que encajona el filme de Browning.
Viéndola
una y otra vez, es dificil de resistir el transporte del reparto inglés
a las escenas en español. Solo imaginen a Dwigth Frye vagando en el acachivachado
castillo, una figura diminuta al fondo de la escena. Luego vemos una toma de
media distancia cuando un trío de murciélagos de repente aparecen
por detrás de un ventanal sin vidrios (¿las novias?) y luego la
cámara realiza un dramático giro y muestra la figura encapuchada
descendiendo por la escalinata atrozmente grande y anuncia, "Soy... Drácula,
le doy la bienvenida." Casi lo hace desear a uno que el actor húngaro
de 48 años, que prácticamente se alegró con el papel del
Conde y lo tomó por la insignificante suma de $3.500 ofrecida por una
productora que sabía lo desesperado que estaba por conseguir trabajo,
que pudiera hablar español. Dado el hecho de que él aprendió
sus primeros papeles teatrales americanos fonéticamente, hubiera deseado
que le hubieran dado el rol en la versión hispana. No es solamente que
la película necesitaba desesperadamente de sus servicios, sino que también
el magnífico Conde Drácula de Lugosi merecía una mejor
película.
©2000 the Psychotronic Film Society
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