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THE MAN WHO SOLD THE WORLD
(David Bowie)
Álbum: The man who sold the world - David Bowie - 1970
David Robert Jones, decía la maestra al tomar asistencia en la escuela, y el que levantaba la mano era un chico rubio que luego tomaría el nombre artístico de David Bowie.
Ese chico rubio creció, y de adolescente frecuentó los locales nocturnos del ambiente mod del Londres de mitad de los años '60. Los mods eran jóvenes de clase media o clase media alta, opuestos a los greases ("grasitas") de clase media baja o baja. Este enfrentamiento se describe en una película inspirada por los Who, "Quadrophenia", de 1979 (donde Sting actúa y se gana la vida antes de que The Police saltara a la fama).
Ese chico rubio tenía una característica física especial: sus ojos eran de diferente color, resultado de un puñetazo en el ojo derecho recibido durante una pelea callejera, al parecer por un asunto de faldas. Hay quien dice que el responsable fue un tal George, pero como no somos Jorge Rial no indagaremos más en el tema.
Lo siento, pero soy afecto a las digresiones: esta especie de versión juvenil y pandillera de la guerra de clases se repitió montones de veces alrededor del mundo, una y otra vez: recuerda a las peleas entre los seguidores de Charly y de Pappo, o de Virus y Sumo, o de Soda y Los Redonditos, o ravers y rockeros de barrio. Son las dos caras del rock, y necesitan de la fricción constante para reinventarse.
Incluso había divisiones similares entre los públicos de las orquestas de tango en los años '40 y '50, pero hablar de eso ya sería irse demasiado marcadamente hacia el lado de los tomates.
Volvamos a Mr. Jones. Bowie, entonces, ya se había zambullido en la escena rockera inglesa de mitad de los '60. En 1967 salió su álbum debut, "David Bowie", seguido en 1969 por "Space oddity", disco que contenía el sublime tema homónimo, seguramente unas de las mejores canciones pop de todos los tiempos.
En 1970, Bowie convocó al productor y bajista Tony Visconti, al guitarrista Mick Ronson y al baterista Mick Woodmansay para grabar su tercer disco. A Bowie siempre le gustó causar impacto más allá de la música y las letras; vean la tapa del disco y ese vestido que le da un aire de cantante de saloon del Lejano Oeste...
En este volumen hay un gran uso del eco, del desfase, la sobregrabación, y otras técnicas que dan a la voz de Bowie un matiz metálico, extraño, casi como de un robot. Esta sensación de extrañeza se complementa muy bien con una instrumentación áspera, por momentos feroz, opresiva, y con letras llenas de imágenes sugerentes e inasibles.
Bowie siempre consideró a la voz como un instrumento más, queriendo decir que el acento estaba en la melodía cantada y en la prosodia (el sonido, la música de las palabras, el agrado que produce un sonido al oído) más que en el significado de los versos. La letra del tema que da su nombre al disco es un excelente ejemplo: es una canción que puede ser disfrutada por personas que no saben inglés, o que no entienden toda la letra.
Los versos parecen haber fluido del inconsciente: imágenes oblicuas, fragmentarias, erráticas. Bowie aprendió esta manera de escribir letras de Lennon y de Dylan (que a su vez lo habían aprendido de escritores de los años '50 como William Burroughs o Allen Ginsberg, quienes a su vez habían leído a los poetas surrealistas de los años '20 y a algunos de sus extraños predecesores, como Alfred Jarry). La letra transmite muy eficazmente una visión irónica del mundo, como si alguien lo estuviese mirando desde afuera.
Musicalmente, se destaca el uso percusivo del raspado de los dientes de un peine (!) y el sonido de ese instrumento maravilloso que es el órgano Hammond. En el comienzo del estribillo se usa un recurso ingenioso: en vez de los acordes, la guitarra toca una escala ascendente, partiendo de la tónica y llegando a la octava superior, lo que da una agradable sensación de movimiento.
Hay varias versiones de este tema, grabadas tanto en estudio como en piratas en vivo por solistas o bandas tan diferentes como Lulu, Radiohead, Simple Minds, Waterboys o John Mellencamp, pero hay una que incluso es más famosa que la original: la que Nirvana grabara para MTV en Nueva York y fuera editada en 1994. Cobain la canta con su habitual voz desgarrada, y versos como "debimos haber muerto solos / hace mucho, mucho tiempo", inevitablemente, hacen pensan en su suicidio, unos pocos meses después de la grabación de ese tema.
Pasamos bajo la escalera
Hablando de todo un poco
Aunque yo no estuve allí
Él dijo que yo era su amigo
Y eso me sorprendió
Hablé directo a sus ojos
Pensé que habías muerto solo
Hace mucho, mucho tiempo
Oh no, yo no
Nunca pierdo el control
Estás cara a cara
Con el hombre que vendió el mundo
Me reí y estreché su mano
Y me volví a casa
Busqué un estilo y un lugar
Por años y años deambulé
Y le dirigí una rápida mirada
A todos los millones allí
Debimos haber muerto solos
Hace mucho, mucho tiempo
¿Quién lo sabe? No yo
Nunca perdemos el control
Estás cara a cara
Con el hombre que vendió el mundo
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