Terror Universal
E mail Nombre

Seccion: Artículos (Lecturas: 784)
Fecha de publicación: Octubre de 2020

Una velada con Johnny Eck

Apenas un puñado de fotogramas bastaron para que el sorprendente Johnny Eck se convirtiera en un ícono de todo amante del cine fantástico. Es hora de que nos cuente su propia historia...

Darío Lavia



Registro de marcas

Bookmark and Share

La primera performance que hice, me sentía un poco tímido. Y cuando vi a los vecinos, gente de la misma cuadra, que venía a la tienda a ver la exhibición, a verme a mí, me sentí como un tonto. ¡Jesús! Ni siquiera podía mirarlos a la cara, tenía que dirigir la vista al suelo. Luego algo me hizo preguntarme por qué tenía que sentirme de esa manera. No estaba abusando del tiempo de nadie, así fue como superé mi timidez.

Johnny Eck

Amamos el negocio del espectáculo e hicimos cientos y miles de amigos. Y lo que más nos gustaba del ambiente del circo y de los carnivals era estar bajo la gran carpa. A veces teníamos reservas en vagones de primera clase, con camarotes dobles… pero no queríamos estar ahí. Preferíamos ir en los vagones comunes o en los de animales. Amábamos tirarnos en aquel heno y mirar los animales. No nos importaba que fueran salvajes o que fueran indóciles.

Johnny Eck

Fue en la Canadian National Exhibition de 1931 que salí por atrás de la carpa, llevando algunos de mis props. En aquella época caminaba en la cuerda floja, tenía mi propio trapecio, hacía trucos de magia y dibujos. Hacía todo un acto. Así que salí de la carpa y había un tipo con una cámara de cine portátil y me dijo "sé que te están buscando" y pregunté quién. "Mr. Browning". Pero nunca me dijo donde estaba o quién era. No tenía idea que era un cazatalentos.

Johnny Eck

Así que me filmaron en mi pedestal y caminando a través del cesped, subiendo las escaleras. Y esa película fue enviada a Tod Browning. Ese tipo estaba en la búsqueda de freaks… para utilizarlos en una posible película. Y así fue como entré en el cine… y cuando ese tipo volvió, en vez de escribirme a mí, se contactaron con alguien de Baltimore Street, el primer representante que tuve cuando cumplí doce años. Fuimos al sur. De ahí de Toronto, fuimos a Buffalo. Y ahí tengo una historia… estaba en un vagón pullman, cenando, cuando uno de los comensales que estaban en la mesa empezó a discutir con otro y qué fue lo que hizo, se puso de pie, sacó un arma y le disparó al tipo que estaba sentado al lado mío… le dije al manager, Jack Bums, " ¡vámonos de este vagón! ¡Volvamos a nuestro camarote!" El tren llegó a Buffalo. Miré por la ventanilla y se acercaban las luces rojas y al momento que el tren se frenó, ¿a quién arrestaron primero en nuestro camarote sino a mí? Dije al policía estatal: "¡aahoo! Un momento, ¿para qué me quieren a mí?" Y me dijeron: "usted lo hizo". "Yo no lo hice", respondí. Y mi manager dijo: " ¡Déjenlo en paz… él no disparó a ese hombre!" Y preguntaron: " ¿Quién lo hizo?" y sabíamos quien lo había hecho, así que les dijimos y se disculparon. ¡Policías estatales! El tipo estaba en el coche de primera clase, y ahí lo aprehendieron.

Johnny Eck

Luego de la Canadian National Exhibition hicimos una gira por el sur. La última semana del show me decidí –estaba loco por ello— y quería comprar un automóvil. Y fui y lo compré. Compré una limousine Chrysler. Tenía flores y hasta persianas en los vidrios. ¡Lo habían usado para un funeral! Era bien grande… y por $125,00. Así que teníamos nuestro coche y en vez de subir a un tren para volver a casa, puse todo el equipaje, mi trapecio y todos mis aparejos y los até a la parte de atrás de la limusina. Lo que no iba ahí, lo metí dentro. Y volvimos a casa en Baltimore. Cuando llegué mi madre me dijo: “Oh, el sr. McAslan estuvo aquí y me dijo que se supone que deberías ir a California a trabajar en un circo”. “¿Trabajar en un circo? ¡Oh mi Dios, eso sería maravilloso!” le dije. Lo llamé de inmediato y me dijo: “¡Estáte preparado!” Al final de esa semana estaba en camino a California para trabajar en el circo de los Downey Brothers, donde pensaba pasar todo el invierno.

Johnny Eck

Tomé el tren en Baltimore, fui a Harrisburg… pero gracias a Dios, McAslan no era pijotero. Me consiguió un doble super… ¿cómo se llamaba? No era un camarote común, era hermoso. Tenía tres camas donde podían dormir cómodamente seis personas. Y era solamente para nosotros dos. Y así fue como viajamos todo el camino, sin trasbordos.

La M-G-M envió una limusina a recogernos. Tenían cámaras, periódicos y todo el mundo aguardando la llegada de ese coche especial de cuya puerta, al abrirse, saldrían los freaks. Fui el último en salir, y estaba de etiqueta. Lo único que me faltó fue la galera. En esa época no tenía una.

Johnny Eck

Me alojaron en los Castle Apartments, que tenían un primer piso y una terraza repleta con parrillas de hierro y techos de tejas, ventanas con vitrales, piense en algo y lo tenían. Y ahí fue donde me alojé. Nos dieron tres días para aclimatarnos. Al tercer día hubo un telefonema, así que luego del desayuno la limusina nos recogió y nos llevó al set de filmación de la M-G-M, donde tenían una carpa. Me emocioné bastante la primera vez que entré en la carpa, la habían preparado para filmar.

Johnny Eck

El chofer abrió esa gran puerta que era como la bóveda de un banco y dijo: “ahora pueden ir yendo. Alguien los conducirá para mostrarles el lugar”. Era como ir a una caverna o a un hangar de aeroplanos. No se veían claramente los límites de aquello y tenían focos de luces y esas luces tenían que apagarse cuando acercaban la cámara.

Así que bajamos y fuimos acercándonos y la primera persona que nos recibió nos dijo: “Bienvenidos a nuestra familia, bienvenidos”… era el sr. Tod Browning en persona. Y desde ese momento nunca me llamó Johnny Eck, sino que me decía “mr. Johnny”. Y me decía: “quiero que estés junto a mí lo más cerca posible y todo el tiempo. Donde haya un asiento libre, tú te sentarás junto a mí mientras filmamos”.

¡Era un príncipe! Pero al decir eso cometió un terrible error. Al instante después de escucharlo, los demás freaks estaban en mi contra. Eran celosos. Junto a las hermanas siamesas y Harry y Daisy, éramos los únicos que teníamos camerino privado. “El gran Johnny Eck”. Y así fue que nos llevamos muy bien los dos.

Johnny Eck

No necesité ningún makeup, solo tuve que mirarme bien al espejo para ver si era lo suficientemente desagradable como para aparecer frente a cámara. Luego conocí al asistente del director, cuyo nombre era Earl Taggart. Y él estuvo a mi lado. Podía ir de un grupo de gente a otro. Los técnicos, los electricistas, los sonidistas, y el departamento de props, todos eran amigables para conmigo.

Johnny Eck

Recibí una carta –siento no tenerla porque la destruí, yo era un poco estúpido—. Era de una de mis compañeras de reparto que, cuando concluyó el rodaje y teníamos que irnos, escribió una carta que me hizo sentir mal. Decía: “El plató número dieciséis ya no será lo mismo sin ti. Nada es lo mismo desde que te fuiste y todos te extrañan”.

Johnny Eck

Esto lo escribió una de las actrices, Margaret Berts. Era una actriz secundaria y muy bonita. Solo tenía un metro cincuenta. Y realmente me adoraba. Solía llevarme a comer… Conocí cientos de miles de personas y nadie tan puro como los liliputienses, las hermanas siamesas, el hombre oruga, la mujer barbuda y el chico con aletas en vez de manos. Nunca les hice preguntas embarazosas y ellos nunca me las hicieron a mí y, por Dios, que fue una gran aventura.

Johnny Eck

 

* Texto extraído de la entrevista a Elaine Eff