Terror Universal
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Seccion: Artículos (Lecturas: 16696)
Fecha de publicación: Julio de 2005

Las mise en scéne de un genio

Informe sobre tres puestas en escena de obras del género fantástico que Narciso Ibáñez Menta llevase al Teatro Féminas y al Apolo de Buenos Aires durante los años '30 y como todo se perdió en el olvido. Las obras fueron: EL JOROBADO DE NOTRE DAME, sobre novela de Victor Hugo, EL HOMBRE Y LA BESTIA, versión de Robert L. Stevenson y EL FANTASMA DE LA ÓPERA, adaptación del folletín de Gaston Leroux.

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Natán Solans



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Prefacio

Narciso Ibáñez MentaAnteriormente dije que relataría tres de las puestas del Genio, pero sucede que al revisar amarillentos papeles y volver a consultar a sobrevivientes surgieron nuevos datos; así pues, que me encontré con mucha más información de la que creía tener.

Trataré de describir lo mejor posible a continuación, no solo las puestas del "Jorobado de Nuestra Señora", "El Extraño Caso del Hombre y la Bestia" y especialmente "El Fantasma de la Opera", sino también de "Miguel Strogoff: Correo Secreto del Zar", "Cyrano de Bergerac", "Un tal Judas", etc.

Debo disculparme de nuevo por no ser muy ortodoxo en mis relatos. Nunca supe realizar nomenclaturas por eso debo agradecer al amigo Darío Lavia que logra hacer de mis rompecabezas y mecanos algo legible, gracias.

Una época álgida

En 1977 el país vivía , como todo argentino sabe, momentos muy álgidos. Se trataba de que las producciones artísticas fueran brillantes; junto con el fervor por el fútbol, Carlitos Balá, Johnny Tolengo, Margarito Tereré, Los Superagentes y otras producciones de más categoría tapaban una de las más logradas tareas de Inteligencia de la Historia Argentina, mientras se ocultaba la Guerra de Guerrillas (algo difícil aún para Mandrake El Mago). Yo , debo confesarlo, ingenuamente, tambien colaboraba con este horror.

En aquella época trabajaba en el Teatro Gral. San Martín, en la obra "Cyrano de Bergerac", interpretada por Ernesto Bianco y hacía el papel de D'artagnan. Los ensayos exhaustivos y muy bien pagos, hacían que uno tuviera muchas horas vacías rondando por los rincones del Teatro.

Pero fue allí que lo conocí a Pepito. Tenía entonces 86 años y estaba casi cieguito.

-Fui- me dijo - asistente del Señor Ibáñez Menta durante 40 y pico de años...

Todas mis antenas se elevaron y me volví todo orejas:

- Cuando El Maestro vino por estas tierras (se cree que en 1931, pero no es exacto: "nunca crean en datos históricos 'exactos'", dijo Felix Luna) yo ya tenía como 40 años. Era un diletante, un traspunte de segunda que transitaba el género de la Zarzuela y el Colmao, por la Avenida de Mayo... Este jovencito tan menudo, mucho más joven que yo (Narciso, según los datos "oficiales", tenía 18 años) traía un entusiasmo que no se podía creer; decía que había conocido a Lon Chaney (Nota: Es como decir hoy que conociste a Sir Anthony Hopkins), cosa que no le creíamos, y que quería hace "Teatro de la Pavura", que en Madrid se llamaba "Teatro del Gran-Guiñol" (o Grand-Guignol), en fin; lo cierto es que provenía de una notable compañía de "Cómicos"...

«Decidí ayudarlo, ser su asistente, y así lo soy, hasta ahora, porque pese a que se ha ido del país por 1960 y pico, yo aún lo asisto por teléfono, en algunas dudas que tiene.

Desde entonces mi interés por estar en el teatro aumentó, hasta el punto de descuidar un poco a mi familia, a mi mujer Norma y mi hijo Natán Jr. Era fascinante trabajar en El Cyrano y, durante los descansos, escucharlo a Pepito.

Años después, en 1985 tuve el honor de trabajar en FX, caracterizaciones y animatrónicos (por supuesto que estos últimos no se llamaban así entonces) en EL PULPO NEGRO, en Canal 9. Fueron muchas las tarde en que charlé con Narciso, preguntándole obsesivamente detalles de su Obra. Cuando no podía hacerlo, consultaba a gente que había trabajado con él: Eduardo Rudy, José María Langlais, Romualdo Quiroga... y, sobre todo al grupo de maquilladores y maquinistas que habían asistido al Máximo en trabajos anteriores.

Entre ellos se destacaba Don Martín Mendilaharzu (y aquí, aunque no me crean, me pongo de pie), padre fundador de todos los que luego hicimos FX (efectos especiales) en el Rio de la Plata, desde Bruno Boval hasta Parrilla (maquillador del conductor de TV Marcelo Tinelli). Mendilaharzu fue un verdadero precursor.

Bueno, no quiero aburrirlos... de todas aquellas conversaciones, con Narciso y con Pepito, puede armar una especie de informe.

Un fantasma en cuadrofónico

- ¿Tú sabes? Yo inventé el Sistema Cuadrafónico de Sonido... - la cavernosa voz única de Narciso reverberaba en el solitario barcito de Canal 9. Eran la 7:15 AM y no había nadie más que nosotros -, y ten en cuenta que fue en 1932.

- ¿Cómo fue Maestro? - le di la réplica que el necesitaba para explayarse.

- Bueno... yo quería desprenderme de la Compañía familiar, estaba por casarme con Pepita (Serrador) y pensé, loco de mí, que "El Teatro de la Pavura" era el camino.

En realidad no le interesaba a nadie en Sudamérica; solo en Paris se realizaba ese tipo de Teatro (el Grand-Guignol) y en Hollywood, luego de la muerte de Chaney (1930), la Universal hacía películas con Boris Karloff y Bela Lugosi...

- ¿Y como encaró la.... cosa?.

El Pope me miró con un desprecio absoluto y comenzó su relato.

- YO (esto siempre lo decía en un tono más alto de lo normal), yo, ya había hecho algunas experiencias en colegios religiosos, de monjas (sic.) representando "Dr. Jekyll and Mr. Hyde"; como había una ignorancia total en la época, se pensaba que era una obra para niños, por lo cual mi público era heterogéneo... Pero mi sueño era hacer "El Fantasma de la Opera", que había visto siete años atrás en el Biógrafo (una sala de cine), representado por mi... ídolo Lon Chaney. Fue muy difícil la "mise en scéne" y solo te voy a contar un acto...

No me atreví a discutir.

- Por ciertas relaciones me fue concedido el Teatro Féminas (Corrientes y Paraná), solo por las tardes, en las "Matinees"... En la escena principal, Erik, el Fantasma, desea que su protegida, Cristina Daeé, triunfé en la Opera de Paris, pero la Prima Donna, la cantante principal, una mujer veterana en el Bel Canto (la Diva Carlotta) no cede su puesto así nomás. La solución del Fantasma es esconderse en una columna hueca y mediante un truco de ventriloquía hace cantar muy mal a Carlotta; cuando esta termina su área un espectador le dice a otro: "Caramba, hoy Carlotta cantó como para que se caiga la Lucerna (el candelero, la fastuosa araña de luces...) de la Opera..." No bien termina de decir esto, la enorme araña cae, aplastando a buena parte de la sala... fue el Fantasma que se vengó...

- ¿Cómo resolvió esta escena Maestro? - dije, demostrando sincero entusiasmo.

- Bueno... YO encontré la solución. Me dirigí a la RCA Victor y pedí 18 fonógrafos a cambio de publicitarlos (los "Sponsors" de hoy en día). A los costados de la sala habían gruesos cortinados; detrás de ellos acomodé los aparatos con sus cornetas apuntando hacía el público. Una cuerdita unía todas las palancas de inició. Grabé 18 discos de una sola cara (todavía no había vinilo) con sonidos de vidrios rotos. En los talleres del Teatro Colón hice construir una reproducción de la Gran Araña del mismo teatro. Era muy liviana, de madera "Kiri", más liviana aún que la madera "Balsa"... no pesaba nada. La emplacé en el centro de la sala del Féminas; la gente al entrar quedaba embelesada. Un juego de aparejos y nudos hacían que la Lucerna se moviera como una marioneta y desapareciera en el "gallinero" (zona de espectadores económicos, en el primer piso). La noche de estreno, al llegar esa escena, todo salió a pedir de boca. La Diva madura era interpretada por Isabelita del Valle (la que fuera novia de Carlos Gardel, recomendada por el mismo "Zorzal Criollo". Falleció en 1990), una niña de unos 17 años que se convertía en matrona a través de Mi maquillaje y de unas "botargas" (rellenos corporales). Cuando Isabelita comienza a cantar mal por las Artes Negras de Erik, el personaje de la platea dice su parlamento, "la Carlota ha cantado como para..." ¡en ese preciso momento, todo transpirado por la gran responsabilidad, mi asistente Pepito jaló las 2 cuerdas y de inmediato las cornetas de los fonógrafos atronaron los tímpanos de los espectadores y un gran estruendo de vidrios rotos se escuchó en aquella sala!

Miré en derredor y agradecí que estuviéramos solos en el barcito; un mozo pego un salto por los gritos de Narciso, que continuó su historia.

- El inmenso candelero falso, cuajado de luces, cayó entonces sobre la sala, llegando casi a rozar las cabezas de los pobres asistentes... allí se apagaron las luces. Luego se supo que hubo dos personas que se desmayaron y una mujer... ejem... que se orinó del susto. Allí fue donde Pepito y dos maquinistas-truccatores manipularon la "string-consol" (al Máximo le encantaba mechar palabras en inglés en sus relatos, fruto de su juventud en Nueva York), la Consola de Cuerdas secreta, en la más completa oscuridad. La enorme y liviana araña voló hacia su escondite en la parrilla del teatro como una inaudita polilla gigante, desapareciendo... Tres minutos completos duró aquella oscuridad, lo que daba tiempo a las personas para recobrarse, y luego, como pasa siempre en estas situaciones, rieron como defensa. Al encenderse las luces de sala, sobre el escenario había un pequeño diarierito, un canillita voceando: "¡Extra, extra... Muerte en la Opera de Paris; la enorme araña aplastó a 200 espectadores... extra, extra!" Como correspondía, rompieron los aplausos en un aluvión que duró varios minutos, coronando aquel éxito... Fue así, como te digo, que inventé el "sistema cuadrafónico de sonido", en aquella noche de 1932...

Tuve que contenerme para no aplaudir.

Hombre o bestia

En la primera parte de este artículo conté que llegó a mis manos una máscara muy tosca. Un mago llamado Clayproot la había traído para reparar al Bazaar Yankee (Libertad y Cangallo), donde yo fabricaba máscaras de látex. No me costó mucho arreglarla pues era muy primitiva: era más bien una pieza de tapicería, una máscara de trapo con la cabeza en punta (como el Mr. Hyde de John Barrymore, otro ídolo del Maestro), que se prolongaba hasta dos pómulos salientes, una nariz aplastada y dos orejas de fauno, gruesos trazos imitaban arrugas y granos y unos pocos pelos gruesos como de caballo terminaban el burdo fantoche.

Clayproot me había dicho que era de la versión de 1933 (¿ó 1931?) de "El Hombre y La Bestia" de Narciso... Muchas horas me pasé mirando aquella máscara en la soledad de mi taller; tardé bastante en devolverla. Era paradójico, pero aquel pedazo de cartón y tela pintada, que cualquiera hubiera tirado a la basura, o por lo menos ignorado, a mi me llenaba de entusiasmo e incógnitas. Por empezar dudaba que aquella pieza perteneciera a Ibáñez Menta, que nos tenía acostumbrado a caracterizaciones perfectas; claro que en 1931-33 el Maestro tendría de 19 a 21 años.... Después estaba el asunto de las monjas. Había algo que no me cerraba, o mejor dicho, quería saber más.

Al fin, muy a mi pesar, devolví a Clayproot la máscara arreglada a nuevo (hasta me permití volverla a pintar, respetando muchísimo los trazos y tonos originales). Eso fue en 1976. Diez años después, trabajando con el propio Narciso en el Canal 9, durante el período de Alejandro Romay al frente de la emisora, se me ocurrió mencionar como al pasar la vieja máscara de Mr. Hyde.

Estabamos en el mismo barcito de siempre, en el corazón del Canal. Eran las 17 horas. Parecía que esa tarde se habían citado todos los elencos, locutores, extras y técnicos del Canal. El lugar estaba repleto. La verdad parecía un gallinero, por los plumajes y los cacareos. Seguía pensando que aquella máscara era apócrifa y que el Maestro de Maestros ni contestaría a mi pregunta, como solía hacer, pero... me equivoqué.

Creo que solo Dios cuando increpó a Caín pudo haber emitido una voz más grave y fuerte.

- ¡La máscara... la máscara de la Bestía... me la robaron! - tal supuesta sustracción habría ocurrido más de 50 años atrás - ¿Quién, quién dices que la tiene?

En derredor todo pareció la tienda de un taxidermista monótono; todo eran gallinas embalsamadas, todos callaron y Jorge Barreiro hasta emitió un débil gritito. Yo, todo colorado y transpirando le expliqué como pude las circunstancias en que conocí su antigua máscara. Entonces, como muchas veces lo hicieron sus personajes, Narciso hizo una "transición": amainó su cara crispada, apagó sus enormes ojos color miel y bajándolos hasta su café que se lo llevó a los labios ignorando todo su entorno.

La voz salió entonces de él mucho más baja y como si hubiera leído mis pensamientos llenos de incógnitas dijo:

- Te contaré, si lo deseas, en que ocasión y bajo que circunstancias usé Yo la máscara a la que te refieres.

Todo yo me convertí en una oreja.

- Cuando llegué a esta Bendita Tierra desee en seguida hacer "Teatro de la Pavura", lo que los españoles llaman "Gran Guiñol" y los franceses "Grand-Guignol".... tu por supuesto no sabes nada de esto.

Si sabía pero, no se porqué negué con la cabeza.

- Se trata de un detritus del Teatro, el Teatro es otra cosa... son obras donde la sangre, el asesinato, las desfiguraciones con vitriolo y las violaciones campean en escena y son protagonistas. Yo quería hacerlo para experimentar.... y para emanciparme, independizarme de mi familia. Hice mal en aventurarme con estas piezas teatrales, en enamorarme del makeup (maquillaje), porque ¿ya ves lo que me pasó? se me encasilló como un Monstruo.

- Usted es un Monstruo, Maestro, el más grande intérprete del Género del Terror, el... - dije, pero me acalló.

- ¡Me encasillaron como un Monstruo!- dijo, como ignorándome.

- Pude haber hecho otras cosas... "Cyrano", "El Proceso" de Kafka, tal como lo hizo Orson Welles, "La Metamorfosis", "Rinoceronte".... En fín, ningún teatro quería cederme sala para mi experiencia (hoy sería considerado Under), claro yo entonces tenía 19 años (en realidad, yo sabía que tenía casi 23) y era muy aniñado. Finalmente una actriz amiga me sugirió un colegio de monjas: "La Congregación del Divino Rostro", un colegio de monjitas en Parque Centenario. Ya les había hablado de mí, que se me conocía por mi labor de Niño Prodigio, hacía más de 10 años... Mi primera reacción fue negarme. ¿Cómo iba a hacer "Teatro de la Pavura" en semejante sitio? Pero luego pensé: ¿por qué no? No podía hacer obras con mucha sangre y sexo, por supuesto, pero estaban los clásicos, los clásicos de horror....

«Si hay alguien a quien admiré en mi vida, después de Lon Chaney fue a "Sir" John Barrymore. Este actor, integrante de una dinastía de intérpretes célebres (si alguien se pregunta como yo recuerdo, con tanta precisión estos monólogos, es porque siempre tuve la manía de anotar lo que considero notable), había hecho en los tiempos del Cine Mudo una espléndida versión del "Dr. Jeckyll and Mr.Hyde" que yo había visto 22 veces. La madre superiora también admiraba ese film, y a Barrymore, y me dio rápidamente el visto bueno, por un porcentaje de usura, pero en fin, mi entusiasmo era mucho y se notaba. Me aconsejó que le pusiera otro nombre y que castellanizara los apellidos de los personajes: Jaid, por Hyde y Yequil por Jékyll; los otros personajes también fueron rebautizados con nombres más familiares. Esto luego fue copiado por mi colega Mario Soffici en la versión cinematográfica de la historia.

«Como un poseso comencé con la Mise en Scéne. En ese entonces las cosas eran más fáciles. El señor Puig (abuelo de Arturo Puig) me cedió todo el mobiliario a cambio de una mención en los programas de mano. Como pude armé un laboratorio (la gente conoce poco de esto, nunca estuvo en uno), retortas y tubos de ensayo. Pepito, mi asistente recién "contratado" (en realidad estaba haciendo un "meritorio", una prueba para ver su idoneidad), realizó la tarántula gigante que acosa al Doctor Yequil durante su pesadilla, y dentro de la cual se metía. Las gentes cuando escucharon el nombre de la obra "El Hombre y la Bestia", los más cultos, creyeron que era una versión de la "Bella y la Bestia", una obra para niños... así que se llevaron una sorpresa. Puse todo la batería...

- La batería narcista - interrumpí.

- Puse, digo, toda la batería: había un gran vestuario, que pese a mi pretendida independencia me proveyó mi madre... muy buenos props (utilería menor de acción) y claro... estaban los trucos...

- ¡La metamorfosis!- Exclamé.

- Los trucos, los afeites y maquillajes... la máscara-que-tu-ya-sabes... esas cosas....

Hizo entonces un gran silencio, una introspección donde pareció sentirse muy interesado en la punta de su cigarrillo.

- Bueno, fue un buen comienzo, un gran estreno - completó.

- ¡Por Dios Maestro, no me niegue ese truco!- y le apreté el brazo.

Lejos de molestarse, sonrió satisfecho y continuó.

- En realidad era una puesta, o mejor dicho. un truco de Magia, de Prestidigitación. Tenía más voluntad que facilidades... teníamos gran escacez de medios entonces. Por un lado contaba con la feísima máscara que tu conoces y arreglaste. Has hecho mal, debiste haberla quemado (al decir esto me sorprendió). Estaba mal hecha. Pepito no se animó y entonces recurrimos a una señora que hacía lo que hoy se llama "peluches", y entonces eran "Muñecos Lenci", muñecos de paño-lenci, tela que por su parecido a la textura y el color de la carne humana servía para hacer personajes tales como Patoruzú, Don Trifón y Sisebuta, Popeye, etc.

«Cuando nos la entregó quisimos asesinarla. Tratamos de pintarla, maquillarla, ponerle pelos... pero no había caso; tuve ganas de ir al cementerio más cercano y enterrarla allí, pero la necesitábamos. Entonces tuve una idea gen... (rectificó) una buena idea. Recurrí a la rapidez, la presteza... la prestidigitación y a mis dotes de mimo. La noche de marras, la coqueta sala de La Congregación del Divino Rostro estaba atestada. Ya no había vuelta atrás. Los niños más pequeños berreaban por la serie de sustos por la que habían pasado, las madres estaban consternadas, las monjas asombradas y hasta los pebetes revoltosos estaban atentos y en silencio; es decir la sala estaba "a punto caramelo", entretenida.

«Faltaba, según dicta la química del Teatro, el climax, el momento culmine. Y eso fue "La metamorfosis", como tu bien dices. Ni siquiera la había ensayado bien. Así que cuando los fonógrafos vomitaron "Tocata y Fuga en Re Menor" de Bach, tragué saliva y salí "al Toro". El telón se levantó. Entonces todos los teatros tenían telón, no como ahora...

Esto el Maestro lo hacía a propósito, para crear "suspense", como solía decir.

- Se levantó lentamente, y la luz de las candilejas... otro elemento lumínico que ya no está, en fín... esas luces iluminaron un laboratorio en penumbras. Más bien a oscuras, en donde el hielo seco y las pastillas de Bromo-Seltzer producían burbujas y humo en las retortas de vidrio. Yo, es decir Yequil, estaba allí parado bañado todo por una intensa luz azul Francia que provenía de un cristal que siempre, aún hoy, llevo conmigo. Lo conseguí en la demolición de una capilla y formaba parte de un antiguo vitral, es de un azul muy particular. Este vidrio es puesto delante del cenital, el foco principal, también se usan "gelatinas", es decir, acetatos de color, pero no es lo mismo. Estaba a punto de usar por primera vez en teatro el "reóstato", que en realidad lo inventé Yo, como te digo, que es un dial que al ser movido hace que se apague una luz y lentamente se encienda otra, produciendo, por ejemplo, la ilusión de un amanecer. ¡Te estoy hablando de 1932!

Pegué un salto. Barreiro, desde la barra, parpadeó.

-Nadie podía verlo por la luz, pero mi rostro había sido maquillado con trazos azules de distinto tono, azules, celestes y grises azulados, para ser más preciso. La luz, claro, al ser del mismo color hacía que mi cara se viera normal. Entonces venía la parte donde decía: "Cuando ingiera este brebaje del Infierno, todos los pecados de mi pobre alma se mudarán al despreciable Señor Jaid". Y tomaba el menjunje, que era Naranjín "Pomona", en realidad. Los dedos de Pepito, por primera vez en la Historia del Teatro giraron el Reóstato y la luz azul cambió por una blanca, natural, lentamente y lentamente aparecieron los gruesos trazos que prolongaban las líneas del pelo, las ojeras, cejas, comisuras de la boca, venas y manchas. Con esta voz que Dios me dio y que era más fuerte en mis 19 años (23), comencé a gritar a todo pulmón una serie de incoherencias y gorgoteos. Me abalancé como un poseso epiléptico sobre los elementos de laboratorio, tirando la mesa al suelo. Una lluvia de vidrio molido y agua humeante cayó sobre las primeras filas (sic) y Yequil se desplomó detrás de la mesa caída siempre gritando, ululando casi. Mientras fingía revolverme oculto a los ojos del público por la mesa abrí la caja que contenía la "famosa " máscara, la saqué y me la empotré.

«Aspiré hondo y juro que rogué a los cielos que el público no estropeara Mi obra con la risotada que correspondía a semejante adefesio. Pero salté cual un "Jack in box" (años después supe que eran esos payasitos de resorte que salen de una caja de sorpresas) y me enfrenté a Mi público.

Lamenté mucho no tener una cámara o aunque sea un grabador de sonido ¡el Maestro estaba exultante!

- En ese momento no hubo silencios. Solo gritos histéricos y gente tapándose la cara... La cabeza "apepinada" (en punta, como un pepino), los rasgos simiescos y las orejas de jumento habían logrado su cometido. El Susto fue el recibimiento de aquella, mi primera caracterización. No quise arriesgarme, quizá me mostré tres segundos nada más. De inmediato giré en redondo, dando la espalda al público, algo que también inventé Yo. Hoy Lee Strasberg lo aconseja. Tomé la capa y con un giro de torero me la puse, mezquinando siempre el "rostro" y luego coroné el pico de mi cabeza con una galera, agarré con mis garras el bastón asesino del serñor Jaid. Mientras hacía mutis, salía de escena, y planté mi último parlamento en aquella escena. "¡Ja, ja, ja, toda la noche es mía!", y salí dando grandes zancadas. Usaba coturnos y "elevator", que me elevaban 15 cmts de estatura. Aquel fue mi primer Gran Aplauso Cerrado. Mi bautismo. Por eso tenía cierto interés en esa careta. Pero de todos modos la hubiera quemado igual.

Por más que lo intenté, hasta ser cargoso, nunca más le saqué una palabra más sobre aquella puesta de "El Hombre y la Bestia", en 1932.

Pero hay más para contar, y eso lo haré en la próxima entrega.

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