COSMOS 1999
Ahora que deberían estar cumpliéndose veinte años de los más que ficticios sucesos que constituyen su punto de partida, creo que es momento de rever Cosmos 1999 (Space: 1999; Espacio 1999 en España y Venezuela). Serie británica emitida por la cadena ITV en dos temporadas y 48 episodios, 1975-77. Ideada por Gerry y Sylvia Anderson. Con Martin Landau, Barbara Bain, Nick Tate, Zienia Merton, Prentis Hancock, Catherine Schell y elenco.
Y un día de 1977 George Lucas volvió a poner de moda las space operas con Star Wars, y así el ejercicio audiovisual de la ciencia ficción perdió de un solo golpe de taquilla el tono filosófico y reflexivo de los años sesenta y comienzos de los años setenta. El cambio de tendencia fue fatal para algunas producciones que, aún con sus limitaciones, seguían recorriendo la senda de 2001 o Solaris o incluso Star Trek, y entre ellas está la serie británica objeto de estas líneas.
La premisa de Cosmos 1999 era científicamente absurda: una explosión en un repositorio de residuos nucleares en la Luna en setiembre de 1999 expulsaba a nuestro satélite de la órbita terrestre y aún del sistema solar, a una velocidad tan disparatada que lo llevaba a atravesar un nuevo sistema estelar cada semana, justo a tiempo para cada nuevo capítulo. El tan valeroso como sufrido personal de la Base Lunar Alfa se veía entonces obligado a vivir la versión interestelar de una de las más antiguas historias de la literatura y la mitología humanas: el viaje del héroe y sus amigos por un camino que los lleva al encuentro de criaturas o sociedades extrañas, y que los descubre en el final del recorrido más viejos y más cansados, pero también más sabios. Porque, como dijera Marcel Proust, el verdadero fin de la travesía no es cambiar de paisajes, sino cambiar de ojos.
Si suspendemos por un momento nuestra incredulidad ante el problema de la inverosimilitud del punto de partida, la historia marco funciona perfectamente. Hay un capítulo que funge de relectura de Solaris (Matter of life and death) y otro de 2001 (Black sun). El tema de Another time, another place es el del doble; el de The testament of Arkadia, los visitantes extraterrestres de la Antigüedad, el quiosco que se abrió Erich Von Däniken tras leer a Pauwels y Bergier y por el que pasaron desde el Spielberg de Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull hasta el Ridley Scott de Prometheus. The last enemy ficcionaliza una guerra entre dos civilizaciones, una en la que el género dominante es el femenino y otra en la que lo es el masculino: un planteo interesante que en la serie está desarrollado en forma burda, pero que admite una exploración más refinada. Raro que se le haya escapado a tantos guionistas de Hollywood a la caza de una idea.
El curso accidentado de la producción y el final anticipado de la serie le quitaron todo sentido a la aventura: la idea de que había una inteligencia detrás del periplo universal de nuestro satélite natural nunca pudo ser desarrollada adecuadamente, y fue remplazada por un arco argumental tan poco sofisticado para una serie de ciencia ficción como el enamoramiento de los protagonistas. Detrás de las astronaves, los robots, los alienígenas y las explosiones resulta que había una telenovela.
Como suele suceder, hay que buscar a los responsables entre los productores, más que entre los creadores y los guionistas. La prueba es la segunda temporada, en la que se hizo su voluntad de abandonar los temas filosóficos que habían caracterizado a los primeros episodios por una sucesión de aventuras sin demasiada elaboración. Pensaban que ese cambio iba a abrirles el mercado norteamericano: visto lo expuesto en las primeras líneas de este informe, tal vez no estaban tan equivocados. De todos modos no funcionó.
Cosmos 1999 fue la última creación del matrimonio de Sylvia y Gerry Anderson, los artífices de recordadas series como El Capitán Marte y el XL5, Thunderbirds, El Capitán Escarlata y UFO. Tanto fue la última que… se divorciaron entre la primera y la segunda temporada. Los libretos tal vez no hayan sido especialmente memorables, pero el trabajo de maquetas de vehículos y la recreación del paisaje lunar, reminiscente del de 2001, fue realmente muy bueno y aún hoy, más de cuarenta años después, resulta muy convincente.
Merecen unas líneas los nombres de algunos actores invitados: Barry Morse, Joan Collins, nada menos que Christopher Lee y Peter Cushing, entre otros.