LA LLEGADA DE LOS OTROS
NO HAY DUDA. LOS
EXTRAÑOS SIGNOS LUMINOSOS YA TIENEN UN SENTIDO. TODOS LOS OBSERVATORIOS ESPACIALES
LO CONFIRMAN. SATÉLITES ALERTA DE INFORMACIÓN INSISTEN CON SU ESTRIDENTE LLAMADA.
DE NOCHE BASTAN UNOS PRISMÁTICOS. LOS PUNTOS LUMINOSOS SE ACERCAN. SON ESCASOS.
CUANTITATIVAMENTE NO HAY PELIGRO. CUALITATIVAMENTE
NADIE SABE A QUÉ ATENERSE. YA ES UN RUMOR PARA EL PÚBLICO. YA ES UNA EVIDENCIA
PARA LAS CANCILLERÍAS. EL TELÉFONO ROJO HA FUNCIONADO SIETE VECES EN DOS DÍAS.
FALTA
LA RESPUESTA DE
WASHINGTON.
EL PENTÁGONO DELIBERA.
Son cuerpos dirigidos hacia
la Tierra
, de forma inteligente.
Todo induce a creer que se trata de un viaje de investigación espacial, iniciado
nadie sabe si en nuestra galaxia o en otra. Pero es un hecho. Si se hubiera
producido en pleno siglo XVI,
la Europa Moderna
hubiera
reaccionado con un estupor, un pánico y una curiosidad muy similar a la reacción
que produjo la aparición de los españoles entre los indígenas del Nuevo Mundo.
En Europa, el racionalismo estaba en mantillas, la hipótesis y el análisis
como método de conocimiento podían valer una excomunión. El miedo era entonces
irracional; ahora, el miedo, a nivel de los macrorganismos que controlan la
vida universal es un miedo racional. Todo el sistema de mutua confianza internacional
descansa en el principio de mutua desconfianza. Los especialistas en mutual deterrence han calculado qué respuesta potencial requeriría una
agresión del enemigo. Conocen la naturaleza del enemigo. Pueden cuantificar
y cualificar el riesgo que entraña la convivencia. Una bomba atómica USA es
igual a otra bomba atómica URSS lanzada en sentido contrario. La consecuencia
lógica es no lanzarla. Y en el corsé de esta ley de la mutua disuasión ha
entrado el opulento pecho del capitalismo y el puntiagudo pecho del socialismo.
Pero ahora todo cambia básicamente. El enemigo no es una política económica
hostil, no es un sistema basado en unas determinadas relaciones de producción,
no es un cuerpo legal que formaliza y legitima la hegemonía de una clase social,
no es un potencial bélico que tiene nombre, apellidos y números concretos;
no es una ideología antagónica encarnada en las masas... El enemigo es un
OTRO desconocido, desconocido hasta en su naturaleza misma.
Y está ahí.
A cuarenta y ocho horas de la atmósfera terrestre.
Puede intentarse su destrucción. Tal vez pueda
ser destruido. Pero ¿cuál es su capacidad de represalia?
Puede dejársele llegar. Conocerle, plantear
una nueva convención de coexistencia. Pero quizás esos puntos luminosos que
se acercan ya lleven en sí mismos la consigna de nuestra destrucción y no
se presten al diálogo, al parlamento, a la coexistencia.
Y si se prestan, deberían cambiar básicamente
las convenciones político - económicas que condicionan el equilibrio terrestre.
¿Quién pagaría las consecuencias de estas nuevas reglas de juego? ¿El capitalismo?
¿El comunismo?
Ese otro que está a punto de llegar puede ser
un aliado de un sistema o de otro. Igual su grado de desarrollo histórico
se corresponde al de la civilización industrial y corresponde a un predomino
del capitalismo sobre el socialismo o a la inversa.
Pero saber QUÉ ES, QUÉ QUIERE, CÓMO COEXISTIR,
se requiere ante todo dejarlo llegar, pero no hay que olvidarlo. Dejarlo llegar
puede representar la destrucción.
No dejarlo llegar también.
Estamos en 1970. Y el presidente Nixon se vuelve
hacia el general Lemnitzer,
Jefe de Estado Mayor, y le pregunta:
- ¿Qué hacer?
Son las 16:30, hora española. En la barra del
Iruña madrileño un limpiabotas pide un carajillo. Los titulares de "Pueblo" pregonan, confusamente,
la noticia de un extraño fenómeno espacial. El limpiabotas busca la página
del horóscopo. Géminis: éxito en los
negocios durante los primeros días de la semana. Procure eludir responsabilidades
civiles. El asunto amoroso del que está pendiente no se resolverá con la rapidez
de Vd. esperaba. El limpiabotas se alisa la cáscara craneal de pelo abrillantado.
Tiene úlcera de estómago, patillas y colmillos largos. Sonríe al camarero:
- Aquí lo dicen. Se retira Gento, no veas, Chupaíto
va de millones. No veas. Me tiro yo así, plisss, sobre una cama y no me levanto.
Y venga lironda. Un billete por aquí y otro por allí y plisss... a vivir,
que son dos días.
EL EQUILIBRIO DEL TERROR
Durante
la II Guerra
Mundial muchos
creyeron que se cerraba una época. Hasta cierto punto era cierto. Pero mucho
más cierto era que se abría otra. A comienzos del siglo XIX, en los albores
de la sociedad industrial, quedaron construidas las dos clases sociales que
iban a dirimir su hegemonía histórica. En
la Baja Edad
Media había ocurrido otro tanto. La aparición
de las ciudades, el desarrollo del comercio, propicia la aparición de una
nueva clase, cada vez más potente: la burguesía. Desde el siglo XIV a XIX,
durante cinco largos siglos, la burguesía luchó por el poder y lo consiguió.
Mediante el capitalismo da impulso a la revolución industrial y crea automáticamente
una nueva clase a su servicio: el proletariado. Desde mediados del siglo XIX
la burguesía de las grandes potencias: Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia
y Alemania, practica una política de expansión imperial, que tiende a convertir
el mundo en una fuente de materias primas para su producción industrial y
en un mercado para sus productos. Tras el colonialismo político iba el colonialismo
económico y las grandes potencias se repartieron el mundo en zonas de influencia
en la segunda mitad del siglo XIX.
Los repartos desiguales producen disputas y
a Alemania le tocó la peor parte. Su superproducción industrial quedaba asfixiada
por sus dificultades de acceder a nuevas colonias en manos de sus potencias
rivales. Esta fue la motivación clave de
la I Guerra
Mundial, y la volvería a ser en la segunda.
Mientras tanto el campo obrero se había organizado
políticamente y había intentado algunas veces un prematuro asalto al poder
burgués: la revuelta de la Commune, algunos
movimientos anarcofederales españoles,
la Revolución Rusa
de 1905. Pero en 1917, el socialismo, como doctrina de la clase obrera, se
hace con el poder en
la Rusia
zarista. La contradicción hasta entonces planteada a escala de cada nacionalidad,
entre capital y trabajo, capitalismo y socialismo, lo quedaba ahora a escala
internacional:
la URSS
frente a las potencias del campo capitalista.
Durante
la II Guerra
Mundial, los
americanos vieron cómo una de las consecuencias de la guerra iba a ser el
agotamiento económico de Francia e Inglaterra. Con el consiguiente debilitamiento
de su poder imperial. También el robustecimiento ideológico del socialismo,
avalado por la resistencia soviética frente a la invasión alemana y por los
movimientos guerrilleros de resistencia, mayoritariamente compuestos por comunistas.
Roosevelt y su equipo de asesores prepararon la siguiente jugada:
Robustecer el papel de
la Unión Soviética
,
debilitando consecuentemente el de Gran Bretaña y Francia. De esta manera
esperaban descomponer el imperio político - económico de Francia e Inglaterra
y sustituirlo por el imperio económico - político de los Estados Unidos. El
reparto de zonas de influencia en las conferencias de Casablanca, Teherán,
Yalta y Potsdam, persigue ese efecto.
Pero...
No eran tan ingenuos como se ha creído. Ya suponían
que el comunismo volvería a ser un incordio universal para la progresión de
los intereses norteamericanos. Con el fin de alertar a
la Unión Soviética
,
para que no se moviera del punto justo donde le habían tirado el hueso, se
preparó el show trágico de Hiroshima
y Nagasaki.
De dos bombazos quedaba ratificada la hegemonía
bélica de USA, la decrepitud de Gran Bretaña y Francia y la prudente reserva
de la engrandecida Unión Soviética.
Es un planteamiento lógico - lineal típico de
la política exterior norteamericana. Este planteamiento no tenía en cuenta
(era difícil suponerlo en 1945) que
la Unión Soviética
(un país entonces prácticamente
arrasado) en 1950 podía tener también la bomba A; tampoco tenía en cuenta la
espontaneidad de la dialéctica histórica. Y en demostración de esa espontaneidad
estallaron los conflictos revolucionarios de China y se extendieron las posibilidades
revolucionarias por Asia. Los conflictos nacionalistas contra Gran Bretaña
y Francia sirvieron para el desarrollo del comunismo en las realidades coloniales
donde se planteaban. Por eso los norteamericanos, sobre todo en África, abastecieron
de dinero, armamento y apoyo político a los movimientos nacionalistas antifranceses,
antibritánicos y antiportugueses. Era una carta blanca a jugar en el momento
de la futura independencia. Y la jugada salió bien. Porque las independencias
del África Negra, en su mayoría, nacieron hipotecadas por el capital norteamericano.
Entre 1945 y 1955
la Unión Soviética
se recupera aceleradamente y se convierte en una gran potencia industrial
y tecnológicamente hablando. La hegemonía soviético - norteamericana se confirma.
Ambos son tan poderosos que pueden destruirse mutuamente. Y una mutua destrucción
atómica, significa la contaminación de media atmósfera y la posible desaparición
del género humano.
Así nace el equilibrio del terror.
Expertos en disuasión mutua fijan en el Pentágono y en el Ministerio de Defensa
de Moscú, el increscendo de la capacidad de represalia contra el increscendo
de capacidad ofensiva del enemigo. En cada campo estos cálculos se apellidan
de represalia. Nadie quiere ser ni potencial ni nominalmente agresor.
A fines de la década del 50 comienza la carrera
espacial. Soviéticos y americanos compiten por el predominio del espacio.
En 1965 los americanos establecen el sistema de telecomunicación espacial
a través de satélites de comunicaciones. Los soviéticos replican con los Molnya. Los
americanos y los soviéticos preparan estaciones espaciales para el asalto
a otros mundos. Los primeros llegaron a
la Luna. Los
segundos están a punto de hacerlo. Se
han repartido el espacio, como en su día se repartieron
la Tierra.
Pero se vigilan con el dedo en el gatillo.
Así en
la Tierra
como en el Cielo.
40 HORAS ANTES DEL FIN
- ¿Quiere que pierda el tiempo visitando al presidente Johnson?
El presidente Nixon paseaba con los pulgares
en el cinto de su pantalón. La comisión de notables personalidades de la política
respiraba una tibia atmósfera de café y madrugada. Allí estaban convocados
excepcionalmente prohombres de republicanos y demócratas. Incluso McCarthy y Wallace. Nixon
se guardaba para ocasión propicia la noticia de que había cambiado impresiones
con los líderes de la John
Birch Society y con Stokley Carmichael.
- Hablar con Johnson es perder el tiempo.
- Pero tranquilizaría a la opinión pública -
terció Douglas Dillon.
- Prefiero hablar con la estatua de Lincoln.
Mac Namara sonreía socarronamente
en un rincón. Hoover, jefe vitalicio
del FBI, no quitaba el ojo a ninguno de los reunidos.
- Les convoco para que me den su opinión, no
para que me digan que se la pida a Johnson.
Nixon avanzó hacia el portón que se abría a
la sala de espera y lo abrió de un empujón.
- ¡Pasen!
Dieciocho generales, de las distintas armas,
penetraron en la estancia. Algunos políticos se pusieron firmes y el manager
de
la Texaco Oil
Company tarareó
La Estrella
de Tejas.
- ¿Qué hacer? - volvió a preguntar Nixon.
Eran frecuentes las miradas hacia la ventana.
Tampoco escaseaban las miradas hacia el teléfono rojo. Nixon hundió sus dedos
entre las ondas de su cabello como buscando allí una respuesta.
- ¿Y el informe de Von Braun?
Preguntó Mac Namara.
- ¿Quiere que se lo lea? Parece un comunicado
oficial desinteresado. Como no ha construido él esas naves que se acercan
es muy capaz de no creer en ellas. Miren su comunicado...
El secretario particular del presidente leyó
en voz alta.
- "En respuesta a su petición de información,
debo comunicarle que sin duda estamos en vísperas de novedades espaciales.
Sin que sepamos a ciencia cierta su naturaleza. Procuraré mantenerme en contacto
con Su Excelencia".
- ¡Procurará! - espetó Nixon. El secretario
sirve a los reunidos una taza de caldo realizada con gallinas de Oklahoma,
carnero de Minnesota y hortalizas del Missouri. Es el caldo de
la Unidad Nacional.
El experto en cálculo de probabilidades, Kiessinger (1)
está molesto porque el presidente ha invitado a su colega y rival: Hermann Khan. Ted
Kennedy da codazos a Khan para que hable. Pero rehusa entre rumores de
protesta. Nixon le exige que hable.
- Bien... No sé...
Ted Kennedy se impacienta.
- No seas modesto, Hermann, tu sabes de qué
va... hombre.
Hermann Khan busca desesperadamente la figura
protectora de su siquiatra, pero no asiste a la reunión. Nixon interpreta
su mirada desesperada y envía en busca del siquiatra de Hermann Khan. Cigarrillos,
caldo y café. Llega el siquiatra. Inclina la cabeza cortésmente y saca un
bloc. Khan se acuesta sobre una litera de cuero.
- Bien... Señor presidente, señores. Hay que
hacer una serie de deducciones: serán coexistentes o no serán. Si lo son habrá
un tiempo durante el cual podremos negociar. Si no son coexistentes quedan
dos posibilidades: 1ª, que su fuerza ofensiva sea inteligible para nosotros,
es decir, que su potencia ofensiva responda más o menos a las convenciones
bélicas que nosotros conocemos por guerra convencional o por guerra termonuclear;
2º., que su fuerza ofensiva no sea inteligible para nosotros. Si no lo es,
hay que enfrentarse a dos nuevas posibilidades: 1º., que tras experimentar
efectos destructores hallemos una posibilidad de respuesta; 2º., que esos
efectos sean tan destructores que perdamos toda posibilidad de respuesta.
Manchas de color rojo comenzaban a aparecer
y desaparecer, intermitentemente, sobre la frente de Hermann Khan. Miró angustiado
a su siquiatra. Ya había preparado una jeringa y le puso una inyección en
el brazo. Volvió la palidez al rostro de Khan.
- Bien. Deduzco que tanto si disponemos de una
tregua para negociar, como si podemos replicar ventajosamente a una agresión
o si vamos hacia el aniquilamiento, urge un replanteamiento del equilibrio
bélico con
la Unión Soviética.
Tres generales del Pentágono se pusieron de
pie de un salto:
- ¿Qué quiere decir con eso?
- ¿Entregarles nuestros secretos?
- ¿Bajar la guardia?
Nixon se interpuso protector entre los generales
y el yacente Hermann Khan.
- De todo lo oído deduzco que ocurra lo que
ocurra ya no sirven las reglas del juego hasta ahora vigentes.
La voz de Kiessinger tuvo la virtud de inaugurar
un largo silencio. Nixon se acercó al teléfono rojo y empezó a marcar.
39 HORAS ANTES DEL FIN
Kosyguin empuñó e teléfono.
- Otra vez... Nixon.
Suslov se estaba limpiando
los cristales de las gafas con un papel de fumar. Breznev arrojó la pajarita de papel a la papelera y se puso en pie. Podgorny lanzó un silbido.
- Señor Presidente... sí, también nosotros hemos
analizado la cuestión... sin duda... sin duda... Bien, con respecto a este
punto nuestras deducciones no son tan pesimistas... El camarada Suslov ha
dado con el quid de la cuestión... creemos. ¿Qué ley de antagonismo básico
puede fijarse a escala espacial? Ley de antagonismo... sí señor Presidente...
una equivalencia a la lucha de clases entre nosotros... ¿Que Vd. no lucha
por ninguna clase determinada?
Cubre Kosyguin el micrófono y se encara con
Suslov.
- ¿Y ahora cómo le digo yo a un Presidente de
los Estados Unidos que está alienado?
Suslov une los labios firmemente y piensa. Finalmente
dice:
- Dígale que nosotros partimos de una distinta
concepción de la historia.
Kruschev,
especialmente invitado como asesor, soltó una risota.
- Primero, camarada Kosyguin, envíele una edición
especial del Manual de Marxismo - Leninismo, de
la Academia
de Ciencias.
Suslov se encaró con Kruschev.
- ¡Camarada Kruschev! ¡Estamos en una seria
situación! ¡Yo me he opuesto terminantemente a que Vd. fuera invitado! ¡Y
yo insisto! ¡Protesto por su presencia! ¡Protesto por sus payasadas!
- Bien, bien... terció Kosyguin - no es el momento
de discutir... ¿Mr. Nixon? Nosotros partimos de una distinta concepción de
la historia. El mal y la destrucción tienen, para nosotros, motivaciones materiales.
No obedecen a cálculos metafísicos o de la moral idealista...
Suslov afirmó con los ojos, y Kosyguin respiró aliviado.
- Sí, eso sí, abiertos a toda posible colaboración
circunstancial. En el plazo de unas horas le facilitaremos un plan de acción
conjunta que quedará bajo su criterio.
Tras colgar el teléfono Kosyguin se enfrenta
a los reunidos.
- El Presidente Nixon estaba muy nervioso.
Otro invitado especial, Molotov,
comentó:
- Es un trance mortal para el capitalismo.
- Razone su afirmación - sonó la bronca voz
de Breznev.
- Esos que vienen tienen un desarrollo tecnológico
muy superior al nuestro. Por lo tanto corresponde a unas condiciones de desarrollo
histórico superior y a un "status" social más avanzado. Es decir:
pueden provenir de una civilización donde ya se haya realizado el paso al
comunismo.
- Habrá que verles primero la cara - gruñó Kruschev
-. Primero ver si la tienen. Después ver si son de hidrógeno o de plástico,
o de piel de foca. ¿Cómo son? ¿Qué son? ¿Por qué han de venir desde un desarrollo
histórico paralelo al nuestro? ¿Son orgánicos? ¿Inorgánicos? ¿Cómo se desarrolla
un proceso histórico entre seres cuyo componente básico es el magnesio, por
ejemplo? ¿Eh?
- Si están vivos - cortó Molotov - si son seres
vivos están sometidos a un proceso de realización dialéctica vital, vital, camarada Kruschev. Se han realizado en relación con un medio,
lo han transformado y se han transformado durante ese proceso. La dialéctica
como método del desarrollo humano no es un azar circunscrito a la atmósfera
terrestre.
Suslov, impaciente, golpeó el suelo con el tacón:
- ¡Camaradas! ¡Camaradas!
- Y a todo esto ¿qué dicen los chinos?
La pregunta de Podgorny provocó una mirada de
inteligencia entre Breznev y Kosyguin. El premier contestó:
- Creen que ha llegado el momento de provocar
una revolución universal, de sacar a nuestros militantes a la calle, en todo
el mundo... de aprovechar el pánico del capitalismo para arrebatarle el poder
de las manos.
- Ahí está. Eso hemos de secundarlo - afirmó
Molotov, enérgicamente.
- Y a las cuarenta y ocho horas tenemos a
la URSS
llena de chinos y a
la Tierra
llena de marcianos
- objetó Podgorny.
- De una cosa estoy seguro - sonó desde el fondo
de la estancia la voz de Kruschev - hay más chinos que marcianos.
EN EL VATICANO
Paulo
VI soltó la paloma macho que tenía entre las manos y contempló el remonte
de su vuelo sobre las arcadas. Con un mecánico juego de dedos centró los pliegues
de su capa e indicó al embajador norteamericano que tomara asiento.
- Mi posición y la de
la Iglesia Católica
está clara. El principio de la confianza en la lógica de
la Creación. Nada
hay que temer puesto que
la
Esperanza
es algo más que el nombre de una virtud. Es la
piedra filosofal del comportamiento cristiano. ¿Cómo puede el hombre suponer
que Dios le prepara
la
Destrucción
como fin a su realización, como ente histórico
y terrenal?
- Sodoma y Gomorra, Su Santidad... Sodoma y
Gomorra... el Diluvio. Puede ser un castigo y hay que tomar medidas.
- ¿Medidas contra un castigo de Dios?
- Entonces ¿no hay Esperanza?
- Esperanza en que no sea un castigo, porque
la misericordia, en última instancia, sólo es absoluta como patrimonio de
Dios.
- ¿Qué hacer entonces?
- Ante todo informar a todo el mundo. Tanto
las agencias informativas de ustedes como las del campo socialista han retenido
la información. Me consta que todos los observatorios astronómicos del mundo
están ocupados militarmente para que no se filtren noticias. Los ministerios
de información dosifican este hecho y le dan un carácter entre la especulación
de ciencia - ficción y la serpiente de verano. No es un juego limpio. Imagine
cuánto daño espiritual irremediable puede cometerse. Imagine por un momento
que esos puntos luminosos representan
la MUERTE Y
LA DESTRUCCIÓN UNIVERSAL.
Si es un hecho asumido, hay tiempo para el arrepentimiento, para la contrición,
para ganar la gracia de la salvación y la verdadera ESPERANZA... Pero si no...
He cursado órdenes drásticas para que todo sacerdote, en todo el mundo, desde
el púlpito, se convierta en un informador de la verdad...
- ¡Su Santidad! ¡Puede desatarse un pánico colectivo!
- O el género humano puede condenarse eternamente.
- He de informar inmediatamente a mi gobierno
de esta medida.
- No pierdan la gran oportunidad de contribuir
a la limpieza espiritual más grande que vieron los siglos.
El embajador se retiró respetuosamente, mientras
Paulo VI le bendecía. Ya en la escalinata bajó los escalones de tres en tres,
congestionado. El regreso a la embajada de USA fue una constante transgresión
de las normas del tráfico. El embajador irrumpió en su despacho con los puños
por delante para forzar la resistencia de la puerta.
- ¡Pronto! ¡Pronto! ¡Washington!
- El teléfono parecía un cuerpo vivo entre sus
manos temblorosas.
- ¿Mr. Russell? Inaudito. El Vaticano va a difundir
al máximo la noticia de la proximidad de extraterrestres. No sé si la medida
ya se ha cursado.
Treinta minutos más tarde, doscientos ochenta
agentes secretos interferían todas las líneas de comunicación del Vaticano.
Paralelamente, por si la consigna pontificia se filtraba, el Departamento
de Estado presionaba a los distintos gobiernos para que fueran cercadas las
Nunciaturas de
la Santa
Sede
; puntos supuestos de recepción y difusión de la consigna.
Todo parecía inútil.
Radio Pekín y Radio Tirana empezaron a difundirla
a las 5:30 de una tarde de verano, hora española. La noticia va acompañada
de consignas precisas:
Todas las organizaciones comunistas del mundo,
no afiliadas a
la Internacional Revisionista
, deben constituir cuadros
de combate y apoderarse de
la
Radio
,
la TV
y las Telecomunicaciones.
Desde esos puntos informativos deben informar
a la población y lanzar consignas diversas que se reducen en la fundamental:
EL CAPITALISMO ESTÁ
PERPLEJO.
EL REVISIONISMO ESTÁ
PERPLEJO.
HAY QUE APROVECHAR
SUS VACILACIONES Y CONSEGUIR EL PODER PARA EL PUEBLO.
SÓLO EL PROLETARIADO
EN EL PODER PUEDE HALLAR UNA RESPUESTA DIALÉCTICA A UNA INVASIÓN EXTRATERRESTRE.
¡QUE VIENEN LOS MARCIANOS!
Polito Chifón dejó que el limpiabotas le acariciara
un rato el lomo de los zapatos con el cepillo negro.
- Date prisa artista y te invito a un carajillo.
Me esperan en la grabadora.
- Tengo el cuerpo que parece una botella de
café y anís. Pero ¡vale! Otro no vendrá mal.
- ¿Has oído eso de los marcianos?
- Algo he oído. No se sabe si son marcianos,
venusinos o calasparranos. Cada verano se inventan algo.
- Pero corre mucho, chico, la gente habla.
- Yo, plisss... que vengan... si llevan zapatos.
A ver si son espléndidos en las propinas. Como Vd. don Polito. ¿Ha visto Vd.
las películas americanas? Propinas de medio dólar. ¿A cómo está el dólar?
A noventa y cinco... No veas... En dos años un bolsillo así y el triángulo
vital asegurado.
Polito dejó caer cinco duros en la mano del
limpia.
- ¡Esto son argumentos, don Polito! ¡Vivaepaña y viva la canción española!
Polito paró un taxi.
Los nuevos estudios de "Fliplay" estaban
en las afueras. Polito subió rápido los escalones que llevaban al pórtico
de recepción. El director de grabación le gritó:
- Para, para... que pareces un meteoro!
- Traigo un chollo, Pepe, un chollo... Todo
el mundo habla de esos marcianos.. mira.
Sacó un papel del bolsillo y empezó a tararear
una canción...
Las cejas del director se fruncieron y se concentró
sobre el texto...
- No está mal. Vale, cántala...
Polito Chifón se puso una mano sobre el estómago
y con la otra aguantaba el papel con la letra. Empezó a bailar y a cantar.
Lo dice la tele /
y lo dice bien / los marcianos vienen / con su vaivén. / ¡Requetebién! / Que
vengan marcianos / que vengan marcianas / con cara de corcho / con cara de
lata. / Que vengan marcianos / que vengan marcianas / que tengan rabo / que
no tengan nada. / Lo dice la tele / y lo dice bien / los marcianos vienen
/ con su vaivén. / ¡Requetebién! / Que sean muy guapos / que sena muy guapas
/ que sean muy blancos / que sean muy blancas. / Que aquí en Benidorm / les
tocará el sol. / Veniros a España / marcianos, marcianas / hay ricos callos
/ potaje y fabada. / Lo dice la tele / y lo dice bien / los marcianos vienen
/ con su vaivén. / ¡Requetebién! / Con cara de corcho / con cara de lata /
marcianos, marcianas / estaréis como en casa / ¡Requetebién!
- ¡Cogolludo, Polito, cogolludo! ¡A grabar y
tienes el hit del verano! ¡Qué cogolludez,
ministro, ministro vas a ser tú, Polito!
- ¿Y la canción de Gento?
El director se volvió airado ante la pregunta
de su asistente.
- ¡Qué leñe!
- La canción de Gento, jefe, que se retira,
y Paquita
la Rizal
le ha hecho un pasodoble.
- ¡Pospuesto! ¡Pos-pos-puesto! Ya lo haremos,
la semana que viene.
El ayudante se encogió de hombros y se marchó
tarareando:
Gento, Gento, Gento
/ tú eres bala, tú eres alma / del equipo que recubre / el mundo de color
blanco / Gento, Gento, Gento.
QUINCE HORAS ANTES DEL FIN
El asalto a los medios de información y telecomunicación
fue un fracaso en las 53 localidades europeas donde existían organizaciones
prochinas. Una hora después de iniciada la acción de los comandos, se calculaban
unos 789 muertos y un número similar de heridos entre los asaltantes. En Latinoamérica
se consiguieron éxitos parciales en Caracas y Montevideo. En las restantes ciudades importantes, un fracaso similar al europeo.
Sólo en Singapur, Kerala, Java, Saigón y Colombo, el éxito fue total.
De todas maneras la noticia empezó a circular
por todo el mundo casi por transmisión oral: una epilética transmisión oral
llena de ronquidos de pavor y venas del cuello al borde del estallido.
Los Ejércitos Nacionales tomaron posiciones
en todas las ciudades y cruces de carreteras. Los cuerpos de patrulla aérea
se pusieron en movimiento en turnos continuos. Los helicópteros sobrevolaban
las ciudades.
Desde la perspectiva de los helicópteros todo
empezó bajo la apariencia de agua que se filtra lentamente por debajo de una
puerta. De los límites geométricos de las ciudades empezó a desparramarse
una mancha hormigueante que trepaba por las colinas y ocupaba las carreteras.
Si los helicópteros descendían comprobaban que aquella marcha eran seres humanos,
tan desbordados en sí mismos, como estaban desbordadas las barreras de una
lógica que había sido apta, entre otras cosas, para demostrar que A es igual
a B y B igual a C y que por lo tanto C es igual a A.
Las consignas gubernamentales eran detener la
diáspora y devolver a las gentes al corsé de la ciudad.
Una hora después las consignas se clarificaban:
había que evitar la diáspora fuera como fuera.
Pasaron treinta minutos y ya había orden de
disparar.
En Camp David, Nixon y Johnson examinaban un
plan soviético de diez puntos:
1º. Cese inmediato de todos los conflictos convencionales.
2º. Unificación circunstancial de los mandos
de
la OTAN
,
Pacto de Varsovia y SEATO.
3º. Reconocimiento de la división de las dos
Alemanias.
4º. Declarar
la Luna
zona estratégica bajo control
de
la URSS
y de USA.
5º. Creación de nuevos gabinetes ministeriales
en el campo capitalista con un 40 % de participación de miembros de los PC
no chinos.
6º. Desmantelamiento pasivo del cinturón agresor
norteamericano en torno al territorio nacional de
la URSS.
7º. Acuerdo sobre la conversión del territorio
africano en zona de influencia abierta a los intereses de
la Unión Soviética.
8º. Colocar todos los ejércitos del mundo bajo
mando conjunto soviético - norteamericano.
9º. Desmantelamiento de los mutuos dispositivos
automáticos de represalia termonuclear.
10º. Una vez aceptadas estas condiciones, convocar
a una inmediata reunión del mando conjunto para fijar una jerarquía de puntos
estratégicos, considerando el globo
terráqueo como campus convencional total.
Johnson sólo dijo dos o tres palabras. Nixon,
exasperado, mantuvo un aparte rápido con Kiessinger, Khan, Lemnitzer y Edward
Kennedy.
Durante ese parte le llegó un comunicado conjunto
de las diez empresas más importantes de la industria norteamericana. Encabezaban
las firmas de los managers de
la General Motors
, Union
Steel y Dupont. La enérgica petición era la creación de un triunvirato político
- económico - militar a la cabeza del gobierno de USA. El Presidente podía
designar al general y al gerente que deberían acompañarle.
A las cuatro de la madrugada, según los países
comprendidos dentro del huso horario correspondiente al meridiano de Greenwich,
se había extinguido prácticamente toda la luz eléctrica de Europa. Personal
especializado del ejército pudo paliar los efectos, pero las deserciones iban
en aumento y cada oficial se convirtió en un obligado fusilador individual
de puñados de desertores.
Los ríos no constituían obstáculos para la masa
en exilio.
Sobre cadáveres de ahogados el pie encontraba
más fácil paso y en las cumbres de las montañas empezaron a arder fuegos de
campamentos. Pero las cúspides no detenían la diáspora. Cada montaña alcanzada
parecía insegura y más segura la próxima. Familias enteras quedaban derengadas
en los márgenes.
Nixon contestó al plan soviético aceptando los
puntos 1, 2, 4, 8, 9 y 10. Rechazó la petición de los empresarios. Ordenó
la desarticulación de
la CIA.
El ejército chino iniciaba, poco después, la
invasión de
la India
y Siberia. Lanchas de desembarco chino lanzaron grupos de comandos sobre la
costa occidental de las principales islas japonesas.
China insular arrojó paracaidistas sobre China
continental.
La red de proyectiles de la costa americana
del Pacífico lanzó 250 misiles con cabeza atómica sobre la provincia china
de Sikiang.
Stokley Carmichael fue linchado en un arrabal
de Washington por un comando del Ku Klux Klan.
Por las calles de París circulaban coches que
ametrallaban a los escasos viandantes que quedaban en la ciudad.
El mensaje de Paulo VI sólo pudo ser escuchado
en Roma:
"Un
tiempo de confusión ha llegado. Es la consecuencia de una historia de confusión..."
El desmayo del Papa cortó la alocución.
En el Véneto, la histeria colectiva adoptó un
modismo insospechado: en quince minutos fueron asesinados 350 niños por sus
propios padres. Después algunos intentaron suicidarse. Pero en la mayoría
de los casos, los padres permanecieron cabizbajos junto a los cuerpos muertos.
Todos los sótanos se ocuparon hasta la asfixia.
Y las cuevas. Y los metros. Y las alcantarillas. Casi todos los saqueos afectaban
a tiendas de comestibles.
Dos ciudadanos libaneses se mataron a puñetazos
y mordiscos en la disputa por una esquina del refugio antiaéreo.
Las Congregaciones Marianas, diezmadas, convocaron
Vía Crucis por las desiertas calles de las ciudades.
Nixon y Kosyguin se encontraron en Islandia.
Se miraron en silencio y no supieron qué decirse.
LA HORA FINAL
Sir Richard Blackwall subió torpemente la escalerilla
que llevaba a la plataforma del telescopio. El ayudante le había preparado
el ángulo de visión.
Sir Richard se ajustó las gafas con un dedo
y se encaró con la lente. Ordenó una corrección en el ángulo.
Ya no eran puntos luminosos.
Tampoco avanzaban ya en formación, se habían
separado y vio como dos desaparecían hacia Occidente, como en busca de las
antípodas.
Eran formas geométricas, pero un crítico de
diseño hubiera dicho que no respondían a ningún ritmo modular habitual en
las formalizaciones terrestres.
Quizá la distancia impedía una delimitación
correcta de los contornos exactos. Tenían un brillo verde opaco, de casco
de centinela. Una superficie reticulada y una corpulidad evocadora de una
granada de mano. Su perímetro era ambiguo. Igual parecía un poliedro de facies
infinitas como un extraño huso, pero no del todo circular.
Sir Richard Blackwall devolvió los mandos a
su ayudante y bajó la escalera con lentitud de anciano. Se sentó en un sillón
enfrentado a la concavidad del inmenso ventanal. La oscuridad interior permitía
el esplendor del rutilar de las estrellas. Al señor Richard Blackwall le dolía
una extraña víscera que no tiene nombre, emplazada en alguna cavidad secreta,
a medio camino entre el estómago y el corazón. Recordó de pronto una pamela
almidonada que su difunta esposa había llevado durante un crucero por las
Canarias.
- Richard ¿te gustan los aguacates?
No consiguió recordar si le gustaban los aguacates.
La pamela de Débora le azotaba la vista, como barriéndole la mirada. Pero
los movimientos tenían un ritmo intencionado. Débora bailaba suavemente, con
las enguantadas manos apoyadas en el alféizar de la ventana que daba al mercadillo
de aquella plaza de Las Palmas de Gran Canaria.
- Sir Richard - le dijo el ayudante desde lo
alto de la escalerilla -. Se concretan más las formas. Y lo curioso es que
parecen no tener una estable, como si fuesen figuraciones luminosas.
Había cortado toda comunicación con el exterior.
Los cables arrancados aún se permitían algún temblor, extrañas vibraciones
del cobre deshilachado. Después pasearon por los roquedales. Con las manos
ensangrentadas por las aristas de las rocas, unos hombres arrancaban los moluscos.
Débora descendió hasta ellos y les hizo preguntas en italiano. Sir Richard
se reía y le decía que aquellas gentes hablaban español. Un golpe de viento
se llevó la pamela de Débora. Se irritó mucho y él pagó las consecuencias.
Le arrebató el libro que estaba leyendo y lo arrojó al mar. El libro lo había
comprado media hora antes de salir de Dover. Estaba de rigurosa actualidad
en 1919, o quizás 1920. Los poemas de Rupert Brooke... ¿Qué decía aquel poema
de Rupert Brooke?
- ¡Sir Richard! Las formas son inconcretas pero
no hay duda de su consistencia material. O así me lo parece, ya sólo puedo
ver dos... los otros tres han desaparecido del campo de visión.
Acariciaban flores,
pieles, mejillas / y a veces también estaban solos / Mas todo eso terminó
para ellos.
Después, ya de vuelta al hotel, se había restablecido
el buen humor matrimonial. Débora adoptaba una alegría rigurosamente neurótica,
pero eran treguas felices en su comportamiento discontinuo. Sir Richard era
perfectamente consciente de que estaba buscando un motivo para la tristeza,
una emoción superior a la que le proporcionaba la perplejidad.
- ¡Sir Richard! ¡Sir Richard!
La estancia estaba llena de soldados en traje
de comando. Las ametralladoras tenían una pie negra y compacta, como la de
los grandes cetáceos.
- ¿Sir Richard Blackwall?
El anciano asintió con la cabeza.
- Tengo orden de trasladarle a Islandia. Allí
están reunidos políticos, militares y científicos. Hemos intentado comunicárselo
por teléfono, pero...
El comandante parecía desconcertado ante el
espectáculo de la destrucción de los cables.
- Disponga sus cosas. Le están esperando.
Sir Richard miró su reloj.
- Esos ya estarán llegando... Creo que ya han
llegado... Pero en fin... vamos.
En el vestíbulo del observatorio cinco soldados
ingleses permanecían rígidos, con las ametralladoras dirigidas hacia las puertas
y ventanas.
La
Luna
aparecía azotada por un oleaje envalentonado.
- Richard ¿tú crees que encontraré una pamela
en esta ciudad? Y este sol africano. Richard, me moriré. ¿Tú me querrás si
me muero?
Sir Richard adivinaba el punto correcto para
la punta de su bastón, rodeado de soldados, la luna rodando sobre las olas
de la escollera. Muchas veces se lo había planteado. En raros momentos de
autosinceridad. Débora era una de las mujeres más tontas que había conocido.
El helicóptero metrallizó el aire. El comandante
le dijo a gritos:
- ¡Cúbrase con esa manta!
En aquel mismo momento las aguas del Po arrojaban sobre el Adriático los primeros cuerpos de los ahogados.
Por Manuel Vázquez Montalbán . Fuente Cíclope, Enciclopedia del Espacio -
Tomo 3. España, 1969 (sin más datos de edición).
Más datos aquí.
NOTAS
(1) Así figura en el original, en lugar de Kissinger (N. del E.).