PELÍCULAS A PRUEBA DE PÚBLICO
Al arriesgar esta nota intentaremos hacer un poco de luz sobre el mecanismo que rige a la industria del cine: Hollywood, hablando claro. Ni siquiera se trata simplemente de hacer dinero: hay que hacer dinero de un modo rápido y furioso. (Título alternativo de estas líneas: "Para pescar a un bobo no es necesario que el anzuelo tenga carnada"). [Escrita para ser publicada originalmente en noviembre de 2003 en Televicio Webzine pero nunca editada].
ES LA ECONOMÍA, ESTÚPIDO
Hollywood, la Fábrica de los Sueños, es una industria que vende un rato de fantasía para hacer más soportable el curso a menudo abrumador de la vida moderna. Uno va al cine y, por unos minutos, deja de ser un adolescente solitario, una desempleada, un reciente y dolido separado, una pareja hastiada de compartir el aburrimiento y poco más. Por un rato uno puede buscar el Santo Grial con Indiana Jones, perseguir a un vampiro rumano y ser perseguido por él, conquistar a la rubia más linda del colegio o al chico guapo que hace deportes, indignarse con los sucios negocios de la mafia con el Vaticano... En suma, tenemos una chispa de poesía y aventura en días en los que, a menudo, lo más conmocionante que uno tiene para contar es que a la mañana perdió el colectivo.
Dicho así, parece que lo que hace la industria es responder pasivamente a una necesidad del público. Error. Eso pudo haber sido alguna vez pero, como toda industria que quiere crecer, Hollywood apela a actuar sobre esas necesidades, guiándolas, modificándolas, o digámoslo de una vez, también creándolas. Como en el típico ejemplo que se da al estudiar marketing: la sed es una señal al cerebro de la necesidad de beber, y se sacia con agua o zumos, pero uno compra la gaseosa Tal porque la mano no tan invisible de la publicidad hizo que uno identificara "saciedad" con "beber gaseosa Tal". O una cerveza, para el caso es lo mismo. Uno quiere ser visto como una persona que está al día, entonces la publicidad nos dice que compremos un determinado teléfono celular que saca peores fotos que una cámara del montón [nota escrita en 2003] y no funciona cuando la red está saturada, pero es el último modelo ¡y que se note! El secreto está en esconder que la publicidad es intrínsecamente absurda: quien me dice que tal producto es excelente es la misma empresa que lo vende.
En el cine es igual: tenemos una industria que quiere ganar dinero y para eso no sólo debe atraer al público: debe irlo a buscar y, si es necesario, arrancarlo de su sofá y llevarlo de las pestañas a la sala. Y por cierto hay unas cuantas maneras de hacerlo, algunas más sofisticadas y otras más burdas.
Una objeción: ¿lo mejor no sería hacer buenas películas y dejar que funcione el boca a boca? Ése es el método de los estudios independientes o las cinematografías menos poderosas, básicamente por falta de medios para hacer otra cosa. Pero a los grandes estudios eso no les interesa: terminarían ganando dinero pero tal vez dentro de un año, o cuando la película llegue al streaming (1). Un año es mucho tiempo, y ya se sabe, tiempo es dinero. Y más aún cuando los grandes estudios dejaron de ser propiedad de gente que podía ser todo lo codiciosa y zafia que quisiéramos, pero amaba el cine. Hoy, los estudios pertenecen a enormes conglomerados empresarios, y su lógica es la de los mercados de valores: un dólar hoy vale un dólar, pero un dólar a obtener de acá a tres meses vale algo menos, y un dólar a obtener de acá a un año vale aún menos.
En suma, la película ideal no necesariamente es la que más recauda a largo plazo: es la que más recauda ya, en el primer fin de semana de exhibición, en el primer mes. Porque, además, la mejor propaganda posible es el cartelito "no hay más localidades". Efecto bola de nieve, que le dicen.
¿Cómo se hace para arrasar con las boleterías en la primera semana? Veamos algunos ejemplos, sin pretensiones de agobiar con catálogos ni abusar con ese tipo de erudición tan parecido al autismo.
CONDICIONES EXTRÍNSECAS
* Exhibición en la mayor cantidad de cines que se pueda. Mil funciones de estreno, simultáneas, rinden mucho más que mil funciones sucesivas en el mismo cine; las posibilidades de llenar una sala en el estreno son mayores que en, digamos, la función setecientos.
* Crescendos publicitarios: además del liso y llano alud de propaganda que aumenta al acercarse el estreno, concursos ("llamá a la radio y ganate dos entradas para ver Gandhi contra la invasión de las plantas carnívoras venusinas"). Hace unos años un estudio había contratado la camiseta del Atlético Madrid para este fin, y en 2005 se pudo ver a personas caracterizadas de Darth Vader o soldados del Imperio en los boxes del Gran Premio de Mónaco de Fórmula Uno.
* Merchandising: a los chicos les encantan los juguetes, en especial si son nuevos. Se comienza por tentarlos con un sable láser, o con muñecos de los personajes, a menudo mejor hechos que en la película, bigger than life, o con figuritas, y de allí a ver la película hay un paso mínimo. Un caso especial, explotado inteligentemente en la saga Matrix: cortos, animaciones o juegos que se pueden ver en Internet.
Obviamente, estos métodos, empleados en conjunto, causan un efecto de sinergia: se alimentan unos a otros, y el todo es superior a la suma de las partes.
CONDICIONES INTRÍNSECAS
Hay una receta en especial que me interesa señalar, por haber sido muy utilizada estos últimos años: hay películas que, más que interpelar a todo el público, buscan atrapar al fan incondicional, al que irá sin importar las críticas. Explotan un nicho preexistente. Las corporaciones del negocio han virado con fría deliberación desde un modelo de producción de (¡qué lenguaje!) contenidos hacia uno de producción de redes de fans. El fanático de la saga El Señor de los Anillos, por ejemplo, podrá amar o abominar sus versiones cinematográficas, pero deben ser contados los casos de lectores apasionados de la obra de Tolkien que no fueron a ver siquiera La Comunidad del Anillo. Recordemos hechos banales, a menudo pasados por alto: uno paga para entrar a ver la película, no tras haberla visto. Las estadísticas acopian datos de entradas vendidas, no de gente que se levantó en medio de la función o salió del cine insultando. En verdad, en este contexto, eso importa muy poco. La plata ya cambió de bolsillo. Como dice el título de esta nota, hay películas a prueba de público, genial ocurrencia del crítico A. O. Scott, del New York Times.
* REMAKES: la más burda y la más antigua. Se trata de recrear una película exitosa, redefiniéndola en función del gusto actual, básicamente más violencia y más y mejores efectos especiales, o poniéndola al servicio de un casting atractivo (¿qué tal Último tango en París o El cartero llama dos veces con Russell Crowe y Monica Bellucci o Angelina Jolie?).
* FRANQUICIAS: otro viejo truco. Segundas, terceras, cuartas, enésimas partes. El caso paradigmático es la tercera Matrix: una vez que la segunda destruyó todo lo atractivo y novedoso del filme original, quedaban pocas expectativas de un final digno. Matrix Revolutions es la peor de las tres, y sin embargo millones de personas la fueron a ver, casi tantos como los que salieron decepcionados del cine. "Todo lo que comienza tiene un final", decían los carteles, que en una primera lectura parecía querer decir "¡Llega el final espeluznante que tanto esperabas!", pero que en realidad era "Está bien, la tercera parte es floja, pero si te viste las dos primeras no te podés perder el final". Episodio II es otro ejemplo: el fan de Star Wars fue al cine casi a disgusto, visto lo que fue Episodio I... pero fue.
* CAMBIO DE FORMATO: por analogía con los archivos que podemos pasar de una extensión a otra, aquí se trata de importar un relato exitoso al cine. El caso más viejo y obvio es la literatura, pero también tenemos la comedia musical (Chicago), la TV (Starsky y Hutch, Star Trek, Los Vengadores), figuritas (Mars Attacks!), el comic (Hellblazer, Sin City) y hasta los videojuegos (Tomb Raider). Con Starsky y Hutch y Los Vengadores, el truco salió mal: se trataba de series de hace 30 o 40 años, populares pero no masivas, y además el resultado no fue demasiado impresionante; en el caso de Los Vengadores, patético. Al momento de rever en 2023 esta vieja nota de, repito, 2003 con alguna revisión posterior, puedo agregar ¡una línea de juguetes infantiles! ¡Barbie!
THE END
Releo lo anterior y creo necesario aclarar que la calidad de una película como las citadas no necesariamente será mala. Incluso puede tratarse de filmes excelentes; lo que está en consideración en este artículo es otra cosa, es el funcionamiento del negocio. La industria es así, pero en las brechas, siempre, puede aparecer el artista. A pesar de sí mismo, una vez cada tanto, todavía Hollywood logra sorprendernos y darnos esa vida de la que nuestras vidas carecen. No servirá de descargo absolutorio, pero al menos es un atenuante.
NOTAS
(1) Ejemplo típico: Blade Runner, de Ridley Scott, 1982, que empezó a hacer buen dinero gracias al VHS y los cineclubes, bien después de salir de cartel en la mayor parte de Estados Unidos.