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J.P. Bango Nota originalmente publicada en El Cronicón Cinéfilo
I. Bienvenidos a Videodrome: Cronenberg consigue hacerse un hueco en el firmamento cinematográfico con esta cinta de culto que culminaba casi una década de aprendizaje dedicada, casi por entero, a la reformulación de un modo de entender la cinematografía, el suyo, eternamente personal y sugestivo. Al contrario de Scanners que solo rozaba tangencialmente algunas de las ideas conformadoras de la Nueva Carne, Videodrome termina por definirlas, haciéndolas protagonistas de una historia que, sin embargo, también sabe encontrar su reflejo en el Cine de Género a pesar de que el desarrollo del entramado, en todo caso, comporta su trasgresión. Así las cosas, podemos entender Videodrome como una obra fundacional (traducida en la frase que pone colofón a la película: “Larga vida a la Nueva Carne”), cuya completitud también implica el propio fin del subgénero. Nunca antes la Nueva Carne fílmica había llegado tan lejos (secuelas de Alien excluidas) ni nunca después logrará semejante grado de perversión. Cronenberg realiza Videodrome sobre una premisa en donde la teoría de la conspiración solo es una excusa para la definición de las constantes de este mare mágnum conceptual, constituyéndose en el más brillante espécimen cinematográfico de todas y cuantas obras conforman esta parcela del cine fantástico de raigambre existencial, a pesar de que su aparente apatía en las formas y algunos enunciados de vodevil: “El mundo se está endureciendo y América cada vez es más blanda”, nos haga pensar que estamos en presencia de una Serie B desposeída de pretensión y calado. No tardamos en comprobar, sin embargo, que Videodrome es cualquier cosa menos convencional:
Notas [1] MARTÍNEZ, Beatriz: “Larga vida a la Nueva Carne”. MIRADAS DE CINE
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