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LA GUERRA DE SECESIÓN EN 33 VIÑETAS (PARTE I de III)

La Guerra de Secesión de los Estados del Sur, la sangrienta guerra civil librada en Estados Unidos entre 1861 y 1865, es uno de los acontecimientos capitales de la Historia. La que sigue es una nota que pretende dar una idea de dicho conflicto en treinta y tres viñetas que abordan otras tantas de sus facetas, en estos días en los que se cumplen 150 años de su comienzo, así que… allá vamos.

 

1 Terminología: los Estados Unidos de América, cuya capital era (es) Washington, son también llamados, en este contexto, la Unión, o el Norte; sus tropas son denominadas nordistas, unionistas o yankees. El Sur, o los estados secesionistas, o los Estados Confederados de América, o la Confederación, tenía su capital en Richmond, Virginia, y sus tropas suelen ser llamadas sudistas o confederadas.  
Los once estados de la Confederación, por orden alfabético: Alabama, Arkansas, Carolina del Norte, Carolina del Sur, Florida, Georgia, Luisiana, Mississippi, Tennessee, Texas y Virginia. En Kentucky y Missouri hubo alzamientos secesionistas, pero ambos estados (donde la esclavitud era legal) prefirieron permanecer dentro de la Unión.
(Imagen de la derecha: mapa obtenido del sitio Laguia2000.com. "Union and Confederate Boundary" = frontera entre la Unión y la Confederación; "Free state" = estado libre; "Territory" = territorio (no organizado como estado); "Slave state" = estado esclavista)
2 Causas del conflicto: la diferente actitud acerca de la esclavitud era expresión de los cada vez más divergentes proyectos de las elites del Norte y del Sur. El de la burguesía del Norte implicaba una economía de base industrial, con barreras aduaneras elevadas, un mercado interno poderoso, para el que un trabajador a sueldo es un consumidor mucho más activo que un esclavo, y producción local de alimentos baratos, para mantener bajo control el costo salarial de la industria. El de los terratenientes del Sur defendía una economía basada en el trabajo esclavo en las plantaciones de algodón o tabaco, destinado en buena medida a la exportación al mercado británico, y abominaba del proteccionismo del Norte, que pretendía obligarle a pagar más caros los productos extranjeros o sus sucedáneos locales. (¿La cuestión suena conocida, aquí en el sur del continente?).
Estos diferentes proyectos económicos tenían también una traducción jurídica: los estados que en 1861 se integrarían en la Confederación defendían la supremacía de sus respectivos intereses frente a los del estado federal, y veían como una amenaza a la previsible incorporación a la Unión de más estados no esclavistas, por la consiguiente pérdida de poder de los estados meridionales en el Senado; la Unión, por su parte, defendía la integridad territorial del estado federal, argumentando que el derecho de los estados a la secesión unilateral era inconstitucional.
El dinamismo económico, social, demográfico y cultural del Norte contrastaba fuertemente con el somnoliento tradicionalismo del Sur esclavista: la persistencia de la esclavitud estaba creando dos sociedades radicalmente diferentes en un mismo país. Hacia 1860 estaba claro que, o la institución desaparecía, o el país se partía en dos.
Cabe aclarar que la repugnancia que la esclavitud causaba en el Norte era generalizada pero no universal: muchos de los soldados nordistas no mostraban la menor simpatía por los negros; algunos generales nordistas se creían en el deber de retornar a los esclavos fugitivos a sus dueños; el propio presidente Abraham Lincoln, obligado a llegar a soluciones de compromiso para mantener su frente interno bajo control, sólo llegó a proclamar la emancipación de los esclavos residentes en el territorio de la Confederación, no así la de los que vivían en estados esclavistas que se habían mantenido dentro de la Unión (Missouri, Kentucky, Maryland, Delaware y el territorio que luego se convertiría en Virginia Occidental). La abolición de la esclavitud sólo entraría en vigor el 6 de diciembre de 1865, después de dos años de extenuantes debates.
3 Las bajas: la Unión perdió a 360 mil de sus hombres y la Confederación, 258 mil. Esos 618 mil muertos (un tercio en combate y el resto por enfermedades) son más que las pérdidas norteamericanas en la Primera y Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea juntas; para peor, esa sangría fue padecida por un país que contaba con una población de apenas 31,4 millones de personas.
Otra manera de apreciar la gravedad de las pérdidas humanas: si se mantuviera la proporción de muertes sobre el total de la población, sería como si hoy murieran en un conflicto interno 5,9 millones de norteamericanos. Otra: sería como si una guerra civil en Argentina, Colombia o España (países con población similar, por sobre los 40 millones de habitantes) produjera hoy alrededor de 800 mil muertos.
[Agregado del 02-04-12: recientemente, el demógrafo e historiador J. David Hacker, de la Binghamton University de Nueva York, volvió a calcular las muertes y las estimó en 752 mil, un 20 % más de lo pensado].
4 Estados Unidos en 1860: la participación relativa del país en la producción manufacturera mundial había pasado del 2,4 al 7,2 % en apenas treinta años (¡un salto “chino”, diríamos hoy!). Estados Unidos ya era en 1861 la quinta potencia manufacturera del mundo, siendo solamente superado por el Reino Unido, China, India y Francia (1). Además, tenía ya entonces la mayor red ferroviaria del mundo.
5 La opinión de Alexis de Tocqueville: este jurista francés, que había visitado la Unión, escribió un libro famoso, “De la democracia en América”, publicado en dos volúmenes en Francia en 1835 y 1840. Tocqueville, además de advertir (¡en 1835!) que las dos naciones líderes del futuro serían Rusia y Estados Unidos, se mostró clarividente en su análisis de dos problemas que estarían en la raíz del conflicto de 1861-65: la esclavitud y la relación entre los estados y el gobierno federal.
En cuanto a la esclavitud, Tocqueville señala que es el peor de los males para el desarrollo de una sociedad próspera, porque nota que en el Sur esclavista falta el carácter emprendedor e industrial necesario para hacer progresar a esa sociedad. Destaca que el trabajador remunerado rendirá mucho más que el esclavo, por más que éste no cobre un jornal.
En cuanto a la relación entre los estados y el gobierno federal, el autor opina que los estados son más fuertes que la Unión, ya que están más cerca del pueblo. De haber un interés por parte de un estado en abandonar la Unión, el gobierno central no podría evitarlo, ya que si el estado cuenta con el apoyo de su pueblo, no hay nada que le obligue a mantener un contrato que ya no le satisface. Pero también remarca que la riqueza y la mayor población de los estados antiesclavistas son una gran amenaza al frágil equilibrio interno de la nación, y que le será difícil al Sur imponerle sus propias leyes al Norte.
6 El aspecto religioso: la esclavitud era un tema que ya había generado conflictos teológicos en el cristianismo durante el siglo I (2). Fue declarada ilegal en Inglaterra en 1772, y en el Estado de Pensilvania en 1780, merced a una campaña dirigida por los cuáqueros, los primeros cristianos modernos que declararon que la esclavitud era intrínsecamente perversa. El tráfico de esclavos fue declarado ilegal en el Reino Unido recién en 1807 (otra vez, gracias a una campaña dirigida por iglesias protestantes) y para 1833 ya era ilegal en todos los territorios británicos, incluyendo sus colonias.
Las congregaciones protestantes del Norte estaban claramente en contra: Edgard Beecher afirmó en 1845 que la esclavitud era un “pecado nacional”. Pero en el Sur pasaba lo contrario: en 1822 la Asociación Bautista de Carolina del Sur publicó una defensa basada en las Escrituras, y lo mismo hizo en 1844 el obispo católico de Charleston, John England. La base de la defensa era, como es de esperar, el Antiguo Testamento, y epístolas de San Pablo cuya autoría es hoy considerada dudosa. Algunos argumentos ya habían sido perfilados en una obra escrita en 1778 por el reverendo Thomas Thompson, en un panfleto llamado “El tráfico africano de esclavos negros expuesto como consistente con los principios de humanidad y las leyes de la religión revelada”.
(Imagen de la derecha: fotografía del presidente de los Estados Unidos, Abraham Lincoln en el campo de batalla de Antietam, 3 de octubre de 1862. Fuente: Elmundoenfotos.wordpress.com).
Varias iglesias se dividieron en dos por el tema: los presbiterianos, los congregacionalistas, los bautistas, los metodistas. Los evangélicos luteranos, los episcopalianos y los católicos no lo hicieron, al precio de silenciar la discusión. La iglesia presbiteriana del Sur resolvió en 1864 “que la misión particular de la iglesia sureña es conservar la institución de la esclavitud, y convertirla en bendición tanto para el amo como para el esclavo”. La idea de que la esclavitud era intrínsecamente anticristiana le parecía “una de las herejías más perniciosas de los tiempos modernos”.
Afirma Paul Johnson, en la obra que se cita al pie, que, “a juzgar por los muchos centenares de sermones y plegarias religiosas compuestas especialmente que han llegado hasta nosotros, los ministros estaban entre los individuos más fanáticos de ambos bandos. Las iglesias representaron un papel importante en la división de la nación, y probablemente puede afirmarse que las divisiones en las iglesias fueron el factor que llevó a una inevitable y definitiva división nacional”. También afirma que “los clérigos sureños fueron los principales responsables de la prolongación de las luchas inútiles”.
Tras la guerra, las iglesias se reunieron… con la condición de que los reunidos fueran blancos: los negros tuvieron que formar sus propias congregaciones. (El potencial revolucionario del cristianismo como catalizador de la resistencia a la opresión ya había sido probado en 1831, cuando la rebelión de los esclavos de Virginia fuera liderada por un predicador negro, Nat Turner. No es de sorprenderse que uno de los temas preferidos de los predicadores negros fuera la revuelta de los esclavos judíos liderados por Moisés contra sus opresores egipcios). (3)
7 Los blancos pobres del Sur: dos tercios de los blancos que habitaban la Confederación no poseían esclavos. La mayoría se ganaba la vida practicando la agricultura de subsistencia, y estaba apenas un escalón por encima de los esclavos negros. Pero, por cierto, no parecían interesados en atacar la institución fundamental de una sociedad rígidamente estratificada como la suya: sin la esclavitud, su posición era la misma que la de los miembros de una raza considerada “inferior”.
Muchos de estos blancos incluso servían en las patrullas que vigilaban el comportamiento de los negros, prestando una especie de servicio comunitario, que era socialmente apreciado. Los miembros de esas patrullas estaban autorizados a registrar, detener, perseguir, castigar, mutilar e incluso matar a cualquier esclavo que fuera encontrado fuera de su plantación.
Que la existencia de tales patrullas haya sido un ingrediente normal de la vida en el Sur evidencia una de las características de toda sociedad esclavista, y por extensión, de toda sociedad injusta: el terror persistente a una reacción violenta de las clases sojuzgadas. (Otra vez ¿la cuestión suena conocida, aquí en el sur del continente?).
8 El caso Dred Scott vs. Sanford: el camino a la guerra civil fue allanado, en buena medida, por un polémico fallo de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos, dictado en 1857. Scott era un esclavo negro que se había presentado ante los tribunales en 1846, demandando su libertad, debido a que su dueño lo había llevado consigo a estados donde la esclavitud estaba abolida. El fallo de la Corte, por una mayoría de 7 a 2, estableció que los esclavos “eran tan inferiores que no tenían derechos que el hombre blanco estuviera obligado a respetar”, y que la propiedad de esclavos era inviolable, porque el Compromiso de Missouri de 1820, que prohibía la esclavitud en todo territorio al norte del paralelo 36°30, era inconstitucional. La Corte, interesada en resolver definitivamente la cuestión de la esclavitud, estaba a un paso de hacerla legal en toda la Unión, lo que despertó la alarma de los abolicionistas como Abraham Lincoln, provocó la división del Partido Demócrata y alentó al lobby esclavista a hacer demandas todavía más ambiciosas. Por ende, terminó avivando el conflicto, más que apagarlo. 
9 El ataque al arsenal de Harpers Ferry: el 16 de octubre de 1859, el abolicionista John Brown lideró un intento de copamiento del arsenal militar de Harpers Ferry, en Virginia, con el fin de obtener armas para una planeada insurrección de esclavos. La acción fue un fracaso, y Brown fue juzgado y condenado a muerte. El escritor francés Víctor Hugo intercedió por él, con una carta que incluía la celebrada frase “hay algo todavía más espantoso que Caín asesine a Abel, y es que Washington asesine a Espartaco”. Finalmente, Brown fue ahorcado el 2 de diciembre de 1859. Su muerte, referida por Walt Whitman en el poema “Año de Meteoros 1859- 1860” del libro “Hojas de hierba”, convenció a muchas personas de ambos bandos de la imposibilidad de una solución pacífica a la controversia sobre la esclavitud.
10 Antecedentes inmediatos: la división que la Nación experimentaba llegó a un punto de no retorno tras el 6 de noviembre de 1860, cuando se produjo la elección de Abraham Lincoln como presidente de los Estados Unidos. Lincoln, que veía al lobby esclavista como una amenaza a la república y se proponía acabar con su poder, había sido elegido sin ganar un solo estado del Sur: en algunos de ellos, su boleta ni siquiera estaba presente en las mesas de votación. La victoria de Lincoln aún en estas condiciones testimoniaba el dramático descenso del poder político de los estados esclavistas, lo que los impulsó a repudiar la Unión, comenzando por Carolina del Sur el 24 de diciembre. El 4 de febrero de 1861 se proclamaron los Estados Confederados de América, eligiéndose presidente provisional al ex senador Jefferson Davis y capital provisional a la ciudad de Montgomery, Alabama: luego pasaría a ser Richmond, Virginia. El fracaso de las negociaciones emprendidas durante febrero, la confiscación de propiedad federal por parte de estados del Sur y la formación de un ejército sudista preanunciaban el conflicto que estallaría entre el 12 y el 13 de abril de 1861, cuando las fuerzas secesionistas desalojaron a las tropas federales del Fuerte Sumter, en Carolina del Sur. Cuando Lincoln convocó al ejército para reprimir la secesión, los estados de Virginia, Arkansas, Tennessee y Carolina del Norte, hasta entonces dubitativos, adhirieron inmediatamente a la Confederación. La guerra iniciada duraría cuatro largos años.
(Continúa aquí)
 
NOTAS
(1) Paul Kennedy (ver datos en Fuentes), Tabla 6, página 246, extraída de Paul Bairoch, “International industrialization levels from 1750 to 1980”, Journal of European Economic History No. 11, 1982.
(2) Véase, por ejemplo, “The first Paul”, de John Dominic Crossan y Marcus Borg, que sostiene que el radical mensaje igualitarista de San Pablo fue diluido por la naciente iglesia para evitar aparecer como una amenaza al Imperio Romano. Así, los autores afirman que el famoso versículo 6:5 de la Epístola de Pablo a los Efesios (“Siervos, obedezcan a sus amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo”) no fue escrito por el Apóstol. Su verdadera opinión de la esclavitud es la expresada en la Epístola a Filemón, en referencia al esclavo fugitivo Onésimo.
(3) El primer documento católico que declara que la esclavitud “se oponía totalmente a lo que originalmente había sido ordenado por Dios y la naturaleza” es… la encíclica del Papa León XIII In plurimis, de 1888 (sic). La Iglesia esperó para hacer esta declaración hasta que la última nación católica la hubiera abolido: el Imperio del Brasil.