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DIEZ RAZONES PARA VER "EL TERCER HOMBRE"
Hace unos días volví a ver "El tercer hombre" ("The third man", 1949) y confirmé mi valoración positiva del filme dirigido por Carol Reed y basado en la novela del escritor inglés Graham Greene. Con ustedes, diez razones
2) Por el aspecto moral de la trama, que involucra a una organización que trafica penicilina adulterada, un delito espantoso pero que, a cierto personaje del filme, le parece apenas una manera más de ganar mucho dinero. Dice ese mismo personaje, señalando a los paseantes desde las alturas de la Riesenrad: "¿Víctimas? No seas sentimental. Mira allá abajo. Dime ¿de veras sentirías pena si una de esas manchas dejara de moverse para siempre? Viejo, si yo te ofreciera veinte mil libras por cada mancha que se detuviera ¿de verdad me dirías que me quedara con mi dinero, o calcularías cuántas manchas te podrías permitir perdonar? Libre de impuestos, viejo. Libre de impuestos". Las masacres de la Segunda Guerra Mundial todavía estaban frescas en la memoria, así que en esa amoral declaración de desdén por la vida humana se percibe también, casi por reflejo, la amoralidad de los protagonistas de dicha guerra: el mismo discurso bien hubiera podido ser empleado para defender el exterminio de pueblos enteros efectuado por los derrotados, o el bombardeo de ciudades indefensas realizado por los vencedores.
(A la derecha, el trailer - en inglés - de la presentación del filme en el canal TCM).
3) Por los ocasionales pasos de comedia que alivian el decurso de la tragedia: en especial, la secuencia de la charla que el escritor de novelitas baratas y comerciales Holly Martins se ve obligado a dar porque, como le dice su sorpresivo anfitrión, que dirige un pequeño círculo literario, "hoy en Viena no tenemos visitas de ningún escritor". (En la novela de Greene, escrita como primera aproximación al guión, la razón de la invitación a la conferencia a Martins es más lógica: es por una confusión, dado que su seudónimo literario es igual al nombre de un escritor de prestigio).
4) Por el particular triángulo amoroso entre Harry Lime (a quien se presume muerto en un accidente de tránsito), Anna Schmidt (su bella novia actriz, checoslovaca y fugitiva de los soviéticos) y el mencionado Martins, escritor sin trabajo y gran amigo de la infancia y juventud de Lime, que acude a Viena llamado por éste y se encuentra con que ha muerto ese mismo día. Por la pintura del amor como una fuerza irresistible, incapaz de ceder incluso ante el carácter siniestro de la persona amada. Por la forma en que, en el último instante y de una manera dura e inesperada, reaparece la vieja y entrañable amistad.
5) Por la forma extraordinaria y sorpresiva en que Reed introduce en el relato a Harry Lime, cuyo rostro se nos ha escamoteado hasta ese preciso momento.
6) Por una línea de diálogo como "recuerda lo que dijo no sé quién. En Italia, en treinta años de dominación de los Borgia, no hubo más que terror, guerras y matanzas, pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza tienen amor y armonía, quinientos años de democracia y paz. ¿Y qué produjeron? El reloj cucú". (El autor de la frase parece haber sido Welles, no Reed o Greene).
7) Por las actuaciones: la de Joseph Cotten como Holly Martins, la de Trevor Howard como el coronel Calloway, incluso (más allá de varios mohines algo risibles) la de Orson Welles como Harry Lime, pero en especial la de una bellísima Alida Valli como Anna Schmidt.
8) Por la notable persecución final en las cloacas de Viena, filmada con mano maestra. Con todas las connotaciones polisémicas que acarrea la resolución en semejante lugar. Por algunos impactantes detalles circunstanciales, como el que en Viena hiciera tanto frío que las tumbas se cavaban con taladros (algo que en la película se dice apenas al pasar. En la novela, el impacto está mejor logrado).
9) Por la soberbia fotografía de Robert Krasker, tal vez más deudora del expresionismo alemán que del film noir (una segura influencia de Welles): tal vez nunca las brumosas calles de una Viena nocturna y en ruinas parecerán más ominosas. Por la ejemplar utilización cinematográfica de la banda sonora, debida a Anton Karas y su cítara.
10) Por el plano secuencia final, que no referiré, el final justo y magnífico de la película, y por cierto mucho mejor que el de la novela.
Vínculos interesantes: una comparación entre la novela y la película, debida al blog Somos lo que Leemos.
El Instituto Británico del Cine eligió en 1999 a "El tercer hombre" como la mejor película británica del siglo XX.
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