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UNA DEUDA DEL CORAZÓN


Por el doctor Alan Grant

El doctor Alan Grant ya no desentierra huesos de dinosaurios sino discos. Ahora encontró una joya olvidada del tesoro de Andrés Calamaro, su "Nadie sale vivo de aquí" de 1989.

A mediados de 1989, Calamaro le dio una entrevista a Gloria Guerrero, de la cada día más añorada revista Humo®. Entonces el niño Andrés era una figura valorada muy positivamente por el medio rockero, pero sus discos pasaban casi desapercibidos para el gran público desde que se había ido de Los Abuelos de la Nada. En la citada nota declaró: "nadie lo tenía previsto, pero al final terminé convirtiéndome en un artista maldito" (!). En esos días, ni él mismo hubiera soñado el éxito que le esperaba poco menos que a la vuelta de la esquina, y difícilmente se hubiera creído que terminaría la década convertido en un sex-symbol, la Gran Bestia Pop de fines de los '90 (por lo menos hasta que decidió formatearse y reconvertirse en El Salmón).

Calamaro había debutado como músico cuando aún no había cumplido los 18 años, sumándose al grupo del bajista oriental Beto Satragni, Raíces, allá por 1978. Tres años después, tras un brevísimo interregno con Gringui Herrera en la Elmer Band, se pasó a Los Abuelos de la Nada, contribuyendo a convertirla en una de las bandas más exitosas y creativas del pop argentino de los '80 (y, como hoy Babasónicos, la banda preferida de las chicas lindas...). Esta formación, con algunos cambios, duró hasta 1985: los egos, el dinero, los proyectos divergentes, terminaron dinamitándola.

Paralelamente, Andrés tuvo una vida muy activa: fue tecladista de la banda de Charly García en 1982-83, llevó adelante un montón de proyectos bizarros con Pipo Cipollatti y Daniel Melingo (algo de ello fue recogido en los dos CDs de "Grabaciones encontradas"), produjo varios discos (Don Cornelio y la Zona, Los Enanitos Verdes, Los Fabulosos Cadillacs) y comenzó su carrera solista.

Sus tres primeras obras ("Hotel Calamaro" de 1984, "Vida cruel" de 1985 y "Por mirarte" de 1987) son musicalmente muy diferentes entre sí, pero tienen un par de cosas en común: las magras ventas y letras bastante naif. Esto sorprende, viendo lo que Calamaro fue capaz de hacer después; pero como él mismo dijo, empezó a hacer sus mejores discos alrededor de los treinta años.

En marzo de 1989, tras volver de una gira por México, Calamaro se encerró a ensayar 20 días con la banda que lo acompañaba desde el '87, integrada por Gringui Herrera y Ariel Rot en guitarras, Jordi Polanuer en saxo y la base de Autobús, un grupo pop de relativo éxito allá por 1984-85: El Alemán Schanzenbach en bajo y Ricardo González en batería.

"La grabación fue bastante loca y entiendo que quizás por momentos los productores no me puedan dominar, o quizás yo mismo no puedo dominar el sonido que está saliendo. Todavía estoy perplejo; salió algo limpio pero medio suicida..." dijo el futuro Salmón en la nota antedicha. "Nadie sale vivo de aquí" fue grabado en medio de la hiperinflación, de los saqueos y de la campaña electoral que terminó con Carlos Menem en la presidencia, y algo del aire de desesperanza de esos días se cuela en las canciones. El nombre del disco salió de un verso de "Five to one" de The Doors, a la vez título de una de las incontables biografías de Jim Morrison.

Sus trece temas comenzaron a delinear la poética que se asentaría con Los Rodríguez y terminaría de madurar con sus discos solistas de finales de los '90. Calamaro abandonó la pasteurización que hasta entonces hacía que sus canciones fueran el equivalente sonoro de la cerveza sin alcohol o el café descafeinado. Ahora escribía historias de amor agridulces, que en vez de cantadas parecen susurradas en un bar, bien de madrugada, con la insomne lucidez que dan las desilusiones en serie, mezclando a Bob Dylan con Tom Waits, Lou Reed y Joaquín Sabina. Musicalmente, la sencillez y buen gusto de los arreglos estaba al servicio de algunas de las mejores letras y melodías que Calamaro haya compuesto jamás.

Abría el disco el tema homónimo, compuesto por Calamaro y Rot, prefigurando a Los Rodríguez en lo musical (un rockito perfecto) y en lo lírico (con su historia de una amante serial análoga a la mantis de "Superlógico" de Los Redonditos de Ricota). Luego siguen "Pero sin sangre" y "Vietnam". Como dijo Andrés en la nota de Humo®, "es una especie de metáfora simple y mortal. La sesión con Fito [Páez] y Gustavo Cerati, si yo pudiera recordarla, sería inolvidable. Estábamos inflamados".

"Pasemos a otro tema" es una canción maravillosa. Más abajo transcribo la letra, una triste evocación de una separación en la que la atención del narrador se enfoca por un momento en las "cosas con candado" y las cosas que "abandono para siempre" mientras deja la casa; el fin de una pareja se pinta mejor en esos detalles (contados casi como al pasar) que en el empleo de una frase hecha tras otra, como haría cualquier baladista mediocre.

"Con la soga al cuello" (de Calamaro con Gringui Herrera y Ricardo González) cuenta con Vicentico en coros, y describe una situación asimilable a la de la notable "I'm waiting for the man" de Lou Reed con la Velvet Underground. También transcribo la letra porque no tiene desperdicio.

Luego siguen "No tengo tiempo" ("No tengo tiempo pero no me arrepiento / ser como el viento no es una maldición / y las canciones las compongo caminando / entonces algunos versos se me van"), el amable rockito "Señoritas", "Adiós, amigos adiós" ("Amanece ya y los últimos invitados están / poniéndose sus abrigos o arrodillados / llorándole a un Pescadas su borrachera cruel / o confesándole sus pecados a la pared. / Amanecerá y los últimos que quedaban se irán / y esta vez soy yo que se queda en silencio y en soledad"), "Ni hablar", "Una deuda del corazón" ("El amor es traicionero / no se elige, no es sincero / no podés contar con él, es traicionero") y "No me vuelvas la espalda por eso".

Todos ellos dan paso a un gran cierre con la melancólica "Señal que te he perdido", un regreso de "Vietnam" y un paseo por el cine clase B de "Dos Romeos", un blues conversado, basado en la historia de los siameses rockeros Barry y Tom Howe, los héroes de la novela "Brothers of the Head" de Brian Aldiss.

El disco pasó casi tan desapercibido como los anteriores, en medio de la tormenta socioeconómica de aquellos días. En 1990 Calamaro se cansó de la falta de repercusión y se fue a España con Ariel Rot, a formar Los Rodríguez. Hizo entonces la Gran Gardel: triunfó en el exterior y pudo volver ganador. Pero ésa es otra historia.

PASEMOS A OTRO TEMA

Pasemos a otro tema,
no quiero hablar de eso
la casa esta vacía y fría,
la ropa en el pasillo me da la razón
Ella me abandonó
Está todo guardado,
hay cosas con candado,
hay cosas que abandono para siempre,
y hay un lugar vacío,
es el que había pensado
solo para los dos
Ella es tan formal,
que nunca me va a perdonar
Mejor no hablar de eso
pasemos a otro tema
Y compréndeme, no puedo
entender cuál es el juego
de verdad, no te voy a perdonar
Fue por el "efecto suelo"
y una frase del Abuelo:
"el lugar se cubrió de pedazos de cristal"

CON LA SOGA AL CUELLO

Nada parecia perdonar que algo podria cambiar
porque todo, era normal,
por ejemplo la hora, la gente, el lugar,
en fin, en general, un encuentro esperado por nadie.
La clandestinidad en el mejor sentido es nada más que una
oportunidad moral. Venía pensando que tal vez
si pudiera yo leer el pensamiento el de usted sería negro,
en algo somos iguales (con la soga al cuello).
Hay veces que hablar es una forma de ocultar,
una mentira o una verdad.
A veces me hiciste pensar que me podías traicionar y dije:
"cerebro no seas tan vulgar"
Y lo que quise olvidar es lo que voy a recordar,
y si te hubiera dicho ¿qué haces? (nada)
nueve de cada diez estrellas tal vez (están) con la soga al cuello
Ustedes dirán el precio y el lugar y yo voy a comprar,
el cliente tiende a razonar más con la soga al cuello.
El viernes salí a caminar, era una forma de reir o de callar
y lo que quise olvidar es lo que voy a recordar,
siempre se pude decir no - con la soga al cuello.
con la soga al cuello
con la soga al cuello.

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